Relato erótico
¿Quieres que mi mujer te la chupe?
Quería ver a su mujer mamando otra polla y pensó que la mejor opción era un muy buen amigo de los dos. Por supuesto, aceptó sin pensarlo. La experiencia fue morbosa y quiere contárnosla.
José María – MALAGA
Llevábamos ya 10 años de casados, y nunca había visto a mi mujer Susana hacerle una mamada a otro hombre, pensé que me gustaría verlo y como sabía que a ella también le gustaría, se lo propuse y aceptó.
Para ello, ¿qué mejor que Isidro, este eterno amigo, que conocíamos tan bien y que teníamos ambos tanta confianza? Así que se lo propuse, y no dudó nada en aceptar. Esa misma noche vino a casa a cenar, mi mujer y él se sentaron en el sofá, y yo en una butaca. Susana se puso de rodillas entre las piernas de Isidro, comenzó desabrochándole los pantalones y se los bajó hasta las rodillas, ella ya veía el bulto que tenía bajo los calzoncillos, ansiosa como estaba, se los bajó deprisa, pudo ver su miembro, algo mayor y más grueso que el mío, que apuntaba hacia el techo. Yo me saqué la polla y empecé a cascármela viendo el espectáculo.
Susana abrió tanto como pudo la boca y se lo colocó todo dentro. Yo creía que se ahogaría. Continuó con un ritmo lento y suave que excitó mucho a nuestro amigo, este, adelantándose un poco, cogió con una mano un pecho de mi mujer, que lo agradeció con un murmullo. No contento con esto, introdujo la mano por entre el escote, liberó los pechos de mi mujer del sujetador, y continuó la acción sin que la ropa fuera un estorbo, hasta que se corrió en la boca de Susana.
Ella se subió un poco la falda, para poderse sacar las bragas, mientras nos proponía masturbarnos los tres juntos. Me senté al otro lado de Susana, ella quedó entre Isidro y yo, levantándose un poco la falda y abriendo las piernas, empezó a frotarse el coño violentamente, Isidro y yo no parábamos de cascárnosla, yo fui el primero en correrme, Susana la segunda, y a continuación Isidro otra vez. Después de esta experiencia, cenamos tranquilamente, comentando lo divertido que había sido, y lo bueno que es tener un amigo para poder compartir estas cosas.
Mi marido acaba de contaros lo que sucedió con Isidro, pero quiero daros mi versión. Ya llevábamos doce años casados, y durante este periodo no tenía en la boca otra polla que no fuera la de Pepe, mi marido. Si tengo que deciros la verdad, no lo echaba a faltar, mi vida con él es muy buena, y sexualmente nos entendemos a la perfección, pero cuando me lo dijo, acepté enseguida, y más tratándose de Isidro, este amigo con el que vamos a todos los sitios, es muy agradable conmigo, nos tenemos una sinceridad mutua, cuando sale con alguna chica, nos cuenta todas sus penas y sus alegrías, muchas veces le he dado consejos de cómo tratarlas, qué hacer con ellas, que nos gusta a las mujeres, etc., incluso le he acompañado de compras, escogiendo yo los calzoncillos que tenía que ponerse en las citas con sus novias.
Muchas de las veces que vamos de vacaciones viene con nosotros e incluso hemos compartido habitación de hotel cuando el presupuesto no nos alcanza para más. Pero todo esto que os he explicado no significa para nada que haya habido ningún contacto sexual entre nosotros, ni tan solo me había visto desnuda, ni yo a él, lo más con ropa interior cuando íbamos de compras y entraba en el probador para ver cómo me quedaba una prenda, o compartiendo habitación, cuando nos cambiábamos, eso sí, comentábamos con él hasta las más íntimas cosas de nuestra vida sexual, con la mayor naturalidad del mundo, por todo esto es lo que pensé que él sería la mejor persona para hacer esto, incluso pensé que si no hubiese sido él, al contárselo podría haberse ofendido.
Mi marido se lo propuso por teléfono, aceptó enseguida, cuando llegó, tengo que reconocer que estaba nerviosa, me había pasado toda la tarde arreglándome, tampoco sabía exactamente por qué, pero incluso me había depilado la ingle, a pesar de que se trataba de que yo le hiciera una mamada, y él no tenía por qué verlo. Me puse un conjunto de ropa interior que sabía que a él le gustaba, porque una de estas veces que fuimos de compras, él lo vio e insistió tanto en que me lo probara, que acabé por ponérmelo. Cuando lo vio puesto dijo que era perfecto, que realzaba mucho mi pecho, además, quiso pagarlo, por lo que en definitiva era un regalo suyo.
