Relato erótico

Reencuentro inolvidable

Charo
10 de febrero del 2020

Hacía tiempo que este matrimonio tuvo una experiencia, o mejor dicho, la tuvo la mujer en un club de intercambio. Gozó mucho pero con el paso del tiempo se olvidó de lo sucedido hasta que, la casualidad, la hizo reencontrarse con la mujer que tanto placer le dio.

Enrique – BARCELONA
Hola Charo, somos un matrimonio maduro de 56 y 59 años y quisiéramos contar para ti y tus lectores lo que nos ocurrió hace un par de veranos durante unas vacaciones en el sur de Tenerife. Pero primero quiero remontarme unos años atrás, unos 16 ó 18, cuando todavía éramos jóvenes y con ganas de cachondeo sexual, sobre todo por mi parte, ya que a Pepi, mi mujer, le costaba más trabajo.
Por aquel entonces yo quería que fuéramos a un club de intercambio y al final conseguí que mi mujer lo aceptara, pero me puso la condición de que ella no iba a hacer nada, que solo sería para ver como eran esos clubes. Una vez allí nos pusimos a bailar en una pista muy oscura y francamente, contemplando lo que allí había el morbo nos fue calentando ya que las mujeres que no estaban con las tetas al aire o con la falda subida, estaban follando.
En eso estábamos cuando Pepi me dijo que le estaban tocando el culo pero yo le dije que no se preocupara a la vez que yo le sacaba una teta al aire empezando a chupársela. De esta manera nos fuimos entonando cada vez más hasta que mi mujer se abría de piernas y entonces vi que la mano que la sobaba por detrás era la de una mujer. Pepi también se había dado cuenta y se dejaba hacer ya que esa mano la tenía dentro de su braga tocándole el coño.
Entonces ella no se lo pensó dos veces, se dio la vuelta y abrazó a la mujer dándose la lengua. La experiencia de la desconocida era notoria ya que en pocos minutos mi mujer se estaba corriendo con los dedos de la mujer metidos en su coño. Después de esto y viendo que unas parejas se acercaban con intención de participar, mi mujer decidió que nos fuéramos a casa.
Nada más llegar nos pusimos a follar, yo loco de alegría y preguntándole a Pepi qué como lo había pasado.
– De locura – me contestó – nunca pensé que una mujer me pudiera meter mano y me hiciera correr.
Después de esta vez fuimos varias veces e hicimos intercambio y tríos, hasta que, después de un tiempo, mi mujer decidió que lo teníamos que dejar y además a mí, por mi trabajo, me destinaron a Barcelona. Hasta aquí nuestro pasado.
Como empecé diciendo estábamos de vacaciones en el sur de Tenerife y un día, estando en el comedor del hotel, un camarero nos preguntó que si teníamos inconveniente que se sentara en nuestra mesa una pareja. Por supuesto le dijimos que no había ningún problema y al sentarse se presentaron como Elvira y José y entre charla y charla supimos que eran de Barcelona.

