¡Quiero ser esclava!

Desde que era jovencita descubrió que era masoquista y siempre ha procurado tener un Amo o una Ama que la dominara. Actualmente tiene una Ama, es su secretaria, y le organiza la “agenda” de las orgias masoquistas de las que es protagonista.

Verónica – PALMA DE MALLORCA
Hola Charo, soy Verónica y tenía 21 años cuando descubrí que era totalmente masoquista. Ahora tengo 30 y vivo en Palma de Mallorca. Nunca quise tener un Amo o una Ama permanente así que, gracias a mi dinero podía permitirme las orgías de dolor y de placer cuando me apetecía.
Marta era mi secretaria y participaba en todas mis fiestas ejerciendo también muchas veces como mi Ama o cuidando de mí después de algunas sesiones masoquistas.
Un viernes, después del trabajo, teníamos una reunión de sado con algunos Amos y Amas. Me desperté y lo primero que me invadió fue una intensa sensación de dolor. Quise mover mi cuerpo sobre la dura superficie de madera pero me fue imposible. Alcé la cabeza para mirar mi cuerpo. Lo tenía todo marcado y magullado. Muchos Amos y Amas me habían usado durante horas y horas. Toda la parte delantera de mi cuerpo estaba cubierta de oscuros y abultados cardenales y marcas abiertas por el intenso castigo. En mi boca aún saboreaba el resto de corridas y jugos, tanto de hombre como de mujer.
Me habían follado docenas de veces por todos mis agujeros y castigada sin piedad. Las corridas goteaban de mi coño, de mi culo y de mi boca, chorreaba empapada de jugos y restos de corridas que mi lengua había sido incapaz de recoger.
Había chupado pollas y limpiarlas con mi lengua sin importarme donde habían estado metidas antes. A muchas mujeres que habían estado follando yo tenía que limpiarles sus coños de esperma.
Estaba así recordando lo sucedido el día anterior cuando Marta entró en la habitación, acompañada de una mujer mayor y muy gorda. Me pusieron un cuenco de perro en el suelo y tuve que desayunar así, sin usar las manos. Al cabo de media hora Marta y la mujer me ataron y mi secretaria le dijo a la otra que podía hacer conmigo lo que quisiera.
La mujer cogió un látigo de tiras cortas trenzadas, me puso unas pinzas metálicas en los labios vaginales, lamió y mordió mis castigados pezones y luego se sentó sobre mi cara. Un intenso olor me invadió pues la mujer había sido follada durante toda la noche y su coño estaba lleno de esperma reseco. Tras lamérselo un rato, la mujer se desplazó y me puso el agujero de su culo, también manchado, e igualmente se lo limpié agitando mi lengua con fuerza. Entonces empecé a sentir los azotes del látigo directamente sobre mi coño y con unos terribles gritos me corrí por última vez.

Marta, entonces, apareció de nuevo, me soltó, me puso el collar de perra, enganchó la correa y tiró de mí haciéndome seguirla a cuatro patas hasta el baño. Me lavó, me curó las heridas, me llevó al dormitorio donde se ocupó de mi y me cuidó durante los días que necesito para recuperarme totalmente y estar de nuevo preparada para una nueva orgía masoquista.
Al cabo de unos días le dije a Marta que tenía ganas de salir esta noche. Cuando le digo esto ella tiene carta blanca, prepara la bolsa con los objetos para mi castigo y los sitios donde debemos ir. Ella se convierte en mi Ama y yo en su sumisa esclava. Tras cenar, Marta me dijo que me pusiera la ropa que encontraría encima de mi cama. Había unos zapatos de tacón altísimo, una blusa negra transparente, una minifalda de cuadritos muy corta y un collar de perra estrecho para el cuello. Marta se puso un traje pantalón muy elegante.
Cogimos el coche y nos dirigimos a un club donde solo iban mujeres. Entramos a las doce y media y no había mucha clientela. Nos sentamos en uno de los sofás y nos sirvieron dos copas. Mi Ama no me permitía cruzar las piernas ni juntarlas, tenía que mantenerlas ligeramente abiertas para que cualquier mujer que pasara pudiera ver perfectamente mi coño depilado. Esto me ponía muy caliente.
Al cabo de un rato se nos acercaron dos chicas jóvenes, no tendrían más de 20 años, las dos morenas y bastante gordas y nos dijeron si podían invitarnos. Marta les dijo que estaríamos encantadas y entonces se sentaron y estuvimos hablando mientras no hacían más que mirar mi entrepierna.
Cuando una de ellas se sentó a mi lado, la otra salió a la pista a bailar con Marta. La chica, al quedarnos solas me dijo:
-¿Sabes que cualquier mujer puede verte el coño, eres una exhibicionista, verdad?
Yo le dije que vestía así por ser el capricho de mi Ama. La chica puso una mano en mi rodilla y me tocó un poco pero cuando vio que no le decía nada subió la mano por mi muslo mientras con la otra tocaba mis tetas por encima de la blusa. Luego acercó su boca a la mía y nos besamos lamiéndonos las lenguas. Al momento sus dedos estaban tocando mi coño diciéndome que abriera más las piernas. Obedecí y sus dedos penetraron dentro de mi vagina, metiéndolos y sacándolos de mi coño completamente encharcados mientras su otra mano se dedicaba a desabrochar los botones de mi blusa y cuando lo hizo, la abrió dejando mis tetas al aire.
Inclinando la cabeza, empezó a chuparme los pezones pero cuando yo estaba apunto de correrme, sacó los dedos de mi coño y me los puso en la boca diciéndome:
– Límpiamelos, putita.
Yo se los lamí y chupé hasta que se los dejé limpios de mis jugos. Entonces me dijo que fuéramos a bailar. Me levanté e iba a abrocharme la blusa pero ella me lo impidió diciéndome:
– No, no lo hagas, así estás más sexy.
Me cogió de la mano y con las tetas al aire, viéndomelas toda la clientela, me llevó hasta la pista Marta y la otra chica nos vieron llegar y la amiga le dijo:
– ¡Vaya, esta sí que va caliente!

