Relato erótico
¡Que calor!
Era sábado, estaba aburrido y hacia un calor insoportable. Decidió no salir de marcha y quedarse cómodamente en casa con el aire acondicionado. Fue al sex-shop a buscar una película para distraerse un rato.
Manuel – Zaragoza
Aquella tarde, hacía un calor de mil demonios y ya no sabía cómo quitármelo de encima, por más que me había duchado y bañado en la piscina y además el caso es que aquella tarde se presentaba muy aburrida, así que decidí coger un par de películas porno para pasar el rato, ya que mis padres se habían ido de fin de semana. Ya en la tienda y tras recorrer la sección de los videos, tuve que reconocer que los títulos eran sugerentes, pero más aún lo era la tía del video-club.
Era una mujer de unos 40 años pero la verdad es que parecía más joven. Estaba muy bronceada y parecía muy morbosa. Tenía el pelo castaño, los ojos verdes y sus pechos no parecían de una mujer madura sino que eran grandes y estaban erguidos, pero lo mejor era su culo, un culo brutal, muy grande, pero respingón y parecía estar duro como una piedra.
Allí también el calor era intenso y unas gotas de sudor resbalaban por su escote, de un moreno tremendo, y bajaban entre sus dos grandes pechos, que a fuerza de pasar por delante del ventilador lucían dos pezones exageradamente grandes. Yo, por otro lado, no dejaba de mirar su escote que, de vez en cuando, dejaba entrever la puntilla de un sujetador rojo que me estaba volviendo loco, y su enorme culo que analizaba cada vez que se veía obligada a agacharse para coger algo del suelo.
Ya empezaba a notar la presión de mis vaqueros sobre mi polla, que se estaba poniendo durísima, cuando de repente ella se dirigió a mí para decirme:
-¿Qué pasa, no te decides?
-No – dije yo – Hay muchas películas pero parece que ya las he visto todas.
-¿Has visto la nueva que hemos recibido? – me preguntó.
Se acercó a la estantería y cogió una de la segunda repisa, lo que agradecí pues me dio la oportunidad de ver sus enormes tetas morenas y sudorosas.
– ¿De qué va? – pregunté.
Yo me sorprendí de lo estúpido que parecía en ese momento, pero ella se fijó un momento en mi entrepierna y contestó:
-Te va a gustar si te va lo fuerte, y parece ser que sí.
Yo me moría de vergüenza pero sin pensarlo dos veces del calentón que llevaba le dije:
– ¿Te va a ti lo fuerte?
Me miró fija a los ojos y me dijo:
– Espera un momento, es hora de cerrar, voy a echar el cierre.
Se dirigió a la puerta y bajó el cierre metálico, regalándome una estupenda vista de su gran culo. Yo estaba muy nervioso, pero no era hora de salir corriendo, así que sin pensarlo dos veces me dirigí a ella y comencé a besarle el cuello. Estaba empapado por el sudor, así que tenía un gran sabor salado que me ponía como un bestia, mientras tanto ella iba andando hacia una sala que tenía como almacén y yo pegado a ella sin separarme de su cuello.
Una vez entramos en la sala, ella se giró y me dio a saborear sus labios, gruesos como los de una mulata y pintados de un rojo fuego, primero los mordí con fuerza y luego le metí la lengua hasta donde me fue posible, mientras ella me agarraba el culo y me clavaba las uñas en los vaqueros.
A la vez decidí hacerme con aquellas grandes tetas y me dediqué a desabrocharle la blusa para abalanzarme sobre las tetas, aún enfundadas en un sujetador de color rojo que dejaba entrever sus enormes pezones.
Ella empezó a quitarme la camisa muy deprisa, tanto que los botones de los puños no los desabrochó. Ya no podía más tenía la polla dura como una piedra, así que en un segundo de excitación tiré con tal fuerza del sujetador que se rompió, cosa que ella agradeció, pues comenzó a respirar aún más fuerte y rápido. Entonces comencé a morder aquellos gigantescos pezones, primero solo pasaba la lengua pero al poco rato ya estaba mordiendo como un bebé y al final daba mordiscos a aquellos dos pezones negros como si los quisiera arrancar. La verdad es que no sé si ella gemía de dolor o de placer, pero no me decía nada y cada vez gemía de una forma más audible.
Ella, de repente, desabrochó mis pantalones al tiempo que mordía mis pezones de una forma violenta. El dolor era intenso pero el placer aún más. Bajó mis pantalones y muy despacio comenzó a tocar mi polla a través de los calzoncillos empapados en sudor y luego, muy despacio, sacó mi polla y dijo:
– ¿Para quién es esta polla?
Sin mediar respuesta por mi parte se la introdujo en la boca y comenzó a sacarla y meterla de forma rápida pero no muy profunda mientras que con la otra mano me agarraba los huevos y los movía de tal forma que se rozaran unos contra otros. Yo creía que iba a correrme en ese momento, pero hacía lo posible por aguantar el tirón. Al rato la velocidad era mayor y la sacaba de vez en cuando para bajar la piel hasta que el frenillo amenazaba con no aguantar más hasta que en una de esas se quedó muy quieta y comenzó a tragársela muy lentamente.
Yo no daba crédito, se la había tragado entera, ya no se veía nada, solo los pelos de mi entrepierna. La sensación era fabulosa, la sentía en su garganta y los esfuerzos que ella hacía para soportar que mi polla hubiera traspasado su garganta. Una vez así la sacó de igual manera y se puso de pié sin dejar de tocarme los huevos.
