Relato erótico
Fin de semana a lo loco
Lo que iba a ser una noche de sábado como tantas otras cambió en el momento en que apareció ella y chocaron. Era atractiva, mucho mayor que él, y…
Marcos
Hola, me llamo Marcos, actualmente tengo 23 años, pero la historia que voy a contar me sucedió cuando tenía 20. Soy un chico normal, mido 1,80m, de constitución normal, pelo negro, relativamente guapo y en cuanto a atributos sexuales la tengo bastante normal, 18-19 cm de largo y unos 4 cm de diámetro.
Era sábado por la noche, así que decidí quedar con los amigos para irnos de fiesta. Nos fuimos a un pub donde solía ir gente más mayor que nosotros, de 24 a 35 años, y a pesar de que aquel sitio estaba completamente lleno, nos hicimos un sitio aunque lejos de la barra. No tardé en ir a pedir algo de beber, llegué a la barra con dificultad y le pedí a una camarera, que estaba buenísima, un whisky con hielo y cuando me di la vuelta me choqué con una mujer que tendría unos 34 años, y le mojé
el top con el whisky.
Cuando me fije más en aquella mujer no podía apartar la mirada de ella, tenía el pelo rubio-castaño y liso hasta un poco por debajo de los hombros, unos profundos ojos azules, su piel estaba muy morena y tenía un brillo atrayente para la vista, sus pechos se dejaban ver tímidamente en un escote que situaba aquellas maravillosas tetas en una situación forzada, uno junto al otro, y sus pezones se marcaban de manera notable en el ajustado top que vestía. Era delgada y media 1,72 m aproximadamente, y su mirada me estaba encarcelando en una prisión de sensualidad, era una mirada seria a la vez que pasional, se sentía el calor que emanaba de su cuerpo y que hablaba a través de unos hermosos labios pintados discretamente para dejar observar su belleza natural.
Después de unos segundos en el paraíso de la vista, volví a la realidad y me di cuenta de que le había mojado el top por mi torpeza y le pedí disculpas a la vez que intentaba buscar un pañuelo para secarla, todo bajo la, esta vez risueña, mirada de aquella hermosa mujer. De los nervios que tenía le volví a pedir disculpas unas tres o cuatro veces más, y a todas ellas respondía con una sonrisa y un:
– No pasa nada, no te preocupes.
Después de aquel encuentro volví hacia donde estaban mis amigos y continué la noche normalmente. A la hora más o menos, se me acercó alguien por la espalda y me susurro al oído:
– ¿Vienes fuera a dar una vuelta?
Cuando me di la vuelta y la vi, se me aceleró el corazón y solo pude responder poniendo cara de bobo y emitiendo un débil “si”. Ya estábamos fuera y yo no sabía qué hacer ni que decir, así que le pregunté la primera estupidez que me vino a la cabeza:
– ¿Ya se te ha secado la mancha?
– Sí, tranquilo, que no has cometido ningún crimen – dijo sonriente.
– ¿Como te llamas? – le pregunté.
– Teresa, ¿y tú?
– Marcos.
Seguimos hablando sobre cosas sin importancia un rato mientras paseábamos por una tranquila calle bajo la luz de una luna casi llena y el calor del verano se notaba en el aire. Hablando con ella supe que estaba divorciada desde hacía unos cuatro años, que tenía 39, aunque no los aparentaba, y que tenía una hija. Entonces me dijo que estaba agotada y que pronto se iría a casa y yo me ofrecí a acompañarla mientras seguíamos paseando, a lo que respondió con una sonrisa tímida a la vez que pícara. Cuando llegamos a la puerta de su casa, me intenté despedir de ella con dos inocentes besos en la mejilla pues realmente no sabía cómo actuar ya que no había tenido relaciones con ninguna mujer, ni siquiera había tenido mi primer beso, pero ella me invitó a subir un rato a su casa, cosa que yo acepté con mucho gusto.
