Relato erótico
Relax y algo más
A veces las cosas no salen como uno las planea. Alquiló una cabaña de montaña, el entorno era paradisiaco e incluso tendría la buena compañía de una amiga. Las cosas se torcieron y su amiga le dijo que no podía ir. Decidió ir igualmente y relajarse.
Oscar – Barcelona
Lo tenía todo controlado para el puente de noviembre, una casita de madera de un pequeño complejo de montaña, una buena provisión de música, lectura y una amiga inteligente, sensual y caliente, que al final decidió hacer las paces con su novio y me dejó tirado y sin tiempo ni capacidad para buscar sustituta. Resignado, subí al coche y tomé rumbo a un descanso obligatorio y relajante, al menos eso era lo que creía. El lugar era precioso, contaba con cinco pequeñas casas de madera, cuatro para huéspedes y uno que hacía de salón, bar y restaurante regentado por dos hermanos (chico y chica) que se turnaban para atender a la clientela. El pueblo más cercano estaba a más de 20km. Llegué a media mañana, me instalé, encendí el fuego de la chimenea y fui a comer. En el salón ya estaban todos los huéspedes, una mesa con dos parejas de la tercera edad, otras dos parejas jóvenes, dos caballeros demasiado viriles y melosos para disimular su homosexualidad y un servidor, el ilusionado amante abandonado a última hora.
La comida típica y regada con vino abundante me dio ánimos para afrontar con valentía mis tres días de forzada soledad en la montaña. Después de dar un pequeño paseo por el sendero para bajar la comida, decidí aprovechar la tarde para leer y escuchar música. La cabaña más cercana (a unos 10m) era la ocupada por las dos parejas jóvenes, uno de ellos, al salir para aprovisionarse de leña reparo en mí y se acercó a saludar. Lo típico, un poco de charla superficial hasta que una de las chicas (su novia) salió a buscarle, me la presentó, seguimos hablando, fumando, riendo, hasta que las voces de una bronca de enamorados llegaron a nuestros oídos.
– Ya están liados estos dos con sus movidas. Esto no van a ser unas minivacaciones, va a ser un infierno, tendríamos que haber venido nosotros solos -dijo ella.
Silencio, la otra chica salió llorosa de la cabaña. No era especialmente guapa y no pude ver su cuerpo tras los vaqueros amplios y el jersey de lana; me la presentaron. Se llamaba Ana y se quejaba de que la planeada reconciliación con su pareja se había jodido el primer día. Era la hermana del chico, que le aconsejaba que pasara del capullo de su novio de una vez por todas. El otro chico salió con cara de cabreo, metió maleta en el coche, arrancó y se largó. Ana lloraba y Marta su cuñada, la consolaba. Fui a mi cabaña a buscar una botella de vodka y unos vasos para romper la tensión.
Bebimos, seguimos fumando y charlando hasta que el frío del atardecer aconsejó la retirada junto a la chimenea. Me invitaron a su cabaña, era igual que la mía, con una habitación de matrimonio y un salón con sofá cama. Charlamos hasta la hora de la cena, nos fuimos al bar del complejo y compartimos mesa. Ana estaba más animada, el vino nos encendió más, bromeamos, contamos chistes, las chicas ya bastante alegres empezaron a llamarme “el madurito”, acepté la broma con agrado. Tras la cena y una copa, nos fuimos cada uno a su respectiva cabaña. Avivé el fuego de la chimenea, música y continué con la lectura. Al rato llamaron a la puerta, me sobresalté, miré por la ventana y me encuentro a Ana tapada con una manta, abrí la puerta.
– Perdona que te moleste, he visto luz y he supuesto que estabas despierto.
La invité a pasar.
– Igual piensas que soy una fresca por venir, pero es que no puedo dormir.
– Venga no te preocupes pasa y acomódate.
– Mi hermano y mi cuñada están dándose el lote en su habitación y no se cortan con los gemidos, así que he decidido venir un rato a hacerte compañía antes de cortarme las venas de desesperación…
– Bueno, la verdad es que yo también me quedé planchado y sin pareja para estas vacaciones a última hora, así que estamos en el mismo barco. Tengo coca colas y ron, así que olvidemos nuestra soledad, charlemos y pasemos de todo, además sino quieres pasar el calvario de oír a tu hermano y su chica dale que te pego, puedes quedarte a dormir en el sofá cama.
