Relato erótico
Sesión de sauna con sorpresa
Los tres amigos solían ir al gimnasio y una vez a la semana hacían “una sauna” para relajarse y hablar de mujeres. Aquel día uno de ellos no acudió a la cita y sorprendentemente apareció la mujer de este.
Miguel Ángel – Málaga
Pagar por aquella sauna era una gozada. Merecía la pena al menos una vez a la semana. Eduardo, Paco y yo quedábamos los jueves por la tarde para una sesión de gimnasio y posteriormente de sauna. Recuerdo aquel jueves que Eduardo no apareció por allí y Paco y yo nos preocupamos. Después de hacer pesas y musculación nos metimos en la sauna y nos pusimos a hablar de qué le podía haber sucedido a Eduardo. Paco, que es un salido dijo finalmente en broma:
– Eduardo se habrá quedado en casa. Seguro que le está chupando la polla esa preciosidad de esposa que tiene.
Yo me eché a reír, aunque efectivamente Vanesa, la esposa de Eduardo era guapa y estaba muy buena. Confidencialmente y en voz baja le pregunté a Paco:
– ¿Te follarías a Vanesa?
– Por supuesto, pero sin que se enterase mi mujer.
– Yo creo que también lo haría, pero esa zorra es de altos vuelos, no creo que se fijase en dos tipos como nosotros. Se casó con Eduardo únicamente por su dinero, supongo.
– Míranos, aquí hablando de follar con la mujer de un amigo. Y digo yo –comentó Paco – si te gusta la mujer de Eduardo, a lo mejor te gusta la mía.
– No está mal – contesté.
– Cabrón de amigo, ¿te follarías también a mi mujer?
– No sé – dudé.
– Es que si yo pudiera me follaba a la tuya.
Me eché a reír y Paco también.
– Pues a ver si un día hacemos un intercambio.
Supongo, que aunque estuviéramos hablando casi en broma, a Paco se le había puesto la polla tan dura como a mí solo de pensar en hacer un intercambio con nuestras esposas. Mientras tanto, allí continuábamos, en la sauna y hablando de las muchas ganas de sexo adúltero que teníamos siempre. De repente llamaron a la puerta de la sauna y era el encargado que venía a decirnos que una tal Vanesa quería hablar con nosotros. ¿Qué querría la mujer de Eduardo?
Se asomó a la puerta y era ella, tan espectacular como siempre. Simplemente vino a decirnos que Eduardo tenía una importante reunión de empresa esa tarde y no podía venir y como ella llegaba por allí de paso decidió comunicárnoslo. Le dijimos que Eduardo tenía pagada su sesión de sauna y que allí podía entrar alguien más. O sea, le estábamos invitando a quedarse y sorprendentemente aceptó. Fue al vestuario y vino cubierta con una toalla. Vanesa no era una mujer tímida ni pudorosa, quizá estar entre dos hombres en una sauna era para ella algo completamente normal, y más si se trataba de amigos de su marido.
En ese punto decir, que aunque fuésemos amigos de Eduardo siempre nos trató con frialdad, tanto a Paco y a mí como a nuestras esposas a las que consideraba simples amas de casa y conejas de crianza, según sus propias palabras, las cuales tuvimos ocasión de escuchar una vez. El incidente quedó ahí, pero la considerábamos una zorra que nos miraba por encima del hombro y que pensaba que éramos adúlteros por naturaleza.
– Vanesa – dijo Paco – mañana es el cumpleaños de mi mujer y no sé que regalarle, ¿tú que me aconsejas?
– ¡Vaya! – dijo Vanesa – Pero ¿es que tú quieres a tu mujer?
– ¿Por qué no voy a quererla?
– Porque siempre se te van los ojos detrás de cualquier mujer, igual que a este – dijo Vanesa refiriéndose a mi.
– Eso le pasa a muchos hombres – dije yo.
– A mi marido no – contestó Vanesa.
– Pues claro que sí – dije.
– Incluso no quita ojo a nuestras propias esposas cuando estamos reunidos -dijo Paco.
– ¿A esas dos marujas calentorras?- preguntó Vanesa.
– Eres una grosera Vanesa -dijo Paco- si no fueras la mujer de nuestro amigo te abofetearía.
– ¡Atrévete! – dijo ella.
