Relato erótico
Se firmó el contrato
La reunión era importante para su empresa. La representante de la otra empresa era la mujer del director de la compañía. El proyecto que ofrecía era bueno y tuvo que batallar con esa mujer, estirada, prepotente e insolente.
Abel – Madrid
Tenía que cerrar un trato importante para mi compañía y, si la cosa salía bien, mi comisión sería interesante, pero el asunto no me gustaba, era una empresa del norte (Bilbao) y la directora de Marketing era la esposa del presidente, una tía en los 40, con traje chaqueta de falda hasta las rodillas y pañuelito al cuello, pelo recogido en moño y estiradísima, con aspecto de catequista de lujo.
La reunión en mi despacho fue tensa, yo sabía que nuestro proyecto era bueno (en ideas y precio) pero aquella tía nada más que sabía poner pegas, todas eran absolutas tonterías, se nota que no tenia ni idea y que estaba donde estaba porque era la mujer del jefe, el caso es que ya estaba hasta las pelotas, decidí jugármela y exploté:
– Mire usted, el proyecto es bueno, difícilmente va a encontrar uno mejor y ya está bien de tonterías, a ver si le voy a tener que enseñar de que va esto, si quiere bien y si no se va usted a Bilbao sin proyecto y busca uno mejor, pero que sepa que le van a criticar, eso si a sus espaldas por aquello de que es la señora del mandamás, pero ya estoy cansado y no voy a darle más vueltas al asunto, además ya estoy hasta los mismos de dorarle la píldora, joder.
Inma (ese era su jodido nombre) se quedó impávida, seria, me miro de una forma extraña, sus ojos brillaban y torció la comisura de sus labios, eran casi las 7 de la tarde:
– No se, creo que voy a ir al hotel a pensarlo, déme su teléfono móvil y le llamo en un par de horas.
Así lo hice y me fui a tomar una copa.
A las nueve y pico sonó el móvil, era ella, el tono de su voz era más suave, lo había pensado y aceptaba el trato. Para mi sorpresa me invitó a cenar, era una celebración a medias, había que cerrar también algunos flecos del asunto. Quedamos en el restaurante de su hotel, después de insistir en que sería yo quien pagara la cena.
Llegué y ya estaba sentada en la mesa, llevaba un traje chaqueta igual que el de la tarde, este era rojo, hablamos de todo un poco, yo bastante serio y tenso, ella cada vez más relajada y condescendiente. La cena fue excelente y cara… Al terminar le pregunté que si le apetecía ir a tomar una copa. A lo que se negó ya que comentó que había unas normas y que no bebía en público. Entonces le propuse que nos la tomáramos en su habitación, allí no la vería nadie. Se quedó sorprendida. Le pedí el número de habitación, que no tardaría en subir y ella accedió.
A los pocos minutos estaba llamando a su puerta, abrió y me introdujo rápidamente y con misterio. La habitación era realmente lujosa. Me dirigí al minibar, lo abrí y le pregunté si le apetecía champán, me contestó que si. Cogí las copas y abrí la botella, estaba sentada en el sillón, llené las copas y se levantó para brindar, brindamos y se la bebió de un trago.
Le llené de nuevo la copa, no había terminado yo la primera cuando de un trago se había bebido de nuevo la suya, a esta puritana practicante de la doble moral le gustaba ponerse ciega, además podía intentar un acercamiento, a ella le sería muy difícil justificar mi presencia en su habitación, así que me senté en el reposamanos de su sillón, eché el brazo sobre su cuello e intente besarla, ella dio un salto. Me puse de pie, la agarré de la cintura y la atraje sobre mí, la besé, se resistió pero en cuestión de segundos sus labios estaban abiertos y mi lengua sondeaba su lengua y su boca, su perfume era suave y sugerente, seguramente muy caro, respondía a mi beso. Seguimos besándonos de pie unos minutos hasta que decidí pasar a mayores. Le desabroché la camisa, el sujetador era realmente una pieza de lujo, metí la mano dentro de la camisa y sobé sus tetas sobre el sujetador mientras le besaba el cuello y el escote, de pronto se apartó de mí:
-Esto es una locura, usted debe irse.
-Esto no es ninguna locura, es natural y excitante y tú eres una mujer preciosa- le dije mientras me acerqué de nuevo y recomenzaba el manoseo.
La oposición fue tibia, seguí besando su cuello y desabroché su sujetador, sus pezones estaban duros, los acaricié y pellizqué suavemente, cuando lo hice ella gimió, aumenté la presión sobre sus pezones y ella gimió más fuerte, apretando mis nalgas, bajé la cremallera de mi pantalón y me saqué la polla, cogí su mano y la puse sobre ella, le besé en la boca metiéndole la lengua a tope, seguía sin soltarme la polla. Bajé la cremallera de su falda, levantó los pies y quedó en el suelo, se quedó en ropa interior, braga, sujetador y ligueros, estaba buenísima. Me separé un poco para mirarla en toda su belleza, se soltó el moño, tenía el pelo largo, tenía esa extraña mirada y el labio un poco torcido, una expresión absoluta de estar fuera de control y dispuesta a todo.
En un santiamén me quedé en pelotas delante de ella, con la polla apuntando al techo, me acerqué de nuevo y la apreté contra mí, seguí besándola, su respiración era muy agitada, conseguí soltar sus sujetador, tenía unas maravillosas tetitas, en forma de pera y como dice un buen amigo, caídas para arriba. Comencé a chupar sus pezones, como con los pellizcos noté que le excitaban las caricias duras, probé un mordisquito, gimió más fuerte, apreté más y el gemido casi se convirtió en un gruñido animal, apretó mi cabeza contra su teta.
