Relato erótico

Seducido a primera vista

Charo
2 de marzo del 2019

En cuanto entró en la discoteca la vio. Bailaba sola y le dio la sensación de que bailaba para él. Cuando terminó, se dirigió a la barra y él la siguió como “abducido”.

Esteban – Ibiza
Llevaba un buen rato mirándola. Estaba bailando sola en medio de la pista de manera sensual, contorneando todo su cuerpo al ritmo de la música.
Llevaba puesto un vestido ceñido de color azul turquesa que destacaba sus formas, insinuaba sus senos, marcando sus pezones y su precioso y prominente trasero. La parte trasera del vestido era totalmente abierta, lo que dejaba descubierta su espalda que culminaba peligrosamente por sus vértebras lumbares. Llevaba unas sandalias romanas, de esas que se trenzan a lo largo de la pierna, que dejaba ver sus hermosos y cuidados dedos.
Empecé a creer que ella había empezado a bailar para mí que esa hermosa hembra morena, de un exuberante cabello rizado de color azabache, se me estaba insinuando. Una sonrisa y el brillo de sus ojos negros parecían afirmármelo. Pero ella no se acercaba, solo bailaba, y yo la miraba…
Terminó una canción y ella se sentó a mi lado de manera casual. Al tenerla así tan cerca, no pude evitar girarme hacia ella para disfrutar de cada parte del cuerpo de esa mujer. Ante mi insistente mirada, ella me miró y preguntó:
– ¿Qué miras?
– Te miro a ti, disfruto viendo tu cuerpo…- le dije.
– ¿Te gustaría hacer algo más además de mirar? – contestó sonriendo.
Pensé que esa noche había triunfado, entones acerqué mi silla a la de ella, mirándola firmemente a los ojos, puse una de mis manos en su rodilla y le dije que lo deseaba con ansía. Sonrió nuevamente y empezamos una conversación.
Me dijo que se llamaba Mónica y que desde que me había visto entrar, le había llamado la atención y que poco después decidió que quería tener rollo conmigo. Luego de decirme eso se levantó, empezó a caminar y me invitó a seguirla. Yo la seguí, era evidente que ella tenía el control.
Fuimos hasta su coche, era un deportivo de color rojo. Al entrar me dijo que era de sus padres, que aunque ella vivía sola, a veces les pedía que se lo prestaran. Íbamos, según me dijo, a su casa.
Mientras conducía, le puse la mano en el muslo y la empecé a acariciar, estaba demasiado caliente y algo tenía que hacer. Ella me paró en seco diciéndome, que tendría que aguantar las ganas y me resigné. Me pareció eterno el tiempo que tardamos en llegar a su piso.
Cuando finalmente llegamos, la seguí hasta la puerta y cuando la abría, me pegué a sus espaldas, haciéndole sentir toda la erección que llevaba dentro de mi pantalón. Al entrar ella se giró y me puso contra la puerta. Mientras con una mano me desabrochaba el pantalón, con la otra me acariciaba mis nalgas y me besaba apasionadamente por primera vez.

Empezó a agarrar mi erecto miembro y lo acariciaba con la palma de su mano, me cogía los huevos y los apretaba suavemente. Aquello me gustaba. La cogí por las nalgas, las apreté y la giré, ahora era ella la que estaba contra la puerta. Le quité el vestido y le empecé a besar el cuello mientras que con una de mis manos le acariciaba sus tetas. Ella ya me había quitado los pantalones y los boxer.
Bajé hasta su sexo caliente y empecé a jugar con mi lengua. La chupaba y la lamía alternativamente. Paré un momento para que lo deseara aún más y continué con más deseo y pasión. Sorbía la humedad de su sexo que mi lengua continuaba recorriendo de arriba hacia abajo. Paré nuevamente para acariciarla suavemente con la yema de los dedos, en pequeños círculos. Acerqué mi cara nuevamente a su dulce cueva pero esta vez para olerla, para sentir su olor de mujer cada vez más caliente.
Empecé a subir más allá de su sexo, besándole el vientre, pequeños besos cortos que alternaba en diversas partes. Acaricié su ombligo con mi lengua y baje nuevamente hacia su monte, trazando una línea con la saliva de mi lengua.
Quería sus nalgas, se lo hice saber y se giró. Las agarré con mis manos y se las empecé a sobar. Introduje mi dedo índice entre ellas para recorrerla, acerqué mi cara, le di suaves mordiscos, arrastré mis dientes por ellas como si tratara de comer cada pedazo. De abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Mi lengua se coló entre sus nalgas y terminó nuevamente en su sexo. Volví a bajar y subir varias veces más. Su sexo ya no estaba húmedo, sino chorreando. Se giró nuevamente y empecé a besar y lamer sus muslos que agarré con mis dos manos como una pieza que voy a empezar a saborear…
Y saboreé con gusto, sorbiendo su piel, dándole pequeños mordiscos que la hacían gemir. Descendí de sus sabrosos muslos hacia sus piernas y sus pies donde le dediqué tiempo a cada uno de sus dedos que chupé y besé alternativamente. Le dediqué un tiempo más a su empeine y su talón. Cambié a su otra pierna pero más rápido.
Me pedía entre gemidos que le chupara de nuevo su rajita y no me hice de rogar. Ella separó sus labios mayores y empecé a jugar con su sobresaliente clítoris. Arqueaba su cuerpo y mientras le chupaba, introducía dos dedos en su ya mojada cueva. Los empecé a mover a su ritmo, la masajeaba por dentro. Yo estaba a mil, mi erección dolía de lo dura y grande que la tenía. Ella me presionó con sus manos, para que no parara. Mi le lengua estaba ahora hurgando la entrada de su vagina, ella ya no aguantaba más y se produjo el estallido de sus jugos en mi boca, pero yo no paraba, decidí prolongarle el placer un rato más.
Miré con gusto su cara de satisfacción, la empecé a besar por todo su vientre, subí hasta sus pechos y le dedique otro rato a sus pezones. Pero ella quería más. Agarró con fuerza mi pene y se lo acercó para metérselo dentro de ella, pero la frené, le dije que todavía no; la quería hacer sufrir un ratito más.

