Relato erótico
Quien tuvo retuvo
Tuvo suerte, y en uno de los viajes que hizo con el autocar que conducía se encontró con sus antiguas compañeras del Instituto. Incluso coincidió con la que había su amor de adolescente.
Andrés – La Coruña
Soy Andrés, conductor de autocares que tuve la suerte de volverme a encontrar con Mónica, mi antiguo amor del colegio, durante un viaje de estudios. Al finalizar este viaje, Mónica y yo nos fuimos a vivir juntos pero al enterarse de ello Lorena, su hermana pequeña, se nos unió y al saber Mónica que habíamos tenido un rollete, consintió en que participara en nuestros polvos.
Los tríos eran fenomenales. Lo que yo mantenía en secreto es que seguía viéndome con Conchita, nuestra antigua profesora, pero Lorena nos pilló morreándonos y dándonos el lote a la salida del colegio ya que Conchita no se podía reprimir, no podía esperarse a que llegáramos a nuestro picadero, y se lo contó a su hermana.
Al contrario de lo que yo esperaba, Mónica se lo tomó muy bien, no la creía tan liberal y me hizo contárselo todo. También me dijo que la llevara a nuestro siguiente encuentro. Quería verlo con sus propios ojos. Como tantas veces, fui al encuentro de Conchita a la salida del colegio y como siempre, de camino a su coche, Conchita se pegó un buen lote conmigo. Mónica lo veía todo escondida y cuando subimos al coche vi como ella cogía un taxi para dirigirse al lugar donde Conchita y yo teníamos nuestros encuentros sexuales. Me había hecho darle mi llave para estar allí cuando llegáramos y cogernos in fraganti en la cama, en pleno acto. Mónica tuvo tiempo de llegar antes que nosotros pues Conchita estaba retozona. Ella se sentó al volante y yo en el asiento del acompañante. Antes de arrancar me bajó la cremallera y me sacó la polla, comenzando a meneármela muy despacio, diciéndome:
– Hoy he discutido con mi marido y estoy hirviendo por dentro, cuando lleguemos quiero tenerte a punto para que me jodas como tú sabes.
Puso en marcha el coche y todo el camino se lo pasó con una mano sobre mi polla y solo la soltaba cuando tenía que cambiar las marchas o sujetar el volante con las dos manos. Cualquier coche que pasó a nuestro lado pudo verme con el rabo sacado, todo tieso. Pero Conchita aún fue más lejos. Cuando teníamos que parar en algún semáforo, se inclinaba sobre mi polla y me chupaba hasta que se ponía el verde.
Llegamos al sitio. Conchita estaba muy fogosa y nos desnudamos por completo. Me arrastró hasta la cama, restregaba su cuerpo contra el mío y morreándome ansiosamente hasta que me agarró la polla diciéndome:
– ¡Como me pones con esta maravilla, me tienes toda mojada!
Me cogió la mano para pasarla por su frondosa almeja. Su coño parecía un charco. Se abrió de piernas para ofrecerme más su coño y me dijo:
– ¡Clávamela, húndela hasta el fondo!
Montado sobre ella, empecé a follarla. Estaba entregada a mis atacadas, gritando mi nombre y diciendo que le gustaba. En ese momento irrumpió Mónica gritando:
– ¡Grandísima puta…! ¿Así te comportas con tus ex-alumnos?
Conchita dio un brinco, apartándome y colocándose frente a Mónica que, con gran sorpresa por mi parte, había entrado completamente desnuda. Creí que se iban a arrancar los ojos. Esperaba que se empezaran a arañar y a tirar de los pelos. Se miraban desafiantes, con sus tetas y peludos coños nada ocultos, y de pronto Mónica habló.
– Te acuestas con mi hombre pasando de mí – le dijo – Y eso no es justo.