Le bajé los pantalones lo más que pude, vi que se había puesto uno de los calzoncillos que yo le escogí una vez, el sabía que me gustaban, pero al ver el bulto que tenía, me sorprendí e impacienté a la vez, quería verlo, por eso tardé tan poco en bajárselos, no sin antes acariciar todo su paquete por encima de ellos, para excitarlo más. Su miembro resultó ser mejor de lo que esperaba, incluso mejor que el que mi mente dibujaba cuando me masturbaba pensando en él, tenía ganas de tenerlo todo en la boca. Chupar pollas siempre se me ha dado bien, mis anteriores novios o amantes me lo decían siempre, además él lo sabía, ya que era uno de los cometarios que muchas veces le hacía Pepe, y lo de mis antiguos amantes también.
Me esmeré en que él lo apreciara, hice una combinación entre los labios y la lengua que le excitó muchísimo, entonces vi que se incorporaba y dirigía su mano a mi pecho, yo no lo esperaba, pero me gustó, miré de reojo a Pepe para ver qué cara ponía, ya que podía no sentarle bien, pero no, estaba más que contento, además, no quería que aquello se limitara a que yo diera gusto y él recibiera. Por aquel entonces ya tenía mi coño encharcado, vi que Pepe tenía la polla fuera y se estaba masturbando, me moví un poco para que pudiera entrar su mano por el escote, él lo apreció enseguida, y no tardó en hacerlo, además, desabrochó el sujetador, cosa que ya me había hecho otras veces, porque soy de estas mujeres que le cuesta llegar a los corchetes, y cuando vamos de compras siempre se lo pido. Realmente sabía cómo tocármelas, no me extrañó, yo misma le había dado muchos cursos teóricos de ello, por lo tanto conocía mis gustos.
Se corrió a gusto en mi boca, la llenó toda de leche, y era agradable probar otro sabor tantos años después, pero creo que nunca nadie me la había llenado tanto. Yo estaba muy caliente, las bragas las tenía que casi goteaban, necesitaba hacer algo, y se me ocurrió continuar un poco más el juego, me las saqué colocando mis manos debajo de la falda, me senté a su lado, le dije a mi marido que se sentara al otro extremo, y les propuse masturbarnos los tres. Sin esperar su respuesta, que además ya sabía, me levanté la falda, abrí las piernas lo máximo que pude y con los dedos de una mano me acariciaba el clítoris, mientras que de la otra mano introduje varios dedos en el coño. Sabía que Isidro lo estaba viendo, por lo que pensé que a pesar de acabarse de correr, la vista que tenía sería suficiente para excitarse otra vez, y así fue. El primero en correrse fue mi marido, no me extraña, con el espectáculo que había tenido, después yo, y finalmente Isidro. La habitación olía a una mezcla de mis flujos y la leche de estos dos hombres.
Sin ponerme las bragas, eso sí, abrochándome el sujetador, mejor dicho, Isidro me lo abrochó, cenamos, comentamos lo ocurrido, Isidro confesó que algunas veces después de ir de compras conmigo, había tenido que masturbarse a mi salud, yo le dije que también algunas veces yo también lo había hecho pensando en él, cosa que le gustó. Hablamos de lo bien que me había quedado el pubis depilado, solo dejé una fina tira de pelo en V, apuntando hacia mi clítoris, me levanté, subiéndome la falda hice un pase para que lo vieran mejor.
Después de la cena, le comenté a mi marido, que lo de que él viera como chupaba otra polla estaba muy bien, pero le pregunté si le gustaría ver cómo me comen a mí el coño, aprovechando que Isidro estaba allí, sería un buen momento. Ni que decir tiene que les pareció muy bien a todos, entonces yo me saqué la blusa que llevaba y la falda, quería estar totalmente desnuda, Isidro me sacó el sujetador, me dirigí de nuevo al sofá, no sin antes hacerles un pase para que vieran mi cuerpo entero. Yo le exigí que también se desnudara por completo, quería disfrutar de esta maravillosa vista, y sin darme cuenta ya estaba en pelotas, me estiré en el sofá con las piernas completamente abiertas, Isidro, conocedor exacto de mis gustos, empezó por jugar con mi clítoris y su lengua, mientras que con las dos manos acariciaba mi pecho, y hacía presión en los pezones, después, siguiendo con el juego de lengua, introdujo, primero uno, y después dos dedos en mi coño, moviendo dentro uno de los dedos en forma de gancho para tocar mi punto G, hasta que me corrí violentamente.
