Relato erótico
Seguimos “amándonos”
Nos había contado hace un tiempo como se lio con su cuñada. Hoy sigue con la historia a la que se han “añadido” otras personas.
Alberto – Valladolid
En primer lugar dar las gracias, por haberme publicado el testimonio que os mandé pero, como recordatorio, haré un resumen de como conseguí follarme a mi cuñada. Yo estaba en casa de mi cuñada que se encontraba pintando subida a una escalera. Me ofrecí a ayudarla, no pude por menos que contemplar sus muslazos así como sus bragas y la pelambrera negra que le sobresalía por los bordes de las mismas. Al bajarse, no me lo pensé dos veces y le metí mano, llegando a tocar su coño. Me llamó de todo pero noté algo raro en su comportamiento, como el que no se retirara bruscamente, aunque me dijo:
-¡Sinvergüenza! ¿Qué diría mi hermana si se enterase?
– Deja a tu hermana, que ella también se ha tragado alguna polla que no es la mía, ya que hemos hecho intercambios de pareja alguna vez – le contesté.
– ¡No me lo creo! – exclamó ella, apartándose de mí, y así acabó la cosa.
Dos días después me dijo que si la podía llevar con mi coche a comprar a un mercadillo que estaba a unos 20 kilómetros. Mi mujer dijo que ella no venía y nos encargó algunas cosas. Nada más salir a la carretera, Merche, mi cuñada, me dijo:
– Alberto, ¿es verdad lo que me dijiste, eso de que a mi hermana se la han jodido otros?
– Claro que es verdad – le contesté – Y he disfrutado mucho de ello.
Mientras le contestaba, le metí mano en los muslos, mano, que me retiró en el momento en el que notó como con los dedos, le tocaba el coño. Merche, actualmente, tiene 50 años y su marido, por motivos de trabajo, se pesa diez o quince días fuera de casa. Justamente en este mismo instante pasábamos por delante de un motel y mirándola, le dije:
– Mira, entramos ahí y te lo cuento todo.
Ella no entendió mis intenciones pero su falta de polla y mis palabras, hicieron que ese día ella se tragara otra polla que no era la de su marido. Hasta aquí lo que ocurrió la primera vez y que ya os conté en mi anterior testimonio, así que ahora paso a contar como ha transcurrido este periodo hasta los primeros días de agosto, en el que han sido los últimos polvos. Casi todos los meses vamos al pueblo unos días y raro es el día en el que no hemos follado, incluso con algunos polvos con anécdota, como aquel día en que estaban las dos mujeres, mi mujer y la cuñada, en la puerta de la casa haciendo labores de costura. Sin mala intención, me senté en el escalón de la puerta y al momento vi como mi cuñada movía las piernas más de lo normal dejándome contemplar sus muslazos y las bragas.
Al darse cuenta ella que yo, mirando, me ponía cachondo, se levantó con un pretexto cualquiera aunque enseguida regresó, pero mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que se había quitado las bragas y dejaba que contemplara su hermoso coño peludo y sus gordos labios que, seguramente, rezumaban líquidos de excitación. Ese día no pude follarla pero cuando pillé a mi mujer, la jodí con ansia pensando en el coño de su hermana.
En otra ocasión me dijo que si podía mirar el grifo de la cocina que perdía un poco de agua. Cogí la herramienta y metido debajo del fregadero, le pedí que se acercara para abrir o cerrar el grifo. Instintivamente, metí la mano por sus muslos hasta llegar a su coño. A medida que le iba metiendo un dedo en la raja, su chocho estaba más mojado hasta que me jugué el todo por el todo.
Aunque mi mujer y mi suegra estaban en el salón, no me lo pensé, arrimé la cabeza a sus muslos y separándole las bragas, me comí el encharcado coño hasta que se corrió en mi boca. Entonces, excitado a tope, se me ocurrió decirle a mi mujer que fuera a la ferretería a comprar una pieza para el grifo y en cuanto salió de la casa apoyé a mi cuñada en la mesa, levanté su falda y se la clavé entera en el coño, cosa que le causó un gran placer por el inesperado polvo. La muy zorra siempre me decía que le gustaría mucho conocer lo que es un club de parejas, como ya lo habría conocido su hermana, mi mujer. Yo le contaba con pelos y señales las veces que se la habían follado y también los tríos que habíamos hecho. Cuando le contaba esto, mi cuñada se ponía muy cachonda hasta que un día me dijo:
– Hay un amigo, que está en la comisión de festejos del pueblo, que siempre me tira los tejos…
– Si te gusta y te apetece que te folle, podemos joderte los dos en un buen trío – le contesté.
