Relato erótico

Probando cosas nuevas

Charo
15 de junio del 2019

Charlando con una buena amiga acabaron hablando de sexo y de fantasías que les gustaría llevar a cabo per, que nunca habían hecho. Fueron a un sex-shop y se “emocionaron” comprando.

Miguel Ángel – Madrid

Estaba con una íntima amiga que había conocido hacía un tiempo, comentando sobre las fantasías sexuales y salió un tema que nos llamaba la atención a ambos, nos excitaba y llenaba de curiosidad y deseo. El tema son los accesorios sexuales en las relaciones, concretamente, los consoladores.
Nuestra fantasía va en el sentido de que ella deseaba poder acostarse con un chico que tuviese dos pollas, o mejor, una polla y un consolador de esos de arneses atado a su cintura, como si fuese una segunda polla, deseaba ser penetrada por el mismo chico, ser follada con el mismo vaivén, el mismo movimiento, las mismas pausas, pero por el coño y el ano a la vez. Deseaba hacer realidad esa fantasía, saber como se sentiría en una relación de ese tipo.
A mí la idea me gustaba, eso de tener dos pollas, penetrando, perforando y llenando un coño y un culo a la vez, me parecía muy excitante, tanto que notaba que se me estaba llenando la polla, se me estaba hinchando de pensar en que eso podía hacerse realidad. Tras tomar unas cervezas, decidimos ir a bailar un rato, nos dirigimos a una disco y cuando íbamos de camino nos dimos de bruces con un sex-shop. Tras lo que habíamos estado comentando, nos miramos y sonreímos.
– ¿Por qué no? Fue la pregunta que nos hicimos.
Entramos en el sex-shop y estuvimos rondando por los escaparates y estanterías hasta que llegamos a donde queríamos, la zona de los consoladores. Los estuvimos observando detenidamente sin decidirnos por un modelo concreto, los había de todos tamaños y varios colores. Al final prevaleció la lógica, para probar, mejor uno de tamaño normal, pues, los extragrandes igual no permitían la doble penetración y llevar algo que no permitiera realizar la fantasía tampoco entraba dentro de nuestros cálculos.
A ella los extra grandes le gustaban pero para otro tipo de relación, con otra chica, por ejemplo, que fuese penetración simple, con un gran tamaño, que la llenase por completo y la dilatase al máximo, pero sin doble penetración, pues no estaba segura que la pudiese resistir.

Por mi parte, prefería el normal, aunque lo llevase puesto, competir con un extragrande no entraba dentro de mis posibilidades y mucho me temía que igual me podía quedar a dos velas, que al final se decidiese solo por el consolador y me dejase a mi desconsolado y sin un coño y un culo que follar. No entraba dentro de mis planes tener que hacerme una paja mientras la estaba follando con una polla prestada, que por muy sujeta que la tuviese a mi cintura, al fin y al cabo era un accesorio y no otra cosa. Tras pagar al dependiente el artilugio, nos dirigimos a un hotel. Llegamos a la habitación y nada más entrar dejamos el consolador sobre la cama, Mireia quería que me lo pusiese enseguida y comenzó a intentar quitarme la ropa, se lo impedí explicándole que prefería llevar yo la iniciativa, por lo menos hasta el primer orgasmo, luego la dejaría hacer.
Comencé a besarla en los labios, la cara, el cuello, mientras mis manos se metían bajo su blusa y comenzaban a acariciar sus pechos. Nos besábamos, mordíamos, bebíamos la boca de excitación y deseo. Le saqué la blusa y me dediqué a chupetear sus pezones por encima del sujetador, mientras mis manos se iban a acariciar su espalda, su culo.
Tenía un culo rotundo, ancho, redondo y fuerte, para acariciarlo y gozar de él. Le desabroché el sujetador y mis manos se fueron a sus preciosos pechos, mientras nos besábamos los acariciaba.
No los tenía muy grandes, pero si duros y deseables, me gustaban sus pechos, su tacto, tenía los pezones de punta y allí se fue mi boca, se los chupé, lengüeteé, me los metí en la boca, todo lo que podía, primero uno, luego el otro, mientras mis manos soltaban los botones y el cierre de su falda, que al momento se fue al suelo mientras mis manos se apoderaban de su culo, se lo acaricié por encima de la pequeña braguita que llevaba puesta, intentando meter la mano bajo ella. Regresé a comer su boca mientras mi mano se iba a su entrepierna, separando la braguita metí la mano y acaricié su coño, su clítoris, estaba completamente mojada, babeando de deseo, de excitación, mis dedos penetraban en su coñito, a la vez que le frotaba el clítoris con la palma de la mano.
No tardo mucho rato en comenzar a contraerse, a moverse con fuerza, apretaba los muslos, se movía para que mis dedos la follaran hasta que terminó corriéndose, gimiendo de placer y deseo, de deseo contenido que con mis caricias había logrado sacar a flote. La seguí acariciando lentamente, sus pechos, su boca, su cuello, hasta que se recuperó de la corrida.

