Se dejó dar por el culo

La conoció en un chat y como quien no quiere la cosa, se exhibieron por la webcam, y decidieron conocerse en persona. Fue una cita caliente y su primera sesión de sexo anal.

José Luis – Palencia

Tengo 32 años, dicen que no estoy nada mal y la verdad es que suelo tener éxito con las tías. Un día y por casualidad entré en un chat. Poco a poco me fui aficionando y me conectaba desde el trabajo cada vez que podía.
Conocí a una chica de una ciudad muy cercana a la mía, teníamos oportunidad de chatear casi a diario, los dos andamos en los treinta y aunque ya tengo una relación, me gustaba mucho hablar con ella ya que es muy alegre y directa. Poco a poco nos fuimos “intimando” y las conversaciones se volvieron más picantes.
Desde el primer momento fui sincero y le conté que tenía pareja. Ella me comento que recién había salido de una relación algo complicada y estaba algo resentida con los tíos.
Como teníamos webcam, le dije que podríamos conocernos físicamente. Su cara era atractiva, pero lo que más me encandiló fueron sus tetas y su culo. Quizá le sobraban unos kilitos pero a mí, me gustan las mujeres culonas.
Le dije que me gustaba mucho, pero ella dijo que estaba gorda y que normalmente a los tíos no les gustaban las gordas. Le repetí que a mí me gustaba y que en aquel momento tenía una erección. La imaginé desnuda y le pedí que me enseñara las tetas, a lo que para mi sorpresa, ella accedió y eso que estaba en la oficina, cerro la puerta y se levanto la blusa dejando al descubierto esas tetas de lujo grandes y carnosas las cuales frotaba y masajeaba provocándome una calentura extrema. Se lo dije y me pidió que le enseñara la polla, no es que la tenga muy grande pero mis 18 cm tiesos y duros le gustaron. Se excitó y ambos nos masturbamos mirando las pantallas. Fue mi primera sesión de cibersexo.
Al terminar le dije que sería mejor en vivo, a lo que contesto que estaba dispuesta, que fijáramos una fecha para vernos y que yo acudiría a su ciudad lo más pronto posible y eso ocurrió en a los dos días me dio la dirección de su trabajo y quede de ir por ella al final de su jornada.
Mientras la esperaba, me alucinaba pensar que iba a ver a una chica a la cual no conocía en persona y sin más rodeos, tendría sexo. La idea me excitaba por lo que puse a volar mi imaginación con lo que le haría a esa gordita. Sobre todo teniendo en cuenta de que era una mujer muy abierta y no hay que andar con rodeos ni adornando las cosas. Seria sexo por sexo sin compromisos ni sentimentalismos.
Mis relaciones sexuales, incluso con mi pareja eran muy placenteras, pero con ninguna había podido cumplir un deseo anhelado desde hacía mucho tiempo. Tener sexo anal, meter la polla en un culo apretadito, ver como devora mi polla en medio de unas nalgas que la desean y la piden. Las chicas con las que había tenido sexo nunca lo permitieron lo consideran sucio o muy doloroso. Y eso solo provocaba que mi deseo aumentara.
Por lo que pensaba aprovechar esta oportunidad al máximo no me importaba tanto la belleza, de Isabel la chica que en unos minutos vería, sino la confianza que me brindaba por lo que no dudaría en pedirle el culo a mi amante ocasional.

De pronto, apareció ella con un vestido azul con flores bastante llamativo y que disimulaba en parte su obesidad, además tenía un generoso escote y se admiraban ese par de enormes tetas. Cachonda la tía pensé, está dispuesta a todo. Nos saludamos como si nos conociéramos de años de inmediato nos sentimos cómodos y en confianza. Ella me comento que ya sabía donde iríamos, un motel cercano lo cual hizo que una oleada de excitación me recorriera
En cuanto entramos, no perdimos demasiado tiempo charlando. La abracé y comencé a besarla. Ella respondió de una forma rápida y decidida pasando su lengua por mi boca. Nos tocamos y empecé a sobarle las tetas por encima del vestido y ella, frotaba mi polla por encima del pantalón.
Pase mi mano bajo su vestido y toque su diminuto tanga, tenía el coño encharcado. Apretaba sus nalgas mientras nos morreábamos. Nos tumbamos en la cama y nos sacamos la ropa a toda velocidad. ¡Vaya si tenía prisa la gordita! Después me conto que hacía un año que no follaba y estaba muy caliente.
Le abrí las piernas y empecé a comerle el chocho. Me gusta ver a una mujer retorcerse de placer. Lo chupaba y lo lamía, pero cuando agarré su clítoris con los labios lo mamé, me agarró de la cabeza y no me soltó hasta que se corrió en un largo y abundante orgasmo, mientras gritaba como una loca.
Seguí comiéndole el chocho y poco a poco, fui bajando hasta llegar a su agujerito oscuro. Noté que lo cerraba, pero poco a poco, mientas le restregaba el clítoris, le fui metiendo un dedo en el culo y se lo follaba despacito. A los pocos minutos ya estaba preparada para que se la metiera hasta el fondo.
La coloqué a cuatro patas y se la clavé de golpe. Chillaba y decía que por allí no, pero pronto fue ella la que culeaba para que se la metiera.
Por fin había conseguido mi sueño, estaba dándole por el culo a una mujer y además, no se resistía. Era tanto el gusto que no pude ni avisarla, me corrí como un adolescente.
Dejé que se hiciera pequeña, y la saqué. Catalina, que así se llamaba, se tumbó en la cama y dijo:
-Es la primera vez que me la meten en el culo. No me ha disgustado, pero me imagino que el que ha sentido más placer, has sido tú. De todas formas, ahora te la chuparé un rato porque quiero que me folles, pero esta vez, el coño.

Me dijo que me tumbara, agarró mi morcillona polla y se la metió en la boca. ¡Como la chupaba! Como podéis imaginaros, a mi edad, me la ha chupado más de una mujer, pero como Catalina, nadie. La iba pajeando despacito, la lamia, la mamaba despacito y succionaba mi capullo con tal maestría que al poco rato, mi polla babeaba.
Lo que rompió los esquemas fue la comida de huevos. Alguna vez mi pareja lo había intentado pero siempre me hacía daño. En cambio, Catalina, la lamia, los chupaba y se los metía en la boca. Aquel calorcito me estaba volviendo loco.
Cuando intuyó que faltaba poco para que me corriera, paró, se subió encima de mí y me cabalgó como una experta amazona. Ya no podía más, pero aún aguante un ratito. Le dije que iba a correrme, entonces, bajó, se la metió en la boca y me la chupo hasta que se la llené de leche.
Estábamos cansados y nos quedamos un rato en la cama. Después no dimos una ducha y nos fuimos. La dejé cerca de su casa y mientras nos despedíamos, quedamos que volveríamos a vernos, y vaya si lo hemos repetido, pero esto, os lo contaré otro día.
Un saludo para todos los cachondos de la revista.