Relato erótico
Ruidos sospechosos
Consiguió hacer realidad su fantasía de montarse un trío. Salía de ver a su novia y por la escalera se cruzó con unos vecinos que estaban en plena faena. Lo invitaron a participar y…
Pedro – ALICANTE
He de reconocer, amigos de Clima, que siempre me había excitado la idea de formar un trío, con dos mujeres o una pareja hombre/mujer, pues aunque mis gustos son heterosexuales, no me importaba la idea de follar dos hombres con una misma mujer. El hecho era que me encantaba, y aún me gusta, leer los relatos que publicáis en vuestra revista, de parejas, chicas y chicos, contando sus experiencias, pero no me los llegaba a creer ya que mi vida era lo que se suponía normal y nunca había tenido ni conocido alguien con esas experiencias.
Alguna vez había comentado con mi novia el hecho de que una tercera persona, mujer u hombre, se nos uniera en la cama, pero siempre había rechazado la idea por desagradarle. Lo había intentado alguna vez contestando a algún anuncio sin obtener ningún resultado, bien porque no puedo mandar foto o porque directamente no me contestaban y aunque desistí, no quise renunciar a mi fantasía, y fue una noche de agosto la que me dio la ocasión de poder realizarla.
Salía del piso donde vive mi novia, serían sobre las once y media de la noche, y en vez de tomar el ascensor decidí bajar por las escaleras. Al llegar al descansillo del segundo piso oí unos ruidos de ropa y respiración, que en un primer momento no identifiqué, que provenían del pasillo. Como era un mes en el que se daban muchos robos, pensé que podía ser un ladrón, de manera que decidí averiguar qué era eso. Yo soy un chico de 26 años que mide 1m86, de complexión fuerte, de manera que tenía un poco de confianza en poder intimidar al posible ladrón.
Me acerqué lentamente a la puerta y me asomé discretamente para observar y, cual no sería mi sorpresa cuando el ladrón en cuestión era en realidad el matrimonio del piso 2B dándose el lote. La verdad es que nunca había estado tan cerca de una situación así y, como no parecía que se hubieran percatado de mi presencia decidí quedarme a disfrutar del espectáculo. El matrimonio no tiene hijos, ella, a la que la llamaremos Ester, debe medir aproximadamente 1m70, es de pelo negro, liso y corto. Ya me había fijado en ella en la piscina de la urbanización, su cuerpo es delgado, sus caderas estrechas, sus pechos pequeños y muy redondeados, la verdad es que es una mujer atractiva. Él, al que llamaremos Antonio, es de estatura media, 1m80, pelo negro corto y de complexión normal tirando a delgada.
Aquella noche Ester llevaba una falda fina, blanca con dibujos étnicos estilo hippy, y una camisa lisa de color violeta. Antonio le había abierto la camisa por completo, desabrochado el sujetador, que estaba en el suelo, y le estaba lamiendo los pezones, mientras con sus manos jugaba bajo la falda de Ester, quien tenía sus ojos cerrados y el rostro hacia arriba, jadeando a cada caricia de Antonio.
Él le fue bajando las bragas hasta quitárselas y dejarlas en el suelo, continuó descendiendo por su vientre, subió la falda levemente y se metió debajo. Yo solo podía apreciar el bulto de su cabeza a la altura de su pubis, pero por la expresión y los gemidos de Ester, le estaba comiendo el coño a conciencia.
De pronto, en un movimiento de cabeza, Ester giró su cabeza hacia mí y me pilló de lleno. Instintivamente, me retiré como un chaval, pero me quedé tras la puerta, bloqueado, sin saber si salir corriendo o quedarme a ver que pasaba. Oí cómo Ester musitó algo y Antonio le debió preguntar alguna cosa. Un silencio, que se me hizo eterno, se apoderó del pasillo, hasta que volví a oír un leve cuchicheo en la voz de Ester y a continuación a Antonio diciendo claramente “¡vale!” Nuevamente ruido de ropa, pero esta vez Ester habló en voz alta:
– ¡Pasa… no te quedes ahí fuera hombre!
La verdad es que el corazón casi se me sale por la boca del susto, me daba cuenta de lo que estaba pasando y de lo que implicaba el entrar en ese pasillo, pero me decidí a entrar.