En ese momento decidí que haría lo posible para que no durmiera en el sofá, sino conmigo después de haberla follado bien follada. Aparté la mesa y las sillas, avivé el fuego con unos troncos y acerqué el sofá cama a la chimenea. Serví unos chupitos, saqué unos pastelitos y puse musiquilla relajada; todo lo que tenía preparado para mis románticas minivacaciones, solo que lo estaba compartiendo con una desconocida, que con una camiseta de manga corta, había revelado ser la poseedora de un magnifico par de tetas y un tipito bastante sugerente.
– Estar como estamos ahora es lo que yo había soñado fueran estos días en la montaña con mi novio, pero ese cabrón no tiene clase ni estilo para imaginar algo así y complacer a una mujer – dijo Ana.
– Bueno, es lo menos que se puede hacer si uno quiere quedar bien con su chica, la verdad es que traigo viandas para las tres noches y cada día con unos aperitivos y bebidas distintos, pero las cosas se torcieron y me hice a la idea de pillar tres buenos colocones solito, así que para mí es una alegría poder compartirlas.
Los dos tumbados en el sofá cama junto a la chimenea, un poco ciegos, mirándonos con un poco de corte, pero creo que también los dos con las mismas ganas, yo con pantalón de chándal y una camiseta, ella en vaqueros y camiseta. Me miró, su mano acariciaba mi cara, besé sus dedos, acerqué mis labios a sus labios y nos besamos, tímidamente primero. Me acerqué más, busqué su lengua con mi lengua, nos besamos desesperados mientras mis manos acariciaban su espalda y sus pechos por encima de la camiseta. Nos separamos y sonrió:
– ¡Qué bien besas! ¡Vaya con el madurito!
Llené los vasos, nos miramos dulcemente, seguimos acariciándonos, besándonos. De pronto la noté dubitativa, se separó de mí, empecé a creer que lo que iba tan bien encaminado, se acababa de joder, que se acababa de acordar del capullo de su novio o algo así.
– ¡Espera un momento, no tardo!
Tapada con la manta y en camiseta, salió de la cabaña dejándome con un palmo de narices. Diez minutos fustigándome, pensando que era demasiado bonito para ser verdad, cuando la puerta de la cabaña se abrió y apareció de nuevo Ana. Se había cambiado, llevaba unas botas negras por la rodilla y un chaquetón plumífero tres cuartos.
– Me compré esta cosita para darle un homenaje al capullo de mi novio y ya que estamos tan a gustito, paso de que se quede en la caja esperando la ocasión.
Me dijo mientras se abría el chaquetón luciendo un magnífico conjunto de lencería blanca, con ligueros que me dejaron boquiabierto y con cara de gilipollas. Hasta ese momento no me había dado cuenta del pedazo de bombón que era, de sus piernas delgadas y altas embozadas en las botas, de sus desafiantes tetas y sus magníficas curvas. Reaccioné, me levanté, me dirigí a ella, la besé y la abracé, pude embriagarme con su fragancia recién depositada junto al lóbulo de su oreja. Nos tumbamos y comenzamos a morrearnos. Sabía lo que ella espera de mí, lo que una veinteañera espera de un madurito cuarentón; que fuera suave y con tacto. Le di un beso y me dirigí al frigorífico a buscar una botella de cava que había traído. Cogí dos copas y abrí la botella, se le encendió la mirada.
– He cambiado un niñato por un caballero, no hay duda que he ganado con el cambio.
Brindamos mirándonos con moderada lujuria, ella me besó y me dio a probar el cava de su boca, algo se derramó por la comisura de los labios y cayó por su pecho, con mi lengua perseguí el líquido, llegué a sus tetitas, ella atenta se desabrochó el sujetador y me encontré ante un par de tetas preciosas, blancas, duras, tersas y de suave tacto, con el pezón rosado y pequeñito. Las lamí y di suaves chupadas, gemía ante las caricias de mi lengua, se le pusieron los pezones duros. Me ayudó a quitarme la camiseta, sonrió cuando vio mi pecho velludo con algunas canas y lo acarició complacida. La besé y mis labios y lengua empezaron el itinerario que tan buenos resultados me había dado con todas mis amantes; su boca, nuca, cuello, sus tetitas y vientre, hasta llegar a su pubis, a través de la braguita besé su sexo y olí su fragancia maravillosa de mujer.
