Relato erótico

Sensuales recuerdos

Charo
21 de mayo del 2018

Ha querido contarnos una experiencia que vivió hace varios años y que no ha podido olvidar. Trabajaba de becario en una empresa y tuvo la oportunidad de “conocer” a una mujer madura y muy sensual.

Jorge – Barcelona
Tengo 35 años, estoy soltero y soy abogado. Tengo un bufete con un socio, amigo de toda la vida, vecinos del barrio, compañeros de colegio y universidad. Antes de graduarnos comenzamos a trabajar en el despacho de un hombre que hacía negocios con el padre de mi socio. Ahora nos hemos independizados hace un par de años y mantenemos nuestro propio bufete, pero la historia que quiero contar se desarrolla cuando aún trabajábamos para el otro despacho y yo tenía 23 ó 24 años.
Como recién llegado a una oficina grande nos hicieron rotar por diferentes secciones para aprender los secretos del negocio. Al par de meses de estar así llegué al departamento de contabilidad de la oficina y allí conocí a la jefa del departamento que, además era la esposa de uno de los socios, al parecer le caí bien de inmediato pues me dejó conocer su sección ayudándome en todo lo que necesité. Era una bella y exuberante mujer de aproximadamente 48 años con carnosos labios de risa fácil y una mirada como invitando al vicio. Su cuerpo se repartía en 1,65 de estatura, y unas curvas que ya quisieran mujeres de 25 años, sobre todo por sus grandes y tiesos pechos. Después del paso por esa sección me destinaron a labores que ya tenían que ver más con mi profesión y dejé de verla tan seguido por algunas semanas.
Generalmente después de la jornada diaria con Lucas, mi amigo, nos íbamos a tomar una cerveza a algún bar antes de irnos para nuestras respectivas casas. En una de esas tardes ella y su marido entraron en el bar en que estábamos para tomar algo y mi amigo mirándola me comentó de ciertos rumores que corrían de ella en la oficina respecto a que le ponía los cuernos a su marido. Riéndome pensé que no era difícil imaginársela con una verga en la boca o en cuatro patas sobre una cama pidiendo ser penetrada.
Transcurrieron los meses y fuimos a la fiesta de aniversario de la empresa, con comida, baile y bar abierto. Al par de horas que estábamos ahí ya muchos y muchas estaban algo pasado de copas así que el ambiente se fue relajando y todos bailábamos con todos, gerentes con secretarias, socios con administrativas, jefas con auxiliares etc. y en una de esas me topé con esta mujer a la que llamaremos Eugenia, quién estaba achispada y que encantada me aceptó un baile. La pista estaba llena, por lo que la cercanía de su cuerpo y la humedad de sudor que impregnaba el lugar hacía fácil tomarla de la cintura para guiarla. Su risa y su mirada no facilitaban en nada mi intención de mantener mi miembro tranquilo. Ella a veces se giraba, quedando de espalda a mí y con su movimiento acercaba peligrosamente su trasero a mi paquete. Después de un rato y ya perdida la inhibición del comienzo, pegué poco a poco mi cuerpo al de ella y bailando aproveché de restregarme contra su cuerpo todo lo que pude.

