Relato erótico

Semana completa

Charo
13 de febrero del 2020

Una amiga de la infancia, que vivía en Madrid, la llamó para invitarla a pasar una semana durante el mes de Agosto en su casa. Aunque ellos tenían que trabajar, hacían media jornada y podían salir y pasar el rato juntos.

Marta – BARCELONA
Hola Charo, me llamo Marta, y quiero contar esta historia porque fue tan especial que deseo compartirla con todos. Vivo en Barcelona y tengo una amiga de la infancia que vive en Madrid. Su nombre es Gloria y está casada con un tipo muy guapo. El verano pasado, ella me llamó por teléfono para invitarme a su casa y pasar una semana juntos, aunque ellos trabajan, me convenció para ir a descansar unos días. Alegre y emocionada, partí hacia Madrid agosto, fecha de mucho calor y sol.
En el aeropuerto me esperaban ambos: ella, alta, de pelo corto y castaño, con una figura envidiable, de pechos normales, pero hermosos y firmes, no llevaba sujetador y los pezones aparecían en su blusa perfectamente visibles y las miradas lascivas de muchos hombres soñaban con recorrer esas bellas protuberancias. Su culito es perfecto, respingón, redondo, de esos traseros que incluso las mujeres desearían tocar. Llevaba un vestido mini luciendo sus hermosas piernas, torneadas y bronceadas, sus pies que lucían un par de zapatos altos que la hacían ver más imponente. Quedé impresionada de su belleza y desplante. Por su parte Jorge, el marido, es alto, varonil, sin ser hermoso es guapo y muy educado y amable, de esos hombres que conquistan con sus modales.
Para que puedas tener una idea de cómo éramos todos, diré que yo soy delgada, no muy alta, de hermosa figura y cara, pero lo que más destaca de mi son mis enormes tetas, que luzco con placer para los hombres puesto que sé que es lo que más me miran al conocerme. Me puse unos vaqueros ajustados, y una blusa escotada que permitía ver muchísimo de las curvas de mis grandes tetas, lo que tenía nerviosos y excitados a los tripulantes del avión durante el viaje. A cada momento se acercaban a mi asiento con el pretexto de ofrecerme algo pero yo sabía que era por el placer de ver algo más de mis enormes mamas. Pues bien esa misma vista era la que ahora enloquecía a Jorge, de eso me di cuenta de inmediato. Sin embargo, él trataba de disimular aunque, inevitablemente, sus ojos caían en mis enormes globos, lo que me producía un íntimo placer y que a su mujer le causó gracia, puesto que con un guiño de ojos y un susurro me dijo al oído:

– Con ese par de tetas ya ganaste la confianza de mi marido.
Sonreí, entre complacida y avergonzada. Procuré en adelante no ser tan provocativa, por lo menos con el marido de mi amiga. El mismo día de mi llegada, y luego de una deliciosa cena, Gloria me dijo que una hora después de irme a la cama volviera al salón, sin que Jorge se diera cuenta, y que solo observara, que esa noche me mostraría algo que hacía con su marido. Un poco extrañada por la proposición, pero también un poco excitada, apenas terminada la cena, y después de una copa que nos dejó calientes a todos, me dirigí a mi habitación, me desnudé y me puse un negligé rojo suave que acentuaba mis curvas y dejaba poco a la imaginación. No sabía en realidad de qué se trataba lo que vería más adelante.
Recordé entonces que Gloria era un poco exhibicionista y que en nuestros tiempos de Universidad le encantaba contarnos sus hazañas en la cama y no decía en que lugar se encontraría con sus amigos para que fuéramos a verla. Nos juntábamos entonces dos o tres compañeras de facultad e íbamos al lugar que nos señalaba y ocultas y excitadas, veíamos como se dejaba acariciar, desnudar y chupar el coño y a su vez como ella chupaba el miembro de sus novios procurando siempre que tuviéramos un primer plano de las excelentes mamadas que Gloria le hacía. Después de eso volvíamos todas excitadas a la habitación y sin ninguna vergüenza nos masturbábamos con la luz encendida, comentando en detalle lo que habíamos visto y lo que sentíamos. Pero de eso ya habían transcurrido unos años.
Volviendo al relato, cuando ya pasó la hora, salí sin hacer ruido y me dirigí al salón, lugar donde aun se encontraba Gloria con su marido. La visión era lo que había pensado, y muy excitante. Sentado en el sillón, Jorge estaba desnudo ofreciéndole la verga erecta a su mujer. Ella, inclinada frente a él, sin doblar las rodillas y con las piernas abiertas, le chupaba el miembro con un ritmo suave y sostenido, al mismo tiempo que se masturbaba tocando su coño depilado y mostrándome su culo en plenitud, ya que yo había quedado justo frente a ellos.
Me agaché un poco para no ser vista y pude ver con claridad como ella subía y bajaba chupando el miembro de su marido el que se veía grueso y largo, completamente mojado por los líquidos de su mujer. Mi calentura era insoportable, de modo que sabiendo que no me veían, introduje mi mano entre las piernas y comencé a masturbarme como hacía tiempo no lo hacia. Sentía cada uno de mis dedos rozar mi clítoris y mi excitación aumentaba al ritmo del sube y baja de la boca de mi amiga en el pene de su marido.

