Relato erótico

Se me acabó el amor

Charo
7 de julio del 2018

Se casó con un hombre más mayor que ella. Estaba ilusionada, enamorada y deslumbrada. Los años pasaban y se dio cuenta que no conocía a su marido. El sexo no funcionaba y, sin proponérselo, encontró “la solución”.

Carmen – CÓRDOBA
Querida Charo, no sé como empezar a relatar la historia de como una vida de una mujer decente y corriente pasó a otra cosa bien distinta. Mi nombre es Carmen, tengo 39 años y me casé a los 20 con Felipe un hombre 20 años mayor que yo. En principio deslumbrada por alguien con una buena posición social y económica muy distinta a los jóvenes de mi edad. No sé si le podría llamar amor pero me cautivó. Ignoraba la realidad del hombre que me llevó al altar. La verdad la supe cuando era tarde. Se casó para acallar las habladurías, porque en su posición necesitaba tener una mujer, de la misma manera que coches, chalet o ropa cara. Yo, como dije antes, desconocía todo esto porque tuve una venda en los ojos durante muchos años.
Sexualmente fue de lo más corriente, aunque no tenía con que comparar en este tema. En la cama me evitaba, luego dicen de las jaquecas femeninas, y yo creyendo que esto era de lo más normal.
No tuvimos hijos en todo este tiempo pero él sí de un matrimonio anterior, Fernando, que en la actualidad tiene 22 años. Bueno para no aburrir voy a contar los acontecimientos que han cambiado mi vida desde hace tres meses.
Decidí pasar unos días en la costa en un viaje organizado para dejar al lado la monotonía, Felipe me dijo que por motivos de trabajo no podría venir conmigo así que me tocó viajar sola, bueno hay un refrán que dice más vale sola que mal acompañada. Cogí la maleta y me propuse disfrutar de estas vacaciones.
Me subí en el autocar y la primera persona que vi fue Arturo, el chofer, y juro que esta visión me dejó impresionada, alto, morenazo, cuerpo atlético, 35 años, simpático, vamos todo un play-boy por el que cualquier mujer suspiraría al verle. No lo dudé y me puse en los primeros asientos para alegrarme la vista con este hombre-bombón.
Al llegar al hotel inicié una conversación con él, de que no conocía la ciudad y que me aburriría como una ostra, a lo que él se ofreció como guía para enseñarme los sitios más bonitos. Eché el anzuelo y picó, aunque la verdad sea dicha a él no le iban a faltar oportunidades con el sexo femenino.
Para el primer día me puse coqueta, tuve que buscar urgentemente una boutique donde vendieran ropa más sexy que la que yo llevaba. Vestidos ajustados, sedas y demás para lucir un cuerpo que dicho sea de paso no está nada mal, valga la modestia. A mi edad tengo unos pechos generosos y nada caídos, mido 1,65 y tengo un trasero respingón. Vamos en una palabra, deseable.
Mi ángel estaba en el hall del hotel y me llevó a pasear, yo parecía una niña en la primera cita, me hablaba y tenía la sensación de estar transportada a otro mundo. Al final terminamos en una discoteca bailando, pusieron música lenta y nuestros cuerpos se juntaron.