A Conchita le cambió el semblante, se abrazó a Mónica y le pegó un morreo que quitaba el hipo. Casi se quedaron sin aire. Después Conchita dijo, magreando las tetas de mi chica:
– Pareces tan remilgada… en el cole eras mi preferida…
– Las apariencias engañan – le cortó Mónica – Venga, vamos a la cama.
Pasando un buen rato de mí, se dedicaron a darse placer mutuamente. Me daba morbo verlas pero se negaban a hacer nada conmigo. Tuvieron un orgasmo haciendo un 69 y sin descansar, Conchita dijo:
– Deberíamos compartir la polla de tu novio, que nos joda como él sabe y nos deje bien satisfechas.
Mónica estuvo de acuerdo y ambas empezaron a compartir mi polla. Recorrían con sus lenguas todo ella, chupándomela las dos con vicio, hasta que pusieron sus coños a mi disposición. Yo iba de uno a otro, metiendo la polla y moviéndola dentro durante un buen rato. Nos lo estábamos pasando bomba los tres con esta follada hasta que se lo montaron de tal forma que mientras me follaba a una, la otra ponía el coño en su boca y así comía una almeja mientras era follada.
– Oye… – dijo Conchita a Mónica – ¿Dejamos que nos dé por el culo?
– ¡Por supuesto! – contestó esta.
Las dos se pusieron a cuatro patas en la cama, con el culo ofrecido. Los pusieron pegados para así provocarme. Se la metí a Conchita pero no tardé en cambiar a Mónica y así me pasé todo el tiempo, cambiando de culo, disfrutando terriblemente como ellas, que lo comentaban entre sí, dándose unos morreos de vicio. Al anunciarles mi inminente corrida, me pidieron que se la echara en la boca. Me la meneé un poco ante sus caras hasta que recibieron encantadas mi corrida, relamiéndose y compartiendo con morreos lo que habían recibido. Más tranquilos, nos pusimos a hablar, sin que se nos ocurriera vestirnos.
– ¿Sabéis que dentro de dos meses es la fiesta de antiguos alumnos de vuestro curso… vais a ir? – dijo Conchita.
No lo sabíamos pero, íbamos a ir. En aquellos dos meses nos seguimos encontrando sin necesidad de ir al picadero. Nos veíamos en nuestra casa. También participaba Lorena, la hermana de Mónica. Había repetido curso y Conchita era su profesora. Venían juntas quedándose tal y como las esperábamos Mónica y yo, o sea, desnudas por completo. No podía creerme la suerte que tenía. Tres calientes hembras, siempre dispuestas para mí solo. Les encantaba complacerme. Yo era su macho. Así llegó el día de la fiesta. Se celebraba en el salón de actos del colegio por la noche. Cuando llegamos ya estaba allí todo el mundo. Conchita nos indicó donde estaba el grupito de amigas de Mónica y hacia allí fuimos. Había música y todo estaba muy animado. Todas llevaban años sin verse y se contaban su vida y las distintas suertes a la hora de trabajar. Las había ya casadas, con niños, y otras aún vivían con sus padres. Todo el mundo había bebido mucho y estaban muy alegres. No me costó mucho convencer a mis antiguas compañeras para bailar, aunque casi todas venían con sus maridos o parejas.
– Si quieres intentar algo con alguna, hazlo, no me importa – dijo Mónica, que no es nada celosa.
Conseguí bailar con mis diez preferidas, desde las más atrevidas Yolanda, Susana y Mari Carmen, solteras y muy liberadas que se frotaron descaradamente contra mí para comprobar el tamaño y dureza de mi paquete a Adela, dos años mayor y con mucho vicio, pasando por las tímidas Nuria y Maribel, la presumida Eva, la engreída Raquel, que con el cuerpazo que tiene sabe que está muy buena.