Mientras mantenía agarrado mi pene, me besaba y lamía el pecho, chupaba y mordisqueaba mis tetillas, eso me excitaba más. Respiré profundo, quería evitar acabar pronto. Mónica llevó su boca a mis huevos y empezó a jugar con ellas y su lengua. Le pedí que parara sino quería que acabara fuera de ella. Sonrió maliciosamente y con su mano dirigió de nuevo mi pene hacia su deseada entrada, pero no se lo metió, ahora prefirió torturarme ella a mí. Lo movía de arriba a abajo a través de los húmedos labios de su raja y cuando menos me lo esperaba, lo introdujo y se dejó caer.
Empezó a moverse con fuerza, con energía, como si quisiera que mi miembro le llegara hasta la garganta. Mis manos sostenían sus nalgas, las que no paraba de acariciar. Parecía poseída por el placer, me estaba follando, gozando y haciéndome gozar. Metí un dedo por su culo, pero quería estar más activo, así que le di la vuelta y ahora fui yo el que estaba encima de Mónica.
Quería que fuera más rápido. Nuestros cuerpos estaban sudados gozando a tope ya no aguantaba más y entonces jadeando y moviéndose como una loca le vino el orgasmo y seguidamente me fui yo. Nos quedamos uno encima del otro unos minutos y nos dimos un prolongado y largo beso en el que se entrecruzaron nuestras lenguas y nuestra saliva.
Nos quedamos dormidos un rato abrazados, ella sobre mi pecho. Pero me despertó su boca y su lengua que jugaban nuevamente con mi pene. Había empezado a chuparlo, lamerlo, a mamarlo con dedicación, no dejaba ni una parte por recorrer. Jugaba con mis bolas, mordisqueando con suavidad la escasa piel que las rodea, lamía todo mi pene y acabó posando sus labios sobre la punta, a la que castigó con su lengua. Mi pene estaba duro, nuevamente listo.
Mónica dejó de chuparme, bajó de la cama, se arrodilló en el suelo, encima de una alfombra que había, y se puso a cuatro patas. Alzó su culo, mostrándomelo con lascivia, dejando ver también su hinchada vulva. Me puse detrás y la volví a penetrar, empecé a cabalgarla con ganas, pero me hizo parar y me pidió que se la metiera en su culo. Entonces me aparté, me agaché empezando a acariciarle el ano con mi lengua, le introduje la lengua ligeramente y con mi dedo índice empecé a acariciar su entrada. Me puse saliva en el dedo y se lo metí, acariciándola hacia adentro y circularmente, luego dos dedos y hasta tres. Estaba tremendamente caliente. Me pidió que se la metiera ¡ya! y obedecí. Acerqué la punta de mi pene a la entrada de su ano, suave y lentamente se lo empecé a introducir.
Ella me pedía más, quería que le metiera todo mi pene dentro y así lo hice, se lo metí hasta el fondo. Gritaba y me pedía más, que no parara. Empecé a cabalgarla con mayor rapidez mientras sentía mi pene arder por el calor de la fricción con su culo, hasta que no aguanté más y estallé nuevamente en su culo.
Me tiré exhausto en la cama recuperándome de tanto placer, pero ella era una chica insaciable… Se puso encima de mí y empezó de nuevo a chupar mi pene, pero esta vez poniendo en mi cara su almeja, para ser saboreada y degustada nuevamente por mí. Así estuvimos varios minutos, mamándonos en un indescriptible 69, provocándole un poderoso orgasmo.

Después de tanto placer, nos quedamos dormidos profundamente hasta que apuntó el día. Me desperté y ella no estaba a mi lado. Encontré encima de la mesita una nota en la que decía que había salido a trabajar y su teléfono anotado. Me vestí y me fui, deseando volver a repetir una nueva experiencia con Mónica.
Saludos

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