Relato erótico

¡Qué bueno es compartir!

Charo
3 de diciembre del 2018

Viajaron a Barcelona para ir a una importante feria de alimentación. Cuando llegaron al hotel los recibió el comercial de una firma y les dijo que había un problema con la habitación. La única solución era compartir una que tenía dos camas de matrimonio.

Miguel Ángel – Málaga
Somos un matrimonio de 47 y 49 años, de la provincia de Málaga. Sabemos de los cambios de pareja y tríos pero nunca nos habíamos planteado hacerlo. Lo que vamos a contar ocurrió este mes de marzo pasado, con motivo de la feria Alimentaria de Barcelona, pues tenemos un pequeño negocio de distribución y nos invitaron a asistir.
Fuimos un fin de semana, vimos el recinto, comimos y confiamos en no tener problemas de hotel, pero nos equivocábamos. No había ninguno con habitación libre en Barcelona. Nicolás, el comercial de la firma que nos había invitado, lo intentó también sin resultado. Como recurso nos dijo que la habitación que él tenía había dos camas anchas y me ofrecía una. Cuando se lo comenté a mi mujer sólo me dijo:
– ¡Estás loco!
Intenté razonar con ella. Le dije que Nicolás lo hacía con la mejor intención. Buscaríamos la forma para ducharnos y vestirnos cuando no estuviésemos uno u otros en la habitación. Al fin y al cabo era para una noche y para dormir. No se enteraría nadie y estábamos muy lejos de casa. Al final la convencí y aunque con mala cara, no tuvo más remedio que aceptar. Cuando llegó la hora nos fuimos al hotel con Nicolás, en su coche. Él se quedó abajo, en la cafetería, nosotros subimos y nos duchamos. Al bajar subió él y lo esperamos en la misma cafetería. Fuimos a cenar y hasta aquí, todo muy normal. Volvimos pronto al hotel, entramos primero al cuarto de baño, me puse el pijama y mi mujer el camisón y luego entró Nicolás. Nos acostamos pero como no teníamos sueño, encendimos la televisión y charlamos pero Elisa, mi mujer, se ve que estaba cachonda por la situación y no hacía nada más que tocarme la polla por debajo de la sábana hasta lograr ponérmela tiesa.
Entonces, con mucho disimulo, se bajó las bragas y cogiéndome la mano, metió uno de mis dedos en su coño para que la masturbara. Todo sin que Nicolás se enterara de lo que hacíamos, pero para estar aún más tranquilos, le dijimos que teníamos sueño y apagamos la tele. A oscuras seguimos nuestros toqueteos hasta que logró ponerme tan cachondo que me puse de lado para follarla en esa postura. Pero a pesar de nuestros esfuerzos y por mucho que intentábamos no hacer ruido, en el silencio de la noche podían oírse todos los movimientos que hacíamos, ella para colocar una de sus piernas de tal manera que se le abriera bien el coño y yo para meterle en él la polla.

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-¿Qué hacéis? -preguntó Nicolás al final aunque debía saber perfectamente lo que estábamos haciendo, o mejor lo que intentábamos hacer.
-Intento follarme a mi mujer – le contesté yo, sin disimulos y cachondo perdido.
-Eso no vale -replicó él riéndose- ¿Y yo que hago, me la pelo?
– Pues vente con nosotros – me oí decirle, no con cierta sorpresa.
Mi mujer no decía nada, pues estaba más caliente que yo. Nicolás, con toda la cara y sin sospechar por un momento que mi ofrecimiento pudiera ser una broma, se levantó de la cama y vino a la nuestra. Se puso en pelotas y se estiró al lado de Elisa haciéndole sentir la dureza de su polla en todo el culo. En este momento Elisa dejó de ser ella y eso me gustó. Le levanté el camisón a mi esposa, hasta dejárselo en el cuello. De esta manera estaba tan desnuda por delante como por detrás. Empecé a comerle las tetas, chupándole los excitados pezones, pero cuando le eché mano al coño me encontré con la polla de Nicolás dentro de ella. El hombre se la había metido por detrás sin excesivo problema y sin que mi mujer protestara. Seguí comiéndole las tetas y los pezones mientras Nicolás se la follaba.
Los empujones que él le daba en el coño mandaban el cuerpo de mi mujer contra el mío. Ella no cesaba de suspirar mientras, abrazada a mí, me besaba y mordía los labios.
– ¿Te la puedo echar dentro? – oí que él le preguntaba.
Mi esposa, gimiendo sin parar, le contestó:
– ¡Sí, dámela toda en el coño!
Al tercer o cuarto empujón, Nicolás le echó el polvo, notándolo yo por los espasmos que recorrían el cuerpo de Elisa y los bufidos que Nicolás lanzaba. Se estaban corriendo los dos. Mi mujer con la segunda polla de su vida. Notando todo eso, pegué mi polla al vientre de Elisa y, apretándola contra su barriga, me corrí llenándosela de leche como nuestro amigo le había llenado el coño.
Ya más calmados, hablamos de lo sucedido prometiendo guardar la mayor discreción pues Nicolás también estaba casado. Pero hay que reconocer que a sus 35 años era un bombón para mi señora.

