Relato erótico
Según lo previsto
Comenzaban sus vacaciones, habían elegido un pueblecito de la costa y querían relajarse y disfrutar de sus cuerpos. Después de cenar fueron a un local para bailar un rato y allí empezaron a “gozar”.
Jorge – Valencia
Somos una pareja de mediana edad, con buen nivel económico y cultural. En un reciente viaje nos propusimos incorporar algún elemento nuevo que nos ayudase a hacer realidad lo que en tantas ocasiones habíamos hablado, compartir nuestro erotismo. Llegamos un viernes a un hotel de costa y esa misma noche salimos a cenar y a tomar una copa. No muy lejos encontramos un pub. Era un local espacioso con una pista de baile, al fondo había unas mesas con unos sofás circulares y allí nos dirigimos. Después de tomar unas copas salimos a bailar. La pista estaba bastante concurrida, por lo que nos fuimos a un extremo.
Lola seguía el ritmo de la música con gran desenvoltura y era evidente que estaba disfrutando. Observé que hacía un rato nos miraba un joven mulato. El joven quizás alentado por la mirada y la sonrisa de Lola, entró en la pista y se puso a nuestro lado siguiendo nuestro ritmo y sonriendo continuamente. Era un excelente bailarín, por lo que prácticamente acabaron bailando ellos dos y yo seguía el ritmo a mi aire. Continuamos bailando hasta que la música cesó y se estableció un pequeño paréntesis.
Le ofrecimos sentarse con nosotros e invitarle.
Una vez sentados estuvimos charlando un rato. Roberto nos contó que tenía 22 años y que desde que terminó sus estudios había realizado trabajos diversos en el sector turístico, aunque en este momento no tenía empleo estable. Hablaba con soltura, aunque siempre de forma respetuosa y acompañando sus palabras de una permanente sonrisa. Sin ser su apariencia espectacular, resultaba sumamente agradable tanto por su aseo, como por su simpatía. Observé que cuando se dirigía a Lola, deslizaba su mirada hacia su blusa entreabierta que insinuaba el nacimiento de sus pechos. Lola parecía mostrarse encantada. Roberto se fue al baño y una vez solos, comentamos que se veía un chico agradable y respetuoso.
– ¿No te apetece sentirte deseada y seducir a un jovencito como Roberto? Me ha parecido notar que le crecía un bulto en la entrepierna mientras bailabais.
– Ya me he dado cuenta, y hasta lo he notado en mi vientre un par de veces que se me ha arrimado. Yo estoy dispuesta a hacer lo que quieras y además me apetece, pero has de ser tú el que dirijas la acción, por lo menos al principio y siempre juntos.
– De acuerdo, vamos a tratar de hacer de esto una bonita historia y a disfrutar la noche a tope. Yo marcaré los tiempos, pero tú utiliza tus mejores armas de mujer, que bien sabes hacerlo cuando quieres, y pon a Roberto “como una moto”- le dije mirándola a los ojos, mientras sonreía con complicidad.
Roberto regresó y a los pocos minutos preguntó Lola dirigiéndose a mí, para volver a la pista de baile.
– ¿Porqué no lo hacéis Roberto y tú? Ya sabes que disfruto más mirando como lo hacéis vosotros. ¿Te apetece bailar con Lola?
Roberto comenzó a levantarse del asiento mientras mostraba en su gesto un feliz asentimiento, y tomándola de la mano, se fueron hacia la pista que estaba llena. Lola y Roberto se dirigieron hacia uno de los extremos. Por la posición alejada de mi mesa, no podía verlos y me dirigí hacia una pequeña barra de bar donde los veía tenuemente mientras que ellos a mí difícilmente podían hacerlo por la penumbra.
