Relato erótico
Semana mágica
Se conocieron en un chat y poco a poco se fueron contando más cosas. Un día le dijo que había programado ir a Málaga a verlo, pasarían ocho días juntos y esperaba pasárselo divinamente.
Andrés – Málaga
Belén y yo nos conocimos en un chat. Tenía 21 años, era de Bilbao. Estuvimos 3 meses escribiéndonos casi a diario, y chateando de vez en cuando durante la semana. A partir de septiembre entramos en un poco de más intimidad, de forma que llegó el mes de octubre y Belén me comentó la idea de venir a Málaga a conocerme. Yo pensaba que venía como amiga para que nos conociésemos, le enseñase la ciudad, etc. pero días más tarde me di cuenta que venía para algo más… Me dijo que si venía a Málaga era para estar conmigo las 24 horas del día, o sea, dormir conmigo y todo lo que conlleva. A partir de entonces empezamos una relación distinta, empezamos a calentarnos por e-mail, por el chat, imaginándonos situaciones, por teléfono.
Llegó el esperado día y la fui a recoger en el aeropuerto. Sólo teníamos como referencia un par de fotos, pero no resultó difícil reconocernos. Cuando vi a Belén, a primera vista ya me empalmé, sabiendo que esa misma noche me la iba a follar. Belén mide 1’70, con tetas muy grandes, pelo largo castaño, ojos verdes, complexión normal, labios carnosos, coño que le cabe lo que sea y buen culo. La primera reacción fue abrazarnos, besarnos, y ahí tuve otra reacción en mi polla, porque mientras la abrazaba pude ver su escote que me volvió loco. Fuimos rápidamente al hotel y antes de bajarnos empezó a besarme y decirme que le metiese mano un poquito… Se desabrochó la chaqueta, le llevé la mano por encima de la ropa y empecé a estrujarle las tetas y a meterle la lengua por el escote, ella jadeaba y me agarraba la cabeza, y no tardó en ponerme la mano en la polla por encima del pantalón, sorprendiéndose de comprobar lo grande y dura que tenía la polla. Así que salimos del coche y fuimos casi corriendo con las maletas hacia el hotel.
Dejamos las maletas en el suelo y nos tiramos en la cama. Empezamos a besarnos lentamente, y a acariciarnos por encima de la ropa. Nos comimos la boca hasta que me dijo que me tumbara boca arriba y que ella se sentaba encima de mí. Me desabrochó la camisa y empezó a quitarse la ropa, yo le ayudé un poco. Se me quedó en sujetador y bragas. Yo tenía la polla gorda, me estaba fijando en lo grande que eran sus tetas.
Me quitó los pantalones y nos seguimos besando. Ella se echaba hacia mí, sentada, y yo le agarraba el culo y le pellizcaba. Estuvimos rozándonos un poco, haciendo movimientos, los dos jadeando de placer y de excitación. La tumbé, empecé a besarla, me comí su boca, cuello, hombros, tetas, vientre y fui bajando hasta que llegué a sus bragas. Le acaricié las piernas, le besé los muslos, le pasé la lengua cálida una vez más por el cuerpo de forma sensual hasta que me dijo que le quitase las bragas. Yo hacía todo lo que ella me pedía, era el esclavo de sus deseos.
Torneó la espalda un poco y levantó el culo para que le pudiese quitar las bragas, se las bajé, y el olor a su coño y el aspecto me volvió loco. Me dijo que de momento sólo lo mirase, ya habría tiempo de meterle el dedo, o dos, como a ella le gustaba. Me dijo que necesitaba ya verme la polla, así que con voz de deseo me dijo:
– Quítate ya esos calzoncillos anda guapo.
Me los quité, se quedó mirando la polla unos segundos, y me dijo:
– He visto pocas pollas pero es la más gorda hasta ahora, ¡qué bien me lo voy a pasar mmmm!
Me tumbé boca arriba, me besó y chupó el cuello, labios, hombros, pecho, acariciándome los pelos, chupándome los pezones y fue bajando la mano hasta que me cogió la polla. Empezó a meneármela. La miraba con deseo, se mojaba los labios con la lengua, y me sonreía sabiendo lo que le esperaba.
En ese momento sentí unas enormes ganas de comerle el coño, la tumbé boca arriba, y primero para calentarla la besé de forma un poco salvaje y desesperada, a ella aceleró la respiración y me agarraba y acariciaba por todas partes. Entonces le dije que ahora le tocaba gritar a gusto, porque sabía que le volvía loca que le comieran el coño.
Fui bajando, y empecé a meterle un dedo, luego dos, ella cada vez pedía más. Estaba disfrutando como loca, sobándose sus tetas, y a veces se metía ella su propio dedo y luego se lo llevaba a la boca para chuparlo, eso le gustaba. Después de un ratito metiéndole los dedos me dice:
– No puedo más, cómeme todo el coño.
Y eso hice. Le abrí bien las piernas, coloqué mi cabeza entre sus muslos, y empecé a pasar mi cara por el coño, rozando mi nariz, labios, de arriba abajo, oliendo su excitación… Saqué la lengua y le hice una leve pasada de arriba abajo.
Se lo hice varias veces y de forma salvaje primero, mientras ella con sus dedos se abría los labios de la vagina y me pedía que le metiese toda la lengua. Tenía los labios del coño gordos y se los estuve cogiendo con mis labios y chupándolos, hasta que saqué toda mi lengua, empotré mi cara entera entre sus piernas, ella me la cogió con sus manos, y empecé a comerle el coño. Le metía la lengua hasta el fondo, me encantaba notar ese sabor agridulce que me vuelve loco, empecé a ir de arriba abajo, de izquierda a derecha, haciendo círculos, a ritmo lento, rápido, todo la volvía loca, pegaba botes en la cama, y a mí me estaba poniendo a cien. Belén no dejaba de chillar, y de pedirme cada vez más. Estuve comiéndoselo un buen rato, hasta que se corrió. Me dijo que me tumbase, que ahora me iba a comer la polla como nunca me la habían comido.
