Relato erótico

Se fue de la lengua y …

Charo
16 de noviembre del 2019

Forman una pareja feliz y sexualmente han procurado incluir juegos y fantasías para que la pasión no decaiga. Se enfadó con su marido cuando se enteró que le había contado a un amigo y compañero de trabajo todas las guarrerías que hacían en la cama.

Luisa – Logroño
Mi marido empezó con esos “juegos eróticos” en los que me hacia vestir como una criada o como colegiala y simulábamos que éramos dos personas distintas, incluso que me “violaba”. Todas esas cosas eran realmente excitantes y rompían la rutina de nuestro matrimonio.
En los últimos tiempos incluso me hacia vestir con ropas que me hacían parecer realmente una ramera y así encontrarnos en algún hotel por ahí. Yo me moría de vergüenza de andar vestida así por la calle pero realmente me excitaba tanto que tenía terribles orgasmos cuando hacíamos el amor.
Lo que me dio rabia fue cuando me comentó que le había contado nuestros “juegos” a Enrique, su compañero de trabajo, que es famoso por ser un don Juan y amigo de farras. Varias veces Enrique se me había insinuado y lo hice poner de todos los colores de la manera como le contesté haciéndole ver que era una señora decente y que no tenía la menor esperanza conmigo, que debía conformarse con las mujeres fáciles que frecuentaba. Pensar que estaba enterado de todo me dio tanta rabia que me enfadé con mi marido y le dije que nunca más iba a seguir con esos juegos. Terminamos peleados y sin hablarnos, casi dando por terminado para siempre todos esos juegos tontos. Lo que más bronca me daba era pensar que el cabrón de Enrique supiera que me comportaba como una loca, aunque fuese con mi marido.
Días después, al mediodía, recibí el mail de mi marido, ya que habitualmente me escribe así pues desde la empresa no es fácil comunicarme con él por teléfono. En el me pedía que por favor, lo perdonara y que ya llevábamos más de tres semanas enfadados. Me pedía que si esa tarde quería ir a un hotel y que fuese vestida como yo sabía. Me dio el número de habitación, y decía que en el picaporte iba a encontrar un antifaz ciego que debía ponérmelo y entrar sin sacármelo para nada, que allí iba a ser la esclava de un explotador de prostitutas.
Me excité al leerlo, pues llevaba muchos días sin hacer el amor con él, y sin pensarlo dos veces me puse una blusa de gasa negra semi transparente que dejaba adivinar claramente mis pechos desnudos y una mini falda diminuta, con un tanga de encaje, mínimo, debajo de ella.
Por supuesto, para salir me puse encima una chaqueta larga, ya que no podía mostrarme así por la calle.
Llegue al hotel y en el picaporte estaba el antifaz, que me coloqué perdiendo toda posibilidad de visión cuando entré. Él ya estaba allí y disimulando su voz, como muchas veces hace, me ordenó que bailara para él mientras me desnudaba.
Le obedecí y baile frente a él sacándome la ropa en un strip-tease sensual y provocativo hasta quedar bailando completamente desnuda para él. Yo sentía un suave sonido pero no podía precisar que era, después comprendí que tenía una cámara de vídeo y estaba filmándome.

