Quiero vengarme

Sus amigas le decían que su marido le ponía los cuernos, pero ella no se lo quería creer. Aquel día, llegó ya de madrugada, oliendo a alcohol y a perfume de mujer. Buscó en sus cajones, en su cartera y pudo comprobar que su marido tenía una amante. Lo tenía claro, se iba a vengar.

Elsa – Murcia
Soy Elsa y la historia que quiero contar es como me vengué de las infidelidades de mi marido, y de una manera que ni yo misma me habría imaginado. Todo empezó cuando cierto día Javier, mi marido, llegó un sábado de madrugada a casa. Estaba muy mareado y oliendo a perfume barato. Esto lo había hecho varias veces pero yo siempre creí en sus mentiras y engaños y no hacia caso a los consejos de mis amigas que me decían que Javier tenía una amante, hasta que ese día lo descubrí.
Rebusqué en sus bolsillos y, en los cajones de la mesa que utilizaba como despacho, y encontré cartas y recibos de pagos de ropa, perfumes y de hoteles, es así que decidí seguirle para saber quién era su amante. Lo estuve siguiendo durante varios días hasta que al fin llegó el día en que la conocí. Era una chica más o menos de mi edad, 33 años, y tenía muy buena figura, alta, de cabello rubio y unas tetas muy voluptuosas, algo que a él siempre le ha fascinado.
Los vi entrando en un hotelito, y no me aguanté, cogí el coche y llegué a mi casa dispuesta a hacerle las maletas y echarlo como a un perro mientras que, por el camino, no paraba de llorar. Al llegar a casa, no sé cómo porque estaba muy desquiciada, en la puerta había un coche con un hombre dentro que, al verme llegar, bajo del vehículo, me saludó y me ofreció un pañuelo para secarme las lágrimas.
– Hola, sé cómo te sientes, yo también vengo del mismo lugar de donde tú vienes y la mujer con quien está tu marido es mi mujer -me dijo-
Yo me quedé mirándolo sin decir nada y solo le invité, con un gesto, a pasar a casa para que me explicase lo que estaba ocurriendo. Ya dentro me contó que su mujer salía con Javier desde hacía más de cinco años y que él lo había descubierto hacía más o menos un año, pero no quería separarse de ella hasta saber exactamente lo que iba a hacer. Luego me fue contando todo lo que había pasado él al enterarse de la infidelidad de su mujer, por lo que, sabía cómo me sentía yo, él había pasado lo mismo al comienzo. Fue así que se presentó ante mí.
– Mira pues, nosotros hablando y ni siquiera me he presentado, me llamo Enrique – dijo.
– Sí, yo también estoy un poco despistada, estoy aquí escuchándote no te he dicho ni siquiera mi nombre. Elsa, me llamo Elsa. ¿Deseas tomar algo?
– Si tuvieras una copa sería mejor para despejarme de este mal momento.
– Claro Enrique, creo que es lo mejor yo también me serviré una – añadí.
Fui al mueble bar a servir las copas, le ofrecí whisky y él aceptó con una sonrisa. La verdad es que Enrique no estaba nada mal, todo lo contrario, era de complexión atlética, y una cara muy atractiva.
Yo tampoco estoy mal, delgada, piel morena, pelo negro, tengo unas buenas tetas y un culo bien redondo y salido. Comenzamos a tomar nuestros whiskys, sin hablar de nuestros problemas y tras una grata conversación, le ofrecí otro whisky que aceptó. Luego nos reíamos de todo lo que había pasado él, siguiendo a su mujer para descubrir su engaño y se reía de las cosas como si nada hubiera pasado.
De pronto miré el reloj y vi que era muy tarde. Le dije que podría llegar Javier, mi marido, a lo que él me respondió:

