Relato erótico
Quien la sigue la consigue
Desde hace unos años es amigo de una familia que vive cerca de su bloque. La forman la madre y tres hijas, el padre las abandonó hacia tiempo. Le gustaba la más joven, tenía unos 20 años y unas tetas que lo traían loco.
Paco – Málaga
Mi nombre, amigos de CLIMA, es Paco, tengo 24 años, mido 1,75 m. y tengo un cuerpo más o menos atlético porque desde los 10 años practico ciclismo de montaña. Soy amigo de una familia de 4 mujeres, tres hijas y la madre, el papá las abandonó desde hace cinco años y ahora viven solas. Siempre me ha gustado hablar con las tres hijas, son muy divertidas además de tener cuerpos bonitos. La más joven de ellas tiene ahora 20 años, se llama Inés, mide 1,55m, tiene unas caderas bien formadas y sus nalgas son redonditas y bien consistentes, cuando está de pie y la miro por detrás he notado que, aún con las piernas juntas, se le forma un pequeño rombo justo donde empieza su coño, de tal modo que se logra a ver la luz del otro lado y cuando se agacha su coño sobresale y se le ve abultado. Sus tetas son bastante grandes, tiene el abdomen planito lo que hace que se le vean enormes. Desde hace dos años se juntó con un muchacho y un tiempo vivieron en la casa de su madre. Ella habla mucho conmigo, pero desde hace dos años noté que su conversación se centraba en asuntos de índole sexual.
El año pasado, mientras charlábamos, me comento que le gustaban los chicos con buenas nalgas, grandes, redonditas y duritas, pero para su desgracia su pareja es más bien delgado y camina como si estuviera cansado, yo no sé porque se juntó con él. Como existe confianza entre los dos, ese día aprovechó que yo salía de la sala de su casa y sin que nadie la viera me acarició el trasero y me dijo:
– Así es como me gustan… como tú las tienes…
Sonreí y aprovechando la distracción de los demás, acaricié las suyas y le dije:
– Pues a mi me gustan las tuyas, duritas y llenitas.
Entonces noté que ella cerraba ligeramente los ojos al tiempo que respiraba profundamente, luego me pidió que fuera ese fin de semana a su casa para hablar otro rato. Yo ansiaba el fin de semana y durante los días que pasaron no hice otra cosa que pensar en la caricia que le había hecho en el culo y en lo hermosas que se veían sus tetas. Llegó el fin de semana y me presenté en la casa de la familia a las siete de la noche. Ella no se encontraba allí en ese momento, pero llegó como a la media hora y le dijo a su madre que su compañero tenía que cubrir el turno nocturno y que había ido a acompañarlo para que cogiera el transporte público.
Como a las 8:30 de la noche la madre y sus otras dos hijas me dijeron que iban a salir porque irían a casa de un familiar para cuidar a sus hijos, ya que los papas salían por dos días por asuntos de trabajo y recomendaron a Inés que cerrara bien las puertas y que no saliera de la casa para que la gente no se percatara de que ella se quedaría sola. Inés le dijo a su madre que la idea de quedarse sola no le agradaba, sin embargo, si por alguna razón su compañero regresara a casa antes, quería que la encontrara ahí.
Obviamente que yo también me despedí de la familia y en cuanto me disponía a salir Inés me dijo discretamente al oído que si podía, volviera como a las 10 de la noche porque de verdad le daba miedo quedarse sola. Con la cabeza conteste que sí y me retiré, despidiéndome amablemente de la madre y las hermanas.
Estuve dando vueltas en la calle pensando en los deliciosos pechos y hermosas nalgas de Inés. Mi pene estaba durísimo, mojado de la punta, la sensación me provocaba más excitación, ya no podía esperar más, traté de disimular para que nadie lo notará y al punto de las diez de la noche regresé a la casa. Inés abrió la puerta vestida con una blusa blanca y larga que le llegaba como a 10 centímetros arriba de la rodilla y me invitó a pasar tratando de evitar que algún vecino se percatara de mi presencia. Ya adentro de la casa, la muy cabrona habló por teléfono al trabajo de su compañero para confirmar si estaba allí trabajando y efectivamente ya estaba allí doblando turno, también habló con su madre para confirmar si se encontraban en el lugar y se enteró que estaban listas para dormir con sus chavales.
Yo estaba emocionado con las llamadas por teléfono porque cada vez que se agachaba Inés, por el cuello de la playera, observaba lo bien formado de sus duras tetas, con unos pezones que definitivamente se le veían excitados. Nada que decir, estaba prácticamente desnuda pues debajo de la playera llevaba una braguita tipo tanga. Mi polla empezó a palpitar como caballo desbocado.
Entonces nos sentamos en el sofá para ver la televisión, ella estaba junto a mí y recostó su cabeza en mi hombro, yo pasé mi brazo sobre su cuello para abrazarla tiernamente y luego ella puso su mano sobre mi pierna. Así estuvimos como una hora hasta que ella empezó a acariciar suavemente mi pierna y me dijo:
– Estar sola me da un poco de miedo, que bien que estés aquí – y al rato añadió – Tengo algo de sueño… ¿Tú no tienes sueño?
