Relato erótico

¿Seductora o seducida?

Charo
22 de enero del 2020

Sus padres se divorciaron y decidió ir a vivir una temporada con su padre. Se veían poco porque siempre estaba liado con sus negocios. Aquel día estaba en su casa y apareció un colaborador de su padre que iba a recoger unos papeles. Era alto, guapo, maduro y se dio cuenta de que la miraba con cierto deseo.

Silvia – Madrid
Nunca me pude imaginar lo que pasó aquel día. Yo tenía los veinte recién cumplidos y sin duda alguna tuve el mejor regalo de cumpleaños que pude pensar.
Mi nombre es Silvia y soy una chica normalita, estatura media, pelo negro y largo, ojos marrones, no estoy ni gorda ni delgada, mis labios son carnosos y tengo unos pechos más bien grandes.
Mis padres están separados desde que yo era pequeña. Siempre he vivido con mi madre, pero desde hace un par de años decidí irme a vivir con mi padre, necesitaba un cambio de aire. Vivimos en la ciudad, en un ático. Mi padre se dedica al mundo de los negocios y casi nunca está en casa. Así que tengo bastante libertad para hacer lo que quiero.
Siempre me han atraído los hombres mayores que yo. He tenido varios rolletes de mi edad pero no me satisfacían, chiquillos inexpertos. Yo necesitaba a alguien con experiencia, alguien que me hiciera sentir lo que era un hombre de verdad. Y lo encontré… sucedió hace un año…
Hacía un noche bastante calurosa y yo estaba enfadada porque se había estropeado el aire acondicionado de casa, estaba en el sofá, delante de la tele sin ver nada. Mi padre me había llamado por teléfono y me había dicho que esa noche no lo esperara, que no iba a poder venir a cenar porque tenía una reunión de última hora. Una reunión de última hora, para variar, pensé.
Me di una ducha de agua fría y me puse un pijamita que tengo de culotte y camiseta ajustada de tirantes, luego me preparé unos sándwiches y me puse otra vez a ver la tele. De repente sonó el timbre, ¿quién podría ser? Todavía no había hecho ninguna amiga en la ciudad porque apenas llevaba dos semanas allí. Será mi padre, pensé, se habrá anulado la reunión y vendrá a cenar conmigo. Me levanté y fui a abrir la puerta. Cuando abrí la puerta había un hombre de unos 40 años muy trajeado.
-Hola Silvia, perdona que te moleste, pero me ha mandado tu padre, necesito coger de su despacho unos papeles que nos hacen falta para la reunión. ¿Puedo pasar?
Me quedé un poco paralizada y sin saber que decir. Qué vergüenza, y yo vestida de aquella manera, descalza, sin sujetador, con una camiseta semitransparente del pijama y en culotte.
-Pasa, pasa. No sabía que ibas a venir. – Le dije.
El hombre pasó me sonrió y me dijo.
-Por cierto me llamo Gerardo.
Yo seguía sin saber que decir. Era un hombre bastante atractivo y guapo. Se notaba que se cuidaba. Era moreno, alto, ojos oscuros y llevaba perilla.

