Relato erótico
Recordar es revivir
Es un asiduo lector de la Revista Clima y siempre le ha gustado leer los testimonios y, por fin, se ha decidido a contarnos una experiencia que representó mucho para él.
Francisco – La Rioja
Dicen, amiga Charo, que recordar las cosas es volver a vivir y llevo más de cuatro años leyendo las experiencias de esta revista y más de una vez me han dado ganas de contar alguna de las mías, pero jamás me he atrevido hasta hoy.
Lo que hoy les voy a contar me sucedió hace unos seis años con mis compañeras de oficina. Para empezar debo decir que no soy ningún adonis, me considero un hombre normal, con buen carácter y algunas amigas dicen que atractivo.
Bueno al grano de la historia. Debo comentar que en mi oficina trabajaba también la que entonces era mi novia, una chica con un carácter algo difícil, pero le encantaba el sexo y lo hacíamos muy a menudo, pero una tarde, trabajando un poco más que de costumbre, nos quedamos con dos de las chicas que allí trabajaban, Elisa y Rosa. Teníamos que entregar un trabajo a un cliente al siguiente día. Mi novia y yo empezamos a tener una discusión sobre la forma en que se debía entregar el trabajo. No nos poníamos de acuerdo, la conversación subió de tono y mi novia, muy enfadada, decidió irse. Intente convencerla, acompañándola hasta la salida pero no lo conseguí.
Cuando volví a mi oficina, donde estábamos trabajando, Elisa y Rosa ya habían terminado de imprimir el trabajo y lo único que quedaba hacer era encuadernarlo, y como ya eran más de las ocho decidimos hacerlo al día siguiente. Entonces me ofrecí a llevarlas a casa de cada una, aunque una vive a un extremo de la ciudad y la otra al otro. Elisa accedió, pero mi sorpresa fue grande cuando Rosa dijo que era mejor que pidiésemos algo de comer. Digo sorpresa porque Rosa es una chica muy tímida. Cuando miré a Elisa me di cuenta que ella también tenía la misma cara de sorpresa que yo debía de haber puesto.
Accedimos gustosos a pedir comida y en un momento dado Elisa me dijo que estaba cansada de que mi novia me tratase mal delante de todo el mundo en la oficina. La conversación, sobre el tema, se alargó mientras comíamos una pizza. Cogimos bebida de la nevera de mi despacho y vieron que tenía una botella de whisky, me preguntaron si podíamos tomarnos una copita para quitarnos el mal sabor de boca que nos había dejado la bronca con mi novia.
Tomamos una copa de whisky y al poco rato Rosa sirvió otra ronda. Estuvimos así, charlando y bebiendo por un buen rato, hasta que Rosa decidió ir al baño. Entonces Elisa y yo nos sentamos en el suelo para estar más cómodos, ella se arrimó a mí y yo la abracé. Cuando regresó Rosa y vio a Elisa arrimada a mí, nos preguntó si había algo entre nosotros, nos reímos y le dijimos que jamás, y le invitamos a que se sentara junto a nosotros, ella lo hizo y yo también abracé a Rosa. Al rato los tres éramos los mejores amigos y el whisky iba y venía, entre la alegría de la conversación una cosa llevó a la otra y de pronto, Elisa y yo empezamos a besarnos.
Rosa, en realidad, no comprendió lo que en ese momento sucedía, pero entre Elisa y yo surgió un sentimiento reprimido hacía mucho tiempo. Todo esto sucedía mientras Rosa estaba aún apoyada en mí otro hombro, de pronto volví la cabeza para mirarla y me entraron ganas de besarla.
Mientras nos besábamos Rosa y yo, Elisa me abrazaba fuerte y me hacía sentir en el cielo. Jamás me hubiera imaginado que algo así podría sucederme a mí, yo creía que estas cosas solo pasan en las películas, sobre todo con dos chicas así.
Elisa era una chica de veintidós añitos, menudita, con un cuerpo muy bien formado, y con un culito precioso que se adivinaba porque siempre usaba pantalones ajustados.
Rosa era una chica de veinticuatro años, alta, como de un metro setenta o algo más quizá, rubia, de bonita sonrisa, pero muy tímida. También tenía un buen culo, piernas largas y torneadas, y un par tetas grandes. Como digo, jamás me imaginé que pudiera ocurrir nada con ella, ni en mis mejores sueños.
Después del morreo con Rosa, volví a abrazar a Elisa, y automáticamente le senté sobre mis piernas. Por fin pude poner mis manos sobre ese extraordinario culo. Seguimos besándonos mientras yo sobaba sus nalgas. Mientras tanto, puse mi mano sobre la pierna de Rosa y fui subiéndola poco apoco hacia su sexo.