Sonaba un merengue y pude ver lo bien que lo bailaban los dos, al más puro estilo caribeño, los vientres absolutamente pegados mientras contoneaban rítmicamente sus cinturas; realmente y aunque hubiesen querido hacerlo, la cantidad de gente de la pista tampoco les hubiese permitido separarse más. Aunque quise suponer que Lola estaría todavía un poco tensa, lo cierto es que sus anchas caderas se movían cada vez con más cadencia y por su sonrisa se notaba que lo estaba disfrutando. En ese momento, Roberto le hizo darse la vuelta y mientras la cogía por la cintura proseguía con el baile, pero ahora, ella estaba de espaldas mientras que él restregaba su pecho y vientre sobre la espalda y glúteos de Lola.
Era obvio que dominaba la técnica del baile, y que se estaba poniendo las botas con mi mujer. En ese momento cambió el ritmo de la música y sonó un bolero. Ya vi a Lola más relajada e intuí que iba a tomar el mando, siguiendo el plan que habíamos establecido. Pasados un par de minutos, vi que soltaban sus manos, entrelazando Lola las suyas alrededor del cuello de Roberto y este abrazándola a ella, mientras daban lentas vueltas sobre sí mismos. Lola apoyaba su cabeza sobre el hombro del joven, mientras que él, tal como pasaban los minutos se hacía más audaz y masajeaba lentamente primero los hombros y espalda de ella y más tarde bajaba sus manos hacia el culo acariciándolo y apretándolo contra sí, mientras pasaba sus labios sobre la nuca y orejas.
En un momento dado, y estando Lola próxima a una columna situada a su espalda, Roberto la empujó levemente hacia ella, vi que hundía su cara en el cuello de Lola mientras se restregaba contra ella. Lola lo separó y vi como hablaban brevemente mientras ella se apartaba de la columna y continuaban bailando. Lola dirigió la vista hacia nuestra mesa y me buscaba con la mirada sin hallarme, por lo que me dirigí hacia allí y Roberto al verme separó rápidamente su cuerpo del de Lola.
– Creo que es hora de que baile con mi mujer. No te importa, ¿verdad?
Se apartó y se dirigió hacia la mesa. Abracé a Lola, mientras bailábamos.
– Pensé que te follaba aquí mismo -le susurré al oído.
– Yo también -contestó ella sonriendo -Ha habido un momento, poco antes de llegar tú, que si no lo aparto me baja las bragas. Estaba como lo querías tú, como una moto.
– ¿Y tú cómo estabas? Por lo que he visto tampoco parecía que lo pasaras precisamente mal.
– Caliente a tope, debo confesarlo, el chico ha sabido como entrarme y además como tenía tu permiso, me he aprovechado.
Notaba su polla apretándose y restregando mi sexo, sus manos y sus labios sobándome y besando mi cuello. Ha habido un momento que si no me aparto creo que me hubiese corrido y él se ha dado cuenta, ha sido cuando me ha apretado contra la columna.
– ¿Estás preparada para follártelo esta noche? -le pregunté mirándola a los ojos.
– Estoy preparada para todo. Necesito sentirme penetrada, lamida, manoseada y tengo ganas de tener dos pollas solo para mí. Por cierto, creo que la tiene enorme -respondió con un brillo especial en sus ojos y una voz decidida que me sorprendió.
Regresamos a la mesa cogidos por la cintura, donde se encontraba Roberto quien nos sonrió al vernos llegar.
– Me vais a disculpar, pero debo ir al aseo – dijo Lola.
Rápidamente me levanté para ayudarla, y le susurré al oído que volviera sin bragas. Lola esbozó una sonrisa algo confusa. Sentado de nuevo y mirando a Roberto, dije:
– Se está haciendo un poco tarde y aunque estamos muy a gusto, tendremos que irnos pronto, pues el viaje nos hace estar un poco cansados.
Roberto no pudo ocultar un cierto desencanto en su rostro.
– Pues no parecéis cansados y Lola parece tener ganas de bailar ¿no os podéis quedar un rato más? Creo que lo pasaríamos muy bien.
– Ya he visto que lo estabais pasando bien mientras bailabais. Tú eres un hombre muy ardiente, ¿verdad Roberto? Casi te comes a mi mujer.
Roberto quedó desconcertado y no encontraba respuesta, optando por bajar la vista.