Me tumbó, cogió mi polla y empezó a pajearla para ponerla dura. La tocaba, observaba, cogía sus manos y me las ponía a cada lado de la polla y me tiraba la piel hacia detrás y delante, sabía lo que hacía, la verdad. Hasta que acercó su boca a 1 cm de mi polla y dijo:
– ¡Hola polla, te voy a comer….!
Empezó a escupir sobre el prepucio, de forma que la saliva chorreaba por el tronco de la polla hasta los huevos, empezó a comérmela por el tronco, con su cabeza de lado, pasaba la lengua y se la metía cogiéndola entre sus labios, me la dejó toda resbaladiza hasta abrió la boca y se metió todo lo que le cabía, casi entera. Me encantaba notar el calor de su boca, la sensación de sus labios recorriéndola, carnosos, mientras tenía la polla dentro de la boca me daba lengüetazos en el prepucio, se lo sacaba, se lo metía. A veces alternaba la boca con sus manos, mamada y paja al mismo tiempo…
Yo le acariciaba mientras la cabeza, el pelo, estaba en la gloria. Al cabo de un rato, vino hacia mí y nos comimos la boca, lentamente, sensualmente, mientras me llevó la mano a mi polla y pude notar lo resbaladiza y mojada que me la había dejado. Mientras me encargué de llevar la otra mano hacia su coño y meterle un dedo, ella no dejaba de jadear, se sentó sobre sus rodillas en la cama, y me dijo que le sobara un rato.
Después de un rato necesitábamos follar en condiciones, yo tenía la polla a reventar y ella el coño súper empapado.
La primera postura que hicimos fue ella sentada sobre mí. Me tumbé hacia arriba, se sentó sobre mi vientre, con las rodillas apoyadas en la cama, y fue bajando hasta que se colocó justo encima de mi polla, empezó a pajearla un poco para que estuviese dura al máximo, la cogió y empezó a dirigirla hasta su coño chorreando. La primera sensación fue placentera, entró a la primera, notaba las paredes cálidas y resbaladizas de su coño, cómo se corría la piel de mi polla a través de sus paredes. Mi excitación iba cada vez a más viendo su cara de excitación y de lujuria. Estuvimos un rato metiéndola y sacándola poco a poco, a veces sólo la puntita, a veces toda, y nos encantaba el roce y la sensación e irse metiendo poco a poco…
Belén estaba cada vez más cachonda y me pedía que la follara en condiciones, que se la metiera toda entera, y que lo hiciese cada vez más fuerte y rápido. Entonces la agarré por el culo y empecé a metérsela más fuerte. Los susurros pasaron a ser gritos de placer, cada vez más fuerte, pidiéndome que no parase, que la follara más fuerte, gritando:
– ¡Joder Andrés menuda polla tienes cabrón…!
El sudor corría por nuestros cuerpos, sus tetas botaban y ella se agarraba con sus manos con tal fuerza que a veces me hacía daño y todo, pero estaba en tal punto de excitación que no lo notaba. Me pedía que la follara sin parar, mientras nos comíamos la boca y nos pasábamos la lengua.
La coloqué en la cama a cuatro patas y empecé a meterle los dedos desde detrás, le abría las piernas y le metía los dedos en el coño, me encantaba escuchar sus gemidos, movía la cabeza de gusto, también alternaba eso con el sobeteo de sus tetas, colgando de un lado para otro, con los pezones durísimos. Me acoplé a su espalda para chuparle y mordérsela suavemente. Empecé a recorrerle desde la nuca hasta el culo la espalda con mis manos y mi lengua, movía la cadera de un lado para otro, su culo cada vez me excitaba más, y ponía una postura que su coño invitaba ya a ser penetrado. Me puse de rodillas, la agarré por la cintura, e hice todo lo que pude para encontrar su coño y empezar a meterle la punta de la polla.
Una vez conseguí que estuviese dentro todo lo que podía, empezamos a movernos, qué placer…. ella gritaba, jadeaba, movía la cabeza de un lado para otro, se echaba sobre la almohada… y no dejaba de decir:
– ¡Si…si… más, más, que biennnn, fóllame….!
Cada vez la embestía con más fuerza, era como si me estuviese pidiendo que le reventara el coño con mi polla, a cada golpe que le metía más gemía y gritaba de placer, la agarraba por la cintura, culo, espalda, hombros, tetas. Belén estaba flipando de gusto. Finalmente, cuando ella se había corrido en esta postura, saqué mi polla y ella empezó a pajearme hasta que me corrí.
Los días posteriores fueron una pasada. Follábamos en cualquier sitio de la habitación, a ella le encantaba que me sentara con la polla muy dura en la silla, ella encima de mi mirándome, se apoyaba sobre el respaldo de la silla, y sin que yo la tocara ni hiciese nada, se metía la polla y se la sacaba, le ponía muy cachonda. Follábamos en el cuarto de baño, yo me sentaba en el wc y ella sobre mí, por delante y por detrás… le encantaba follar apoyada a cuatro patas en el lavabo. Nos duchábamos juntos, era una gozada enjabonarnos uno al otro, desde luego que siempre terminábamos masturbándonos el uno al otro.
Bueno, pues esa es la historia de Belén, estuvimos en total ocho días juntos, follamos no sé cuántas veces, y por supuesto, quedamos en volver a vernos en cuanto pudiésemos.
Un abrazo para todos los lectores.