A los pocos minutos de estar en esta, por cierto muy incómoda posición, saqué la mano del pantalón de Rosa, levanté a Elisa, me saqué la camisa y comencé a desnudar a las chicas, que estaban de pie junto a mí. Empecé por Rosa, pues me mataba la curiosidad de ver esos grandes pechos y cuando solté la blusa, me di cuenta que llevaba un sujetador transparente y muy sexy, lo que no esperaba de ella por lo tímida que parecía en la oficina. Lo solté y salieron disparados dos hermosos pechos, de piel aterciopelada, grandes aureolas y pequeños pezones, eso sí bien tiesos y duros. Entonces volví con Elisa, que miraba muy quieta lo que pasaba, terminé de sacarle por completo la blusa, y el sujetador que llevaba puesto y observé en ese instante quizá los pechos más hermosos que he visto hasta hoy en mis treinta y nueve años. Eran también lo suficientemente grandes como para alimentar toda mi lujuria, blanquitos, con unas aureolas rojizas que terminaban en un jugoso pezón. Enseguida acerqué a las dos chicas y comencé a acariciarles las tetas, a cada una con una mano. Ellas estaban frente a mí, con los ojos cerrados y disfrutando de mis caricias.
Chupé estas cuatro tetas como si el mundo se fuera a acabar, por un largo rato, luego me dirigí hacia Rosa, le bajé el pantalón y observé una braguita tan sexi como el sujetador, era igual de transparente y con muchos encajes rojos. Me acerqué lo suficiente a sus piernas como para poder percibir el olor que emanaba de su entrepierna, toqué sus nalgas, las disfruté por unos segundos y decidí quitarle la braga viendo que tenía un coño muy peludo y apetitoso. Entonces volví con Elisa, y también le quité la ropa por completo. Ella no era tan peluda como Rosa, pero era igual de apetitoso. Jugué con sus nalgas por un momento y me situé como a un metro de las chicas para admirar aquellas obras de arte. Tenía a dos chicas muy bellas desnudas frente a mí, decididas a darme todo el placer que yo quisiera.
A continuación me saqué los pantalones y empecé a besar a Elisa, mientras tocaba el coño de Rosa, le metía los dedos y luego me incliné y empecé a chuparle el clítoris. A continuación acosté a Elisa e hice lo mismo durante algunos minutos hasta que tuvo un orgasmo. Mientras esto sucedía, Rosa empezó a masturbarme, pero Elisa se levantó, me tumbó en el suelo y empezó a hacerme una mamada sensacional, al tiempo que coloqué a Rosa sobre mí boca y le comí el chocho. Al rato noté que Elisa me dejaba de chupar la polla y se colocaba como para cabalgarme. Yo estaba increíblemente excitado así que aparté a Rosa para poder ver la cara de Elisa con todo mi miembro dentro, y fue maravilloso.
Después de varios minutos Elisa tuvo un orgasmo sensacional, por lo menos a mi me lo pareció, se levantó e invitó a Rosa a que también me cabalgara. Entonces se retiró Elisa, Rosa subió sobre mí y mientras Elisa me ponía sus pechos en la cara para que yo se los chupara, con mis manos empecé a introducir mis dedos en su coño y en su culo. Ella al principio opuso algo de resistencia, pero después accedió.
Al rato Rosa se levantó, se sacó mi polla del coño y yo instintivamente intenté penetrarla por el culo, pero ella se negó y la penetré de nuevo por el coño. Estuvimos así durante un momento, yo arriba, bombeándola y besándola. Entonces Elisa se recostó con las piernas abiertas frente a mí y yo me estiré para chupar su coño, delicioso y jugoso, y después de un momento ya no aguanté más y me corrí dentro del coño de Rosa, mientras la besaba con mucha pasión.
Después de descansar unos instantes, nos levantamos y fuimos al baño los tres, ayudándonos a limpiarnos mutuamente, jugando un rato más desnudos, pero sin sexo, hasta que decidimos que era muy tarde y debíamos irnos. Nos vestimos y mientras yo cerraba la oficina, Elisa y Rosa escuchaban los mensajes de mi teléfono. Eran de mi novia pidiéndome disculpas y diciéndome que tenía remordimientos de lo que había sucedido, pero yo, por mi parte, no sentía ningún remordimiento. Fui a dejar a las chicas a su casa, me despedí besándolas a cada una y cuando llegué a mi casa no pude dormir de la emoción.
Al día siguiente en la oficina las cosas se desarrollaron con toda con normalidad, pero dentro de Elisa, Rosa y yo había un remolino de emociones. Nos convertimos en los mejores “amigos” y disfrutamos por un largo tiempo de nuestros “confidenciales trabajos” hasta altas horas de la noche y algunas veces incluso fuera de la oficina.
Por cierto si quieren saber de mi novia, terminamos una semana después de lo ocurrido y ella no se enteró jamás de nada, aunque creemos que se lo huele, pero ni se lo imagina.
Saludos y gracias Charo por animarnos el día semana a semana.