Entramos en su casa, y entonces su cara cambio de expresión, de la tímida sonrisa pasó a la pasión, se acercó a mí y me empezó a besar el cuello hasta que llegó a mi boca y nos unimos en un largo beso, su lengua buscaba ansiosa a la mía, yo la abracé y empecé a sentir su espalda y su magnífico culo bajo mis manos, mientras ella seguía besándome con desesperación. Poco a poco le iba subiendo la falda y acariciando sus muslos con mis inquietas manos, su piel ardía, y sus delicadas bragas blancas estaban empapadas de la excitación, me desabrochó la camisa y empezó a chuparme el pecho con ansiedad mientras yo jugueteaba con mis dedos con aquellas bragas y con el origen de su humedad. Tenía la rajita con apenas vello y yo pasaba mis dedos sobre sus labios vaginales para luego llevar los mismos dedos a su boca para que chupara sus propios jugos. Luego introducía mis dedos en su coño poco a poco mientras con mi otra mano manoseaba sus tetas a través de su top, percibiendo con el tacto la dureza de sus pezones.
Mi polla estaba totalmente aprisionada por el pantalón y dándose cuenta de la situación, Teresa empezó a desabrochármelo y a masturbarme por encima de los calzoncillos. Entonces saqué mis dedos de su rajita, comencé a quitarle el top y sus grandes tetas aparecieron ante mis ojos. Eran perfectas, su tono moreno y brillante acentuado por el sudor que resbalaba por su piel y con aquellos hermosos pezones oscuros. No podía aguantar un segundo más sin empezar a chuparlos. Con mi lengua rodeaba sus pezones y sus senos mientras con mis manos los acariciaba y moldeaba. Su respiración era ahora acentuada y sus gemidos de placer me excitaban cada vez más por le metí mis dedos en su boca ahogando por instantes sus gemidos y los empapé de saliva para luego meter mi mano bajo sus bragas, acariciando por el camino su vientre y su monte de Venus. En el acto comencé a masturbarla acariciando suavemente su clítoris y sus labios, introduciendo discretamente algún dedo en su vagina y en su ano.
De pronto empezó a correrse violentamente, contrayendo sus músculos mientras gemía y gritaba como una desesperada, agitando sus cabellos y convirtiendo sus besos en pequeños mordiscos de pasión. Cuando pasó el orgasmo se puso de rodillas y empezó a masturbarme suavemente y a introducirse mi pene en su boca. Lo chupaba con su lengua en punta, extendía su saliva desde la base hasta el glande mientras con sus manos masajeaba mis testículos y ante tanto placer no pude contenerme más y eyaculé sobre su cara y sus tetas mientras Teresa seguía chupando y buscando con su lengua aquel preciado semen y tragándoselo como si fuera el mayor manjar.
Al acabar me abrazó y me dio un largo beso, entonces la levanté agarrándola de los muslos y la llevé al dormitorio, la tumbé sobre la cama, le quité las empapadas bragas que se oponían a abandonar esa hermosa rajita, y me dispuse a chuparle aquel precioso coño rasurado a medias con un poco de pelo castaño en el centro. Observé aquel cuerpo, vestido tan solo con unas medias color carne, retozando como una gata en celo sobre la cama, me puse sobre ella y empecé a chupar y acariciar cada rincón de ese precioso cuerpo. Besaba su cuello, chupaba sus labios, acariciaba sus senos y sus delicados brazos, besaba su vientre, sus largas y preciosas piernas, recorría su espalda con mi pene hasta llegar al ano y lo pasaba de largo acariciando el perineo, manoseando sus glúteos con violencia, besando el interior de sus muslos, y chupando finalmente su clítoris y su labios vaginales.
Sus gemidos aumentaban en frecuencia y eran cada vez más salvajes, cerraba los ojos y acariciaba sus pezones, chupándolos de vez en cuando. Mientras yo chupaba y absorbía su clítoris, empapaba su rajita con saliva e introducía discretamente mi lengua en ella, jugando con mis dedos sobre su monte de Venus, en su ano y sobre su hermoso coñito. Sus gemidos se convirtieron en gritos, estaba a punto de llegar al segundo orgasmo, acerqué mi pene a su raja y empecé a acariciar de arriba a abajo su coñito introduciendo una pequeña parte del glande en él. Cuando le llegó al orgasmo ahogué sus gritos con mis besos mientras calmaba su coño con las caricias de mis manos. Sus jugos saciaban mi sed, su piel resbaladiza incitaba al sexo continuamente, nuestros cuerpos permanecían abrazados, mi erecta polla dijo:
-¡Métemela ya, métemela hasta el fondo… quiero sentir tu verga atravesarme!
