Relato erótico
Quien la hace la paga
Desde que se casó su marido le era infiel y pasado un tiempo decidió que quería pagarle con la misma moneda. Lo que nos cuenta ocurrió hace unos años y su infidelidad todavía está “vigente”.
Ana – Madrid
Hola, me llamo Ana, tengo 38 años, trabajo en un negocio propio y estoy casada con un hombre siempre infiel, por lo que cansada decidí ponerle los cuernos, cosa que no me arrepiento y que al contrario, lo he disfrutado mucho y vaya de que forma…
Comenzaré comentando como soy físicamente; mido 1’65m, piel blanca, ojos azules, cabello rubio, figura más o menos esbelta, caderas anchas, piernas bien torneadas y unos senos grandes y bien formados; los he nombrado de último porque, modestia aparte, son unos senos muy lindos, que me gusta lucir con grandes escotes y blusitas súper apretadas.
Bueno, pues hace unos años yo trabajaba en un banco y en esa época mi cuerpo era más atractivo y joven. Siempre me vestía con ropa bien ceñida a mi cuerpo, minifaldas, blusas apretadas con pronunciados escotes que resaltaban más mis ya grandes tetas, que a más de un cliente y compañeros de trabajo dejaba babeando. Muchos me tiraban piropos y hasta proposiciones indecorosas y una vez hasta mi jefe me llevo a su oficina y quiso sobrepasarse. Yo no me dejé y lo amenace con avisar a mi marido. Otros en cambio eran más atentos y con piropos más decentes que me hacían ruborizar, pero que me gustaba y me hacía sentir atractiva y deseada.
Uno de mis compañeros, Carlos, era el que más me molestaba y el que más bueno estaba. Era grande, tenía un cuerpo muy atlético, unas piernas gruesas y unos brazos bien musculosos. Siempre se acercaba a charlar y me pedía de salir a tomar algo, pero yo le decía que no se vería bien una mujer casada saliendo a solas con otro hombre. Después de eso el desistió y se convirtió en un gran amigo tanto mío como de mi marido.
Los meses pasaban y la confianza con Carlos aumentaba tanto que nos contábamos cosas íntimas y calientes, como las posiciones que hacíamos con nuestras parejas, fantasías, cosas que nos gustaría que nos hicieran, etc. Esas charlas siempre me ponían bien caliente y todas las cosas que Carlos contaba que hacía con sus conquistas, yo me las imaginaba como si me las hiciera a mí y sentía como mi chocho se mojaba (ahora mismo escribiendo este relato me siento mojada y excitada). Carlos era todo un don Juan y le conocí más de una conquista, no solo por boca de el sino por los comentarios de mis compañeras, que decían que era un mujeriego, que estaba bien dotado y era un gran amante; eso me excitaba más, tanto que llegue a fantasear con él mientras hacia el amor con mi marido.
Mis deseos hacia Carlos y los constantes cuernos que mi marido me montaba, me hicieron decidirme a tener algo con él. Solo era esperar el momento indicado y ese día llego cuando en la empresa hicieron la fiesta del día del trabajo.
Me puse lo mejor que tenía, un vestido negro de minifalda con un súper escote, medias y zapatos rojos de tacón a conjunto con el bolso rojo. Estaba dispuesta a todo con Carlos, claro está, si él me lo proponía.
Las cosas empezaron mal, pues Carlos llego muy bien acompañado. Paso como una hora y yo ya me había resignado a que no pasaría nada con él, así que me puse a beber más de lo acostumbrado y a bailar con todo compañero de trabajo que me invitara (más de uno me echó los tejos), pero cuando empezó a sonar un merengue, Carlos se acercó y me sacó a bailar.
– ¡Uy! Casi que no me sacas a bailar. – Le dije
– Pues cada vez que venía, tú salías con otro.
– Pensé que tu amiguita no te dejaba bailar con las demás.
– Claro que no, solo que no encontraba el momento, pero ya lo he logrado, además, hoy estás muy sexy y si no estuvieras casada, ya hace rato que te hubiera tirado los tejos.
– Pero, ¿y tu amiga?
– Por ella no hay problema, el problema es tu marido.
– Pues mi marido no está, además él debe andar con alguna zorra. Así que si decides robarme, yo gustosa que un macho como tú lo haga.
No podía creer lo que mi boca decía, seguro que era todo lo que había bebido, que me hizo tan desinhibida.
– ¿Sabes que tú no te atreverías a serle infiel?