Mi pene ya estaba duro cuando ella lo tocó con su espléndido par de nalgas y me pareció que lo dejaba ahí más tiempo del necesario pero estábamos en lo mejor de eso, cuando paró la música y nos separamos para ir a nuestras mesas.
Con la mejor de mis sonrisas le agradecí el buen momento que me había dado y ella mirándome fijo a los ojos me dijo que la agradecida era ella. Para que os cuento como quedé después de eso, lo único que quería era llevarme a esa mujer a mi cama. Al rato me di cuenta que eso era imposible pues su marido no se apartaba mucho de ella. Cuando terminó la fiesta mi amigo lamentó dejarme sólo pero había se liado con una compañera y se iba con ella. Solo y con mis hormonas alteradas debí conformarme con irme a mi casa a dormir.
Pasaron un par de semanas en las cuales nos cruzábamos en la oficina y ella siempre me saludaba con esa sonrisa que me cautivaba cada día más. Cierto día, por la tarde cuando ya me iba, me la crucé en un pasillo y me despedía de ella cuando se quedó mirándome y me preguntó si aún salía a beber antes de irme a mi casa. Me sorprendió la pregunta pues pensaba que la vez que la había visto en el bar con su marido no se había fijado en mí. Tirando un lance le respondí que solo lo hacía cuando tenía compañía, pero que ese día estaba solo,
– ¿Y el amigo que siempre te acompaña? – preguntó Eugenia.
– Está con su nueva novia – respondí.
– Entonces no soy yo la única que no tiene compañía hoy – añadió – Mi marido está de viaje.
Recogiendo de inmediato el guante y pensando en las historias que de ella se contaban, la invité a un trago conmigo. Me lo agradeció pero me dijo que no podía ser en los bares de la zona pues nos podían ver y la gente era muy mal pensada.
Jugándomela todo, le dije que conocía un lugar en que estaríamos tranquilos y lejos de la mirada de cualquier persona. Le dije que me siguiera en su coche. Ante mi sorpresa aceptó y me dijo que en 5 minutos estaba en el parquing. Bajé lentamente tomándome mi tiempo y cuando me subía a mi coche la vi, subió a su coche y me siguió. Sin pensarlo dos veces me dirigí a mi apartamento con ella detrás de mí, sin saber donde la llevaba. Al llegar a mi garaje ella bajó de su coche y me preguntó donde estábamos, le dije que en mi casa pensando que no le gustaría, pero solo me miró y sonriendo me dijo:
– Vamos.
Mientras subíamos en el ascensor no hablábamos, solo la miraba a través del espejo y podía sentir una cierta tensión sexual en el aire. Al abrir la puerta de mi apartamento esa tensión aún podía palparse. Me pidió entrar al baño, lo que aproveché para hacer lo que más me gusta en momentos así, salí al balcón y encendí un cigarrillo que fumé tranquilamente esperándola. Luego comencé a prepararme un trago y cuando ella volvió me pidió un whisky que no tardó en vaciar, puse música y le ofrecí otro trago.
– Después – respondió

– ¿Después de qué? – pregunté.
– Después de lo que vinimos a hacer – me dijo acercándose y abrazándome – Hace mucho que me gustas y cuando alguien me gusta siempre lo tengo.
Pensando que las habladurías eran ciertas, la cogí de las nalgas y levantándola un poco enterré mi lengua en su boca hasta tocar sus amígdalas. Mis labios cubrían los suyos y nuestras lenguas se batían en feroz combate cuando sus manos bajaron por mi espalda hasta mi cintura y empezó a sacarme la camisa de los pantalones. Mis manos no estaban quietas tampoco y ya se habían apoderado de sus nalgas por debajo de su falda metiendo mis dedos entre ellas y su braga. Recorrí su cuello con mi lengua en viajes de ida y vuelta que la hicieron emitir sus primeros gemidos. Ella mientras, ya había desabrochado mi camisa y comenzó a besar mi cuello y pecho, luego bajó con su boca hasta mi estómago y lentamente desabrochó mi cinturón. Sin poder seguir acariciando su trasero me saqué por completo la camisa y le ayudé a quitarme los pantalones y zapatos. Luego la levanté y la despojé de su ropa y seguimos besándonos de pié en medio de la sala. Su boca era un volcán que succionaba todo lo que encontraba a su paso, nuestras lenguas volvieron a batirse sin descanso mientras mi miembro saltaba espasmódicamente dentro de mi calzoncillo golpeando su estómago. Así como estábamos la llevé a mi dormitorio y frente al espejo de cuerpo entero que tengo en una de las paredes, la detuve y comencé a bajar lentamente su cabeza hasta que llegó a mi calzoncillo y sin perder tiempo metió su mano dentro hasta agarrar mi polla y comenzar a amasarla hasta que esta creció en toda su dimensión. Entonces bajó mi prenda y dejó mi tranca libre frente a sus ojos
Mirándome lascivamente a través del espejo, abrió sus labios y se lo fue tragando todo hasta llegar a su garganta mientras me sobaba los testículos al tiempo que mi polla entraba y salía de su boca. Estuvo haciendo eso como 15 minutos. Viéndola en el espejo tragarse de esa manera mi polla, la calentura que tenía hizo que todo el semen acumulado, después de un par de semanas sin sexo, saliera a chorro en su boca y que se trago golosamente.
La eyaculación fue tan potente que mis piernas casi se doblaron y tuve que asirme al espejo para no caer. Después de tragarse toda mi leche se levantó y de pié, dándome la espalda, apoyó sus manos en el espejo y sonriendo apoyó su trasero en mi conmovido miembro mientras se restregaba contra mi. Mis manos fueron hasta los tirantes del sujetador y se los bajé por sus brazos, sin sacárselos, pero dejando sus tetorras al aire a merced de mis manos.
Restregando sus pezones con mis dedos y sus nalgas con mi polla nos mirábamos a través del espejo y pude ver todo el vicio de su cara.

