Se equivocó de piso y …

Estaba en su casa conectando el nuevo aire acondicionado y estaba en pelotas. Llamaron a la puerta y cogió una enorme camiseta que había sobre el sofá, se la puso y abrió la puerta. Era un mujer, sobre los cuarenta, guapísima, que se había equivocado de puerta. Volvió a llamar para pedirle agua mientras esperaba en el rellano y…

Emilio – Barcelona
Esto me ocurrió un bochornoso día de Agosto. Estaba en casa probando el aparato de aire acondicionado acabado de instalar. El calor era agobiante y me moría de ganas de probarlo. De repente llamaron a la puerta, tenía que ponerme algo de ropa, ya que iba en pelotas. Me puse lo primero que encontré a mano, una camiseta talla XXL de aquellas que son enormes, la utiliza mi mujer para estar por casa, ya la había dejado tirada esta mañana en el sofá, me llegaba casi hasta las rodillas.
Miré por la mirilla y vi a una mujer morena con una maleta bastante grande, “esta quiere venderme algo”, pensé.
Abrí la puerta justo para que se me viera la cara, me daba vergüenza la pinta que tenia. Le pregunté que deseaba, me dijo que venía para una demostración, le dije que no esperaba a nadie, miró un papel y se dio cuenta de que se ha equivocado de piso.
-Perdona, voy al 4º2ª – la vecina de enfrente.
Se disculpo y cerré la puerta. Caramba como estaba la señora, tendría unos 38-40 años, llevaba ropa de verano de color blanco, pantalones anchos, camiseta de tirantes y sandalias con tacones de vértigo.
A los dos minutos volvían a llamar a la puerta, era ella otra vez. Se disculpó y me dijo que en frente no había nadie, y que si me importaba darle un vaso de agua mientras esperaba en el rellano, ya que había llegado un poco antes de la hora prevista.
Volví de la cocina con el vaso de agua, ella estaba de espaldas frente al aire acondicionado y toqueteando el mando. Los pantalones eran de lino y transparentan un precioso trasero, no se le notaban las bragas, ¿Llevaría un tanga?
Le ofrecí otro vaso de agua y cuando volví de la cocina, le pregunté si trabajaba de comercial vendiendo libros. Me dijo que si era comercial pero que no vendía libros. Con la crisis se había quedado sin trabajo y ahora vendía “artículos para fiestas” a domicilio. Me extrañó eso de “artículos para fiestas” y sonriendo me aclaró:
-Bueno, son “cosas” para divertirse.
Mientras llevaba la jarra de agua y una cubitera a la mesita, note que estaba algo tensa y un poco ruborizada. Sin darme cuenta tropecé con la maleta que dejó apoyada en la mesita, la maleta, el agua, el hielo y yo acabamos en el suelo.

-¿Te has hecho daño? –preguntó-
Me levanté completamente mojado y entonces vi el contenido de la maleta que se había abierto al volcarse. Estaba lleno de consoladores, látigos, ropa erótica, etc. Es decir era como un sex shop ambulante. Cuando se agachó para recogerlos su culo quedó frente a mis ojos. Volví a excitarme y como es lógico mi polla se puso tiesa como un palo. Cuando se incorporó estaba sofocada y me pidió disculpas.
-Lo siento, que vergüenza.
No dijo nada más, sus ojos se clavaban en el relieve de mi camiseta, además de su cara sonrojada, sus ojos se abrieron como platos, sin decir palabra agarró el prominente bulto y empezó a lamerlo por encima de la camiseta.
A los pocos segundos me quitó la camiseta y me lancé al suelo junto a ella totalmente desnudo, le quité los pantalones como pude mientras ella se quita la camiseta, tenía razón, llevaba un mini tanga transparente y ver su pubis totalmente afeitado, sus pechos preciosos, redondos y con unos pezones enormes, me calentó como un burro.
Sin pensarlo nos colocamos en posición del 69. Nunca antes había lamido un chocho y totalmente afeitado, la sensación era maravillosa. Noté mi polla dura como una estaca, miré y la vi pasando la lengua y ensalivando mi rabo. Decidí concentrarme en lo mío, ¡que gusto!
Seguimos así durante varios minutos, solamente se oía el sonido de los lametazos mutuos hasta que de repente, noté que metía un dedo por el culo, me gustaba, pero… ¡el dedo vibraba! Miré como pude y vi que me había puesto un vibrador en el culo, y por cierto me daba un gusto tremendo.
Decidí seguirle el juego y sin mirar palpé el suelo buscando un consolador, pero lo primero que encontré era un cubito de hielo, lo cogí y mientras mordisqueaba sus labios, le acaricié el clítoris con el hielo y se estremeció gimiendo de placer.
Entre gemido y gemido siguió mamándome la polla como una loca. De pronto, paró y noté que me ponía una arandela en la base de la polla. Fue el detonante, le dije que si no paraba iba a correrme. Entonces me dijo que me iba a poner una cosa que me ayudaría, cogió un frasco del suelo y untó mi cipote con una crema. Note un cosquilleo, tenía la polla menos sensible, pero lo suficiente para sentir mucho placer.
Decidimos cambiar la incomodidad del parquet por la cama, antes y sin decirnos cogimos un montón de artilugios de los que se habían derramado por el suelo y las llevamos a mi habitación.

