¿Quién iba a decirlo?

Después de varios años fuera de su ciudad, regresó a su casa. Había terminado la carrera y había encontrado trabajo. Se encontró con su mejor amigo y también con su madre.

Jaime – Jaén
Ya desde pequeño iba con una pandilla de amigos, lo típico de los niños en nuestra época y no como los de ahora que solo salen para ir al colegio y se quedan encerrados en casa jugando a la play. Entre la pandilla, contaba con uno de mis mejores amigos Vicente. Vivíamos en la misma escalera, y siempre estábamos jugando o en su casa o en la mía.
Por temas personales, me fui a vivir una temporada fuera de la ciudad. Cuando volví, nos encontramos en la calle, nos abrazamos y hablamos de todo un poco. Me dijo que tenía novia y que estaba trabajando en una compañía de seguros. Se me había olvidado deciros que ahora tengo 26 años.
Dos semanas después de mí regreso estaba en el rellano de mi escalera, esperando que llegase mi madre para abrirme la puerta ya que se me habían olvidado las llaves en el trabajo. Me puse a oír música y la vi entrar por la puerta.
-¿Carmen? -pregunté-
Carmen, era la madre de mi amigo Vicente, aquella señora tan simpática y que siempre vestía ropas exageradamente grandes, ahora debía tener unos 55 años. ¿Qué había pasado con aquella mujer? Llevaba un generoso escote, unos pantalones ajustados y aunque con unos quilitos de más, estaba buenísima.
-¡Hola pequeñajo, como has crecido! -respondió Carmen esbozando tremenda sonrisa- Bueno ya me dijo Vicente que habías vuelto hacía un par de semanas, esta vez, ¿es para siempre o volverás a marcharte? -preguntó Carmen-
-No, no esta vez ya me quedo, he empezado a trabajar con unos arquitectos y espero que todo vaya bien por fin. –Respondí-
Ya habían pasado un par de meses y las cosas me iban bien. Me había adaptado a todo, con los antiguos amigos, mi familia, etc.
Acababa de salir del gimnasio y me iba a mi casa. Iba con prisa porque había quedado con unos amigos. Subí las escaleras a toda velocidad y de pronto, resbalé y rodando por las escaleras fui a parar al rellano de Carmen. Como hice ruido y supongo que grité, Carmen se asomó por la puerta.
Me ayudo a levantar y me dijo que pasara dentro para ver como estaba. La verdad estaba un poco grogui y me había rascado la rodilla porque salía sangre por encima del pantalón.
Me hizo sentar y fue a buscar el botiquín para curarme. Como no me podía subir la pernera del pantalón me ordenó que me los bajara. Obedecí rápidamente.
Me puse en pie y me bajé los pantalones, procurando que no rozasen mi herida. Una vez bajados me senté de nuevo en el sofá y Carmen procedió a curarme la herida.
-Esto picará un poco, me decía mientras aplicaba alcohol.
Debí poner cara de sufrimiento, porque de pronto me abrazó. De repente tenía mi cara en medio de sus maravillosas tetas.

Poco a poco el dolor se iba calmando, pero había algo que me estaba incomodando, pues su contacto me estaba excitando.
-Déjalo ya Carmen. -Exclamé apresuradamente antes de que mi erección se notase.
Fue inevitable, cuando se levanto, rozó mi polla con su brazo y puso cara de sorprendida mientras decía:
-¡Caray, como te has puesto, vaya tentación! Si no fuera porque te conozco desde pequeño, ahora mismo te hacía la mejor paja de tu vida.
Ver para creer, la madre de mi mejor amigo de la infancia diciéndome semejantes guarradas, quise quitarle importancia al asunto y decidí dejar de pensar en sus tetas para así tratar de calmar mi erección, pero para entonces ya era tarde, lo que anteriormente era el codo rozándome los bóxers, se había convertido la mano caliente de Carmen deslizándose por mi entrepierna.
No tuve oportunidad de decir nada. Saco mi polla de los bóxers y empezó a masturbarme con suavidad, estaba hechizado mirando como su mano se deslizaba arriba y abajo. Sin poder evitarlo le dije:
-¿Por qué no me la chupas?
-Pero, ¿Tu que te has creído? Una cosa es que una esté desatendida y otra muy diferente es que haga contigo lo que no he hecho con nadie.
Sin mediar palabra, acaricié su cara y la besé dulcemente, acaricié su pelo y besé su cuello tan apasionadamente que estaba seguro de mi victoria, acompañé con mi mano su cabeza y fui acercándola más y más a mi polla.
Abrió la boca como una joven inexperta y empezó la mamada, al principio parecía darle un poco de asco, pero poco a poco el vaivén de su cabeza se fue animando y a los pocos minutos me estaba haciendo una mamada increíble.
Mientras me la chupaba, gemía y noté que estaba muy caliente. Le dije que se levantara, le saqué la camiseta y los pantalones que llevaba, la tumbé en el sofá y le chupé aquellas maravillosas tetas. De pronto dijo:
-Fóllame cabrón…

Separé sus piernas con una de mis rodillas y noté que la inmensidad del infierno se concentraba allí abajo, realmente estaba calentísima y sin más empecé a comerle el chocho. Para mi sorpresa lo llevaba totalmente depilado.
Seguí lamiendo y chupando el coño, pero cuando le succioné el clítoris empezó a temblar de tal forma que casi me asusté. De pronto tuvo un orgasmo bestial. Lejos de parar, seguí chupando y conseguí que se corriera tres veces más.
Entonces me levanté y le dije:
-Ahora si puedo follarte.
La hice colocar a cuatro patas en el sofá y se la metí en el chocho sin decir nada. La bombeaba con fuerza y ella, agarrada al respaldo, no paraba de pedir más y más.
Aquella escena era maravillosa, tenía ante mí un culo grande, macizo y abierto para mí solo. Me dolían los huevos de las ganas que tenía que correrme. Carmen había tenido dos orgasmos más durante la follada. Entonces la saqué, di la vuelta y se la metí en la boca. Ella no se lo esperaba, agarré su cabeza y me volqué el contenido de mis cojones en su boca. Carmen quería a apartarse, pero no la dejé. Fue tragando podo a poco toda la corrida.
Cuando acabé se la saqué, pero me retuvo y sin decir nada la limpió y empezó una mamada, lenta, completa y tan efectiva que al poco rato, volvía a tener la polla dura como una roca.
Cuando logró su objetivo me dijo:

-Ahora hemos terminado. Te espero mañana, si quieres y seguimos con la tarea.
Me quedé con la boca abierta, la polla tiesa y la rodilla curada. Por supuesto que volví al día siguiente y tuvimos una sesión de sexo inolvidable. Bueno, en realidad hemos tenido varias.
Os la contaré otro día. Un saludo a todos los lectores.