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Entonces él me ordenó poner las manos en la espalda colocándome un par de esposas para después empujarme sobre la cama.
– ¡Ahora, zorra, vas a saber lo que es un hombre de verdad! – me decía y al oírlo me excitaba mas y mas.
Cuando empezó a besarme y lamerme los pezones, me sentía arder de deseos mientras él me manoseaba entera aumentado mi excitación sexual. Pronto me separó las piernas y empezó a besarme y lamerme el coño haciéndome perder la poca cordura que aun tenia. Jamás me había chupado antes así y me puso como loca. Su lengua me recorría todo el sexo, frotándome el clítoris, que lo tenía erecto y palpitante para después meterla dentro del chocho y revolverse allí adentro para volver otra vez a lamérmelo entero y chupármelo como un animal.
Yo estaba totalmente fuera de control y me meneaba desesperada buscando su boca con mi sexo, gimiendo y jadeando completamente perdida.
Entonces él se levantó y colocándose entre mis muslos, empezó a pasarme la polla por el coño, metiéndomela entre mis labios mojados y frotándome con su glande el clítoris. Yo podía más y buscaba que me penetrara de una vez desesperada.
– ¡Dime qué eres y que quieres! – me ordenaba – ¡Dímelo, que quiero oír como me lo pides!
– ¡Soy una puta! – le contestaba casi gritando de deseo- ¡Soy la peor de las putas y quiero que me folles ya! – le decía descontrolada – ¡Méteme la polla, hazme lo que quieras, pero no me dejes así que me voy a volver loca!” le imploraba.
Entonces me la metió de manera salvaje haciéndome gemir de placer. Jamás lo había sentido tan erecto y hasta me parecía que la tenía más gruesa que nunca, pero estaba tan caliente que no me importaba nada.
Los dos nos meneábamos como perros follando mientras él me chupaba los pechos como un animal, disfrutándome como jamás lo había sentido hacerlo antes.
Yo aullaba de placer y sentía que me penetraba como jamás antes lo había hecho. Su polla me golpeaba con fuerza y mi chocho se sentía lleno como nunca para su herramienta tan gruesa y larga.
Él seguía bombeándome de una manera bestial y yo seguía meneándome gozando con él como una perdida. Ese polvo bestial era interminable, al contrario de lo habitual en que mi marido termina rápidamente. Esta vez él me bombeaba más y más sin parar y así durante casi una hora. Cuando sentí que iba a alcanzar el orgasmo, se lo decía jadeando de pasión mientras él redoblaba sus movimientos de caderas follándome de manera desenfrenada.
En ese momento él me penetró tan profundamente que su polla empujaba mi útero y sus pelotas se apretaban contra mi sexo. Entonces los dos explotamos juntos en un orgasmo brutal como jamás en toda mi vida tuve antes. Sentía su semen caliente brotar a chorros en mi coño
– ¡Siente! – gritaba yo completamente fuera de control – ¡Siente como me corro para ti, siente que puta soy para ti! – y seguía sacudiéndome en esa corrida de locura.
– ¡Toma, trágate toda mi leche! – me decía él jadeando.
– ¡Dame toda la leche! – le pedía yo los gritos –

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Cuando me la saco, me puso su polla chorreante sobre mis labios para terminar de correrse en mi boca y mi cara. Yo seguía orgasmando como una perra caliente y se la chupaba y lamía como una perdida tragándome toda su leche hasta caer semi desvanecida sobre la cama.
Pero si creía que todo había terminado estaba muy equivocada porque al poco rato mi marido empezó otra vez a manosearme diciéndome que iba a sacarse bien las ganas que me tenía desde hacia años. Cuando yo le dije que me soltara y me sacara el antifaz, me dijo que no. Realmente disimulaba tan bien su voz que parecía que fuese otro y no el quien hablaba.
Empezó a pasarme la polla por todo el cuerpo haciéndome estremecer al sentirla tan caliente y dura. Me extrañaba sentirlo así ya que casi nunca tiene una erección tan intensa y además jamás me folla más de una vez pero, estaba desatado, seguramente había tomado viagra como me había dicho que lo haría algún día. De pronto empezó a pasarme algo distinto por el cuerpo diciéndome que me había traído un “juguete” para mí. Era un vibrador.
– Te va a gustar – me decía – es negro y enorme como te gustan a ti las pollas.
Me trataba como una ramera y esto me excitaba aun más con ese juego erótico. Para ponerme más caliente todavía volvió a chuparme el coño y poco después estaba yo otra vez jadeando y meneándome enloquecida, con su lengua en mi coño. Cuando dejó de chuparme, yo me retorcía y sacudía jadeando de deseos completamente loca.
– Ahora dime si no lo quieres dentro – me decía él, obligándome a someterme.
– ¡Métemelo ya, cabrón! – le pedía descontrolada – Métemelo todo, que me voy a volver loca de caliente, ¿no ves que ya no doy para más?
Me enterró el consolador de manera salvaje mientras me chupaba los pechos. Era un vibrador enorme. Sentía que apenas cabía en mi chocho y el roce cuando empezó a meterlo y sacarlo una y otra vez, fue increíble. Entonces me puso en cuatro patas, sin dejar de meterme el consolador. Se colocó detrás de mí y empezó a mojarme el ano con mis propios jugos, pasándome la cabeza de su polla por él.
Comprendí que pensaba penetrarme por el culo y le rogué que no lo hiciera, recordándole que las otras veces que quisimos hacerlo no pudimos, una parte por el dolor y además porque su polla nunca estaba lo suficientemente dura para lograrlo.
Empezó a empujar más y más haciéndome gemir al sentir que lentamente la cabeza de su polla se me introducía en el trasero. Cuando ya la cabeza estaba dentro echó todo el peso de su cuerpo encima de mí y me la enterró brutalmente haciéndome gritar del dolor tremendo que sentía.
Era como si me metiera por el culo una barra de hierro candente, sentía que me desgarraba pero no podía hacer nada para detenerlo. Empezó a moverse, metiéndomela y sacándomela del culo mientras con sus manos me acariciaba el coño frotándome el clítoris mientras el consolador seguía vibrando, profundamente metido en mi vagina.