– ¡Claro que si! Él me ha sido infiel muchas veces, así que porque tengo que respetarlo si él no me respeta.
– Pero, ¿estarías conmigo solo por venganza?
– Eso y porque me gustas mucho.
– No te burles de mí – me dijo- ¿en serio te gusto?
– Claro que si, así que si quieres algo conmigo, acepto gustosa.
– ¿Y te dejarías llevar donde yo quisiera?
– ¡Dónde tú quieras!
– ¿Y te dejarías hacer lo que yo quisiera?
– ¡Lo que tú quieras! Y luego lo que yo quisiera.
– Mmmmmmm… Entonces terminemos de bailar esta pieza y nos vamos.
Nos callamos y seguimos bailando, nuestros cuerpos se comenzaron a juntar más y más, pegó su entrepierna a mi cuerpo y sentí como su pene estaba duro, se notaba que era grande, muy grande. Eso me excitó más y yo me pegue más a él.
La música hizo que nuestros sexos se rozaran y los movimientos eran cada vez más descarados; lo bueno era que el salón tenía juego de luces así que solo se veían siluetas a nuestro alrededor. Cada vez que su miembro me rozaba, lo sentía más y más grande y más duro, se notaba que era más grande de lo normal, eso me excito mucho más y me hizo mojar solo de imaginármelo
La música acabó, fui a buscar mi bolso y me despedí de mis amigas diciendo que mi marido me había llamado y me estaba esperando fuera, pero estaban tan borrachas que ni cuenta se dieron que me despedí.
Salí en mi coche y una calle más allá Carlos se subió. Ahí nos besamos desenfrenadamente, el cogía mis tetas y me las sobaba, eso me puso a mil. Arranqué el coche y nos fuimos. Carlos hizo que me desviara a mitad del camino, en una zona con muchos árboles. Paré el coche y nos volvimos a besar. Estaba tan caliente que yo solo quería abrir su pantalón y confirmar lo que mis amigas decían respecto a que estaba bien dotado. A simple vista se notaba que tenía un bulto grande y mientras nos seguíamos besando mis manos sobaban el pantalón y ese gran bulto crecía y crecía, parecía que iba a estallar, así que le baje el cierre y saqué su verga. Y vaya que verga. Eso no era un pene, eso era un monstruo, era un trozo enorme y grueso.
En mi vida solo había estado con tres hombres incluido mi marido y todos tenían un pene normalito, pero esto era muy diferente, se parecía al de un actor porno, era una verga grande, venosa y gruesa. Por un momento tuve algo de miedo esa verga enorme, pero después solo quería devorarla, solo pensar en su glande rosado y brillante se me hacía la boca agua, así que como una niña hambrienta me tire a comerme esa verga dura y venosa, abrí mi boquita, pero por más que la abrí solo alcance a meterme su glande y unos centímetros más. El resto lo agarré con mis manos y todavía seguía sobrando verga, así que me lo saque y con mi lengua lo comencé a lamer desde la base hasta el glande. Lo chupaba, lamía, mordía y conjuntamente con mis manos le brindábamos una paja, que lo puso a gemir y a pedir más. Me cogió del cabello y empujaba mi cara hacia su pene, hacia círculos con sus caderas y luego trataba de metérmelo todo, yo le seguí el ritmo como si mi boca fuera la vagina, su verga dura y mojada entraba con delicia y él disfrutaba de la gran mamada que le estaba brindando.
– Uffff… Es la mejor mamada que me han dado en la vida – me dijo.
– Mentiroso – le dije – con un tremendo pene más de una habrá gozado devorando tan grande delicia.
– No creas, algunas se asustan y otras son torpes al chuparlo, pero tú lo haces con una maestría única, como si toda tu vida hubieras mamado vergas.
Eso me excitó y me motivó a seguirle con la mamada y una paja que él jamás olvidaría. Pero después de unos segundos me detuvo, me dijo que no quería acabar ahí, que mejor nos fuéramos a un hotel, y nos fuimos.
Mientras nos dirigíamos hacia el hotel, mi mano derecha seguía pajeando su tremenda palanca, mientras él con sus manos bajo mi blusa se apropiaba de mis pechos… Aceleré pues solo quería llegar lo más pronto al motel, mi cuerpo pedía a gritos ser penetrado.
