Relato erótico
Recuperar el tiempo
Se hicieron amigos en la universidad y llego un momento que para él y sus amigos, Noelia era “uno” más. Les contaba lo que hacía con su novio y aquella tarde, con dos copas de más, Jorge le hizo una proposición.
Jorge – MADRID
Noelia, Alfredo y yo nos hicimos amigos hace mucho más de diez años, desde que estábamos en primer semestre de la Universidad. Aunque no estudiábamos la misma carrera, estábamos muy unidos y nos encontrábamos al menos una vez por semana para hablar y tomar unas cervezas. Obviamente, al cabo de los años Noelia era uno más de los nuestros y no teníamos secretos entre nosotros.
Noelia era algo tímida, y por ello se demoró un poco en su despertar sexual, pero una vez empezó se puso muy rápidamente al día. Cuando nos dimos cuenta, la tímida muchachita llegó a tener hasta dos novios y una novia al mismo tiempo.
Cuando yo vivía solo, continuábamos reuniéndonos en mi apartamento, aunque con un poco menos de frecuencia, a tomar una copa y contarnos cosas de nuestras respectivas parejas.
En una de las ocasiones en que estábamos particularmente ebrios, o más bien yo lo estaba, y Noelia nos estaba contando cómo a su novio le gustaba darle por el culo, me la imaginé a cuatro patas, gimiendo y sacudiendo sus voluminosas tetas, e inmediatamente tuve una erección. Envalentonado por el alcohol, aproveché un momento en el que Alfredo fue al baño para abalanzarme sobre ella y besarla con afán en los labios, tomé su mano y la apreté contra mi entrepierna, mientras que susurraba que quería estar a solas con ella en mi apartamento.
Noelia se retiró, sobresaltada, después de todo éramos como hermanitos, y ella era amiga de mi novia. Esa noche no pasó nada más, salvo que al despedirse con el consabido beso en la mejilla me susurró, para que Alfredo no se diera cuenta:
– Muy interesante tu invitación.
No nos dijimos nada durante la semana, solo hasta que el jueves la invité casualmente a ver una película en mi casa. También invité a mi novia, sabiendo que ella preferiría no ir, pensando que iban a venir los dos compinches de siempre.
Nos acostamos en mi cama a ver la película y yo intenté besarla, pero ella se resistió, pudorosa.
– No importa – le dije, aunque creo que la cara se me notaba que sí importaba y me preguntaba a qué diablos había venido si no quería hacer nada.
Seguimos viendo la película hasta que ella empezó, disimuladamente, a acariciarme la pierna, y con mucha suavidad subió su mano hasta mi abdomen. Me abrió la camisa y al encontrarse con los pelos de mi pecho, sonrió y empezó a jugar con ellos y con mis tetillas. Hasta el momento yo había quedado inmóvil dejándole mover sus sensuales dedos por mi piel, pero ya no pude más y le metí mano en la entrepierna.
Ella llevaba un pantalón de lycra apretado, similar a una malla de ballet, tan pegado a su cuerpo que sentí sus labios abultados y una humedad extendida por toda su pelvis.
Cuando le bajé un poco el pantalón para meter la mano en su coño y rocé su clítoris, dio un pequeño grito y su mano, que hasta ese momento se había concentrado en acariciar mi pecho, saltó al bulto de mi entrepierna, donde también se sentía una respetable humedad.
– ¿Me dejas besarlo, por favor? – suplicó con voz entrecortada.
– ¿Te has encontrado alguna vez con un tipo al que no le guste una buena mamada? – le pregunté yo a mi vez.
Resultó que uno de sus novios no la dejaba mamársela, pero apenas recibió mi permiso, me desabrochó el pantalón y me sacó la polla con tal cuidado que uno pensaría que estaba manipulando una joya. Mi rabo estaba brillante, húmedo de líquido preseminal que había empezado a escapar con sus enloquecedores besos en las tetillas. Antes de empezar la faena, la limpió a lengüetazos, como quien come un helado y al mismo tiempo me iba bajando los pantalones y calzoncillos para acariciarme con más libertad los huevos.
Yo estaba forcejeando con su pantalón tratando de liberar ese coño húmedo y caliente, pero cuando ella empezó a mamar, me olvidé de ese esfuerzo y de todo, y solo pude quedarme quieto, disfrutando de la mejor mamada de mi vida.
Noelia había nacido para mamar verga. Después tuve oportunidad de comprobar eso muchas veces, pero en ese momento fue para mí una verdad absoluta. Acariciaba el capullo con los labios y la lengua, de vez en cuando se la metía todo en la boca y yo notaba cómo usaba su garganta para masajearla. Luego lo sacaba y volvía a lamer el glande, metiendo la lengua entre la apretada piel del prepucio. Recuerdo que nunca me había hecho una mamada tan perfecta y yo solo atinaba a decir:
– ¡Sí, sí… haz eso otra vez!.
Cuando estuve al borde del clímax se detuvo un momento y empezó a chuparme los huevos, dejándome a punto. Y luego empezó otra vez ese masaje con su lengua y labios, hasta que estuve a punto otra vez, pero volvió a bajar el ritmo. Tres veces repitió esa rutina, hasta que fui yo quien tuvo que rogar que acabara. Yo pensé que lo hacía para no tener que tragarse el semen.
De las novias que había tenido solo una se comía mi semen regularmente, y eso ya hacía tiempo. La que tenía en ese momento lo había hecho solo una vez, pero en general prefería que me corriera en su coño o sus tetas. Y en todo caso ambas me habían dicho que lo hacían porque a mí me gustaba, aunque a ellas no tanto. Cual no sería mi sorpresa cuando Noelia, ante mis súplicas, incrementó su velocidad y cuando me corrí en su boca no solo empezó a succionar hasta la última gota, sino que también se corrió largamente y aún después de orgasmar Noelia siguió con su tarea, lamiendo y chupando, dispuesta a no dejar escapar ni una gota.
Después de un rato se detuvo y apoyó su cabeza en mi pecho desnudo, mientras me acariciaba la polla, flácida y húmeda.
– ¿Me llevas a casa de mi novio, que vive aquí cerca? – me dijo mientras cubría y descubría el glande con sus manos.
Yo, por supuesto, la habría llevado al mismísimo infierno por otra mamada así. La llevé hasta donde quería pero por el camino fui pensando en su novio. ¿Realmente no le molestaría si descubría que Noelia venía tan tranquilamente de follar? ¿Sería algún tipo de perversión?. Después de todo, ¿no había sido esa imagen de ella siendo penetrada por el culo por alguien que no era yo la que me impulsó a mí en primer lugar?.
Ahora, cuando he tenido oportunidad de penetrarla muchas veces por todos lados, me doy cuenta que ella es como una fuerza de la naturaleza. Un surfista intentando montar la ola más grande no se preocupa realmente de la que vino antes, o de la que vendrá después, solo hace lo posible por conseguir dominarla.
Como muchas otras veces que estuvimos juntos, al separarme de ella aún quedaba tan excitado que tenía que hacerme una paja recordando el sexo tan fenomenal que habíamos tenido. Esta vez, además estaba pensando en todo el tiempo que había perdido durante los diez años que hacía que nos conocíamos, y estaba dispuesto a recuperarlo de alguna manera. Y lo hice. Esa mamada fue la primera de una larga serie.
Besos y gracias por leerme.