Relato erótico

Regreso al hogar

Charo
27 de diciembre del 2019

Llegó antes de tiempo de un corto viaje. Su casa estaba en completo silencio. Algo rompió aquella paz, se oían susurros y gemidos. Subió en silencio hasta su habitación y no había nadie. Los ruidos salían del cuarto de baño.

Toni – Valencia
Eran las ocho de la noche y llegué a mi casa después de haber cancelado un viaje sin mucha importancia. La casa estaba invadida por un silencio total y cuando respiraba sentía que se rompía ese encanto nocturno. Sin darle importancia subí por las escaleras que conducen a la habitación donde suponía que mi mujer descansaba pero, al ir subiendo, noté un creciente murmullo que se extendía por cada escalón que subía y al llegar arriba me asomé por la puerta de la habitación pero, la encontré vacía aunque, el rumor que oía era más intenso.
Suponiendo que mi mujer estaba tomando una ducha, fui hacia el cuarto de baño y allí asistí a una escena que cambió mi vida. A través de la cortina que traslucía el fondo de la bañera vi a mi mujer en medio de dos hombres, desnuda, con el pelo suelto mojado y su boca abierta mientras los dos hombres la mordían por todo el cuerpo y la recorrían con sus lenguas por todos los resquicios de su piel morena.
Luego, mudo y entristecido, vi como se arrodillaban uno frente a ella y otro detrás y empezaban a lamerle las piernas hasta llegar a su sexo y penetraban con la lengua su coño y su culo al mismo tiempo mientras ella acariciaba sus cabellos y lanzaba gemidos que recorrían el baño y se escapaban por todos los rincones de la casa, gemidos que me dolían y me paralizaban.
Luego se levantaron y empezaron a besarla al mismo tiempo. Era algo indescriptible. Las dos bocas recorrían la de ella, sus lenguas entraban su boca. Las dos lenguas húmedas en el espacio ardiente de la boca de mi mujer y mientras se besaban apretaban sus cuerpos contra ella y las cuatro manos de los hombres recorrían su cuerpo pequeño y bronceado, sus pechos redondos y grandes y sus pezones, que estaban tiesos como nunca.
Mi mujer se arrodilló entre los dos y empezó a mamarles las pollas como una loca, metiéndoselas las dos en la boca de una manera salvaje. Confieso que desconocía a la mujer que estaba viendo pero luego entendí que estaba en pleno éxtasis y que era la verdadera Concha, a la que yo desconocía.
Duró casi media hora con las pollas en la boca hasta que los dos, no aguantaron más y se corrieron como cerdos. La muy zorra se trago toda la leche que soltaron. Era increíble verla saboreando ese líquido espeso.
Luego se incorporó y en medio de los dos empezó a besarlos, abrazada a ellos, mientras se reía con libertad, totalmente desinhibida, una libertad que solo da la confianza, por lo que supuse que llevaba haciendo eso mucho tiempo y entonces, increíblemente, creció mi excitación.
En silencio, salí del baño y fui a nuestra habitación a esconderme. Apareció sola y estuve tentado de salir, pero mi excitación era más fuerte que mi orgullo y dejé que siguiera el asunto.
Iba envuelta en una toalla blanca, mientras sacaba la ropa que se pondría y la colocaba en la cama con una dedicación que hacía suponer su deseo de hacerlo. Se puso unas medias con liguero blanco, un vestido también blanco muy pegado y unos zapatos con tacones muy altos. Se pintó con la excitación reflejada en los labios y recogió su pelo de manera delicada.

En eso estaba, cuando llamaron a la puerta dándole prisa y ella pidió que esperaran, se miró en el espejo, se sentó y de repente empezó a hacerse una paja rápida. Se subió el vestido, se recostó en la cama y empezó a meterse los dedos en el chocho. Gemía sin parar hasta que se corrió.
Sentí un estremecimiento que llenó todo mi cuerpo. Mi respiración, a intervalos, se desvanecía y mi cuerpo estaba en un estado desconocido para mí.
Entonces y de nuevo, llamaron a la puerta, ella reaccionó y se incorporó aún excitada. Salió como pensativa y pensé que irían a algún lugar. Los observé desde la ventana de la habitación. Estaban los tres en el coche, ella en medio de los dos que le acariciaban las piernas y le hablaban al oído mientras ella reía nerviosa y excitada. De repente salieron del coche y casi corriendo entraron de nuevo a la casa, hasta arriba.
Oí el ruido de la puerta cuando se cerró y los pasos precipitados de los
zapatos de mi mujer en los escalones y me volví a esconder en el lavabo cuando justo entraban los tres en nuestra habitación.
La apalancaron contra la puerta y mientras uno de ellos empezaba a besarla sobre el vestido, el otro se acercó y de manera muy delicada empezó a bajarle los tirantes del vestido mientras ella los miraba con una rabia que parecía más de amor y de pasión que de otra cosa. Así entre aquellos dos tipos, ella me pareció pequeñísima.
Le quitaron el vestido, dejándola con el liguero y las medias y luego, ellos se desnudaron rápidamente mientras la observaban como se tendía en la cama. Uno se acercó y empezó a lamerla mientras el otro le ponía su polla en la boca. Así estuvieron largo tiempo hasta que cambiaron de posición, ella se arrodilló en medio de la cama y uno adelante y otro atrás empezaron a hablarle al oído. Ella se desbordó y se transformó como por efecto de lo que ellos le susurraban, tumbó a uno en la cama y con violencia hizo que la penetraran los dos. De espaldas al que la penetraba por el coño y con la boca del otro en su clítoris, empezó a decir con un tono de querer sacarse todos sus deseos reprimidos:
– ¡Así, folládme… no os detengáis… dadme toda vuestra polla… soy toda vuestra y solo vuestra!
Ellos, contagiados por ese diálogo de excitación, empezaron a jugar con ella.
– ¿Te gusta mi amor? – le preguntó uno de ellos.
– ¡Sí, quiero que me hagáis todo lo que queráis, que me folléis como os dé la gana! – gritaba mi mujer.
El que le acariciaba el clítoris, se incorporó y, puso su polla en el coño ya ocupado por el otro, y poco a poco se la metió ante el placer de Concha que parecía estar en otro mundo.
Empezaron a follarla los dos al mismo tiempo y la habitación estaba invadida de un ambiente erótico y perverso que salía hasta por las ventanas. Ella no dejaba de hablar exclamando:

– ¡Aaah… no paréis de follarme, se está tan bien aquí en mi cama… en la cama de mi marido. Siempre que lo haga con él pensaré en esta noche y en vuestras pollas penetrando mi cuerpo… sí, metédmelas hasta dentro… soy vuestra… aaaah… amores míos, lo tenéis tan grande… folladme!
Ellos seguían su juego y le decían:
– ¡Así Concha, muévete, eres la golfa más grande que existe!
– ¡Sí, amores míos, soy vuestra zorra, solo vuestra, folladme tratadme como una puta… así, cariños, metédmela… folladme!
Así estuvieron por una hora, penetrándola por todos lados hasta que ellos acabaron dentro de ella y se quedaron dormidos, húmedos y aún con la respiración alterada.
Saludos y cuando sepa cómo debo actuar con ella, ya os lo contaré.

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