Colaboró cuando le quité las braguitas quedándose solo con el liguero, apareció su coñito totalmente depilado, abrí sus labios y pasé la lengua por toda la rajita hasta localizar su preciosa perlita, que lamí, alternando con suaves chupadas. Metí la lengua todo lo que dio de sí en su coñito, dándole una follada con la lengua, se mojó en mis labios y probé su néctar.
El olor a sexo de mujer invadió mis sentidos y el salón, ella acariciaba mi cabeza y gemía de gusto, cuando volví a aplicarme con su clítoris, con lamidas más rápidas y precisas, su perlita reacciona hinchándose y poniéndose sensible, su exquisito jugo inundaba su entrepierna. Aproveché para meterle un dedo en el coñito y aumentar la fuerza de mis chupadas en su clítoris. Ya eran dos dedos y ella estaba chorreando y yo chupando desesperado, apretó mi cabeza en su entrepierna y sentí su orgasmo anegando mi boca, lamí hasta que se calmó su respiración. Me incorporé, la besé con lengua, ella se abrió de piernas y se ofreció, ella se sorprendió cuando me tumbé junto a ella, levanté su pierna e intenté penetrarla de lado. Ella cogió mi polla y la ayudó a encontrar el camino correcto, suave y lento la penetré mientras amasaba sus tetitas y besaba su espalda, cuello y nuca. Cuando se la metí toda me quedé quieto, sin moverme, suspiró profundamente, me miró agradecida y me besó con pasión.
Empecé un suave vaivén sin sacar un solo centímetro de mi polla de tan acogedor receptáculo, empecé a follarla con un poco más de ímpetu, sus gemidos aumentaban y también su física petición de acción; sin sacársela me puse detrás de ella y le hice que se pusiera a 4 patas, la visión era fantástica, unas hermosas nalgas redondeadas a través de la que se asomaba un hermoso coñito con sus labios abiertos, tragándose toda mi polla. Comencé una follada suave que fue in crescendo en cuanto ella lo demandaba, levantando su culito para recibirme bien profundo, la cogí de sus magníficas tetas, amasándolas, dándole tironcitos en sus pezones, y continué con un mete y saca salvaje que concluyó con una metida salvaje, dejándosela toda clavada cuando, noté que se estaba corriendo, sentí el calor de su flujo derramado en mi polla y me quedé quieto, con la polla bien clavada, hasta que las contracciones de su orgasmo acabaron. Salí de ella, me levanté, me serví una copa de cava, me senté en una silla junto a la chimenea y la invité a que viniera. Yo seguía con la polla dura; se levantó y se dirigió hacia mí, estaba preciosa, con los ojos encendidos por el placer, se sentó sobre mí, apuntó mi polla entre los labios de su coñito y se dejó caer suavemente empalándose viva.
Nos besamos con la lengua fuera de nuestras bocas mientras ella se movía en círculos sobre mi polla, cogió mi copa y la derramó en sus tetas, no dejé escapar el líquido dorado, lamiendo sus pezones, cogí una de sus manos y la llevé a su clítoris, ella entendió el mensaje y se frotó mientras me cabalgaba, aprovechando su lubricación jugué con un dedo en su culito, que iba entrando poco a poco, ella gimió más y cerró los ojos, sus dedos frotaban su clítoris. Mis labios chupaban sus tetas, mi dedo penetraba su culo, mi polla follaba su coñito. Todo su peso concentrado en su coñito y recibido por mi verga, no me movía porque si lo hacía seguro que me corría vivo. Moví mi dedo en su culito y le gustó, sentí su respiración entrecortada y las contracciones de su apretado coñito de nuevo, esperé a que se calmara de su tercera corrida.
– Ahora me toca a mí.
Dijo con una cara de zorrita ingenua. Con su mano en mi polla me levantó de la silla y me llevó al sofá de nuevo, donde se sentó, yo de pie, acariciaba mis pelotas, me miraba con sonrisa pícara y pasaba su lengua por la punta de mi polla, la metió en su boca, mamaba como nadie, tragándose toda mi verga y ensalivándola, chupándome las pelotas y masturbándome, se concentraba chupando mi capullo con fuerza.
