Relato erótico
¿Quién lo iba a decir?
Salía de marcha con sus amigos y, aunque ligaban, siempre volvía a casa sin haber “mojado”. Aquel sábado por la mañana, fue de compras y de vuelta a casa leyó el periódico y se paró en la sección de contactos. Se decidió, llamó y quedó con una de las chicas que se anunciaban.
Ricardo- Madrid
Vivo en Madrid, tengo 26 años, 1,82 de altura, de complexión fuerte y me llamo Ricardo. Quitando las numerosas pajas que me he hecho leyendo vuestras revistas porno de contactos, con los testimonios y con las maravillosas mujeres que mandan las fotos de sus preciosos cuerpos desnudos, mi vida sexual la podemos calificar de limitada por no decir prácticamente nula. Alguna pelada en el coche y un par de folleteos bastante sosos eran toda mi experiencia, pero hace pocos días lo veo todo de otra manera. No he encontrado a la mujer de mis sueños, ni nada parecido, pero bastantes cosas han cambiado. Había salido con los amigos el viernes por la noche con la intención de pasarlo bien, divertirnos, tomar unas copas y ver si nos podíamos ligar alguna chica.
Hubo de todo dentro del grupo. Desde el que aquí te pillo aquí te follo, hasta alguno que, como yo, nos quedamos como casi siempre, con las ganas.
Al día siguiente, sábado, estuve haciendo algunos encargos y por la tarde, tranquilamente leyendo el periódico en casa vi un anuncio, en la sección de contactos de sexo, que me llamó la atención. Con lo caliente que iba y por primera vez en la vida, me animé a llamar y a quedar con la chica que se anunciaba. Según iba al lugar de la cita pensé que todo iba a ser una tomadura de pelo. Follaríamos fríamente, ella simularía un orgasmo, me correría en poco tiempo y vuelve cuando quieras.
Tentado estuve de dar media vuelta pero necesitaba follar, vaciarme, así que continué aunque, como digo, sin demasiadas esperanzas. Pero, por suerte para mí, me equivocaba. Llegué al lugar, llamé al timbre de la puerta y me abrió una chica pelirroja, de una edad parecida a la mía, de 1,70 de altura, no muy guapa pero atractiva y con muy buen cuerpo. Llevaba unos tejanos azules muy apretados que dibujaban sus hermosos muslos y una blusa de flores que transparentaba el sujetador negro. Fuimos a una habitación y me dijo que esperara unos segundos, que ahora volvía. Cuando lo hizo se había cambiado de ropa. Traía una blusa blanca transparente, una mini falda negra y unos zapatos de tacón que la hacían tan alta como yo. Nos abrazamos y comenzamos a besarnos, al principio lentamente, pero a medida que nos íbamos acoplando el uno al otro y los sobeos eran más profundos, los besos se hicieron más apasionados. Mientras nuestras lenguas se entrelazaban o lamían el interior de nuestras bocas, mis manos acariciaban su espalda, bajaban hasta sus nalgas y apretándole el culo contra mí dejaba que notara en su bajo vientre la dureza extrema de mi polla.
Ella, poco a poco, me fue quitando la ropa hasta dejarme completamente en pelotas mientras yo sólo le había quitado la blusa y el sujetador negro que ocultaba unas tetas bastante pequeñas pero muy duras y con unos pezones grandes y oscuros que estuve un buen rato chupando y mordisqueando mientras ella me acariciaba la cabeza y suspiraba levemente. Pensé que esos suspiros eran para excitarme a mí, cosa que efectivamente estaba logrando, pero según me confesó luego y pude comprobar más tarde, estaba disfrutando tanto como yo.
Al rato me apartó y tras darme otro buen morreo se agachó ante mí y comenzó a chuparme la polla hasta ponérmela como el acero de dura. Estuvo un buen rato mamando, viendo yo como ella subía y bajaba su cabeza en cada nueva chupada y notando como, de vez en cuando se la sacaba y lamía mis cojones a la vez que me pasaba la mano por entre los muslos para tocarme el culo, acariciándomelo y rozándome el agujero de vez en cuando. Tras este tratamiento que me puso a cien y sin poder aguantar más, la hice tumbar de espaldas sobre la cama pero cuando le iba a quitar la faldita, me dijo:
– No me la quites que me da más morbo que me folles con ella puesta.
Lo que sí le quité, levantándole la falda hasta la cintura, fue el tanga negro que llevaba debajo. Aprovechando que se distrajo un momento para coger un condón para ponérmelo, rápidamente metí la cabeza entre sus piernas y comencé a chuparle el coño. Al notarme intentó cerrar las piernas y me sujetó la cabeza mientras decía:
– ¡No, eso no, para cariño… no, no me hagas eso… deja de comérmelo… aaah…! – pero casi al instante, abriéndose aún más de piernas y cerrando los ojos, añadió – ¡Vas a hacer que me corra… pero que bueno, no pares… no pares ahora… sigue… no pares… aaah…!.
Tenía el coño con el pelo bien arregladito, con un clítoris grande que encontré fácilmente y que, apenas comencé a chupar, toda la raja empezó a mojarse como un lago.
A partir de aquí dejó de comportarse como una chica que está realizando un servicio y se convirtió en una auténtica leona. Acabó corriéndose con profundos suspiros y a continuación, ya tranquilizada, me cogió la polla, me puso el condón y me dijo:
– No deberías haberme excitado así, ahora te vas a enterar de lo que es una auténtica zorra.
Me hizo tumbar ahora a mí de espaldas en la cama, con la polla apuntando al techo, se subió encima de mí, se metió mi verga en el coño, hasta los cojones, y empezó a cabalgarme. Estaba como loca. Siguió un rato así, mientras yo le masajeaba las tetas o le acariciaba el culo, hasta que empezó a gemir diciéndome:
– ¡Así, así me voy a correr… córrete conmigo, cariño, hazlo ahora… sí, ahora, sí… aaah…. ya… ya… yaaa…!.
Reventó antes de que yo me corriera, se quedó como desmadejada encima de mí y añadió:
– Te lo avisé, no deberías haberme hecho correr… ahora no tendré ganas de seguir.
Le di un beso y apartándola, comencé a chuparle las tetas y tocarle el coño con los dedos en una lentísima masturbación. Este tratamiento tuvo sus efectos. Después de un rato así, se puso a cuatro patas y me dijo:
– ¡Métemela por detrás, fóllame bien!
Me coloqué de rodillas detrás de su redondo culito, separé las nalgas para dejar aparecer su mojada raja y apuntando el capullo se la metí entera en el coño hasta que los cojones hicieron de tope. Al poco rato de estar follándomela así, bien agarrada por las caderas o bien por los pechos, era yo el que suspiraba que se iba a correr y le dije:
– ¡Chúpamela, que quiero correrme en tu boca!
Se la saqué del coño y ella, dándose la vuelta, me quitó el condón y tras dos chupadas tuve una corrida alucinante.
Comenzó a chupármela otra vez y al rato la tenía como una roca. Estuvimos follando en diversas posturas mientras ella se corría otras dos veces y al final, y le llené toda la cara con mi leche y que ella fue recogiendo con su mano y chupándola.
Nunca me hubiera imaginado que una cita con una “profesional” me proporcionara tanto placer, de hecho, seguimos viéndonos, pero como follamigos.
Un beso calentito para todos.