Qué maravilla sentirle tan cerca. Mis vellos se pusieron de punta y por primera vez en mi vida mi sexo se humedeció. Le deseaba, pero mi timidez y los prejuicios de los cuernos me jugaron una mala pasada. Más tarde me dijo que estaba algo cansado por el viaje y yo también asentí, nos dimos un beso y quedamos para el día siguiente.
Me acosté y casi sin darme cuenta mis manos recorrían mi cuerpo con suavidad, primero en los pechos haciendo círculos alrededor de unos pezones ya duros. Me estremecía al pensar que eran sus dedos los que bajaban por mi vientre. Mi mano era su mano y mis dedos y sus dedos jugaban con mi sexo en un bosque de placer, en los labios exteriores de mi vagina y poco a poco se introducían en la morada donde quería dar cobijo a su ser. En mis pensamientos no había otra cosa que no fuera él. Cerré mis piernas aprisionando a mis manos y un dulce y profundo orgasmo se apoderó del resto de mis sentidos. Me masturbé como en la vida lo había hecho.
Entonces sonó el teléfono. Era mi marido y me preguntó:
– ¿Qué te pasa en la voz?
– Nada – respondí – es el aire acondicionado.
– Ten cuidado no ve vayas a resfriar – añadió sin saber él lo caliente que yo estaba.
Al siguiente día estaba nerviosa. Quería seducirlo con armas de mujer, poseerle y ser poseída, pero no sabía como abordarlo, mi estúpida timidez evitaba dar el paso definitivo hacia un encuentro más íntimo, pero a la vez disfrutaba de su compañía. Me parecía imposible que no notara mis sentimientos al mirarle a sus ojos o tal vez esperaba mi rendición total y absoluta.
Llegó la noche y en la puerta de mi habitación nos despedimos con un beso y al cerrar la puerta me maldecía una y mil veces por no haber sido capaz de contárselo.
Pero ya me disponía a acostarme cuando sonó la puerta y al abrirla allí estaba él. Mi corazón casi me da un vuelco, nos miramos a los ojos y sus manos rodearon mi cuerpo en un abrazo desesperado, sin palabras. Nuestros labios se unían en un beso interminable y sus manos comenzaron a acariciar mis pechos, primero sobre la tela de mi vestido hasta que suavemente bajó la cremallera y cayó al suelo. Yo ya sentía el roce de su sexo, me urgía desnudarle y lo hice sin perder tiempo, mi timidez estaba superada. Sus dedos bajaron a mi coño, esta vez no eran unos dedos imaginarios, echó a un lado mi tanga, que parecía recién sacado de la lavadora de lo mojado que estaba, y empezó a acariciarme con dulzura.
Con los brazos me aferré a su cuello y de pie como estábamos agarró mis muslos hasta acercar su polla a la entrada de mi coño. Introdujo la punta de su glande me miró a los ojos como diciendo aquí estoy yo y sin más me la clavó toda hasta el fondo.

El grito que di lo debieron de oír en la China y empecé a susurrarle al oído:
– Te deseo, te deseo, haz de mí lo que quieras – y vaya que si lo hizo.
Con nuestros sexos unidos me llevó a la cama, abrió mis piernas al máximo y continuó taladrándome. Yo ya empezaba a notar lo que era un orgasmo. No era una palabra vacía, era un estremecimiento de todo mi cuerpo.
– ¡Sigue mi amor, me viene…sí, qué gusto… me viene, no pares…! – gemía yo.
Arturo era el dueño de la situación y me contestaba diciendo:
– ¡Toma mi polla, vas a sentir lo que es un hombre de verdad y no el cornudo de tu marido, te voy a follar como nunca te han follado!
Mientras tanto su verga entraba y salía muy despacio, la sacaba hasta dejar su punta en los labios exteriores de mi coño, quieta, y de repente se metía muy lentamente hasta que notaba que sus huevos me rozaban. Me estaba volviendo loca de placer. Cuando la tenía toda dentro se paró y me enseñó a contraer las paredes de mi coño para que notara su verga dura. Estaba húmeda muy húmeda y hacía que su polla se deslizara con una suavidad desconocida para mí.
No tenía noción del tiempo, no existía, solo dos cuerpos unidos por sus sexos. Yo ya me había corrido no sé cuantas veces y él seguía allí con su mástil duro y majestuoso.
Sin sacarla de mi cueva nos giramos y me puso encima de él. Para mí todo empezaba a ser nuevo. Hasta la fecha una relación sexual constaba en bajarme las bragas, abrir algo las piernas y por último dos minutos escasos de penetración, vamos que no me daba tiempo ni de gemir y un “ah” tímido anunciaba su descarga. Esto era todo lo contrario con Arturo, no se sabía cuando podía acabar ni me importaba y los gemidos y comentarios obscenos no paraban diciéndome:
– ¡Venga, trágate mi estaca, trágatela toda que tienes hambre atrasada de polla!
Sus manos se posaron en mi culo para que no parara de moverme y su boca dirigió su ataque a mis pechos, primero con la lengua y después con la boca y los dientes dándome mordisquitos en los pezones produciendo el delirio.
– ¡Aaah… que gusto mi amor, que grande y dura está, me vas a matar, qué cachonda me tienes…! – gemía yo.
– Ahora vas a saber como se folla un coño desde atrás – me dijo de pronto.
Me hizo poner a cuatro patas y cerró algo mis piernas para sentir más el roce de su herramienta al entrar en mi interior. La punta de su polla empezó a jugar con mi clítoris y mis labios exteriores y a veces subía hasta mi ano volviendo a bajar para hacer círculos con mi sexo.
– ¡No me hagas sufrir más y métemela ya! – supliqué.