Apenas entramos a la habitación, Carlos abrió mis piernas y sentí como su miembro erecto rozaba mis piernas. Después de besarnos me tiró a la cama, se desvistió, saco mi vestido, arranco las medias con una habilidad asombrosa y desabrochó el sujetador. Me dijo que siempre había deseado tener mis tetas enormes y yo alagada, le dije que por fin serias suyas y que podría hacer con ellas lo que quisiera. Sin más su boca se fue directo a mis pechos, lamió mis pezones ya erectos (ahí me provocó el primer gemido), siguió bajando hasta mi tanga y con su boca me lo quitó. Mi vagina estaba muy mojada y me la empezó a chupar y lamer de arriba abajo, luego metió uno de sus dedos, luego dos, tres, cuatro, yo estaba gimiendo como loca, le agarraba su cabeza pidiendo más y más.
Entonces le pedí que me la metiera. Abrí las piernas todo lo que pude, porque en verdad tenía miedo de ese monstruo…
Su mano agarro el pene y poco a poco lo fue metiendo. La sensación es indescriptible, sentía como mi vagina se iba abriendo, sentía que me dolía, pero no era solo dolor, era miedo, mi vagina segundo a segundo se iba tragando semejante maravilla. Dejé de gemir para dar paso a los gritos. Cuando él vio que ya no entraba más, lo empezó a sacar y meter hasta cierta parte, yo seguía gritando, disfrutando y pidiendo más.
– ¡Así, así, así, dame más!
Mi vagina ya se había abierto demasiado, así que el miedo y el dolor fueron olvidados, ahora solo sentía placer, gritaba como nunca y gozaba al sentirme penetrada por ese macho que sabía muy bien lo que estaba haciendo. Al mirar al techo me di cuenta que había un espejo y desde él podía ver como su culo se movía de arriba abajo y como me tenía con las piernas completamente abiertas y con mi cara gozosa como una zorra. Carlos me cogió las piernas, las puso en sus hombros y siguió con el mete y saca, provocándome el primer orgasmo de esa noche.
Ahora yo quería ser la mandaba, así que me puse encima, agarré la polla, le pegué una lamida con mucha saliva y poco a poco me lo fui metiendo hasta que sentí que había entrado todo (no imaginaba que mi cuerpo aguantase tanto). Mi chocho estaba súper dilatado, por eso la verga me entraba con facilidad, así que lo comencé a cabalgar.
Esa posición me gusto más pues pude controlar la penetración y me movía a mi gusto, de arriba abajo, hacía círculos, me detenía, luego seguía con frenesí hasta que tuve mi segundo orgasmo… Yo ya estaba cansada y le dije que si ya iba acabar que me avisara.
– Todavía no, desde hace mucho he querido tener tu cuerpo y no te librarás tan fácilmente de mí.
Así que me bajó de la cama, me puso a cuatro patas y me volvió a penetrar. Su mete y saca era cada vez más rápido, yo sentía que me iba a desmayar de tanto placer que estaba teniendo. Luego me puso en posición para un 69, yo solo obedecía sus órdenes, agarré nuevamente su miembro y lo chupe como el mejor helado del mundo, mientras que él me brindaba unas lamidas riquísimas, que provocaron en mí otro orgasmo.
Él me dijo que ya estaba a punto de correrse, pero que quería hacerlo sobre mis pechos. Yo en ese momento era su esclava, así que él se paró yo me puse de rodillas puse su verga en medio de mis tetas y le empecé a hacer una paja con ellas, como era tan grande, llegaba hasta mi boca y le daba una que otra lamida. Pasaron como dos minutos cuando su pene se hinchó más, con fuerza explotó y toda esa leche caliente fue a parar a mi boca, cuello y pechos. Nunca había probado semen, pero debido a la situación, la lujuria y la excitación, termine saboreándolo y limpiándolo con mi boca hasta dejarlo completamente brillante. Lo que había caído en mis tetas, lo esparcí por todo mi pecho y abdomen, para impregnarme de su olor y decirle que eso ya era mío.
Yo estaba muy cansada y dolorida, pero dichosa de haber tenido los mejores orgasmos de mi vida. Abracé a Carlos, lo besé y le dije que de ahora en adelante yo iba a ser su mujer que no me importaba si tuviera otras, mientras me hiciera el amor como ese día.
Salimos del motel, lo fui a dejar a su casa. De camino a mi casa, pensé en mi marido y en lo que había hecho. Era la primera vez que le era infiel pero en lugar de arrepentirme me sentía dichosa, porque por primera vez en mi vida me sentía mujer, deseada y con los mejores orgasmos de mi vida. Desde ese día y hasta hoy Carlos es mi amante y disfrutamos muchísimo juntos.
Besos para todos.