Relato erótico

Recuerdos del pasado

Charo
17 de julio del 2020

Nos cuenta una historia que vivió hace muchos años pero, que es un grato recuerdo para él. Fue su primera novia y tras varios intentos fallidos de que consiguiera un orgasmo, descubrió que era multiorgásmica.

Manuel – Toledo
Me llamo Manuel, vivo en Toledo y tengo 31 años. Lo que les voy a contar ocurrió hace 11 años, es decir, por entonces yo tenía 20 años.
En esa época salía con una chica, a la que llamaré Ana, que tenía 19 años. Ella era muy guapa, 170 de alto y unas medidas que debían andar en torno al 90-62-90, ojos marrones y pelo negro. Yo era algo menos musculoso que ahora, 177 de alto, pelo marrón casi rubio y ojos verdosos. Ella vivía a más de 400 kilómetros de mí, lo que provocaba que sólo pudiera verla una vez al mes, y normalmente solo un fin de semana.
Cuando empezamos a salir sus padres se habían ido de viaje y la habían dejado sola en casa. El sábado le pedí salir y el domingo follamos por primera vez, pues tenía que irme y no sabía cuando iba a poder volverla a ver. Esa vez lo hicimos en su casa. Desde ese día, siempre que iba follábamos, pero había un problema: era incapaz de conseguir que llegara al orgasmo. Ocasionalmente tenía alguno pequeño, pero no conseguía que se corriera en condiciones. Ella decía que no importaba, pero yo llegaba casi a obsesionarme. La acariciaba 30 minutos y luego follábamos otros 30 ó 45 minutos, pero nada. Y tampoco lo podía achacar a que tuviera una polla pequeña, porque me mide 23 de. Al final empecé a leer libros del tema y en uno leí un método para localizar el punto G femenino, y decidí probarlo.
Ese fin de semana fui a su ciudad y pasamos el resto de la mañana juntos. Le conté lo que había leído y le emocionó bastante el que hubiera pensado en ella. Me dijo que estaba deseando probarlo, así que volvimos a su casa, los dos muy excitados y ansiando ponerlo en práctica. Pero estaban sus padres, y no parecían tener intención de irse. Nuestros planes se fueron al traste. Me invitaron a comer en su casa, y accedí. Cuando acabamos, Ana se cambió, le dijo algo a su madre y nos fuimos. Antes de salir, cogió unas llaves de la cómoda de la entrada.
Bajando por la escalera, me dijo que había cogido las llaves de la antigua carbonera, que ahora utilizaban como trastero, porque quería enseñarme unos libros que tenían guardados, pues sabía que la literatura me encanta. Entramos juntos en el trastero y ella entornó la puerta, sin cerrarla del todo, y quitó la llave de la cerradura. Abrió una caja y sacó unos libros de ella. La mayoría tenían pinta de aburridos, pero había un par que si me interesaron.
Al levantarse a por más libros, Ana se agachó a coger los del fondo de la caja, dejándome ver su culito en todo su esplendor, remarcado aún más por sus vaqueros. Decidí que había llegado el momento de poner en práctica lo aprendido, me levanté y me pegué a su culo, dejando que notara bien mi polla que ya estaba en completa erección. Ella se levantó y aproveché para acariciar sus pechos sobre la ropa, mientras lamía su oreja y su cuello. Ana dejó escapar un gemidito:
– No, para, por favor.
– Te deseo, aquí, ahora…
– Pero nos van a oír.