Me empeñé con su teta mientras le bajaba las braguitas y comencé a tocarle el coño, mojadísimo, metiéndole un dedo y localizando su clítoris, fue fácil, era casi como una canica de gordo.
La senté en el sillón y metí la cabeza entre sus piernas. Mi lengua empezó a recorrer toda su raja desde el culo hasta el clítoris, mientras le abría los labios con los dedos, le metía la lengua en el coño. Me quedé alucinado, no llevaba dos minutos lamiéndole su mojadísimo coño cuando sentí como se estiraba y casi se desmaya con su primer orgasmo, sentí su corrida, la cantidad de flujo aumentó, emitió unos sonidos guturales roncos y se quedo semi desvanecida, me incorporé y la miré, era un señor polvo, la cogí en brazos y la llevé a la cama.
Invertí mi posición y continúe comiéndole el coño. Acerque mi polla a sus labios y se puso tensa.
– ¡Chúpamela zorra!
El insulto le gustó, apretó sus piernas sobre mi cara y comenzó a chupar, la verdad es que lo hacía fatal, entre que no se concentraba por la comida de coño y que no se había comido en su vida una polla, chupo más fuerte y volvió a correrse en mis labios. Me incorporé le dije que se diera la vuelta y se pusiera a cuatro patas. Se puso, la visión era maravillosa, un culo redondo y un coño precioso asomaba entre sus nalgas. Sin contemplaciones se la metí de un golpe, gritó de gusto. La estaba follando sin contemplaciones, en cada empujón casi levantaba las rodillas de la cama, pellizcaba sus tetas, mientras más fuerte lo hacía, más apretaba su coño en mi polla. No paraba de retorcerse y estirarse, resoplaba, yo estaba para reventar.
Me corrí como un bendito mientras ella seguía culeando, había destapado la caja de Pandora. Se incorporó y se tendió en la cama, agarrada a mi polla húmeda sus ojos brillaban, estaba como poseída. Entonces le ordené que me limpiara la polla con su boca. No puso reparos, chupó y lamió mi capullo con restos de leche y de flujo, lamió mis huevos mientras yo acariciaba su pelo y pellizcaba alternativamente sus pezones.
Cuando acabó nos dirigimos al jacuzzi. Era magnífico, jugueteamos en él, acariciándonos, diciéndole barbaridades que le sobrecogían y le excitaban, me entraron ganas de orinar, me puse de pie y lo hice sobre ella. Mi chorro amarillo y caliente caía en su cara, en sus labios y se deslizaba entre sus tetas, estaba alucinada, le gustó, ya lo creo que le gustó. Mi polla se puso de nuevo como una piedra de dura. Me tumbé en el jacuzzi y su coño quedó sobre mi polla, entendió rápido y se la metió. Al momento me estaba cabalgando, me estaba follando ella. Joder con la señora puritana y morbosa, estaba sintiendo su corrida en mi polla, decir polla, coño, follar y todas las palabras que la asquerosa moral le prohibía, la ponían a mil por hora y desembocaba en una cascada de orgasmos que, para que nos vamos a engañar, engordaban una barbaridad mi vanidad de macho.
Nos secamos y nos fuimos de nuevo a la cama, ya no tenía que decirle nada, sus labios rodeaban mi capullo, sus dedos sopesaban mis huevos, estaba entregada, entregadísima. La puse boca a bajo y comencé a lamerle el ojo del culo y meterle la lengua dentro, aunque dio un pequeño respingo de sorpresa ya no preguntaba tonterías del tipo “que me haces, sabía muy bien lo que estaba haciendo y lo que iba a hacer, le iba a desvirgar y follar su culo. Su inquietud por mis intenciones era grande, pero más grande era su curiosidad y morbo, cada vez que sentía mi lengua penetrar en su culo levantaba sus nalgas para recibirla. Le unté un poco de crema y jugué con un dedo en su culo, la invité a masturbarse y comencé a susurrarle guarradas:
– Eso es, abre tu culito de zorra, siente mi dedo, en cuanto dilates un poco más, será mi polla abriéndote el culo lo que vas a sentir. No quiero oír quejas, quiero que me pidas que te parte en dos, que te encule viva.
Su culo apretaba mi dedo, estaba a punto de correrse de nuevo, le saque el dedo y sitúe la polla en la entrada de su culo, le metí la cabeza, se quejó, se la terminé de clavar de un solo golpe hasta las mismas pelotas. Gritó más fuerte. Me quedé quieto, sin moverme, dejando que mi polla se acomodara en su culo, que se excitara y el placer sustituyera al dolor, sus quejas fueron remitiendo y en pocos minutos comenzó a mover su culito.
Sentía que el vaivén de su culo pedía movimiento, la sacaba en par de centímetros y se la volvía a encajar hasta las pelotas, ella seguía masturbándose y yo embistiendo. Sentía su culo dilatándose y como ella lo apretaba para recibir mi polla, ahora la sacaba casi entera y se la volvía a encajar, estábamos en plena enculada salvaje, fuera de control, sentía las contracciones de su orgasmo de nuevo, la perra no paraba de correrse, lo estaba pillando con ganas, con muchas ganas. La saqué poco a poco y la introduje de un golpe en su coño, la cabrona levantaba las nalgas para recibir mi polla, había tardado años en desmadrarse, pero bien pronto había aprendido. Se me aflojaron hasta las rodillas en la corrida, caí de espaldas como un conejo, que gustazo, era uno de los mejores polvos de mi vida, una amante nata, una zorra de lujo.
Cuarenta y ocho horas estuvimos sin salir de la suite, no desaprovecho una sola gota y limpió mi polla con la lengua después de cada corrida. Seguimos viéndonos y disfrutando juntos de nuevas experiencias. Su vida y carácter cambiaron radicalmente. Ahora es otra mujer, la mujer que siempre había soñado…
Un abrazo para todos.