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– Considéralo un regalo para los 25 años de matrimonio que cumpliremos dentro de poco – le dije a Elisa.
Mi mujer me dio un beso, como de agradecimiento, se levantó y completamente desnuda, se fue al baño. Cuando regresó me dijo:
-Como esta noche es mi regalo quiero aprovecharla a fondo ya que quien sabe cuando se me presentará otra igual. Ahora quiero realizar una fantasía que hace tiempo tengo en la mente.
Nos puso a los dos boca arriba y empezó a comernos las pollas alternativamente. Yo, mientras lo hacía y ya que estaba encima de mí como en un 69, veía todo su coño.
No pude evitar sacar la lengua y comérselo mientras me moría de gusto viéndola así. De pronto se colocó encima de mí y se metió mi polla en el coño hasta los huevos. En esta posición se inclinó sobre mí, se abrió las nalgas con las dos manos y le dijo a Nicolás:
– ¡Venga Nicolás, métemela por el culo!
Al oírla me quedé de piedra. Yo ya le había dado por el culo varias veces pero como era algo que no le gustaba demasiado nunca hubiera pensado que también le diera ese agujero a otro. Nicolás no se lo pensó ni un segundo. Se agarró la polla, apuntó en el agujero tan claramente ofrecido y la penetró lentamente hasta enchufarse por completo en el culo de mi esposa. Yo notaba los envites que él le daba y si antes disfruté, ahora era una locura. Jamás pensé que viendo como otro hombre se follaba a mi mujer pudiera excitarme tanto. Y más cuando se la estaba follando por el culo. Sus golpes hacían que mi polla entrara por completo en el coño de Elisa. Era como si la vagina me masturbara gracias a la enculada que le estaba haciendo nuestro amigo. Nos corrimos los tres al mismo tiempo.
Nos quedamos en la cama, derrotados de tan intenso placer. Descansamos un rato hasta que, más calmados, Elisa se levantó y fue de nuevo al baño. Al regresar me dijo, con cara muy sonriente y llenándome de sorpresa:
– Sigue siendo mi noche, así que me voy a la otra cama con Nicolás todo el resto de la noche y tú limítate a mirar.
Se tendieron los dos en la cama, se magrearon, ella le comió la polla hasta ponérsela dura como un palo. Cuando pensó que se iba a correr, ella se la sacó de la boca y tendiéndose en la cama muy abierta de piernas, le ofreció el coño para que se lo comiera. Él lo hizo al instante. Ahora yo veía como la lengua de aquel amigo iba y venía por la raja de Elisa, como se metía en su cavidad ardiente y mojada y como le arrancaba, sin parar, largos gemidos. Al correrse ella con esta espectacular lamida él, abriéndola aún más de piernas, se la folló en la postura tradicional.

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Yo no perdía detalle y los observaba masturbándome. Veía perfectamente como la polla de Nicolás entraba y salía del coño de mi mujer, como ella se apretaba los pechos y oía los gemidos que lanzaba sin parar, presa de un placer brutal. Como ella había dicho, y yo reconocía, era su noche. Así estuvieron follando y corriéndose hasta que nos dormimos, ella abrazada a Nicolás y con el coño lleno de su leche y yo, solo en la otra cama. Sobre las siete de la mañana me despertaron unos gemidos. En la oscuridad comprendí que estaban follando otra vez. Los dejé tranquilos y no encendí la luz. No me enteré de nada más ya que me quedé dormido otra vez. A las once despertamos, Nicolás salió pitando a su stand y nos quedamos solos en la habitación mi mujer y yo.
-Gracias, cariño -me dijo Elisa- por la noche que me has regalado.
– He disfrutado mucho viéndote follar con otro – le contesté.
En este momento los dos éramos muy felices. Nos levantamos, duchamos, tomamos un buen desayuno y sobre las dos y media llegamos a la Feria. Estuvimos hablando con Nicolás de todo menos de lo sucedido aquella noche. Así llegó la hora de irnos. Nuestro avión con destino a Málaga salía a las diez y media de la noche. Nicolás, amablemente, se ofreció a acompañarnos al aeropuerto con su coche. Aceptamos encantados. Al llegar al aparcamiento, Nicolás me dijo si no me importaba conducir yo. Suponiéndome lo que deseaba, le dije que no. Subí al volante mientras mi esposa y él se sentaban atrás. Era de noche. De camino al aeropuerto y por la ciudad, Nicolás le iba metiendo mano a mi mujer hasta que, levantándole la falda hasta la cintura, le sacó las bragas. Yo veía, bien que mal, por el retrovisor todo lo que estaban haciendo. Entonces vi como se comieron, a turnos, ella la polla y él el coño. Mi mujer iba contándome lo que estaban haciendo poniéndome a cien.
Así estuvieron hasta que Elisa, casi a gritos, empezó a pedirle que la follara. Al acercarnos al aeropuerto, busqué un lugar de descanso y aparqué a un lado de la carretera.

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Mi mujer, con la falda en la cintura, se sentó encima de él clavándose su polla entera en el coño y así se la folló otra vez mientras yo, en el asiento del conductor, me la pelaba. Me corrí antes que ellos, lanzando toda mi leche en el pañuelo que, previamente, había colocado en la punta de mi polla. Luego se corrieron los dos casi al mismo tiempo llenando el coche de gemidos y suspiros. Cuando se tranquilizaron, después de su orgasmo y mi mujer iba a ponerse las bragas, Nicolás no la dejó.
– No te las pongas, dámelas que quiero guardarlas como recuerdo – le dijo Ya te las devolveré cuando venga a visitaros a vuestra casa en Málaga.
Por supuesto nos devolvió las bragas y nos montamos unas fiestas increíbles.
Un saludo para todos.

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