– Vamos, vamos Roberto, que no te estoy regañando. A mí me gusta que Lola se divierta y además somos una pareja sumamente liberal, por lo cual ¿qué mal hay en que ella disfrute contigo y tú con ella? La verdad es que te comprendo, a mí Lola también me pone mucho, es una mujer de sangre muy caliente, tanto que a veces me cuesta dejarla satisfecha, por tanto no me importa que un joven como tú me ayude a hacerla feliz.
– Me parecéis una pareja estupenda y me gustaría ser vuestro amigo. ¿Qué puedo hacer para conseguirlo?- preguntó.
– Ya lo has conseguido, me caes bien. A ella le atraes, lo noto en sus ojos y he visto cómo disfrutaba contigo mientras bailabais. Se que lo que en este momento la haría disfrutar sería sentir tu boca entre sus muslos ¿me entiendes? – Roberto asintió con la cabeza – así que cuando regrese, yo no te pondré ningún reparo a que le acaricies el coño y me ayudes a hacerla feliz. Aquí estamos en penumbra y no tendrás dificultad en comérselo sin que los demás se enteren. Ella en cuanto la sobes un poco, se va a poner muy caliente y la tendrás preparada y además yo te ayudaré, ¿te gustaría?
Roberto esbozó una sonrisa nerviosa y asintió. En ese momento se nos unió Lola. Se había refrescado, retocado y perfumado, se sentó entre Roberto y yo en el pequeño sofá.
– Ya hemos preparado nuestra estrategia – respondí mientras rodeando sus hombros con mi brazo comencé a besar su cuello.
Ella respondió a mis caricias besando mi cuello bajo la barbilla. Deslicé mi mano por su costado bajándola hacia el muslo y percibí que el cuerpo de Roberto rozaba el de ella, aunque el chico estaba inmóvil y mirando hacia otro sitio. Introduje mi mano bajo el vuelo de la falda y la hice ascender entre sus piernas, comprobando que no llevaba bragas.
Mis dedos buscaron los carnosos labios de su sexo, abriéndolos suavemente e introduciéndose entre ellos. Tenía el sexo caliente y húmedo y noté como abría los muslos a la vez que deslizaba ligeramente su cuerpo para facilitar el acceso de mi mano. Aprovechando el momento en que ella se estaba acomodando, saqué la mano y busqué a tientas la mano de Roberto, introduciéndola junto con la mía entre los muslos de Lola. Ella tensó su cuerpo al sentir la mano extraña entre sus piernas, a la vez que juntaba instintivamente los muslos.
– Déjate hacer – susurré, mientras mordisqueaba el lóbulo de su oreja.
Lentamente noté como relajaba su cuerpo a la vez que habría sus piernas. La mano de Roberto ascendió definitivamente hasta el coño y noté como sus dedos empezaban a frotar y penetrar. Roberto había rodeado la cintura de Lola con el brazo disponible, a la vez que hundía la cabeza en su cuello. Introduje mi mano por el escote de su blusa y saqué uno de sus pechos, chupando y mordisqueando el duro pezón. Lola había cerrado los ojos, apoyando el cuello sobre el respaldo del sofá y respirando agitadamente. Su mano derecha acariciaba mi nuca y vi que su izquierda la ponía sobre el enorme bulto que se había formado en la entrepierna de Roberto, frotándolo nerviosamente con su mano.
– Roberto -dije quedamente- ¿No crees que es el momento de que tu lengua termine lo que han iniciado tus dedos?
Lola hundió su cara en mi cuello, en parte por el rubor que sentía ante la osadía de mi propuesta y también para musitar.
– Por favor aquí no, que van a vernos los demás.
No obstante, no hizo movimiento alguno de rechazo cuando Roberto arrodillándose y agarrando con sus manos las caderas de Lola por debajo de su falda, hundió su cara entre sus redondos muslos , mientras ella giraba ligeramente su cuerpo y abría completamente las piernas para que los labios del joven pudiesen acceder plenamente a su mojado sexo. Lentamente, la respiración de mi mujer se convertía en jadeos, mientras apoyaba sus manos sobre la nuca de Roberto empujándola hacia el hueco de sus piernas. Parecía desear introducir la cabeza entera en su coño. La besó intensamente introduciendo mi lengua en su boca, respondiendo ella ávidamente a mis besos. Notaba como su espalda se iba arqueando y agitaba su cuerpo cada vez con espasmos más acentuados. A pesar de mis besos, sus gemidos se hicieron más fuertes, por lo que tuve que tapar su boca con mi mano.