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Por la noche coincidimos en un bar y se empeñaron en invitarnos a una copa y al día siguiente también coincidimos en una excusión al Teide, o sea que pasamos el día juntos y confieso que yo no podía quitar ojo del escote de esa mujer ya que tenía unas tetas que llamaban la atención. Ella lo sabía y procuraba ponerse de forma que enseñaba más de lo normal. Mi mujer también se había dado cuenta pues me dijo:
– Anda, como le gusta que le mires las tetas, aunque la verdad es que las tiene hermosas.
– Vamos, que entre tú y yo se las poníamos bien comiéndoselas – le contesté yo.
– Anda, anda, eso ya no es para nosotros – respondió ella sonriendo.
Días después esa pareja nos dijo que habían alquilado un coche y si queríamos ir con ellos. No tuvimos inconveniente y terminamos en una pequeña playa donde, nada más llegar, pusieron las toallas en la arena y Elvira se quitó la parte de arriba del bikini mostrando sus hermosas mamas y su marido le puso crema solar. Nosotros seguíamos estando vestidos hasta que José nos dijo:
– ¿Bueno, es que vosotros os vais a bañar vestidos?
– Es que no sabíamos que veníamos a una playa y no traemos bañadores – le contesté.
– Eso lo arreglo yo enseguida, ya que por aquí no hay nadie – replicó Elvira que, tirando de la braga se quedó completamente desnuda añadiendo – ¿Veis que fácil es?
– Venga, cariño – dije yo entonces, mirando a mi mujer – que no crean que somos unos mojigatos.
Al final los cuatro estábamos bañándonos en pelotas y jugando en el agua. Había empezado jugando con mi mujer pero pronto y con disimulo, de vez en cuando procurábamos rozarnos con la otra pareja. Al aproximarse la hora de la comida, José propuso de irse a comprar unos bocadillos y cervezas ya que así no tendríamos que ir a comer al hotel. Estuvimos de acuerdo y José se marchó después de vestirse. Nos quedamos hablando con Elvira y poco a poco la conversación fue más personal, ya que hablamos de temas sexuales de la pareja.
– Os parecéis a un matrimonio que conocimos hace bastante tiempo – dijo Elvira – ¿No habéis estado nunca en un club de parejas?
– Sí – contesté después de mirar, un tanto confuso, a mi mujer – hemos estado alguna vez para que Pepi viera como es ese ambiente.
Entonces Elvira, cogiendo de las manos a mi mujer y aproximándose a ella le dijo:
– ¿A ti no te ha metido mano mientras bailabas con tu marido una mujer que hizo que te corrieras?
– ¡No me digas que aquella zorra que tanto gusto me dio y fue mi primera vez, eras tú! – exclamó mi mujer abrazándola.

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– Sí, cariño, por eso no me podía olvidar de la cara de placer que pusiste – contestó Elvira.
Abrazándose, se revolcaron por la arena, besándose y mi mujer, sin soltar el cuerpo de Elvira, le dijo:
– Muchas veces, estando follando con Enrique, me he acordado de la primera paja que me hizo una mujer y fue tanto el gustazo que me dio que me corrí con esos dedos maravillosos.
– Pues, después de tanto tiempo aquí estoy para seguir dándote mucho gusto y que te corras, bien en mi mano o en mi boca, cariño – contestó Elvira.
Automáticamente se pusieron a chuparse las tetas la una a la otra a la vez que se besaban la tripa y se iban acoplando para hacer un fenomenal 69. Yo, contemplando la escena, me la estaba meneando y les decía:
– ¡Guarras, vaya putonas, como os estáis poniendo, y yo con la polla a tope!
Entonces Elvira cambió de postura y abriendo las piernas de Pepi siguió comiéndole el coño a mi mujer a la vez que me indicaba que me acoplara con ella. No lo pensé y situándome entre sus piernas la ensarté por el coño, que tenía muy mojado de sus corridas y de la saliva de mi mujer. Enseguida oí como Pepi chillaba diciendo:
– ¡No pares, zorra, que me corro con tu lengua!
Entonces yo no lo pude evitar y me corrí en el coño de Elvira cayéndome sobre su espalda, con gran satisfacción para los tres. Entonces llegó José con los bocadillos y fue mi mujer la que lo abrazó diciéndole:
– ¿No serán de chorizo, pues tu mujer ya se ha tragado uno pero sin pan?
– Ves como yo tenía razón – le dijo entonces Elvira – Son los que yo te decía y además Pepi también te va dar a ti su ración de placer.
Esta tarde, en la playa, follamos como en nuestros buenos tiempos. Y una vez en el hotel decidimos pasar la noche juntos en nuestra habitación ya que teníamos cama de matrimonio y en la suya eran individuales. Follamos de todas las formas y tanto Elvira como Pepi se comieron los coños con verdadera ansia sacando la leche que nosotros habíamos depositado en ellos.
Dos días después nos separamos ya que ellos iban unos días a Las Palmas, pero ahora ya somos amigos y hemos quedado en vernos al menos una vez al mes, bien en Barcelona o nosotros ir a Huesca y volver al club de intercambio donde Pepi se corrió por primera vez con la paja que le hizo Elvira y ver como la vuelven a follar como entonces.
Quien nos iba a decir a nosotros que, después de tantos años, volveríamos a disfrutar con la misma persona. Este mundo es un pañuelo.
Besos de estos maduros, pero con ganas de sexo.

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