Coloqué mi polla en la entrada de su agujerito y se la introduje de golpe, ella soltó un gemido agudo y empecé a metérsela y sacársela con un ritmo lento al principio pero cada vez más trepidante. Sus tetas se balanceaban arriba y abajo al son de las embestidas y durante un rato estuvimos follando uno frente al otro, con su mirada clavada en la mía, con sus besos furtivos y el vaivén de aquellos hermosos pechos que de vez en cuando recibían caricias y lengüetazos. Sin sacar la polla de su raja se puso a cuatro patas e incorporándome, aumenté el ritmo de las penetraciones. Así tenía aquel culo perfecto ante mí y era imposible desaprovecharlo, ensalive su ano y empecé a tocarlo con mis dedos mientras continuaba embistiendo con todas mis fuerzas contra el coño de Teresa, y una vez que estuvo dilatado, saqué mi verga y se la coloqué en la entrada de su ano, comenzando lentamente a introducírsela hasta que ya no entraba más. Teresa gritaba y gemía de dolor y de placer diciéndome:
-¡Sigue, sigue… más fuerte, méteme tu polla, más… más… ooooh… fóllame más!.
Empecé a sacar e introducir mi pene con fuerza en su ano, mientras me agarraba a su culo y mis testículos golpeaban en su raja. Yo veía la cara de placer de Teresa contra la almohada y como sus tetas se movían bruscamente. Estaba a punto de volver a tener un orgasmo pero yo ya no podía más y me corrí dentro de ella. El semen salía de su ano y mi polla, ya fuera, seguía expulsando semen sobre su culo. Sus gemidos se mezclaban con los míos y nuestros cuerpos sudorosos seguían moviéndose intentando alargar el placer. Ella se acercó a mi polla y empezó a limpiarla con su lengua suavemente y cuando hubo acabado mi polla seguía erecta, no podía dejar de follar ni un minuto con aquella increíble mujer. Se puso mi polla entre sus tetas y empezó a hacerme una cubana, sus senos se amoldaban a mi pene, aquella sensación de presión sobre mi falo, y la cara de viciosa que ponía Teresa, me estaba excitando de forma increíble y como no pude aguantar mucho rato de nuevo me corrí sobre sus tetas y su cara quedó salpicada por mi semen y nos unimos en un largo beso.
Nos quedamos un rato tumbados sobre su cama, desnudos, en aquella calurosa e inolvidable noche de verano, le acariciaba su suave pelo a la vez que admiraba su cara satisfecha. No podía dejar de excitarme una y otra vez cuando contemplaba su cuerpo sudoroso perfectamente moldeado, sus hermosas tetas colmadas con unos pezones oscuros y respingones, toda ella evocaba una sexualidad salvaje, quería estar follándomela día y noche. No lo pude aguantar más, la cogí en brazos y me dirigí al baño, sin cruzarnos ni una sola palabra ella enseguida comprendió lo que yo deseaba, abrió el grifo de la ducha, cogió el bote de gel, y empezó a enjabonarse a la vez que movía su cuerpo en un frenético baile lleno de deseo sexual, me metí con ella en la ducha y empecé a moldear con mis manos cada centímetro de su resbaladizo cuerpo, mientras ella enjabonaba el mío.
Nos empezamos a masturbar mutuamente, penetraban mis dedos por sus orificios a la vez que ella masajeaba mi verga que estaba totalmente dura. La puse dándome la espalda y empecé a jugar con mi pene y sus agujeritos, resbalando mi polla a través de su raja se abría paso entre sus glúteos y acabé penetrándola salvajemente mientras ella se apoyaba en la pared y cerraba los ojos de placer. Con mis manos ocupadas en sus pechos, seguía metiéndosela en su ano y su coño alternativamente hasta que no pude aguantar más y eyaculé dentro de ella. Nuestra relación duró tres semanas en las que hicimos el amor casi todos los días pero terminó el día en que su hija nos pilló haciéndolo.
Desde entonces, no he vuelto a tener relaciones sexuales con ella. Besos y hasta otra.