La avisé de la proximidad de mi corrida, la sacó de su boca y empezó a pajearme y a lamerme la punta, el semen brotaba a chorros y ella la recibís en su lengua, boca, cara y las ultimas gotitas en sus tetitas. Sonriente se levantó después de dejar mi polla brillante y limpia con su lengua y me besó. Le propuse darnos un baño, ella aceptó, pero me pidió que la dejara prepararlo, pasado unos 5 minutos me llamó desde el baño, estaba sentada esperándome, llegué con una copa de cava para compartir y acepté su invitación entrando en la bañera con ella. Bromeamos entre la espuma, nos tocamos, besamos, saboreé sus tetas y la masturbé, mientras ella se aferraba a mi verga que empezaba a reaccionar de nuevo. Puse a tope la alcachofa de la ducha y bajo ella, de pie, comenzamos un morreo, se dio la vuelta ofreciéndome su culo hermoso, respingón y duro.
Le pasé la verga por toda su rajita hasta llegar a la entrada de su coñito, la penetré, se apoyó con las manos en la pared mientras yo la embestía suavemente y sobaba sus tetas, mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos. Estaba a punto de correrme, así que se la saqué para reservarme y la invité a continuar en la cama. Nos secamos uno al otro. Optamos por echar unos troncos a la chimenea y continuar nuestra sesión en el salón, donde hacía una temperatura ideal, tomamos unos pastelitos y charlamos.
– ¿Tu culito es virgen? – le pregunto malicioso.
– Es la fantasía de mi novio, lo intentó una vez después de suplicármelo un montón de veces, pero el tío fue muy bruto y corté por lo sano.
– No hay problema, si no quieres no insistiré.
– El caso es que, si quiero, quiero probarlo, por dos motivos. Porque me apetece y porque se va a joder un montón cuando se entere que otro me ha estrenado y no te quepa duda que se va a enterar.
En mi neceser siempre llevo un tarrito de vaselina, lo cogí, nos besamos, se tumbó en la cama, chupé sus tetas y bajé por su vientre hasta llegar a su coñito. Ella acercó su boca a mi polla y nos enfrascamos en un relajado 69, mientras le lamía el coñito, lubricaba con vaselina la entrada de su culito con un dedo que entró hasta el nudillo, mientras le lamía su clítoris, hacía movimiento de penetración con el dedo sin sacarlo, ella relajaba su esfínter y disfrutaba de las caricias, el dedo entraba y salía sin obstáculos, probé con dos, al principio estaba tensa y costaba, volví a intentarlo con uno solo, después intenté con dos de nuevo, se relajó y dilató, los dos dedos entraron varios centímetros, mi polla estaba a tope entre su mamada y la certeza de que pronto estaría dentro de su culito. Tomé dos almohadas y las puse bajo sus riñones, la besé, le pedí que se masturbara. Apunté la polla en su agujerito, empujé y le metí el capullo y saqué, repetí la operación unas veces, dilatándole la entrada, dejé el capullo dentro, sin moverme, ella seguía masturbándose y empecé una suave penetración, retrocediendo el camino recorrido cada vez que notaba en su cara la más mínima molestia para volver a recorrerlo en cuanto se relajaba, hasta que se la metí entera.
Me quedé quieto mientras seguía masturbándose y cuando con sus movimientos pedía más, empecé un suave vaivén sin sacarla, aumenté el ritmo de las embestidas y no se quejaba, su culito estaba listo y dilatado para que me lo follara bien. Sentí las primeras convulsiones de su orgasmo, apretaba mi verga con su culito, apresuré mis embestidas, nos corrimos al unísono, me dejé caer sobre ella, abrazados, besándonos desesperadamente, reposamos, mi polla iba menguando hasta alcanzar su tamaño normal y salió deslizándose de su culito.
Las luces del alba asomaban por la ventana. Ella decidió irse a su cabaña a dormir un poco y a ver si no habían notado su ausencia. Desperté a mediodía, me tomé un zumo y unos pastelitos de los que sobraron, una buena ducha y salí de la cabaña. Marta estaba tumbada al sol y cuando me vio me hizo señas para que me acercara, me preguntó a quemarropa:
– ¿Qué le hicistes a mi cuñadita anoche? Sea lo que sea, muchas gracias, hace tiempo que no la veía con una sonrisa como la de esta mañana.
Era cierto, Ana apareció preciosa por la puerta, se acercó y me dio un beso en la mejilla.
Un saludo para todos los lectores.