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-Bueno voy a coger los papeles.-
Cuando volvió me pidió un vaso de agua. Y mientras lo estaba sirviendo notaba su mirada clavada en mi cuerpo. Notaba cómo me miraba los pechos y el culo. Yo me puse un poco nerviosa pero me gustaba sentir su mirada. Me excitaba.
-La verdad es que sí eres tan guapa como dice tu padre. Gracias por el agua y a ver si nos vemos alguna vez por la oficina de tu padre. Hasta luego.
Al despedirse me guiñó un ojo. Yo estaba perpleja. La situación me había puesto bastante a tono. Mis braguitas estaban súper mojadas, esa noche me masturbé pensando en él, en su mirada deseando mi cuerpo.
Al día siguiente cuando me levanté lo primero que hice fue llamar a mi padre y pedirle que me llevase a conocer sus oficinas. Tenía muchas ganas de ver Gerardo. Mi padre me dijo que pasaría a recogerme a las 13.30 y luego comeríamos juntos. Me puse una faldita corta, tejana, y una camisa blanca con un poquito de escote. Me deje el pelo suelto y me pinté un poco los labios.
A las 13.30 en punto mi padre ya estaba esperándome.
-Qué guapa vas hija, ya estas hecha toda una mujer -me dijo.
Cuando llegamos a su oficina yo estaba deseando ver a Gerardo, lo buscaba por todas partes, pero no lo veía. Mi padre me presentó a varios de sus empleados y luego me dijo que me esperara en su despacho que tenía que hacer unas llamadas y enseguida nos íbamos a comer.
Mi gozo en un pozo, pensé, ¿dónde estará? ¿Qué puedo hacer para volver a verlo otra vez? Al cabo de un rato mi padre entró un poco serio y me dijo:
-Hija lo siento, pero no voy a poder ir a comer contigo, tengo que irme otra vez, tengo que salir de viaje urgentemente durante unos días. No te enfades conmigo, te prometo que cuando vuelva me voy a tomar unos días de vacaciones para pasarlos contigo. Un compañero mío te va a llevar a casa, yo tengo que salir de inmediato. Espérate aquí que enseguida te llevan a casa.
Me dio un beso y se marchó. Me quedé mirando por la ventana durante un rato, pensando en lo que iba a hacer cuando alguien abrió la puerta y me dijo:
-Hola Silvia. ¿Qué tal? Nos volvemos a ver. Vamos que te llevo a tu casa.
– Hola Gerardo. Bien, estoy bien. Gracias.
Me miró el escote, y luego me miró a los ojos. Yo lo miraba sonriendo y esta vez le guiñé yo el ojo.
Mientras íbamos de camino a casa en su coche, él miraba mis muslos por el rabillo del ojo. Yo abrí un poco las piernas y me acaricié el pelo. Luego respiré profundo y lo miré fijamente a los ojos. Él me miró durante unos segundos y sonrió. Cuando llegamos a casa le dije que si quería comer conmigo, que iba a estar sola. Me dijo que no podía que había quedado con unas personas, pero que me acompañaba hasta la puerta de mi casa. Cuando llegamos le di un beso en le mejilla, cerca de la boca y le dije al oído: adiós Gerardo, gracias por traerme. Me respondió de la misma manera, me dio un beso cerca de la comisura de los labios y me dijo al oído:

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-Hasta luego preciosa.
Cerré la puerta de casa y me fui directa a la ducha para sofocar el calentón, tantas miradas de deseo, tantas indirectas sexuales. No podía más…
Mientras me duchaba escuché el timbre de casa varias veces, salí enrollada con una toalla, y con el pelo mojado a abrir la puerta. Era Gerardo, te has olvidado este pañuelo en mi coche, me dijo mientras entraba en mi casa. Entonces cerró la puerta, me empujó contra la pared y empezó a besarme. Me quitó la toalla y empezó a acariciarme los pechos y a besármelos. Yo estaba loca de placer. Me cogió en peso y me llevó hasta el sofá. Mientras me besaba se quitó la ropa hasta quedarse desnudo. Se colocó a mi lado y comenzó a acariciarme el coño, mientras me miraba fijamente. Yo estaba súper mojada y no hacía más que gemir. Me metía los dedos y luego los chupaba. Y me decía:
-¿Te gusta? ¿Esto era lo que querías verdad?
– Si siiiii oooh!!
Luego se levantó y llevó su polla hasta mi boca, rozó mis labios unas cuantas veces y luego me la metió de golpe. Yo comencé a chupársela suavemente, jugaba con mis labios y con mi lengua. A veces él me agarraba la cabeza y penetraba mi boca con fuerza unas cuantas veces. A mí me encantaba. Me cogió y me puso de espaldas, en la postura del perrito, abrió mis piernas y comenzó a chuparme el coñito otra vez, esta vez con más fuerza, me metía los dedos primero lentamente y luego más rápido. Mis fluidos resbalaban por mis muslos, yo no hacía más que gemir y gritar:
-!!! Me corroo me corrooo!!. Gritaba yo.

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Entonces él paro y me penetró con su polla, me agarró de la cadera con una mano, mientras que con la otra me acariciaba el clítoris. Hasta que por fin me corrí de gusto. Al segundo de correrme yo, salió de mi y volvió penetrarme pero en la boca. Yo notaba sus embestidas de cadera en mi garganta, cada vez más rápido, hasta que noté un líquido caliente en mi boca y lo oí gritar de placer. Cuando terminó de correrse se acercó a mi oreja y me susurró que me lo tragase todo. Que no dejara ni una gota. Yo le hice caso, me lo tragué todo. Luego me volvió a besar, me chupó los pechos y bajo por mi barriga hasta otra vez mi coño, me lo chupó todo, con su lengua acariciaba mi clítoris, mientras que con los dedos me penetraba yo me volvía loca de placer, la espalda se me arqueaba involuntariamente, las piernas me temblaban, hasta que me volví a correr…
Me besó en los labios y se tumbó a mi lado hasta que me quedé dormida. Cuando me desperté él ya no estaba. Me dejó una nota encima de la mesa que ponía, volveremos a vernos… muy pronto espero.
Un besito.

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