– Un poco, respondí.
– Me voy a acostar cuando quieras puedes venir a dormir.
– Claro, en un rato voy para allá – le contesté.
Se fue al dormitorio de su madre donde había dos camas y poco tiempo después fui al mismo dormitorio y la encontré recostada en una de ellas sin ninguna sabana que la tapara, la blusa que llevaba se le subió a más de la mitad del muslo de tal forma que alcanzaba a verle el tanguita. Yo me acosté en la otra cama pensando en el momento de atreverme a acercarme a ella y follármela como nunca se la habían follado. No tuve que esperar mucho, ella se acercó a mí argumentando que sentía frío, se acostó a mi lado dándome la espalda y me pidió que la abrazara de la cintura. Yo lo hice y sentí como sus deliciosas nalgas, abiertas, se me iban pegando, quedando mi muy tieso pito en medio de las dos nalgotas. Yo estaba a punto de reventar y sentía como me escurría lubricante de la cabeza de la verga. Mientras la abrazaba, acariciaba su abdomen y le pregunté:
– ¿No te da miedo que alguien pueda regresar y nos encuentre así?
– Nadie va a regresar -contestó- Mi compañero no va a venir hasta mañana a las 7 de la noche, así es que no te preocupes, tranquilízate.
Seguí acariciándola hasta que me dijo:
– Desde hace un año que pienso en ti y en lo bonito que debe ser tu trasero, lo tienes como a mi me gusta.
– Yo también he pensado en ti, en tu cuerpo, en tu trasero, en tus pechos, cada vez que te veo no puedo evitar excitarme – le contesté.
– Ya lo siento, veo que traes muchas ganas… – dijo en voz baja.
– De verdad, cariño, que me siento muy excitado.
– No te preocupes, yo también estoy con ganas, nótalo tú mismo, con tus propias manos…
Deslicé lentamente mi mano debajo de su blusa, la metí en su tanga y enseguida suspiró largamente y sentí como sus labios vaginales, bastante humedecidos por su lubricante, palpitaban de manera sorprendente, además de sentirse un calorcito provocado por la excitación que estábamos experimentando. Ella aprovechó la ocasión para dar inicio a una serie de movimientos de cadera de atrás para adelante, restregando sus nalgas contra mi tronco. Suspiraba largamente, daba gemidos silenciosos y me decía:
– Acaríciame toda, por favor.
Yo la apretaba fuerte contra mí, luego, con la otra mano empecé a acariciar sus enormes senos, duros, erectos, masajeando con dulzura cada centímetro de ellos de tal modo que logré sacarle más gemidos y producirle mucha más humedad en la vagina.
Entonces ella metió su mano entre sus nalgas y mi verga y me empezó a acariciar por encima del pantalón, luego me bajó el cierre y metió su pequeña mano para acariciarme sobre el calzoncillo, pero yo me separé un poco para soltarme el cinturón y desabrocharme el pantalón a fin de permitirle mayor movilidad y ella metió su mano por la abertura del calzoncillo para rodear con sus dedos mi caliente polla y me la masajeo de arriba para abajo lentamente al punto que casi eyacular.
Suavemente la fui despojando de su blusa para dejarla únicamente en tanga, con las dos manos acariciaba sus sabrosos pechos y mi verga seguía en medio de sus nalgas, que las tenía bastante abiertas, y yo estaba exactamente en medio de ellas. Entre sus gemidos me susurró que yo la tenía más dura que la de su compañero.
De tanto manoseo ella tuvo un orgasmo pero estuvimos acariciándonos por más de media hora hasta que ella se giró y me pidió que me colocara boca arriba, sus tetas al aire se veían formidables y poco a poco me fue quitando el pantalón. Después, me fue quitando el calzoncillo y cuando mi polla quedó libre, rebotó fuertemente como un resorte. Ella lo miraba con lujuria, paseando su lengua por el contorno de su boca, colocó su cabeza a la altura de mi pene y de un solo bocado se lo tragó casi todo, dando una sola chupada desde la base hasta la cabeza de la verga, y me dijo:
– Cariño, que pollaza tienes, así me gustan grandotas, duras… aaah… la tienes súper gorda… aaaah… ya lo quiero tener dentro de mí…
Subió hasta mi cara, colocando sus tetas sobre mi pecho y me besó apasionadamente, paseando su lengua por toda mi boca. Yo no lo podía creer. Era toda una hermosa puta. Luego se incorporó y se sentó en la orilla de la cama, me pidió que me colocase de pié frente a ella y en cuanto estuve así, empezó acariciarme las nalgas con su vista fija en mi pene y me decía:
– Que hermosas nalgas tienes Paco.
