Relato erótico
Proposición irresistible
Estaba de vacaciones y tomando el sol en la piscina. Se dio cuenta que un matrimonio de unos cincuenta años la miraban sin parar. Se acercaron, charlaron y la invitaron a una copa. Le hicieron una proposición que no pudo rechazar.
Patricia – Tarragona
Soy una chica bajita, morena, con unas grandes tetas y un poco culona, pero aun así delgada y lo que voy a contarte ocurrió hace un par de años cuando estaba tranquilamente en la piscina de un hotel donde estaba pasando las vacaciones. Aquel día llevaba un bikini rojo bastante pequeño, por lo que mis grandes pechos se dejaban ver casi por completo, salvo la aureola de mis pezones, y mi culo quedaba bien a la vista. Siempre me ha gustado lucir palmito, aunque tampoco más que las demás. Debo reconocer que estaba estupenda y más de uno se quedaba mirándome, cosa que me gustaba.
Una pareja comenzó a hablarme después darme los buenos días. Él, un hombre de entre 50 y 55 años, con el pelo canoso, y apuesto aunque no era una estrella de cine. La mujer tendría 50, llevaba el pelo teñido de rubio, 1,70 y tenia unos labios gruesos y un cuerpo espectacular teniendo en cuenta que a la edad empiezan a caerse los pechos, pero ella tenía las tetas bien firmes y el culo aun respingón. Parecía estar en forma. Llevaba un bikini con tanga, mucho más provocador que el mío.
El tema fue desviándose de lo trivial a cosas más personales, acerca del por qué estábamos allí, por cuanto tiempo y después si yo tenía novio, y más cosas. En realidad no me molestó mucho, aunque me puse un poco en guardia, pues no todo el mundo va por ahí preguntando cosas tan directas a un desconocido. Me sorprendió un poco cuando me invitaron a tomar una copa en el bar, pero acepté. Allí me confesaron que querían dar un impulso a su vida de matrimonio, y la forma indirecta de mirarme no me llego a hacer ver lo que tramaban, pero ella acabó soltándolo tras un lingotazo de ginebra:
– Nos gustas, y si quieres te pagaremos por irte a la cama con nosotros. Estarías con él – me miró con lo que parecía deseo ardiente – y conmigo.
Me quedé un poco cortada, pues me pilló de sorpresa. Pero cuando dieron una cifra la idea comenzó a gustarme, pues era alta. No diré cuanto y además el sexo me gustaba de todos modos.
– Acepto – dije al fin.
A la hora convenida llamé a la puerta y me abrieron. El estaba en bata y cerró la puerta detrás de mí. En la cama estaba Ana, tumbada con las rodillas dobladas, completamente desnuda. Yo no había tenido muchas experiencias con chicas y esperé a que ellos ordenaran. Ya tenía en la caja fuerte de mi habitación el dinero entregado y me había mentalizado para disfrutar. Me quité la ropa y acerqué mi cara a su coñito. Estaba poblado de pelos negros, pues ella era rubia pero teñida, algo húmedo y tenía los labios gruesos.
– Vamos, putita, cómeme – me dijo ella.
Empecé mi labor, lamiendo suavemente todo, desde abajo a arriba, metiendo poco a poco la lengua mientras lamía, y ella iba excitándose empezando a retorcerse del gusto.
Antonio se había desnudado y estaba junto a nosotras, de pie, con la polla en la mano, muy tiesa. Parecía disfrutar de lo lindo también.
– Ya la probarás, cielo – me dijo mientras se la cascaba poco a poco.
Ana había agarrado mi cabeza para que la hundiese bien en su coño, el olor me estaba excitando y yo con una mano me empecé a sobar las tetas, tenía los pezones durísimos, hasta que otras manos, las del marido, vinieron a acompañarme, mientras recorrían todo mi cuerpo y bajaban hasta mi rajita. Ana comenzó a correrse cuando mordisqueé su botoncito y metí mis dedos también. Acabó estallando y yo bebí sus juguitos. Me sentía como una puta, y gozaba.