De pronto Conchita subió al estrado, cogió el micrófono y anunció que Mónica y Andrés se iban a casar. Todo el mundo respondió con una atronadora ovación. A mí me pilló de sorpresa ya que Mónica y yo no habíamos hablado nada de matrimonio. Conchita volvió a intervenir proponiendo a las chicas irse con ella a su casa para hacer una despedida de soltera. Cuando me hizo un guiño y un gesto, comprendí sus intenciones. Cogí el coche y me dirigí al picadero. Allí las esperé.
Por la ventana vi como llegaban en tres coches. Conchita, Mónica y las diez con las que había bailado. Armaban mucho barullo. Desde el sexto piso donde yo estaba, oía sus voces. Me escondí para que no me vieran. Nada más entrar, Conchita dijo de ponerse cómodas y dando ejemplo, se quedó con las tetas al aire. Conchita fue a por bebida a la cocina, donde yo estaba escondido y me dijo que no saliera hasta que ella me lo indicara. Oí como le pedían a Mónica que contara sus aventuras de cama y ella lo hizo de manera muy explícita, de tal manera que caldeó aún más el ambiente. Ya todas las tetas estaban fuera y más de un coño era frotado de lo caliente que estaba.
– ¡Ahora un tío nos va a hacer un striptease! – anunció Conchita.
Todas se pusieron a rugir como locas. Conchita puso música y silbó para que yo saliera. Cuando aparecí, sus gritos se multiplicaron, me subí a la mesa y empecé a desnudarme al ritmo de la música.
Daba miedo como aullaban. Las más descaradas me pedían que me lo quitara todo y como esa era mi intención, les regalé un desnudo integral, con mi polla totalmente empalmada debido al espectáculo que me ofrecían ya que todas estaban casi desnudas. Un montón de manos me sobaron las pelotas de una forma increíble.
– ¡Lo siento amiga, pero le tengo que chupar el cipote a tu hombre! – le gritó Yolanda a Mónica.
– No me importa, como si quieres tirártelo – respondió Mónica.
Esto fue como un disparo de salida. Yolanda se quitó lo poco que le quedaba encima, se subió a la mesa y no tuvo remilgos en meterse mi polla en la boca y chuparla. Después se ocupó de que nos acopláramos para follar. No sé cómo nos caímos de la mesa con los exagerados movimientos que Yolanda me obligaba a hacer pero conseguí guardar el equilibrio y mientras me la follaba, ella animaba a las otras a probar mi polla. Ni las más tímidas necesitaban ya mucho para convencerse. Todas estaban desnudas. Yolanda se tiró de la mesa y me hizo caer tras ella. Entonces se inició un proceso desenfrenado. A todas les chupé las tetas y los coños, ninguna se cortó para mamarme la polla, ninguna tuvo inconveniente en que se la metiera por el coño y al ver como Susana también se dejaba dar por el culo, alguna también se dejó. Era tal el jolgorio que se había liado, que no sabía a quién me follaba. También me di cuenta de que algunas se lo montaban entre sí. Conchita, que había permanecido un poco de lado, sin participar, solo mirando desnuda, masturbándose, se dirigió a todas diciendo:
– Ya es hora de que le toque a la profesora ¿verdad?
A todas les pareció bien y me puse a follar a Conchita delante de las chicas que nos gritaban auténticas barbaridades. Cuando me corrí sobre el cuerpo de Conchita, todas se le tiraron encima para saborear mi leche. Ya había amanecido y, empezaron a irse no sin antes despedirse muy efusivamente de mí, de Conchita y de Mónica. Ellas y Mónica habían intercambiado teléfonos así que, ahora, no dudan en llamarme para darme una vueltecita por sus casas y echar un buen polvo o se pasan por casa para hacer lo mismo.
Esta reunión resultó genial pues si antes Mónica y yo éramos pareja, y no nos vamos a casar pues fue un truco de Conchita, me acostaba con Lorena y con Conchita, nuestra antigua profesora, ahora también me veo con frecuencia con mis amigas compañeras del colegio, para follar. Soy un tío con suerte.
Un beso para todos y volveré para contaros los encuentros que tenemos.