Entonces la agarré fuerte del culo y desabroché su falda para poder ver un minúsculo tanga de color rojo que solo tapaba una línea de pelos que adornaban su portentoso coño.
Metí la mano con cuidado por debajo del tanga y llegué hasta su coño. Estaba empapado de tal manera que por la entrepierna pierna escurrían unas pequeñas gotitas viscosas. Sin más comencé a investigar por los pliegues hasta encontrar el clítoris, que comencé a mover con el dedo de forma rápida y circular un buen rato mientras ella mordía mis pezones como una perra.
Llegaba la hora de pasar a otra cosa, así que la tumbé en el suelo del almacén y comencé a lamer su ombligo hasta bajar a su coño. Un sabor salado llenó mi boca y comencé a lamer el coño como un loco. Era fantástico, tenía los labios grandes y carnosos, por lo que yo no dudé en tragarme uno de ellos en poco rato y absorber todo el líquido que en ellos se depositaba. Ella no podía más, por lo que en un movimiento rápido se giró y se dirigió a mi polla para prodigarme una muy buena mamada.
Ya era hora de correrme, porque la verdad es que estaba muy caliente, así que advertí:
– ¡Me corro… me corro…!.
Aviso que ella aprovechó para agarrar mi polla con más fuerza y hundirla hasta mis huevos en su boca. Comencé a correrme dentro de su boca de forma rápida y convulsiva, hasta que se la sacó rápidamente para decirme con medias palabras:
– Ya no me cabe más.
Diciendo esto le resbaló un hilo semen por el labio hasta el cuello. Yo que me estaba recuperando poco a poco, no había dejado de tocarle el coño, así que ella me pedía aún más de lo que hasta ahora le había dado. Se volvió a tumbar en el suelo y le metí la polla, primero despacio para luego coger más velocidad y meterla hasta que no cabía más. Después se montó encima y galopó sobre mí de forma violenta. Estaba claro, ella necesitaba mucho más así que empecé a acariciarle el culo hasta llegar a su agujerito donde se podía notar los pliegues de su ano de forma detallada. Estaba también mojado de flujos vaginales debido a lo cachonda que había estado todo el rato pero no era suficiente para poderla penetrar:
– ¿Te gusta mi culo, cabrón? – preguntó – ¡Pues primero cómetelo!
Dicho y hecho, se dio la vuelta en el suelo y yo me dirigí hacia su culo, pero no podía verlo al estar tumbada, así que le dije:
– Pon el culo en alto que te lo voy a comer, zorra.
Rápidamente alzó su precioso culo y sacó a la luz un ano terso y de piel más oscura. Me dirigí a él y puse mi lengua sobre el agujero, primero movía la lengua despacio pero con el tiempo la empecé a mover más rápido, cosa que ella agradecía diciendo:
– ¡Así cabrón, cómetelo todo, cabronazo!
Atendiendo a sus órdenes empujé la lengua hacia adentro con tal fuerza que el dolor se acumulaba en la boca, pero mereció la pena cuando conseguí meter un poco mi lengua y ella lanzó un grito que resonó en todo el almacén. Una vez en esa posición me propuse meter la polla en el pequeño agujero y le pregunté:
– ¿Te la meto por el culo ya?
-¡O me la metes ya o me meto yo un dedo, porque no puedo más, cabrón!
Así que me dispuse a empalarla. Primero dejé que un poco de saliva de mi boca resbalara por su culo hasta que llegó al hermoso ano y una vez allí introduje mi dedo muy despacio. La presión me lo agarraba mientras lo metía cada vez más mientras ella gritaba como una perra:
– ¡Vamos, cabrón, métemelo todo!
Una vez saqué el dedo me propuse meter la polla, primero la apoyé en su oscuro ano y después empecé a apretar y mientras iba entrando solo el capullo ella iba gritando, con un grito ahogado de dolor y placer, después comencé a moverlo muy despacio y cada vez con más fuerza hasta que entró por completo. La presión sobre la polla era increíble hasta que una vez dentro por completo los movimientos eran cada vez más continuos. Ella por su parte apretaba su culo contra mi polla hasta que sentía los huevos en su culo. Estuvimos un rato hasta que descargué mi semen sobre el ano dilatado, mientras ella se acariciaba el coño con uno de sus dedos.
– Muy bien, pero no he terminado contigo – dijo.
– ¿Qué? – pregunté asombrado.
Me agarró la polla y comenzó a chuparla violentamente mientras me obligaba a ponerme boca abajo sobre el suelo. Una vez en esta posición me agarró por los huevos y tirando, logró que me pusiera con el culo en alto, momento que ella aprovechó para empezar a lamérmelo. Era muy agradable y de repente me dijo:
– Vaya culito más bueno tienes cabrón, déjame que te haga una cosita que te va a gustar.
Comenzó a acariciar mi culo con su dedo, se llevó el dedo a la boca y lo chupó un rato, hasta que lo puso justo en mi culo y comenzó a presionar hasta que una sensación como si tuviera ganas del ir al baño se apoderó de mí, pero después era una sensación muy excitante, sentía como me iba entrando todo su dedo.
Me ponía a cien hasta que me corrí sobre el suelo. Luego me vestí, ella me abrió la puerta y abandoné el videoclub. No alquilé ninguna película, pero ¿para qué la quería ya?
Saludos.