Al acabar de correrse, me tumbé en la cama y ella comenzó a lamerme el coño. Yo me tumbé al revés y Antonio, viendo mi cabeza en el borde de la cama, acercó su polla. Pensé que iba a estallar allí mismo, pero me la metió en la boca y comenzó a follármela. Yo puse empeño y la mamada fue de película guarra. Mis labios la frotaban al entrar y salir y con la lengua la iba envolviendo poco a poco rozándola en sus embestidas, cada vez más rápido. Mi coñito estaba a cien, Ana sabía como hacer gozar a una mujer. Me comía todo mi chochito depilado y me agarraba las caderas, atrayéndolas hacia ella. Tuve el orgasmo justo cuando la polla salía de mi boca y un mensaje muy claro indicaba lo que iba a pasar.
– ¡Ahí te va, en toda tu cara, puta! – exclamó él.
Tres chorros me salpicaron la cara, semen calentito que cayó en mi boca ya cerrada, en mi nariz, ojos, frente y algo del pelo. Ana, rápidamente, me tumbó boca arriba y me besó en la boca, mientras iba lamiendo el semen que tenía y tras dejarlo en la boca, la juntó con la mía. Entendí lo que hacía. Iba a pasarme el semen en un beso con lengua. Me excité mucho y tras comernos la una a la otra, nos miramos, abrimos la boca y vimos un traguito de semen en la otra. Asentimos y lo tragamos juntas. Después de esto, descansamos un rato en la cama, agotados.
Después Antonio me puso a cuatro patas y estuvo follándome un buen rato, hasta que se corrió, esta vez en mis tetas. Yo me limitaba a gozar. Hasta ahí todo lo convenido, pero a él se le ocurrió una cosa y le dijo a su mujer:
– ¿Qué te parece si le reviento el culo a esta zorrita?.
– Sí, cariño, dale que se entere, pero a mi también – respondió ella.
Yo dije que no, que eso no lo habíamos acordado, pero me ofrecieron más dinero, un poco más, lo justo para que vacilara, y aceptara. El matrimonio, si es que estaban casados, no era novato, desde luego, estaban muy salidos. Me colocaron a cuatro patas, y al lado se situó Ana, en paralelo.
– Ya verás que bien, cariño – me dijo besándome en la boca.
Nos untó el culo a las dos con lo que pilló por ahí, un poco de gel del hotel y una tarrina pequeña de mantequilla que había cogido en el desayuno. Sería la primera que me encularan. Noté sus manos en mi culo y sus dedos abriéndolo bien. A ella le hizo igual. Noté la polla que empezaba a entrar y un dolor en mi culo como si me lo partieran pero que después ya se fue transformando en placer. Mientras, Ana comenzó a meterme la lengua hasta la garganta, pero ya entonces me gustaba y respondía igual de fiera, como dos perras. De pronto sentí que salía la polla de mi culo y supe que entraba en de Ana cuando se estremeció, gimió, gritó y luego comenzó a jadear, pero cuando parecía que iba a reventar de placer, Antonio se la sacó y me la metió a mí. Era indescriptible.
Tras veinte minutos de sexo anal y con su rabo en mi culo, noté que me llenaban de leche por dentro. Él había acabado, pero yo aun no así que Ana me metió el dedo en el coño, un poco más, luego dos. Estaba a cien, y muy mojadita. Al meter tres pensé que no podía más, pero metió cuatro, y por ultimo, toda la mano se había introducido en mi rajita. La movía con fuerza y yo agitaba mis caderas. Tenía restos de semen en las tetas, que se bamboleaban, mi culo estaba a rebosar también y una rubia madurita me metía el puño ya hasta adentro. Estallé y sacó la mano llena de flujos, que lamió como una perra.
Yo quería que ella se corriera también así que le metí igualmente la mano poco a poco hasta adentro. Ella gritaba mucho, la besé con pasión y cuando se corrió me mordió el labio hasta hacerme un poco de sangre.
Lo había hecho bien. Recogí mis cosas y volví a mi habitación. Tenía mi dinero y una experiencia que no he olvidado.
Besos, querida amiga.