Relato erótico
Ser amable compensa
Estaba en su coche y bajó para ayudar a una chica que, cuando cruzaba el semáforo, se le rompió una bolsa y le cayó la compra al suelo. Se ofreció a llevarla en coche a su casa y…
Juanjo – Almería
Hola, me presento soy un chico de Almería, me llamo Jaime y tengo 26 años. Quiero contaros un hecho que me ocurrió y que no me lo creía ni yo.
Un día estaba esperando a que cambiara el semáforo y en aquellos momentos paso una chica cargada con bolsas de la compra. De pronto se le rompieron dos y todo el contenido se cayó al suelo. Bajé del coche para ayudarla y le dije que si quería, la acompañaba a su casa. Al principio no dijo nada, pero al final, acepto. Se llama Victoria y era muy atractiva.
Una vez en la puerta de su casa me dijo si quería tomar algo, y yo le dije que un café, me hizo pasar al comedor y ella se fue a la cocina a prepararlo, habían fotos de su boda con su marido, y cuando vino con los cafés, le pregunte sobre él, ella se rio y me dijo:
-Ahora está en Madrid tranquilo no vendrá.
Llevaba unos pantalones vaqueros y un jersey que le marcaban unas bonitas tetas. Intente apartar los ojos de sus pechos y le comenté que yo también tenía pareja pero no estaba casado. Ella me dijo que era lo mejor que habíamos hecho. Cuando le pregunte que porque decía esto, me dijo que a veces estaba hasta el coño de su marido.
Ella estaba sentada mi lado, nos tomamos el café y yo le dije si le apetecía que me quedaba a hablar con ella un rato y me dijo que de acuerdo.
Estuvimos hablando un buen rato y entonces me dijo que tenía que ir al lavabo. Cuando salió vi que se había cambiado el jersey, ahora llevaba uno un poco más escotado y como es lógico mis ojos fueron directamente al canalillo. Le dije que estaba guapísima y que parecía una colegiala de dieciocho años. Me miró y dijo:
-Hace tiempo que nadie me dice nada tan sugestivo. Como te he dicho, a mi marido parece que he dejado de interesarle.
Le comenté que su marido no sabía lo que se estaba perdiendo y que si yo tuviera una mujer como ella, y se vistiera de colegiala, me volvería loco. Se quedó un poco pensativa, y me respondió:
-Como has sido muy amable conmigo, voy a complacerte.
En cuanto oí estas palabras, mi polla empezó a ponerse morcillona, pero cuando la vi con aquella faldita corta, enseñando las piernas, se me puso a reventar. Se sentó a mi lado y me miro con una sonrisa picarona. Le dije que si fuera mi mujer, le haría el amor cada día, a lo que respondió:
-No digas esas cosas que acabaremos haciendo cosas de las que después nos arrepentiremos.
No pude evitarlo y le rocé una teta, ella no decía nada, o sea que seguí a mi bola. Se estaba relajando, la fue acariciando y poco a poco nos pusimos de pie, la abracé y noté que sus pezones se ponían duros.
Me senté en el sillón, le levanté la falda y pase mi lengua sobre sus braguitas, se la bajé despacito y encontré su chocho. Pasé mi lengua por aquel delicioso coñito y cuando llegué a su clítoris, las piernas le temblaban hasta que tuvo un largo e intenso orgasmo. Entre jadeo y jadeo decía que era muy bueno y que el cabrón de su marido solo le había comido el coño un par de veces.
Era el momento, me baje los pantalones y mi polla salió desesperada buscando una boca que la chupara, y así fue. Se arrodilló y empezó a mamar suavemente mi rabo. Lo hacía con una maestría y una dedicación que me estaba poniendo a mil. Su boca chupaba y su mano subía y bajaba suavemente a lo largo de mi tronco, no lo pude resistir y me corrí. Solté tal cantidad de leche que se le llenó la boca y se manchó las tetas.
Empezamos otra vez a darnos besos y yo a tocarle el coño. Ella cerraba los ojos y movía las caderas como una loca, le dije que quería un 69, y se puso encima de mí, le empecé a meter la lengua y un dedito por el culo poco a poco, eso le volvió loca y empezó a tener orgasmos salvajes mientras me la chupaba, se volvía loca y de placer y su cuerpo temblaba después de cada orgasmo. Como es lógico, me corrí como un cerdo otra vez. Gimiendo, me pidió que parara que no podía más. Me dijo que nunca le había pasado esto y que follando con su marido muy rara vez tenía un orgasmo.
Le dije que podríamos repetirlo, que un coñito como aquel es para que lo disfrutara ella y lo disfrutara yo. Nos duchamos juntitos y nos despedimos dándonos el email que era más discreto.
Quedamos otro día que su marido se había ido de viaje, y me invitó a comer. Esta vez no perdimos tanto tiempo y fuimos directos a la cama, ella estaba vestida con ropa sexy y braguitas de esas que vuelven locos a los tíos y unas medias con ligueros.
Se había depilado el chocho y me lancé rápidamente a comérselo le puse la lengua en el coñito hasta que nos corrimos los dos a la vez. Después de esto nos fuimos a la cocina a comer y lo mejor el postre que me había preparado, fresas con nata. Cuando acabamos le dije que me diera la nata, que quería otro “postre”. La subí a una silla, le solté un buen chorro de nata en el coño y me lo comí hasta que tuvo otro orgasmo.
Cuando se relajó, me dijo que me sentara yo en la silla que quería comerse una “banana con nata”. Me llenó la polla de nata y se la tragó enterita, era tan buena mamando que me corrí al poco rato llenándole la boca de lechita.
La tercera vez que quedamos, empecé un nuevo juego con caricias por la espalda y chupándole con mi lengua hasta llegar al culo. Le pasaba la lengua con suavidad y le metí un dedo por el culo. Primero reaccionó mal, y me dijo que a su marido, no se lo consentía, pero poco a poco, cedió y acaba metiéndole un pollazo en aquel agujerito virgen. Era la primera vez que la penetraba, ya que nunca le había follado el chocho.
Fue una tarde especial, pero cuando nos despedimos, me dijo que tendríamos que “aparcar” el tema, ya que se había quedado embarazada y su marido le había prometido que viajaría menos y de repente se había vuelto muy cariñoso.
Le dije que si alguna vez quería verme, ya tenía mi email. Creo que no la veré más, pero en el fondo le deseo lo mejor.
Un beso para todos los calientes lectores de la Revista Clima.