– No te preocupes Elsa, ellos se van a quedar hasta mañana, te lo puedo asegurar.
– ¿Estás seguro, Enrique? – pregunté dudando.
– Sí, Elsa, ella me dijo que de su trabajo la han mandado a provincias, que regresaría dentro de tres días y cuando dice eso es que se van a quedar ahí.
-Entonces te invito a otro trago, si no te molesta – le dije.
– Para nada Elsa, todos los que tú quieras.
Fui de nuevo al mueble bar, llevé la botella de whisky entera al salón y comenzamos a beber y a reírnos. Me notaba algo mareada y sin querer derramé el vaso de whisky en mi blusa, él se levantó, sacó su pañuelo para ofrecérmelo y al querer cogerlo, me fui de espaldas hacia el sofá y para no caer mal logré coger su mano y él cayó conmigo. Me quedé mirándolo fijamente y comenzamos a besarnos muy apasionadamente. Luego me cogió por la cintura y se puso encima de mí, dejándome sentir como su polla estaba totalmente dura y sin perder más tiempo le comencé a sacar la camisa mientras él hacía lo mismo con mi blusa.
Él, como ya dije, tenía un cuerpo de atleta y unos musculosos brazos, y como ya no aguantaba más, yo misma me bajé el sujetador y le mostré mis enormes pechos. Se quedó perplejo al mirarlos, ya que eran mucho más grandes que los de su mujer y fue así que comenzó a comerme las tetas, poniendo mis pezones duros como unos mísiles.
Los mordisqueaba y los chupaba como un bebé mientras que yo, con mis manos, trataba de quitarle los pantalones. De pronto su lengua bajó por mi vientre y comenzó a besarme el ombligo mientras me subía la minifalda hacia la cintura, y así poco a poco fue llevando su lengua hacia mi coño, buscándome el clítoris y que, al encontrarlo, le dio un mordisco y me hizo ver las estrellas.
Mis piernas no tardaron en estar sobre sus hombros y ya me iba a correr cuando se paró y se sacó una formidable polla, muy gruesa y venosa. Me la acerqué a la boca y comencé a darle unas súper mamadas pensando en que mi marido estaba haciendo lo mismo. Lo veía disfrutar y eso me hacia feliz. Me la tragué toda y luego bajé hacia su escroto y le succione hasta las bolas. Eso lo volvió loco y yo, sin decirle nada, me subí al sofá y me di la vuelta poniéndome de rodillas abiertas ofreciéndole todo mi chocho y mi culo.
Se ensalivó los dedos, me los pasó por mi rajita y a continuación agarró su polla y me la introdujo hasta el fondo en el coño. La sentí muy caliente, cabía exactamente dentro de mí sin dejar ni un solo espacio y comenzó a darme cada vez más fuerte mientras que con un dedo jugaba con mi clítoris hasta que no aguanté más y tuve mi primer orgasmo desde hacía mucho tiempo. Él, seguía embistiéndome, cuando, bajó mis piernas al suelo y las juntó mientras yo seguía de espaldas y sentía como entraba toda su polla aún más apretadita.
– No te pares, Enrique sigue follándome, no pares – supliqué.
– Sí, mi amor, no quiero terminar, quiero seguir follándote – me dijo.

Así fue que sin darme cuenta ya estábamos cerca de la mesa, me subió en ella y ahí comenzó de nuevo a follarme como un tren sin frenos, mientras sus manos agarraban mis tetas y su lengua recorría toda mi boca. Cuando sentí todo mi chocho lleno de su leche caliente, nos dejamos caer al suelo mientras me besaba. No podía parar y empecé a hacerle una increíble paja para ponérsela tiesa, después me separé un momento y le puse mi chocho en la boca y nos fundimos en un maravilloso 69. Él me abría con sus dedos el coño y metía toda su lengua dentro hasta que se puso de rodillas, me colocó a cuatro patas con su polla ya otra vez dura y como sus dedos estaban empapados de mis jugos, comenzó a metérmelos por el agujero del culo. Hacía como dos años que no recibía nada por ahí y pensé que era el momento por lo que, sin decir nada, yo misma agarré su polla, la puse en la puerta de mi culo y le dije:
– Ahora quiero que me folles por el culo mi amor, todo mi culo es tuyo.
– Pues vas a tener una verdadera enculada – aseguró.
Sin esperar nada más me la introdujo lentamente. Yo sentía un poco de dolor ya que su polla era realmente gruesa, así que apoyé mis codos en el suelo y doble más mi cintura para que me penetrase totalmente y de este modo, en un momento, toda su polla estaba dentro de mi culo, y me lo follaba sin piedad. Era la enculada más espectacular que había tenido en mi vida, y yo le decía:
– Sigue así, no pares, hacía tiempo que mi marido no me daba por el culo
quiero que me des toda tu leche dentro de mi culo, sí, córrete dentro de mí -le supliqué.
– Sí, mi amor te dejaré toda mi leche – prometió.
Se sentó en el suelo, sin sacarme la polla del culo, mientras yo estaba en cuclillas y comenzó a encularme sentado mientras yo lo cabalgaba, eso hacía que su polla llegase hasta lo más profundo de mí y el dolor era muy agradable hasta que él no aguanto más y se corrió.

Yo, la verdad, terminé con el culo destrozado y veía que su polla estaba morada. Fue así que nos quedamos hasta el día siguiente y ahora también nosotros nos hemos convertido en amantes y no lo dejaremos de ser.
Saludos de los dos.