Ester se había abrochado ligeramente la camisa, de manera que aún se podía ver la piel de su cuerpo, y llevaba en su mano el sujetador y las bragas. Antonio tenía su polo por encima del pantalón y aún se le notaba el bulto de su erección.
– ¿Te ha gustado lo que hacíamos? – me preguntó Antonio, mientras Ester me sonreía.
– Pues la verdad es que sí, que me ha gustado.
– Ven, podrás verme mejor- me dijo.
Tiró de mi mano suavemente y nos metimos en su piso. Antonio dejó las llaves en un mueble y le dijo a Ester que nos fuéramos a la habitación. Nos quedamos Ester y yo a los pies de la cama de matrimonio, Antonio, sentado junto a las almohadas. Ella se acercó a mí, notó que estaba nervioso.
– ¿Has hecho algo así alguna vez? – preguntó.
– La verdad es que no, pero es algo que siempre he querido probar.
– No te prives, Ester – dijo entonces Antonio.
Fue decir esto y Ester me empezó a acariciar el cuello suavemente, se acercó a mí y me dirigió hacia sus labios. Me besó muy suavemente, muy despacio, su lengua lentamente fue entrando en mi boca en busca de la mía hasta que ambas se rozaron y enlazaron al mismo ritmo que nos besábamos.
Metí mis manos bajo su camisa y acaricié sus caderas, subiendo mis manos hasta rozar sus pechos. Le desabroché la camisa y me fijé fugazmente en sus pequeños y redondos pechos, sus pezones estaba duros. Se los acaricié con las yemas de los dedos, ella me cogió la mano y me la presionó aún más para que se los manoseara con fuerza. Me desabrochó el pantalón y éste cayó al suelo, dejándome en calzoncillos.
Tenía la polla como una piedra y así lo delataba el bulto de mis modestos 17 cms. Era mi turno, terminé de quitarle por completo la camisa, pero cuando me disponía a bajarle la falda ella me detuvo, se la quiso bajar ella.
– Quiero que me veas bien – me dijo.
Y bien que la vi. Su cuerpo estaba completamente desnudo frente a mí. Llevaba el chocho depilado. Se volvió a acercar a mí y nos volvimos a besar. Con una mano le acariciaba la espalda y con la otra le acariciaba las nalgas, Ester, por su parte comenzaba a bajarme el calzoncillo, me cogió la polla con la mano y comenzó a masajearla, se me escapó un gemido, estaba en la gloria. Entonces, Antonio decidió participar. Me había olvidado completamente de él pero cuando se colocó desnudo a espaldas de Ester y comenzó a besarle el cuello y acariciarle las caderas, nuestras manos y cabezas coincidían en el cuerpo de Ester, quizás por torpeza o inexperiencia mía. Mi primera reacción fue la de apartarme un poco de Ester, no sabía cómo continuar.
– Déjate llevar por nosotros, no te preocupes – me indicó Antonio.
Ester me empujó levemente hacia la cama y me tumbé boca arriba. Ella se colocó a cuatro patas sobre mí hasta que su cara quedó sobre mis caderas, me agarró suavemente la polla y comenzó muy, muy lentamente, a metérsela en la boca y a succionarla fuerte. Estaba a mil, me estaba haciendo la mejor mamada de mi vida, desde luego sabía muy bien cómo hacerme disfrutar. Antonio, después de observar cómo Ester me la chupaba, se colocó detrás de ella y le fue metiendo su polla por el coño. Ester daba pequeños gemidos y su boca soltaba saliva por la excitación.
Las sacudidas de Antonio eran más fuertes y Ester comenzó a succionar aún más fuerte. No pude aguantar más y me corrí como hacía mucho que no lo hacía. Mi semen se quedó en la boca de Ester, notaba el calor de mi fluido dentro de su boca, pero ella siguió succionando y moviendo la lengua sobre mi capullo, sus gritos nos indicaron que Ester estaba en pleno orgasmo. Antonio estaba también a mil y se corrió dentro de Ester. Entonces ella, reteniendo mi semen en su boca, se incorporó sobre la cama, se giró hacia Antonio y le propino un beso profundo y largo. Mi semen se dejaba escapar por la comisura de ambas bocas, pero Ester y Antonio se encargaron con la lengua de no dejar nada. Aquello me volvió a poner la polla dura. Ester, después de besarle, se puso sobre mí. Aún estaba excitada, su rostro así lo delataba, y me besó con fuerza.