Paco se contuvo. Vanesa se había pasado. Yo propuse que nos fuéramos y olvidar aquello.
– Vámonos Paco – dije.
– Sí – dijo ella sin dejar de provocar – regresad a vuestro aburrido hogar, con vuestras aburridas esposas.
– No son unas aburridas – dije yo, y esperando a que Paco no se enfadase me inventé algo – Paco y yo las hemos intercambiado en más de una ocasión, y eso no lo hacen mujeres aburridas.
Paco aplaudió la idea y me siguió la corriente, así que le hicimos creer a Vanesa que yo me follaba a la mujer de Paco y éste a la mía. Vanesa se sorprendió, aún más cuando continuamos mintiéndole y le dijimos que más de una vez le habíamos propuesto el intercambio a Eduardo, su marido, pero que él nos dijo que su esposa no quería porque era una mojigata. Vanesa bufó como un toro pues pareció molestarle aquello.
– Tu querido Eduardo -dijo Paco a Vanesa- se muere por follar con nuestras mujeres, pero para eso tendría que ofrecerte a ti. De todos modos creo que Eduardo no está a la altura de nuestras dos mujeres.
– Mi marido no tendría ni para empezar con esas dos, porque es un verdadero semental.
– No lo creo – dije yo- seguro que entre ambas lo dejan fuera de combate en menos de un minuto.
– Cuando queráis lo comprobamos – dijo Vanesa.
– Ya veremos… ¿qué nos dices de ti?
– ¿Qué queréis que os diga?
– ¿Podrías satisfacer a dos hombres a la vez?
– Por supuesto, pero no será a vosotros.
– Claro, así es fácil hablar.
– Como queráis, os lo demostraré aquí mismo en la sauna. Eso si, follaré con vosotros a condición de que le pongáis en bandeja vuestras esposas a mi marido. ¿De acuerdo?
– De acuerdo – dijimos Paco y yo sin saber que sucedería finalmente con nuestras mujeres y sorprendidos por el trato que ofrecía aquella mujer.
La sentamos entre nosotros y Paco fue el primero que se atrevió a meterle mano y a empezar a besarla. Yo no me demoré e hice lo mismo. La puta de Vanesa se dejaba hacer, nos ofreció sus pezones para que se los chupásemos y su coño para acariciarlo.
– Te vamos a follar hasta la saciedad nena – le dije yo.
– Eso espero cabrón de mierda – me contestó dándome un largo beso en los labios y metiéndose seguidamente la polla de Paco en la boca, el cual dio un enorme suspiro de satisfacción.
A esas alturas yo ya me había enamorado de aquella espléndida mujer, de la cual sospeché inmediatamente que si se había quedado con nosotros en la sauna fue con la decidida intención de que nos la follásemos entre los dos. Mientras se la chupaba a Paco, decidí meterle mi polla en aquel coño tan rico. Veía claro que Vanesa no quería salir de allí sin habernos absorbido todo el semen de los testículos, porque la verdad sea dicha, estaba haciendo un trabajo impecable de felación y de fornicación.
– Decidme ahora – exclamó Vanesa – ¿Quién folla mejor, vuestras mujeres o yo?
– Tú, mi vida – contesté yo procurando halagarla para que no abandonara la tarea.
– Pero que delicia de mujer eres – decía Paco en el éxtasis del placer y el gozo –
– Jamás pensé que fueseis tan buenos en el sexo – dijo ella de pronto – he de admitirlo. Deberíamos tener una sesión de sauna y amor más a menudo porque esto me encanta.
Los tres estábamos a punto de llegar al orgasmo ya que aquello estaba resultando bestial. Creo que nunca había sentido tanto placer en la polla, y todo gracias a aquella mujer desinhibida y voraz en el terreno de la sexualidad. Nos corrimos entre jadeos, gemidos y gritos de placer. Fue sensacional, pero los tres deseábamos más e intentamos reponernos cuanto antes para hacer un sándwich con Vanesa. El resultado fue más espectacular aún y los tres volvimos a gozar dejando llena de semen a la mujer de nuestro amigo Eduardo. Paco y yo tendríamos que cumplir nuestra parte del trato días más tarde, pero merecía la pena.
Ya contaremos lo que sucedió en una próxima carta.
Besos.