Por el mes de junio, mientras follábamos, ella me confesó:
– Alberto, quiero que sepas que Paco, el amigo del pueblo, y yo ya hemos jodido pero le pasa lo que a mí, que le gustaría ir a un club de intercambio.
La zorra de Merche le había contado a su amigo como mi mujer y yo habíamos follado y habíamos tenido intercambios, tanto mi mujer sola como tríos.
Un día del mes de julio hablamos los tres y planeamos la forma de poder hacer un trío los dos con Merche. El también me dijo, sin tapujos, que también le gustaría follarse a mi mujer y yo le contesté que no había ningún inconveniente en que lo intentara, siempre que fuese discreto y sin decir nada de lo mío con Merche.
A primeros de agosto yo tenía que ir a Madrid por unos asuntos. Mi mujer dijo que como era un viaje solo de un día, ella se quedaba en el pueblo pero, como ya lo habíamos planeado con Paco y mi cuñada, en el último momento Merche dijo:
– ¿Me puedes traer unas cosas que necesito para las fiestas?
– Lo siento, pero a mí no me dará tiempo, ven tú conmigo y lo compras – le contesté.
Así quedamos muy bien y al día siguiente nos fuimos a Madrid en el tren mientras Paco venía en su coche para no levantar sospechas. Esa noche los llevé a un club de esos que tantas ganas tenían. Como era un día entre semana, no había mucha gente. Nos pusimos en una mesa, cerca de otra en la que había dos parejas, algo más jóvenes que nosotros. Animé a salir a bailar a Merche y Paco, pero se les veía muy cortados, tanto que el chico de uno de los matrimonios vecinos, me dijo:
– ¿Es la primera vez, verdad? A tu mujer se la ve muy cortada.
– Pues sí, es la primera vez – repliqué sin sacarle del error.
– Pero si habéis traído a un amigo es que quieres que se la folle otro, sino me equivoco.
– Llevas razón, quiero que la follen.
– Pues si te parece bien, nos ponemos todos juntos, verás cómo lo pasamos muy bien. A mí me ha gustado, se la ve un poco pueblerina pero tiene que joder muy bien.
El chico se puso a bailar con Merche mientras Paco lo hacía con la mujer de la otra pareja y yo con la mujer del primero. A mi cuñada la sobaron bien, tanto Paco como los otros dos y después de tomar unas copas, Merche estaba cachonda al máximo y entonces, el que llevaba la voz cantante, dijo:
– Bueno, yo creo que ya nos conocemos por fuera, así que ahora vamos a conocernos por dentro.
Pasamos a los reservados y nos desnudamos del todo. Yo estaba con la mujer de este chico cuando él la llamó y señalándole a Merche, le dijo:
– Mira, ven, esto es un diamante en bruto, mira que peludo tiene el coño.
La mujer se acercó a mi cuñada y mirando su entrepierna, exclamando:
– ¡Tía, que coño tan hermoso tienes!
Mi cuñada se quedó muy sorprendida cuando la mujer se arrodilló entre sus muslos y acercó la cabeza a su sexo ya que era la primera vez que una mujer le comía el coño.
– Merche, ya verás cómo te gusta – le dije yo colocándome detrás de la que le comía el coño y metiéndosela en el suyo a estilo perro.
Cuando Merche se corrió, dando gritos de placer, yo lo hice en el coño de esa mujer cuyo marido tampoco perdía el tiempo y en cuanto su mujer quitó la lengua del coño de Merche, él metió su polla en el encharcado chocho de mi cuñada. Miré a Paco y vi como estaba follando con la otra. A Merche no le daban tiempo de reponerse, ya que cuando se quitaba uno se ponía otro, o el mismo Paco, mientras yo me jodía a las otras dos mujeres convencido de que, a pesar de mis 54 años, a mi cuñada me la podría joder después.
Cuando volvimos al hotel, a las tres de la madrugada, después de refrescarnos y mientras tomábamos algo, se me ocurrió enseñarles unas fotografías de mi mujer, en las que estaba desnuda e incluso metiéndose un consolador en el coño.
– ¡Como me gustaría follármela! – me decía Paco como loco – Intentaré convencer a mi mujer para llevarla al club de parejas para ver si podemos coincidir los cuatro e intentaré ligarme a tu mujer.
– No tengo inconveniente – le repetí – pero tengo que decirte que hace un tiempo que ella no quiere joder.
A la mañana siguiente, de regreso al pueblo, nos fuimos con Paco en su coche, pero muy cerca de la población, cogimos un autocar para disimular. No obstante, cuando íbamos en el coche de Paco y por el camino, volvimos a follarnos a mi cuñada. La muy guarra nos decía en broma que la habíamos dejado invalida, que no podía andar.
Un beso y hasta la próxima en la que espero poder contar lo que suceda.