Hizo caso de mis súplicas y como un buen torero, metió su estaca de un golpe.
– ¡Qué mojada estás! -exclamó, añadiendo – Si quieres mi leche, pídemela.
– ¡Siiií… dame tu leche, métemela hasta el fondo… fóllame… córrete…! – grité.
Me agarró de las caderas, embistió y yo creía que me la iba a sacar por el estómago. Que manera de correrse, que maravilla y después nos quedamos exhaustos y nos dormimos.
Me desperté con los primeros rayos del día, estaba abrazada a Arturo que todavía dormía. Empecé a observarle y me fijé en su sexo otra vez duro. Mi mano se posó en él y volví a excitarme, se despertó y me dijo:
– Ahora te vas a tomar el desayuno.
No me lo pensé, mis labios y mi lengua comenzaron a recorrerlo desde su base a la punta hasta que me agarró la cabeza diciéndome:
– Chúpamela, es toda tuya.
Abrí la boca y me la empecé a tragar. Arturo se incorporó y también dirigió su boca a mi sexo. Sentí un doble gusto al chupar y ser chupada de esa manera. Esa lengua me hacía ver las estrellas otra vez hasta que se separó, me apartó la cara, nos miramos y ya sabíamos que vendría después, me tumbé con las piernas bien abiertas y nuevamente comenzamos a hacer el amor. Vaya fiesta de sexo.
Pasamos toda la mañana en la habitación follando sin parar, él ya era mi Amo y yo ya estaba dispuesta para hacer, decir, tocar o chupar lo que me ordenara. Me hizo afeitar el coño dejando unos pocos pelitos en el Monte de Venus y a partir de ese momento cuando estuviera con él no debía llevar bragas para tener libre acceso cuando se le antojara, incluso me mandó llamar por teléfono a mi marido a la vez que me estaba comiendo el coño.
– Hola, Felipe.
– ¿Como te encuentras? – preguntó…
– Muy bien… aaah… en la gloria – se me escapó un gemido.
– ¿Qué te pasa en la voz?
– Nada me acabo… de… despertar Umm.
– ¿Qué vas a desayunar?

– Un plátano, me apetece un montón -en este momento Arturo apartó su boca de mi chochito y lo cambió por su polla – ¡Aaah… cariño no te lo vas a creer pero me acabo de clavar una astilla muy gorda.
– ¿Te has hecho daño?
– Un poco, te dejo porque me voy a curar, un beso, adiós – colgué y añadí- Venga Arturo clávame la estaca hasta el fondo que me quiero correr.
– ¿Vas a ser mi puta?
– Sí tu puta.
– Como no me obedezcas, te saco la polla de dentro.
– ¡Sí, amor, te obedeceré pero por favor mi vida fóllame… fóllame… sigue, no pares, dame más…!.
Las vacaciones acababan, no quería separarme de mi macho, le quería para mí todo el día. Arturo me dijo que le tenía que llevar a mi casa, en principio pensé que era imposible, aunque al final ideamos un plan para que pareciera que era un primo mío que venía de viaje y se quería instalar en mi ciudad y de esa manera estaríamos juntos. Pero eso os lo contaré más adelante.
Besos Charo y hasta pronto.

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