– Esta noche podréis hacer con ella todo lo que queráis, es una esclava y esta noche es vuestra. – le contestó Marta.
Nos pusimos a bailar juntas, ella puso las manos en mi culo mientras yo ponía las mías en sus hombros. Al rato de estar bailando cogió el borde de la faldita y me lo fue subiendo hasta que dejó todo mi culo al aire en medio de la pista. Sus dos manos se posaron en mis nalgas y magreaba mi culo a placer, mientras nos besábamos y sus dedos recorrían la hendidura de mis nalgas y cuando su dedo llegó a mi ano presionó un poco y me lo metió en el culo. Así y a la vista de la gente, mientras bailaba con ella, me daba por el culo con su dedo. Realmente era todo un espectáculo.
Volvimos las cuatro a la mesa, yo con las tetas al aire y me sentaron en medio de las dos. La que había bailado con Marta me cogió del pelo y me besó en la boca metiendo su mano entre mis piernas manoseándome todo el coño.
– Así que según tu Ama eres una perra y esta noche serás toda nuestra -me dijo.
– Sí, haré todo lo que quieras – contesté.
– Aquí mismo hay unos reservados -añadió Marta- donde podremos pasar un rato juntas.
Las dos, diciendo que sí enseguida, nos levantamos y nos dirigimos a los reservados pero diciéndoles Marta que me cogieran de los pezones y me llevaran tirando de ellos. Cada una me cogió un pezón y pasando por casi todo el local, llegamos a los reservados. Ya dentro de uno de ellos. Me quitaron la blusa y la faldita, ellas también se desnudaron y la que había estado bailando conmigo se abrió de piernas y me dijo que le comiera el coño.
La chica se había quedado de pie por lo que yo me arrodillé y acerqué mi boca a su almeja. Primero se la chupé un poco y luego saqué la lengua lamiéndole el clítoris y toda la raja del coño. La otra chica, a nuestro lado, se besaba con su amiga hasta que, al rato de estar lamiendo, me cogió del pelo y se vació en mi boca haciéndomelo tragar todo y luego limpiarla con mi lengua. La otra, agarrándome también del pelo, me gritó:
– ¡Ahora a mi, puta!
Me giré hacia ella y mi boca entró en contacto con su coño, que ya estaba chorreando. Se lo chupé y lamí con unas ganas terribles pues estaba muy excitada. Al momento se corrió en mi boca y cuando se calmó me tumbaron en el suelo y una me puso su coño en la boca y mientras le pasaba la lengua ella tiraba de mis pezones, y la otra, entre mis piernas, me estaba lamiendo el coño haciendo que me corriera dos veces y la que tenía en mi cara volvía a orgasmar.

Hasta aquí la primera parte de mi aventura sadomasoquista y en una próxima carta seguiré con el relato. Hasta entonces, besos a todos y a todas.