Relato erótico

Reconciliación apasionada

Charo
17 de diciembre del 2018

Un enfado provocado por un viaje hizo que no tuvieran sexo durante tres meses. La reconciliación fue muy apasionada e incluso pusieron en marcha una de las fantasías de nuestro amigo.

Antonio – Navarra

Como se sabe, mantener bien una relación larga es difícil, muchas cosas aparecen para convertirse en problemas entre la pareja, cosas que deberán ser superadas para que el amor sobreviva.
Ella y yo divorciados, formamos una pareja desde hace varios años que aunque en lo general nos ha ido bien, como en cualquier relación no faltan circunstancias que de repente nos alejan. El año pasado se dio una de ellas, en la cual como yo no pude irme con ella de viaje a Europa, tal como habíamos planeado con un grupo de amigos. Se tuvo que ir sola más de un mes, lo que unido al disgusto anterior y posterior reconciliación, nos llevó a estar casi 3 meses sin sexo.
Cabe mencionar que mi mujer apenas rebasa los 40 años y, si bien no es una play-mate, con sus piernas largas, pechos firmes y buena nalga sí llama mucho la atención, sobre todo cuando usa sus minifaldas y sus tanguitas, ya que le gusta lucirse, y a mí me encanta que lo haga, por lo que no dejan de verle las piernas y algo más. Como le encanta bailar, ya se imaginarán lo que se luce y lo que se le ve… en fin. Es muy caliente y muy cachonda, por lo que cuando tenemos sexo y, como le fascina follar, hay veces que tengo que usar un consolador para llenarla o para darle a la vez por el culo y por su coño que, aunque dice que no, al rato ya lo está disfrutando.
Durante algún tiempo le había insinuado y dicho que sería bueno que en lugar de un consolador estuviera otro hombre, que por mí no había problema. Así como me gusta que se exhiba y enseñe, también me gustaría verla follando y gozando con otra verga, pero ella no había accedido. Después del viaje que he comentado, invité a Begoña, que así se llama mi mujer, a un restaurante-bar a comer y donde se puede también bailar, tratando de fomentar nuestra reconciliación. Ella se puso una minifalda de cuero roja y una blusa semitransparente que dejaba ver sus hermosos pechos, realzados por un sujetador negro y rojo de encajes y después vería que su tanga de hilo dental le hacía juego. Al acabar de de comer se inició el baile y después de unas 2 ó 3 piezas que bailamos se acercó a la mesa un amigo mío, Luís, con quien en algunas ocasiones ya nos habíamos reunido y quien nunca ha dejado de admirar a mi mujer, tanto, que ya alguna vez se le había insinuado él a ella. Nos comentó que estaba con unos amigos quienes estaban admirando a mi mujer, por lo que él prefirió pasarse a nuestra mesa.
Luís la sacó a bailar primero una o dos piezas seguidas, pero la tarde iba pasando y él no dejaba de bailar con Begoña, que a cada giro del baile enseñaba sus bien torneados muslos. El muy cabrón de mi amigo, dándose cuenta de eso, la hacía dar vueltas con los brazos arriba, por lo que se le veía a mi mujer casi hasta el inicio de la nalga y los dos pechos como queriendo salirse de la blusa.

Como ya nos habíamos acabado una botella, estábamos muy animados y cuando empezó una ronda de música romántica, Luís y yo quisimos sacar a Begoña, pero ella escogió a Luís, lo que me hizo fijarme bien cómo bailaban y me di cuenta que lo hacían muy apretados uno junto a otro, él metiendo su pierna entre las de ella sin dejar de besarle el cuello y de apretar su pecho contra las tetas de Begoña. Al principio ella se resistió, pero después de unas piezas de sentir el calor, ya permitió que Luís actuara libremente, y lo que es más, también ella le respondía besándolo en la oreja y en las mejillas. Cuando volvieron a la mesa, hablamos y decidimos irnos los tres a nuestra casa.
Mientras yo preparaba unas copas, mi mujer me preguntó si no me molestaría si ella se ponía algo muy fresco porque tenía mucho calor. Esperando que ella regresaba, Luís me preguntó que hasta dónde llegaríamos, a lo que yo le dije que hasta donde cada cual quisiera, sin forzar nada. Pasó él al baño a lavarse y después lo hice yo. Cuando salí quedé boquiabierto. Mi mujer se había puesto un negligé de color lila, con liguero y medias negras. Luís estaba igual que yo, pasmado ante la imagen, por demás voluptuosa y sensual.
– ¡Pero qué buena estás, mi reina! – dije yo.
– Eso es poco – añadió Luís – ¡Estás buenísima!
Ya desinhibidos y en plena ebullición, propuse que brindáramos por Begoña, por esta noche y por que ella nos bailara un poco.
– ¿Estás seguro? – dijo ella, con una sonrisa lujuriosa en su cara
– ¡Claro! – contestamos Luís y yo al mismo tiempo.
Pusimos un poco de jazz y Begoña se lució como si fuera una profesional, moviéndose, descubriendo lo poco que cubría el negligé, volviéndolo a tapar, mandándonos besos o chupándose los labios, se acercaba o alejaba de nosotros agachándose de frente o de espaldas para ver sus pechos o sus nalgas, se abría la tela para enseñarnos sus pezones endurecidos, su raja peluda o su culo caliente, bebía un poco de la copa de Luís o de la mía, lo que cada vez la ponía más caliente y con más lujuria bailaba. Luís y yo ya no podíamos, sentíamos la vergas explotar pero no decíamos nada, cuando de repente, mi “virtuosa” mujercita empezó a hacernos striptease, dándole a Luís una pierna para que le desabrochara una media, mientras yo le acariciaba sus pechos, y luego al contrario, así hasta que poco a poco sin dejar de moverse, quedó solo con su tanga lila por la que salían los vellos del pubis y con sus pezones duros, ante nuestros atónitos ojos y ante nuestras vergas calientes y ya babeando. Debo añadir que nosotros ya nos habíamos desnudado también.
Seguía moviéndose con lascivia cuando la muy cabrona nos dijo:
– ¡Quien tenga la verga más grande bailará primero conmigo!