Al ver el estallido de leche en el rostro de Gloria, mi masturbación llego al clímax, produciéndome tal goce que estuve a punto de caer al suelo de placer. Gloria continuaba masturbando a su marido, sacando hasta el último de los jugos del hermoso miembro que se mantenía duro todavía. Podía ver yo las hermosas tetas de Gloria por entre sus piernas, balanceándose suavemente al ritmo de la paja que le hacía con la mano. Por largos segundo quedamos los tres en un instante de placer, él acabando en la boca y rostro de su mujer, ella teniendo un orgasmo por su propia masturbación y yo casi convulsionando de placer mezcla de deseo, voyerismo y masturbación por todo lo que veía. Al rato volví a mi habitación con el corazón agitado. Esa noche dormí después de haberme masturbado dos veces más recordando la película porno en vivo que había presenciado.
Al día siguiente, desperté un poco tarde y me dirigí a la cocina, en donde estaba Gloria ya lista para vestirse e irse al trabajo. Con un guiño cómplice me dijo:
– ¿Qué te pareció la velada?
– Pues, de película – le contesté.
Rió y fue a su cuarto a vestirse. Fui entonces al baño para tomar una ducha, pero al abrir la puerta vi que Jorge, de pie y desnudo frente al espejo se estaba haciendo una paja a todo dar. No alcancé a cerrar la puerta puesto que en ese instante vi como su leche saltaba de su miembro y él, sin poder controlarse, terminaba de menear su enorme polla justo frente a mí. Noté su sonrisa caliente y de deseo, como si todo hubiese estado preparado de antemano. Tal vez así era, ya dije que yo notaba como él miraba mis enormes tetas, que era en lo único en que yo aventajaba a su mujer. Repito que mis senos son grandes, firmes, redondos y hermosos e inevitablemente la mirada de los hombres caen sobre ellos, como deseando poder ver más de mis enormes globos. Me encanta que se calienten con mis tetas y por eso las cuido y masajeo todos los días, lubricándolas y manteniéndolas siempre firmes.
En los días que siguieron nada distinto pasó, yo los sentía por las noches como gemían en su cama e imaginaba las calientes sesiones de sexo que tenían, pero no me atrevía a ir y mirarlos otra vez. Me masturbe más en una semana de lo que no me había pajeado en meses, pero ya sentía necesidad de una polla dentro de mí, haciéndome gozar.
La oportunidad se presentó el viernes después de la cena.