Descansamos un ratito, pero ninguno de los dos se molestó en vestirse, el único que llevaba la ropa era mi marido. La noche había resultado interesante. Entonces fue cuando Isidro dijo que cada uno de nosotros había propuesto una cosa, y se había hecho, y que ahora le tocaba a él, y yo me temí lo que quería, por lo que me asusté un poco, pero mi marido dijo que era justo, y que propusiera. Isidro dudó un momento, supongo porque vio que yo me lo imaginaba, y no había mostrado ninguna alegría, hasta que se lanzó y dijo que quería follarme. Realmente era lo que me temía, no sabía si estaba preparada, una cosa son estos juegos y la otra es dejarme follar, y así se lo manifesté. Mi marido dijo que a él no le importaba si era con Isidro, ya que somos muy amigos, y que además sabía que llevaba tiempo sin hacerlo, pero que tenía que decidir yo, Isidro dijo que sentía mucho haberse pasado con la proposición, pero yo le dije que no había problema, nos teníamos mucha confianza, tanta como la que yo podía tener para negarme, sin que esto afectara para nada nuestra amistad.
Continuamos charlando largamente, pero en ningún momento Isidro insistió en el tema, además todos estábamos muy contentos, repasamos todo lo que habíamos hecho aquella noche, el buen recuerdo que había quedado, también lo de nuestra amistad, yo les dije que por ningún motivo quería que lo de hoy significara un cambio, y que no sabía si otro día podríamos repetirlo, pero no tenía que ser una cosa habitual, quería continuar teniendo a este maravilloso amigo, que me siguiera acompañando de compras, que siguiera viniendo de vacaciones con nosotros o que viniera a dormir en casa cuando Pepe no estaba, para que no me sintiera sola.
Por mi mente pasaban cosas. ¿Realmente tenía ganas de follármelo y decía que no por un tabú? ¿Si quería hacerlo, quien mejor que Isidro? ¿Se presentaría otra oportunidad como aquella? Entonces me levanté, dirigiéndome al pasillo totalmente desnuda como estaba, cuando llegué a la puesta giré y les dije que me siguieran. Entré corriendo en la habitación y cuando llegaron yo estaba completamente estirada sobre la cama, y mirando a Isidro le dije:
– Fóllame… pero hazlo como un amante, imagina que por un rato soy solo tuya.
Se acercó a mí, me cogió por la cintura levantándome de la cama, y acercó su boca a la mía dándome un cariñoso beso. Nuestras bocas se abrieron, nuestras lenguas empezaron a jugar y duramos así largo tiempo, me sentía muy bien. Isidro es un perfecto amante, además, pensé que yo se lo había enseñado casi todo, y que lo llevaba muy bien a la práctica. Pepe se sentó en la silla que tenemos en la habitación, completamente callado e Isidro fue muy tierno conmigo. Empezó a chuparme el coño, yo le chupé su polla, haciendo al final un 69, y cuando ambos nos sentimos preparados, muy lentamente me penetró, llegando al orgasmo casi al mismo tiempo. Levanté la cabeza y vi que mi marido también acababa de correrse.
Estábamos los tres muy agotados, entonces mi marido se levantó y le dijo a Isidro:
– Te confío por esta noche a mi mujer, no lo haría con nadie más en el mundo, pero a ti sí, quiero que os lo paséis muy bien, mañana ya os despertaré.
Diciendo esto, salió de la habitación cerrando la puerta. Parecía que había leído mis pensamientos, quería estar a solas con Isidro. Dormir, lo que se dice dormir, poco lo hicimos. Cuando mi marido vino por la mañana, hacia las 11, nos encontró follando, justo cuando Pepe me penetraba por el culo y evidentemente no nos interrumpió y además, yo casi ni me di cuenta que él estaba allí.
Se sentó al lado de la cama, y nos preguntó que tal lo habíamos pasado, yo le respondí que si me prometía no enfadarse se lo contaría.
– ¿Enfadarme? ¿Por qué? – dijo.
– Es que Isidro se ha corrido por lo menos tres veces esta noche, y yo muchas más – le contesté.
El nos dijo que desde la habitación de al lado se oía perfectamente, y que ya lo sabía. Resultaba que ninguno de los tres había dormido. El resultado de aquella noche fue que nuestra amistad no solo se mantuvo, sino que estaba fortalecida. La única diferencia es que cuando viene a casa a dormir, porque estoy sola, las cosas ya no son tan inocentes.
Saludos de los tres.