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En pocos momentos todo cambió y el dolor desapareció para volver otra vez el placer más intenso a cada momento hasta que acabé jadeando y meneándome como una perra, gozando esa relación perversa tanto o más que él.
Me revolvía la polla en el culo y yo aullaba de placer sin poderme controlar en absoluto, gozando perdida, sintiéndome llena por todos los agujeros en el máximo placer que se podía imaginar y exploté en un orgasmo tan brutal y maravilloso que mis alaridos de placer debían haberse oído en todo el hotel.
– Así, así – me decía.
El oírlo tratándome de aquella manera terminaba de completar el placer de esa corrida. Jamás había orgasmado de manera tan bestial. Me sacudía en convulsiones de placer, ordeñándole la polla con el culo, sintiéndolo correrse dentro de mí. Cuando me la saco yo todavía seguía en ese orgasmo interminable pero él me hizo limpiarle con la lengua la verga que acababa de sacarme del culo. Mientras estaba haciéndolo me saco el antifaz y una luz muy fuerte hirió mis ojos impidiéndome ver nada por unos minutos.
– Ahora vean la carita de la señora decente que nos dio el show de hoy portándose como la puta que es – decía.
Comprendí que esa luz era la de un vídeo digital. ¡Había filmado todo esa tarde! Como estaba aun con las manos esposadas en mi espalda, no podía cubrirme para nada y él seguía filmándome desnuda y mojada de su leche sobre la cama, con la piernas abiertas mostrando claramente ese consolador gigantesco enterrado en mi coño. Cuando apago la luz me quise morir. ¡Ese hombre no era mi marido! Era el cabrón de Enrique que sonreía con su polla semi erecta mostrando aun restos de su semen con que semejante trozo de carne me lastimó el culo. No solo me engañó llevándome a ese hotel sino que me usó como a una ramera humillándome como quiso y filmándome mientras lo hacía.
Yo sollozaba, muriéndome de vergüenza sobre la cama, mientras él me soltaba las esposas. Recogió todas sus cosas y se marchó diciéndome que si sabia lo que me convenía mejor que no le contaba nada a mi marido porque si él llegaba a ver el vídeo iba a notar que yo estaba haciéndolo todo por voluntad propia y además mis orgasmos fueron demasiado evidentes para negarlo.

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Lo cierto era que mi marido estaba en la habitación y disfrutando como un cerdo, pero eso, ya os lo contaré en otra ocasión.
Besos y gracias por leerme.

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