Roberto estaba metiendo los dedos en el chocho de Lola, a la vez que su lengua se deslizaba a lo largo de toda la vulva y el clítoris, lamiendo suave y lentamente unas veces y dando fuertes lametazos a continuación mientras hundía furiosamente sus dedos en la vagina. Me dio la impresión de que también él estaba a punto de correrse. Finalmente, sentí que el cuerpo de Lola se convulsionaba mientras apretaba sus muslos fuertemente sobre la cabeza de Roberto, empujando su cabeza hasta lo más profundo de su sexo que se contraía y dilataba salvajemente.
El orgasmo de Lola parecía no acabarse, creo que tuvo varios consecutivos. Había abandonado mis besos y estaba totalmente concentrada en el salvaje placer que le proporcionaba la lengua de Roberto. Su cuerpo se relajó al fin, quedando abandonado sobre el sofá. Roberto se incorporó y se sentó en el sofá mientras. Por el bulto de su entrepierna pude comprobar que mantenía una poderosa erección. Acercándome al oído de Lola, le dije:
– El chico ha trabajado bien pero no ha recibido su paga, ¿no crees que deberías dársela ahora?
Lola dirigió su mirada hacia el abultado rabo del muchacho y, recostándose de lado sobre el sofá comenzó a desabrochar la bragueta del pantalón del chico. Como si estuviese apoyada sobre un muelle, emergió rebotando una enorme verga. Lola la agarró suavemente, acariciándola desde la punta hasta la base, mientras con la lengua inició un masaje sobre el glande. Roberto agarró con manos su cabeza a la vez que arqueaba el cuerpo ansiando introducir por completo su polla en su boca, pero Lola proseguía lamiendo el miembro como si de una golosina se tratase, hasta que lentamente comenzó a engullir, primero el capullo y después el resto del enorme instrumento, sacándolo y volviéndolo a meter en su boca mientras succionaba y lamía rítmicamente. Con una de las manos agarró los testículos iniciando un delicado masaje, ayudándose esporádicamente con la lengua que volvía a ascender rápidamente para volver a meter la polla en su boca. Por los movimientos de cadera de Lola, noté que nuevamente estaba caliente.
Me incliné y separando sus piernas desde atrás, empecé a comerle el coño que se contraía y dilataba continuamente. Pasados unos minutos en los que la lujuria se había apoderado de los tres, Lola se alzó y separando sus piernas y apoyando las rodillas en el sofá se sentó sobre Roberto, le ofreció un preservativo y de cara a él, separándose los labios del coño y agarrando la polla del chico, se la metió iniciando una cabalgada, mientras Roberto hundía la cabeza entre sus pechos, la cual alzaba al máximo sus caderas procurando que la gorda punta del nabo entrase lentamente recorriendo y golpeando sus paredes hasta quedar completamente enterrado en su coño, volviendo a repetir el movimiento una y otra vez.
Cuando notó que el miembro del muchacho se abultaba hasta el máximo y que el glande empezaba a cabecear, contrajo repetidamente los músculos de su vulva y sintió sobre sus propios muslos sus flujos que manaban por el tremendo orgasmo que estaba gozando, mientras Roberto se agarraba desesperadamente a sus caderas a la vez que hincaba la polla hasta el fondo, como si quisiese atravesarla.
Quedaron abrazados el uno al otro, recuperándose del inmenso placer vivido. Lola peinó con los dedos el pelo de Roberto y tiernamente besó sus entreabiertos labios mientras lo miraba con gran dulzura. Descabalgó del muchacho y volvió a sentarse, mientras se arreglaba la falda y blusa. Así se iniciaron unas bonitas vacaciones.
Saludos