El sabor de mi leche aún se notaba, era la primera vez que lo probaba, y aquello me excitaba aún más. Me cogió la polla con la mano y me dijo:
– ¡Métemela, la quiero dentro de mi coño!
Me la colocó en la entrada de su sexo. Su coño estaba chorreando y la polla entró como una bala. Sus caderas comenzaron a agitarse y sus músculos vaginales me aprisionaron la polla. Nuestros cuerpos sudorosos temblaban y nuestros jadeos eran cada vez más fuertes. Antonio se colocó a nuestro lado, pude ver su polla por primera vez. Nunca había tenido una tan cerca y, además, empalmada.
Era más gruesa que la mía y más o menos de la misma longitud. Ester la tomó con la mano y se la fue metiendo en la boca, cada embestida de sus caderas era una mamada de la polla de Antonio. Me corrí dentro de ella, mi semen se escapaba de su sexo y el sonido del chapoteo de sus coño excitó aún más a Ester y a Antonio, quienes se corrieron casi a la vez. Pude ver cómo Antonio le follaba la boca y cómo ella succionaba hasta la última gota. Una vez que Antonio terminó, ella se acercó a mí y me besó.
Nuestras bocas se abrieron y el semen de Antonio fue pasando a mi boca, impulsado por cada lengüetada de Ester. Aquello me excitó de nuevo y aunque soy hétero, me volví a empalmar por el morbo que aquello me daba. Los fluidos de Antonio, con la saliva de Ester, su lengua reptando sobre la mía y moviendo aquel líquido semi-viscoso y un poco amargo me produjo de nuevo una erección. Ambos tragamos los fluidos y, terminado el beso, Ester me acarició la cara con ternura. Se giró sobre la cama y me invitó de nuevo a ponerme debajo
– Quiero que me lo comas despacito, no tengas prisa, y no te preocupe correrte antes que yo – me dijo.
Dicho y hecho, me puse bajo su coño. Sus labios estaban húmedos y como su vello era muy cortito no fue ningún inconveniente pasar mi lengua por su coño húmedo. Mi polla volvió a entrar en su boca y Ester me la succionaba más lentamente que antes. Con la punta de mi lengua recorrí muy lentamente su raja y, endureciéndola, busqué su clítoris como quien busca el último gramo de un tarro de mermelada. Ella se agitaba más, gemía a cada pasada de mi lengua y cuando le succioné su clítoris como si de una fruta se tratara, lanzó un pequeño grito y, seguidamente, me succionó la polla mucho más fuerte y me volvió loco con la lengua por lo que me corrí nuevamente dentro de su boca. Noté cómo su lengua tragaba mi semen y me esmeré aún más en mis succiones. En estas, Antonio se posicionó tras de Ester, acercó su polla a su coño y decidí retirarme. Antonio, entonces, le metió la polla lentamente.
– ¡No pares de lamerme el coño, no pares! – me gritaba Ester mientras su marido la follaba.
Me lo pensé un poco, pero decidí probar. Los labios, ahora separados por la polla de Antonio, me dejaron el clítoris aún más descubierto y se lo empecé a lamer a lengüetazos. La dureza de la polla de Antonio chocaba con mi lengua, pero Antonio logró que su polla no se saliera del coño de Ester. Los fluidos de ella empaparon su polla y mi boca y cuando Ester se corrió, su cuerpo se quedó rígido por el placer y Antonio le descargó su semen. Ambos fluidos se juntaron en mi boca y aquel tacto le provocó a Ester otro orgasmo, esta vez más corto, pero que sacudió su cuerpo como una descarga. Me aparté de debajo, y los tres nos tumbamos exhaustos sobre la cama. Había sido la mejor sesión de sexo de mi vida.
Pude comprobar que nos habían dado las 3 de la mañana.
Aquello significaba llegar al trabajo con cara de muerto viviente. Me despedí de Ester y Antonio, y él me dijo que, aunque no suelen montarse tríos, habían disfrutado mucho con éste y que posiblemente repetiríamos la velada.
Las pocas veces que coincidimos en la escalera, nos cruzamos una sonrisa cómplice aunque por ahora no hemos vuelto a repetir la experiencia.
Saludos a todos.