Echando su cabeza hacia atrás y girándola hacia mí abrió nuevamente su boca y me ofreció la esplendidez de sus labios y lengua en un beso lleno de lujuria y depravación que yo no había visto en otra mujer.
Mi polla comenzó nuevamente a brincar y abandonando su caliente boca comencé a bajar por su espalda hasta llegar a sus bragas que, sin preámbulos, bajé, saqué y luego besé lentamente las piernas desde sus tobillos hacia arriba hasta llegar a su coño que destilaba un manjar que atrapé con mi lengua y lamiendo todo lo que encontraba a mi paso se la enterré dulcemente mientras ella abría sus piernas y dejaba escapar un suspiro de satisfacción. Su clítoris fue ubicado de inmediato por la punta de mi lengua y comencé a darle de lametazos hasta que sus suspiros se transformaron en gemidos cada vez más audibles y de ahí llegaron los jadeos que me pedían no detenerme. Su orgasmo llegó en forma de grito de placer que inundó mi habitación y luego el otro que hizo tensarse su cuerpo y el otro que hizo que también sus piernas se doblaran y casi cayera de rodillas.
Me incorporé poco a poco y sin darle tiempo de recuperarse puse mi polla a la entrada de su chocho y agarrándola de sus tetas se la clavé lentamente sintiendo como mi polla avanzaba por ese canal húmedo y cálido que abrazaba cada centímetro que penetraba, cuando mis bolas tocaron sus nalgas y no pude incrustárselo más me quedé quieto mirándola a través del espejo, en el cual aún estaba apoyada, y dejé que fuera ella quien hiciera el primer movimiento. Me miró a los ojos y echando su cabeza hacia atrás nuevamente volvió a besarme hasta casi deshilacharme los labios. Separó su boca de la mía y dijo:
– ¡Párteme!
Comenzó a echarse adelante y atrás con mi polla entrando y saliendo mientras mis manos apretaban sus pechos y mis bolas rebotaban sobre su culo y ese vaivén enloquecedor nos hizo presa de una pasión incontrolable. Mirábamos en el espejo como nuestros cuerpos entrechocaban rítmicamente y mi verga entraba y salía de su vagina. Mis manos no dejaban de manosear sus tetas hasta que un grito y otro y otro que salían desde su garganta, me avisó que su orgasmo se aproximaba, por lo que aceleré mi penetración hasta sentir como ella explotaba en otro glorioso orgasmo que la dejó tiritando aferrada entre el espejo y mi cuerpo que seguía bombeando dentro de ella.
Volvimos a besarnos y me pidió que la llevara a la cama, nos echamos en ella y sin respirar siquiera se aferró a mi cabeza y comenzó a besarme frenéticamente, luego, y mientras no dejaba de enterrarme su lengua hasta mi garganta, se puso a horcajadas sobre mí y se restregaba mi polla en su coño. Se irguió un poco hasta que logró introducirse todo mi pollón en su chocho.

Con mi polla dentro el ritmo del metisaca llegó solo a nuestros cuerpos. Eugenia me cabalgaba como una poseída mientras yo la sujetaba de las caderas y cuando mis bolas se llenaron nuevamente de leche que quería explotar, la sujeté firmemente y sin dejarla moverse, con toda mi polla enterrada y con Eugenia corriéndose como una loca una y otra vez, le solté 5 ó 6 descargas que nos hicieron temblar como si tuviéramos escalofríos y acabó derrumbándose sobre mi pecho.
Esta fue la primera y última vez que estuve con ella, pero confieso que gozamos a tope y que nunca la podré olvidar.
Saludos de un fiel lector.

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