Digo que muy cabrona, porque a simple vista se notaba que la polla de Luís era más grande, cabezón y grueso que el mío. Begoña se quedó detrás de él, abrazándolo de la cintura con una mano y manipulando su verga y sus huevos con la otra, mientras abría sus piernas para restregar sus pelos contra las nalgas de él y le mordía sensualmente el oído. Luís al rato, la giró de cara a él mientras yo sentía algo muy contradictorio: un estremecimiento de celos y por otra parte una oleada de excitación al verlos bailar así, Luís apretando su gran verga entre los pelos y piernas de mi mujer, agarrándole las nalgas y besándole los pechos mientras Begoña echaba la cabeza para atrás para pegarse más al cuerpo de Luís. Al ver tanto puterío en Begoña, ya no me aguanté, me levanté a bailar y quedándome detrás de mi mujer le puse mi dura verga entre las nalgas, pasándosela por el culo mientras con una mano le sobaba el pezón. Otra vez Begoña, muy cabrona, se giró y me dijo:
– ¡Mira mi amor, ahora sí me vas a ver follando como tú querías, voy a hacer realidad tu fantasía! ¿Te gusta verme así?
– ¡Qué hermosa eres, qué bella te ves, me encantas! – respondí.
Sin poder aguantar más la excitación, Begoña se inclinó y estirando su mano, tomó la gran verga de Luís para acercarla a su boca, y lo mismo hizo con la mía. Estaba como enloquecida, con ternura se pasaba las dos pollas por la cara, deteniéndose a besarlas suavemente sin mamarlas, besaba los huevos de uno mientras acariciaba los del otro, pasaba su lengua a lo largo de un miembro y luego lo envolvía en su mano mientras le hacía lo mismo al otro o bien, chupando suavemente, daba pequeños lametazos en los huevos. Al rato Luís se sentó en el suelo, apoyado en un sillón, con las piernas abiertas y le dijo a Begoña:
– ¡Chúpamela! – mientras le señalaba su gran cabeza roja apuntando hacia el techo.
Begoña no se hizo de rogar, inclinada y con el culo levantado, abrió la boca y él empezó a metérsela despacio hasta que su gran capullo estuvo todo adentro, empezando ella a mamarlo con tantas ganas y con tal ansiedad que parecía que se lo iba a acabar a chupadas. Se la metía hasta el fondo de la garganta y después se la sacaba chorreando saliva y la volvía a meter. Begoña estaba en éxtasis, con los ojos cerrados, recorriendo el tronco con su lengua, lamiéndole la verga parecía que se ahogaba pero ella no cesaba de tragársela.
Ya no sentía celos, solo una lujuria tan grande como nunca en la vida la había sentido, tenía mi verga hinchadísima y casi a punto de correrme por lo que empecé a lamer el hermoso culo que mi mujer tenía al aire y a acariciárselo, mientras me acostaba en el suelo entre sus piernas para hacerle yo a ella una rica mamada y comerme su coño. Al sentir mis chupetones en su vulva y mi lengua en su raja, mi mujer se sacó la polla de la boca y le dijo a Luís:

– ¡Fóllame, fóllame ya!
Yo quedé sorprendido por tanta calentura y lascivia de Begoña, no lo podía creer, y como si yo no hubiera entendido bien, le pregunté:
– ¿Quieres que Luís te folle?
– ¡Sí! – respondió ella.
– ¿De veras quieres follar con él? ¿No quieres mejor follar conmigo? – yo, para ver su puterío, insistí.
– ¡No, quiero una verga grande, quiero sentirme follada como nunca… sí, que Luís me la meta toda!
Luís, satisfecho de que al fin se le iba a cumplir su deseo de follarse a mi mujer, le dijo:
– Sí, cariño, ahora vas a ver hasta las estrellas, pero ponme un condón.
Mi mujer tomó un sobre, lo abrió y, como si la gran polla de mi amigo fuera de cristal, con una delicadeza que me enloqueció, le puso el preservativo, luego se acostó boca arriba, situándose para que ella quedara entre las piernas de él e impaciente lo agarró de las nalgas para llevarlo hacia ella, mientras lo envolvía con sus piernas. Él puso su gran tranca entre los labios de su caliente chocho y empujando con fuerza y girando a la vez, se la metió toda sin detenerse, arrancándole a Begoña un grito de placer a la vez que alzaba las piernas para abrirse lo más que podía a fin de que aquella verga recién conocida, le entrara lo más posible y cuando los huevos le tocaron el culo, empezó a gemir provocadora y escandalosamente.
Yo estaba fuera de mí. Oír sus gemidos, ver los pelos de su coño enredados en los pelos de él, ver cómo se entrelazaban mientras Luís le mordía los pezones y la alzaba de las nalgas en tanto que ella lo besaba, le mordía el cuello, abriendo los ojos cuando él le llegaba hasta el fondo, otras cerrándolos mientras gritaba y sollozaba como nunca lo había hecho conmigo. No podía yo creer que el gran cabrón de mi amigo, con un movimiento rítmico estaba metiendo y sacando su verga de la lujuriosa almeja de mi “dulce e inocente esposa”, que, más que mi mujer, parecía una gran puta.
Saludos.

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