Terminadas las copas acostumbradas, y como ninguno tenía que trabajar al día siguiente, nos servimos más licor que de costumbre. Gloria, caliente como siempre, me dijo que los acompañara a su habitación para conversar más tranquilos. Sabiendo lo que venía, acepté sin más dilaciones puesto que necesitaba ya una polla en mi boca, y en todos mis agujeros si era posible. Después de hablar sobre cosas banales y seguir bebiendo, Gloria me dijo que hacia tiempo tenia una fantasía que quería realizar ahora.
– Espera, no te muevas – me dijo, y sin más se desnudo, se sentó en la cama y puso a su marido de pie frente a ella.
Él sonrió y se dejó acariciar, yo estaba sentada en la cama, muy cerca de ambos y viendo todo el espectáculo. Con seguridad, ella desabrochó el pantalón de Jorge, le bajó los calzoncillos y su enorme verga, ya erecta, saltó hacia delante quedando justo frente al rostro de Gloria. Ella rió, me miró y tomando la tranca de su marido comenzó a realizar la más excitante de las mamadas que yo recordara haber visto. El enorme falo salía y entraba de la boca de ella, mientras Gloria acariciaba el culo y las bolas de Jorge proporcionándole un placer indescriptible. Yo no perdía detalle de lo que veía y mi calentura comenzaba a subir junto con la de ellos.
En un momento dado, ella giró a su marido y él quedo frente a mí, con su verga a pocos centímetros de mi rostro, pero ella continuaba haciéndole una paja, pudiendo yo observar como él gozaba y gozaba pero sin correrse aun. Entonces ella se levantó, se agachó detrás de su marido y pasando las manos por entre las piernas de él continuó efectuándole esa paja interminable. Entonces Gloria me dijo:
– Desnúdate y muéstrale tus tetas a Jorge.
Yo, obediente, me despoje de mi blusa y luego, con lentitud, desabroché mi sujetador dejando al aire las tetas que él tanto deseaba. No bien las vio, ella le hizo la paja con más fuerza y él con la sola mirada de mis enormes tetas acabó, lanzando un chorro de leche que me mojó los senos y el resto de mi ropa.
– ¡Qué belleza! – decía él mientras se acababa de correr en la mano de su mujer y frente a mi.
A esas alturas yo ya estaba dispuesta a todo y terminé de desnudarme, abriendo las piernas y ofreciéndole mi coño depilado y suave, mojado de tan caliente que me encontraba. Él se agachó y comenzó a chupar mi coño, poniendo ambas manos en mis tetas, sobándomelas con delicadeza y placer.
Yo estaba tan caliente, que al contacto de su lengua en mi coño tuve un orgasmo intenso y enorme, producto de todo el deseo acumulado por días. Gloria miraba con satisfacción y su mano sobando su almeja le producía tanto placer como la lengua de Jorge en la mía.

Entonces él retiro una de sus manos de mis tetas y comenzó a pajearse, sin dejar de chuparme el coño y a continuar con la otra mano las caricias en mis globos. Cuando lo tuvo nuevamente tieso y duro, se levantó y con facilidad, puesto que mi coño estaba mojado enteramente, introdujo su verga en mí, produciéndome el segundo orgasmo intenso, y también su segunda eyaculación, la que sentí en mi interior caliente y abundante.
Sin sacar su verga de mi chocho, comenzó a chupar mis tetas y a decirme cosas obscenas que me producían enorme placer y mantenían mi calentura al máximo. Su lengua recorría mis tetas con delicadeza y cuando tocaba mis pezones presionaba justo lo necesario para producirme más placer. Estaba en eso cuando vi a Gloria subir a la cama y quedar justo con su coño sobre mi rostro. Entendiendo lo que quería, acerqué sus caderas más hacia mí y sacando mi lengua, la introduje justo en su raja, mojada y caliente, lo que le produjo un orgasmo increíble. Era tanta su calentura que el solo hecho de introducir mi lengua en ella la hizo correr. Su coño subía y bajaba y yo acariciaba su culito, redondo y suave, y metía mi lengua lo más que podía dentro de ese coño tan suave y caliente.
Jorge, con la verga dura otra vez dentro de mí, no cesaba de recorrer y chupar mis tetas y me cabalgaba con frenesí. Cuando estaba a punto de acabar le dije:
– ¡Ahora!
Justo al notar su tercera eyaculación, sentí como me llegaba un nuevo orgasmo y mi lengua se introducía hasta el fondo del coño de Gloria haciéndola orgasmar a ella también. Fueron una serie de gritos orgásmicos, jadeos y nuevos gritos los que se oyeron en la habitación. Finalmente quedamos los tres tendidos en la cama exhaustos, pero felices y temblorosos. Mi calentura estaba saciada, Jorge transpiraba feliz y continuaba sobando mis globos y Gloria sonreía coqueta y feliz de haber cumplido su fantasías.
Terminaba mi estancia en Madrid ese fin de semana, por tanto, al día siguiente preparé mi maleta y después de descansar todo el día, me acosté soñando con las deliciosa vacaciones que había pasado en esa casa.

Nos despedimos con cariño, Gloria sabía que nuestra amistad seguía igual y Jorge, después de esa noche, nada descortés me dijo, por el contrario, su amabilidad me dejó pensando en que una nueva noche como esa era más que probable cuando ellos fueran a Barcelona.
Recibe todos mis besos.

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