Relato erótico
“Sesión” de sexo anal
Sus padres se fueron de viaje por unos días y aprovechó para que su amiga estuviera con él en su casa. Follaron como locos y sin parar. Lo mejor de todo fue… la sesión de sexo anal
Jesús – Zaragoza
Cuando desperté aquella mañana con el cuerpo desnudo de mi amiga al lado, me llamó la atención que mi erección no era tan espectacular como la de días anteriores. Parecía que dormir dos noches con una mujer era suficiente para que mi cuerpo empezase a inmunizarse contra los encantos femeninos, o quizás serían las 48 horas eyaculando sin parar.
El caso es que Pilar también lo notó y decidió que aquel día nos lo tomásemos con calma.
Durante el día no hicimos nada, hacía bastante calor, y afortunadamente mi madre había dejado la nevera bien surtida, ensaladilla rusa, tortilla de patata, gazpacho… así que no teníamos que preocuparnos de cocinar.
Ambos pasamos el día leyendo. Pilar se enfrascó en un manuscrito que mi padre, era de política o algo así. Yo por mi parte tenía que hacer unos ejercicios de inglés así que me encerré unas horas en mi cuarto a estudiar. Después de comer y para ayudar a combatir el calor una buena siesta fue el remedio ideal.
Aquellos días mis padres estaban en una convención fuera de la ciudad, así que después de cena Pilar fue a limpiar la cocina y recoger los platos. Cuando regresó solo llevaba puestos unas increíbles sandalias blancas de tacón de aguja, el resto estaba desnuda y el pelo recogido en lo alto. Se inclinó sobre mí y tras besarme en la boca con pasión, me abrió la cremallera del pantalón y sacó mi polla que se había puesto dura como un mástil.
Empezó a chupármela de arriba abajo, lamiéndola con la lengua desde la base hasta el capullo, para luego meterse la punta, y empezar a chuparme el capullo con aquellos labios carnosos suyos. Lo hacía de maravilla, y con la mano izquierda me acariciaba los huevos mientras se metía la polla en la boca casi por completo, para luego seguir otra vez mamando mi capullo. No tardó en hacerme correr, mi leche caliente y espesa lleno su boca, y ella la tragó glotona.
Entonces me dijo que íbamos a probar algo nuevo, la penetración anal. Aquello me hizo excitar más. Fuimos hasta la cama y se tumbó boca abajo, allí primero me pidió que le besase las nalgas y que jugase con la entrada de su ano primero con la lengua y luego con un dedo. Su culo era de lo más apetitoso, pequeño pero redondo y respingón, se veía aterciopelado y era duro al tacto, no tenía marcas de bañador, dada su afición al nudismo. Empecé a morderlo, a lamer su luna llena, a sentir su piel fina bajo mi lengua. Entonces separé sus nalgas y vi el agujero marrón y cerrado.
Nunca antes había hecho algo así pero en una de las revistas Clima de un amigo había visto fotos, cuando me acerqué con intención de lamerlo, aún pude oler los restos de la crema hidratante que usaba mi amiga, pero también el olor de la humedad de su sexo. Cuando sintió mi lengua jugar con la zona entre su sexo y el ano, noté como se estremecía, y suspiraba.
Mi amiga no era lo que se dice silenciosa y como no estaban mis padres en casa no reprimía sus jadeos y gemidos. Mi lengua subió hasta su ano y con la lengua empujé con fuerza la entrada de su culo, aquello me parecía realmente excitante. Le gustaba y pedía que continuara.
Mi lengua rompió la resistencia de su agujero y penetró unos centímetros, la sensación era peculiar, pero lo más excitante era la sensación de poder producir placer. Tras unas incursiones de mi lengua en su ano acompañadas de unos placenteros gemidos, tome el frasco de lubricante que ella me dejó en la mesilla.
Unté el lubricante en mi dedo y poco a poco fui introduciéndolo en su ano, el dedo entró con relativa facilidad, empecé a meterlo y sacarlo suavemente como si la estuviese follando; entonces ella me pidió que le metiese dos dedos. Dos dedos no entraban de forma tan fácil podía ver el esfuerzo de su esfínter dilatándose, entonces algún gemido de dolor se mezcló con los gemidos de placer, que eran casi enloquecidos, pronto me pidió que me la follase por el culo.
Embadurné mi polla en lubricante. Y decidí atacar su ano. Primero metí la cabeza que entró con evidente dificultad ya que mi polla es bastante gruesa, ella gritaba y gemía al mismo tiempo, era evidente que dolía un poco pero parecía estar disfrutándolo, tenia los muslos rebosantes de flujos vaginales y sus manos perdidas en su sexo con dedos entrando y saliendo de su coño, cuando tenía como unos tres o cuatro centímetro dentro de ella me pidió entre gemidos entrecortados con una voz ronca que denotaba como el deseo se había apoderado de su cuerpo, que ahora se la metiese de un golpe, lo que hice sin rechistar; aquello pareció dolerle, aunque su grito era de placer intenso, me pidió que la follase, que bombease como si fuera su coño.
Eso hice, la sensación era divina, estaba apretado y realmente caliente, era una sensación increíble. Ella gritaba y gemía como poseída, eran unos gritos enloquecidos. En menos de un minuto se corrió con un orgasmo increíble, su cuerpo se convulsionaba como si una corriente eléctrica lo recorriese, pero yo no podía para de follar, como me había hecho correr hacía una media hora ahora sentía que me iba a correr pero no me venía. Así que seguí bombeando, ella gemía como desmayada pero jadeaba de puro placer, su cuerpo sin fuerza estaba abandonado casi inanimado.
Creo que estuve casi otros 15 minutos taladrando su culo, a los 10 ella tuvo otro orgasmo, y luego solo me decía que la llenara el culo con mi lefa caliente, cada acometida se acompañaba de un gemido. Cuando me corrí ella se corrió por tercera vez, esta vez sin masturbarse siquiera. Me pidió que me quedase dentro de su culo un ratito, lo que hice gustoso.
Nos quedamos varios minutos así yo recostado sobre ella, con mi polla en su culo lleno de leche. Luego se fue a limpiar y darse una crema que tenía, porque dijo que le había dejado el culo como un tomate, y era verdad, pero que no me preocupase, que lo había gozado como nunca, pues nunca se había metido una polla tan gorda como la mía por detrás.
Ni decir tiene que dormimos como angelitos y que despertamos pasadas las diez de la mañana del día siguiente.