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– Eso no me importa en absoluto. Más bien, me excita.
Empecé a notar que sus pezones se ponían duros
-Y parece que no soy el único…
– No puedo negarlo… Espera…
Se fue a la puerta, pero no me separé y seguí acariciándola. Cerró la puerta y puso el tranco, mientras mis manos se deslizaban por debajo de su ropa para acariciar su piel directamente. Tenía las tetas súper duras, con los pezones completamente erizados, pero lo que más me sorprendió es lo mojado que tenía el chocho. Puse la mano como enseñaba el libro, con la palma sobre su clítoris y dos dedos con las yemas hacia arriba dentro de su vagina, acariciando hasta localizar su punto G… cosa que debí hacer a juzgar por el grito de placer que escapó de sus labios, y que si había alguien por allí cerca seguro que lo oyó. Ana apoyó sus manos en la puerta y empezó a gemir cada vez más fuerte mientras yo seguía mis toqueteos. De pronto, su coño se empezó a contraer y ella soltó un grito de placer mientras se corría por primera vez. Tras este le vinieron otros dos orgasmos casi seguidos. Ahí fue donde descubrió que es multiorgásmica.
Se dio la vuelta y me besó en los labios. Nuestras lenguas se buscaban con pasión. Le bajé los pantalones y las braguitas, mientras ella se subía el jersey y la camisa y se quitaba el sujetador. Bajé recorriendo sus tetas, que chupé con gusto mientras mis manos volvían a acariciar su coñito, como había hecho antes. Noté que su excitación crecía junto al volumen de fluidos que salían de su coño y bajé mis labios, recorriendo su vientre. Mi boca llegó a su rajita y mi lengua empezó a jugar con su clítoris, mientras mis dedos seguían hurgando en su interior. Sus gemidos iban en aumento, hasta que tuvo una nueva serie de orgasmos.
Yo, ya no podía más, me dolía la polla por estar aprisionada. Me levanté, me bajé los pantalones, la apoyé contra la pared, puse sus piernas en mi cintura y se la empecé a meter, despacio, sintiendo bien cada centímetro de su caliente coño. Por fin, la ensarté entera y empecé a moverme con energía, fuertemente, debido a mi excitación. Nuestras lenguas volvieron a juntarse y mis manos acariciaban y apretaban su culo para hacer más profunda la follada. Sus gemidos no cesaban y hubo un momento que creí había tenido una serie de orgasmos, cosa que quedó confirmada al notar sus jugos escurriendo por mi polla y mis huevos hasta mojar un poco mis calzoncillos. Eso me animó a seguir, aceleré el ritmo del bombeo y me corrí dentro de ella, llenando de leche su coño, que volvió a contraerse en un nuevo orgasmo. Ella estaba tomando la píldora, así que no había riesgo.

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Tras este polvo, decidí que había llegado el momento de intentarlo por su otro agujero. Todavía no había conseguido penetrarlo porque, aunque no era virgen por ahí, me decía que la mía era muy grande y que le hacía daño, así que tenía que parar. La puse con la espalda doblada sobre un montón de cajas y se la metí en el coño por detrás, mientras una de mis manos acariciaba su clítoris. Con la otra mano cogí un poco de los jugos del chocho y los llevé a su culo, mojándolo. Primero metí un dedo, despacio, dejando que se acostumbrara. Ella no dijo nada, hasta que intenté meter otro. Entonces se quejó un poco, pero conseguí que entrasen. Los empecé a mover, haciendo fuerza para ir abriendole el culo. Ella adivinó lo que quería.
– Por favor, no. Me harás daño.
– ¿Acaso no te gusta lo que estoy haciendo?
– Sí, pero…
– Confía en mí e intenta relajarte.
Saqué mi polla de su coño, y la llevé hasta su culo, mientras la mano que había tenido en su clítoris. Saqué mis dedos y puse mi polla en la entrada de su recto. Ella estaba nerviosa, pero mis caricias fueron haciendo que se dejara llevar. Apreté un poco y mi polla empezó a deslizarse en su interior. Cuando mi capullo entró en su culo, dejó escapar un gritito, mezcla de dolor y placer. Lentamente, muy lentamente, me deslicé en su interior hasta metérsela por completo. ¡Qué pasada, lo había conseguido! ¡Por fin poseía ese culito que me volvía loco! Dejé que pasaran unos minutos antes de empezar a moverme lentamente. Mientras, una de mis manos seguía en su coño y la otra acariciaba sus tetas. Estaba seguro que, si había alguien por allí, podía oír perfectamente sus gemidos y gritos de placer, y pensar eso me excitaba aún más.
Comencé el bombeo, lentamente, aumentando el ritmo poco a poco. Nuestros gemidos aumentaban de intensidad, y su coño se contraía una y otra vez en una serie de orgasmos que parecían no tener fin. Me recosté sobre ella, buscando sentir su cuerpo pegado al mío. Ella se levantó, me sentó en las cajas con ella encima y empezó a cabalgar con mi polla en su culo. ¡Qué pasada! Sus jugos escurrían a lo largo de mi miembro hasta llegar a mojar la caja en la que estaba sentado. No pude aguantar más, y me corrí por segunda vez, llenando esta vez su culo con mi leche.

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Después de esto, nos quedamos descansando un rato. Ella cogió una manta que había allí y se limpió como pudo. Me confesó que varias veces pensó que podía haber alguien oyéndonos, y que eso la excitó aún más. Desde ese día, follamos en otros sitios, cada vez más públicos, hasta que al cabo de un año rompimos. Pero guardo un grato recuerdo de aquellos encuentros.
Os mando un saludo a todos y un beso para Charo.

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