Relato erótico
Relato de una noche mágica
Nos cuenta que vive en un edificio en el que los vecinos son un poco “peculiares”, es decir, son muy liberales en el tema del folleteo. De hecho, su vecina Patricia le dijo que el vecino del tercero era un buen semental. Fue a verlo, quedaron en verse en un hotel y…
Lorena – Santander
Querida Charo, me llamo Lorena y este es mi primer relato de, espero que muchos más y creo que le va a encantar a los lectores.
Todo ocurrió porque me he mudado a un nuevo edificio, en el que tengo un par de vecinos muy peculiares en cuestiones de sexo, más que peculiares, yo diría que liberales. Mi nueva vecina de la puerta de al lado, me comentó como eran los del tercero, claro que ella tampoco se queda corta, el caso es que me dijo que se había tirado al vecino del tercero un par de veces y que tenía una polla para quitar el hipo.
Yo estoy casada pero me encanta que me folle una buena polla, además de la de mi marido, por lo tanto, me lancé a darme a conocer y comprobar si Patricia tenía razón.
Me presenté un viernes por la tarde en casa de Juanjo, a sabiendas que no estaba su mujer. Cuando me abrió la puerta solo tenía puesto un pantalón corto, nada fuera de lo normal, pero si pude observar que de cintura para arriba estaba buenísimo. Debía de rondar mi edad más o menos unos cuarenta y pocos.
Me presenté y me hizo pasar muy amablemente, me invitó a una copa y enseguida nos pusimos a charlar, yo me di cuenta rápido de las miradas que propinaba al escote, que yo muy pícaramente había elegido para la ocasión y por supuesto sin nada más bajo la blusita. Como se nos hizo un poco tarde, quedamos para cenar el sábado.
Me dejó cachondísima, a medida que la conversación avanzaba se ponía más caliente y yo notaba como su polla se alzaba bajo el ancho pantalón, me fui a mi casa más caliente que una olla exprés pensando en el sábado y en como follarme a mi nuevo vecino.
Por fin llegó el gran día, yo quería que todo fuese perfectamente salvaje, así que, hice reserva en un hotel para poder disfrutar a gusto.
Yo llegué al hotel a las seis y media de la tarde, para poder darme un baño relajante y poner todos los detalles a punto. Uno de los chicos de la recepción muy amable me ayudó a subir hasta la habitación la bolsa de viaje.
Cuando llegamos a la habitación, hice el ademán de darle una propina al botones pero no tenía nada suelto y se me ocurrió la idea de pagarle en especias como se decía antiguamente.
Me acerqué a él muy pegadita y poniéndole la mano en el paquete le dije que no tenía nada suelto, pero que como había sido tan amable me apetecía pagarle de alguna manera. Yo llevaba una minifalda negra con un corpiño color dorado y ni que decir tiene que yo no uso ropa interior nunca.
Note un poco de nerviosismo al principio pero su enorme erección hizo que aquello se animase. Me agaché y le desabroché su pantalón, para mi sorpresa tampoco usaba calzoncillos, por lo que salió disparada una enorme, preciosa y depilada polla, que me estaba pidiendo a gritos que la mamase.
Y así lo hice, sin pensarlo me la metí en la boca. Estaba riquísima y era enorme, conseguí ponerla más dura entre mis labios y entonces él me cogió, casi con rabia como si me estuviese castigando y me tiró encima de la cama. Me subió la faldita hasta la cintura y me atravesó con su enorme rabo.
Empezó a dar bandazos con su polla en mi coño y me corrí por primera vez, exploté de placer arrojando chorros de flujos de mis entrañas, él al notarlo, se retiró para chupar mi coño y bebérselo todo.
Fue un placer extraordinario, estaba en un paraíso, en la habitación de un hotel follando con un desconocido y corriéndome como una loca.
Volví a correrme en su boca, pero yo quería más, quería volver a saborear ese rabo que mi desconocido tenía y ese par de pelotas depiladas que me habían encantado. Como si estuviese poseída, me lancé a por su polla y me la metí en la boca, se la mamé de todas las formas habidas y por sus gemidos creo que le gustó muchísimo, cuando estaba a punto de correrse, se senté sobre él y su polla entraba y salía de mi chochito hasta que se corrió, noté como me invadía de leche caliente y entonces yo me volví a correr.
No quería parar, pero el chico tenía trabajo y yo había quedado con mi vecino, por lo que tuvimos que despedirnos, aunque le propuse subir por la noche y hacernos “compañía a mi acompañante y a mí”.
Volveré pronto para contaros lo que ocurrió con mi vecino.
Un besazo.