Abrió su boca y sin soltarme las nalgas empezó a hacerme la mejor de las mamadas. Yo miraba hacia el techo acariciando su cabeza y ella se movía cada vez más. Por la comisura de sus labios escurría algo de saliva y lubricante, cuando lo tuvo fuera de su boca empezó a recorrerlo con su lengua y me dijo:
– Quiero probar tu leche calentita… ¡Córrete en mi boca por favor!
Con movimientos uniformes de adelante para atrás, se metía y sacaba mi polla de su boca, pero yo estaba súper excitado y le dije que casi me iba a correr por lo que me pidió que lo hiciera, que estaba lista para recibirlo. Lancé un gran gemido de placer y llené poco a poco su boca de semen, que no paraba de salir, que se escurría por los lados de su boca y ella tragaba todo lo que podía, aunque parte del semen cayó sobre sus hermosas tetas.
Luego me soltó las nalgas y con su mano me apretaba el pito desde la base hacia la cabeza y con su lengua recogía la leche que salía en la punta del glande. Cada vez que hacía esto me miraba a los ojos, me enseñaba el chorro de leche que tenía en la lengua y sin dejar de mirarme se lo tragaba, luego con su misma lengua limpió el contorno de su boca y con sus dedos recogió la leche que cayó sobre sus enormes tetas y uno a uno los fue chupando hasta dejárselas secas.
Entonces me recosté para relajarme mientras ella masajeaba mis huevos con sus blancas manos, me besaba y me ponía sus tetas en la boca, que yo mordía, lamía y chupaba. Cuando con mi mano toqué su coño, sentí como la humedad había invadido nuevamente su bien rasurado sexo. Le quité el tanguita y le pedí que se pusiera a cuatro patas. Que excitación ver como su abultado coño se abría como flor y palpitaba como si quisiera hablar. Me calenté mucho de ver estas escenas y sin poder resistir, me agaché para empezar a lamer su coñito, metí primero mi lengua en su vagina, luego le lamía el clítoris y volvía a su vagina, así le hice una buena mamada en el clítoris y sentí las convulsiones de su coño, que sin lugar a dudas, anunciaban un formidable orgasmo y toda mi cara se mojó. Entre los estertores del placer, ella me decía:
– ¡Ya no aguanto más… métemela cariño, por favor!
Yo continuaba mamándole el coño y de vez en cuando iba a su rosado ano, lo ensalivaba y metía la punta de mi lengua en ese rico orificio que con cada tacto se movía de manera retráctil. Luego me incorporé y con grandes ansias empecé a metérsela en el coño, ella gemía de placer, y me decía:
– ¡Fóllame como una puta, métemela fuerte, no te detengas, quiero sentir tu leche en mi interior… aaaah… muévete rápido amor, rómpeme el útero, aaah… quiero quedar embarazada de ti…!
Después de varios minutos de metisaca, ella tuvo otro orgasmo colosal, casi al mismo tiempo que el mío, y su vagina fue llenándose de mi semen. Estábamos súper mojados, mis huevos escurrían de nuestros líquidos y sus piernas estaban mojadas también. Nos recostamos de lado sin que yo se la sacara por completo, estaba rendida pero después de un rato de descanso se dio la vuelta e inclinándose ante mi polla me dijo que me la iba a limpiar porque quería que continuáramos haciéndolo. Me la mamó desde los huevos hasta la punta, me la limpió con sus labios y su lengua, metiendo su cabeza entre mis piernas para limpiar lo que había caído sobre ellas. Eso me volvió a excitar, ella empezó a pajearme suavemente, y después de un rato, cuando ya la tenía bastante dura, se dio media vuelta dándome la espalda, tomo mi verga con una de sus manos y la colocó delicadamente en el surco que forman sus nalgas, conduciéndola repetidamente a su ano donde paseaba mi glande lubricado para suavizar la entrada de mi tronco en su agujero. Yo le masajeaba las tetas, y en un momento que no esperaba, fue introduciéndoselo poco a poco por el ano, diciéndome:
– Paco, vas a ser el primero que me lo meta por ahí, tengo grandes deseos de sentirte, que ya no aguanto más, fóllame bien, métela hasta dentro, deja tu leche en mi interior.
Cuando ya lo tuvo a dentro, empezó a moverse de adelante para atrás con movimientos suaves pero profundos, levantaba su culo para permitir que entrase todo el cuerpo de mi verga, gritaba de placer y yo, con una mano le acariciaba el clítoris y con la otra acariciaba sus hermosas tetase. Así le hice tener otros dos orgasmos y nuevamente me exigió que me viniera dentro de ella. Llené de leche sus entrañas y en cuanto se me relajó la verga se la saqué del culo.
Antes de abandonar su casa me llamó, estaba desnuda sentada en la orilla de la cama y me dijo:
– Podrías darme algo de desayunar – y al preguntarle yo que es lo que deseaba tomar, añadió – Quiero un poco de tu leche, tibiecita,
Me agarró de las nalgas, bajó la cremallera de mi pantalón y me sacó la verga, empezando a mamármela y a pajear hasta que me corrí nuevamente en su boca. Luego me arreglé el pantalón y me retiré para poder regresar más tarde.
Saludos.