Me tumbé boca arriba, en la cama. Estaba impaciente por follármela. El efecto de la crema y la arandela consiguieron una sensación increíble, la tenía muy dura y tensa. Antes de ponerse encima cogió un extraño aparato, era como una funda de plástico con una bomba, enfundó mi polla y empezó a bombear. Parecía que me iba a estallar la verga.
A medida que crecía fue bajando más y más la arandela y siguió bombeando. El cosquilleo, placer y presión eran increíbles, parecía que iba a explotar en cualquier momento, bombeaba y bajaba la arandela, así durante varios minutos hasta que sacó el cacharro.
Mi polla es como un pepino enorme, rebosante de sangre y mis huevos rellenos de esperma, duros como dos pelotas de golf.
Con la boca, me puso un preservativo de color rojo proporcionándome un placer indescriptible. Se monto sobre mí, de espaldas y de pronto tenía ante mi aquel precioso trasero que me cautivó solo verla, bruscamente y con fuerza se abrió el coño y se clavo mi polla hasta el fondo.
¡Aquel trasero, aquel agujerito!… le metí un dedo, pero apretó el culo. Seguí lentamente hasta que me dio un franco y me dijo que le untará el ojete con aquella crema.
Le puse aquella crema sedosa alrededor y dentro del ano, ella seguía cabalgando como una posesa. Alargue la mano y cogí un consolador negro que tenía un tacto casi humano.
Mientras su chocho, estrujaba, oprimía y bombeaba mi polla-pepino, empecé a jugar con su trasero y el pene negro. ¡Ufff¡qué gusto daba ver mi polla entrar y salir de aquel agujero sin pelos, húmedo, dilatado y casi al rojo vivo. Además tenía en primera línea el otro agujerito pequeño pero que se iba ensanchando a medida que presionaba con la polla de goma, así hasta que conseguí metérselo todo dentro. Gritaba, jadeaba, movía la cabeza a izquierda y derecha a la vez que aceleraba el ritmo de sus caderas, de pronto empezó a temblar y a gritar, se estaba corriendo como una loca.

Tuvo un orgasmo largo y abundante, incluso creo que tuvo varios orgasmos consecutivos, que pena que a los hombres no nos ocurra lo mismo
Pero ahora era yo quien no podía más, ella se dio cuenta y se bajo bruscamente, mi polla estaba a punto de estallar. Me sacó la polla con rapidez y empezó a mamármela con avidez. Me corrí como un cerdo, nunca en la vida había soltado tanta leche, pero no era un problema para ella, se la tragó hasta la última gota.
Acabamos y exhaustos y nos dormimos. Horas más tarde nos despertamos los dos a la vez, cada uno gritando cosas diferentes
Ella dijo: Madre mía, es tardísimo, mi presentación…
Y yo respondí: Joder son las 8, mi mujer está a punto de llegar
Nos vestimos con rapidez, nos dimos un beso y nos despedimos con un hasta pronto. Por supuesto volvimos a vernos, pero ya os lo contaré otro día.