Ahora era su turno, comenzó a besarme la boca a la vez que me quitaba la camisa, luego me chupo las tetillas, sus manos en mi cinturón y mi pantalón, no tardó en bajármelo, con los pies lo aparté a un lado mientras ella seguía su ruta hacia abajo, pasó por mi ombligo, sus manos aprisionaban mi polla por encima del calzoncillo, acariciaban mis huevos, mientras su lengua marcaba el camino que había entre mi ombligo y la punta de la polla.
Esta se encontraba a punto de salir por la parte alta de los calzoncillos mojados de líquido pre seminal. Se puso de rodillas ante mí me bajó el calzoncillos, su boca, no perdió el tiempo, esperó la bajada del mástil y lo aprisionó dentro de ella de forma glotona, comenzó a devorar mi polla, se la tragaba con verdadera ansiedad, como si llevase tiempo deseando hacerlo, con una pasión y un deseo incontenibles mientras sus manos se dedicaban a la base de mi polla y a los huevos, me los masajeaba, los estrujaba, sacaba la polla de la boca y comenzaba a pasarle la lengua, a darle lengua bajo el frenillo, en el borde del glande, me tenía a punto de explotar y se lo dije.
Se levantó y me dio su lengua, comenzamos a besarnos en la boca mientras nuestras manos recorrían todo nuestro cuerpo, acariciando todo lo que quedaba a nuestro alcance. Sin más preámbulos, cogió el paquete y sacó el consolador, se arrodillo ante mí y me lo colocó, ajustó los arneses y comenzó a chupar mis dos pollas, pasaba de una a la otra, mientras con sus manos las iba acariciando las dos. Me puso un preservativo y tras lubricar con un poco de vaselina el consolador se dio la vuelta y poniéndose a cuatro patas en el filo de la cama me ofreció el espectáculo de su estupendo culo pidiendo guerra, pidiendo ser follado.
– ¡Fóllame, quiero que me llenes por completo, mete tus pollas en mi coño y en mi culo!
Me sentía como un dios mitológico, con dos pollas dispuesto a perforar los dos huecos del placer que se me ofrecían de forma tan sumisa. Me acerqué a ella y tras ponerle un poco de vaselina en el ojete, cogiendo mi falsa polla, la puse ante la entrada, comencé a presionar hasta que entro un trozo, entonces cogí la otra y se la puse en la entrada del coño, ayudándome con la mano seguí perforándola con mi falsa polla, mientras la otra por inercia seguía el camino, no hacía falta ayudarla, notaba como las dos pollas casi se tocaban en el interior, parecía que solo una fina piel las separaba. Era tanta la excitación, el deseo, el placer, el morbo que estaba viviendo con esta situación, que sabía no tardaría en correrme, aún intentando concentrarme.
Me era imposible aguantar lo que estaba viviendo, no era normal, era un deseo, una realización, algo que parecía sobrenatural, lo dicho y ser mitológico, invadiendo y dando placer por sus dos huecos a una hermosa chica, entregada a recibir todo el placer que fuera capaz de darle y de sentir por su propio deseo y satisfacción. Cuando conseguí completar la penetración me quedé quieto esperando que se me pasase el deseo de correrme, intentando darme unos minutos para poder repartir el placer y que ella pudiese lograr un orgasmo en la primera vez que era penetrada de esta forma.

La verdad es que lo habíamos hecho al revés, teníamos que haber follado antes y dejar esto para una segunda corrida, que seguro sería mucho más larga y placentera, pero a lo hecho pecho y no había más remedio que seguir e intentar aguantar el mayor tiempo posible.
Comencé a moverme lentamente, haciéndola sentir como se movían la dos pollas en su interior, la sacaba hasta la mitad, muy pero que muy lentamente y luego volvía a metérsela hasta el fondo, hasta que mi pubis tocaba con sus nalgas, una y otra vez mientras con una mano le acariciaba los pechos, cogí una de sus manos y se la lleve a su clítoris.
– Acaríciate, ayúdame a hacerte gozar, pues estoy que me corro sin poder esperarte.
Mientras suspiraba, jadeaba, daba quejidos, comenzó a moverse más rápidamente y yo sin poder contenerme más, me corrí, creo que nunca me había corrido con tal cantidad, ni satisfacción. Aún a pesar de no querer hacerlo tan pronto, disfrute de la corrida como nunca. Mientras ella comenzó a moverse, cada vez más rápido, sabía que me había corrido y que igual le tendría que sacar la polla de su interior para evitar que se saliese el preservativo si se aflojaba un poco. Pero no hubo problema, mi polla se porto como una gran señora y aguantó dura el rato que tardó en correrse. Debía ser que cogió fuerza de la otra polla o del hecho de sentirme más poderoso con aquellas dos herramientas follando a la vez, que pude aguantar sin ningún problema el tiempo que tardó el comenzar a correrse, y menuda corrida.
Si la mía fue grande y placentera, la de ella fue fantástica, de película, se contorsionaba, se contraía de una forma que parecía que me quería romper la polla con las contracciones que daba a su coño; las de su culo no las sentía, pero seguro que eran tan fuertes y violentas como las que recibía de su coño. Gemía, no se si de placer o dolor, la verdad es que sus contracciones parecían más de dolor que otra cosa, pero seguía moviéndose, disfrutando del momento, de sentirse llena en sus dos huecos. Cuando paró se fue separando lentamente de mí, saliéndose de las dos estacas que estaban clavadas en su interior, se quedó tendida en la cama con una cara de satisfacción que expresaba lo que había gozado y disfrutado de la experiencia.
Me fui a duchar, lo hice con los arneses puestos, pues quería volver a follarla, pero ahora de frente, con la de látex en el coño y la mía en su culo, quería probar la estrechez de su ano y sentir las contracciones y los movimientos de su interior. Me estaba terminando de duchar cuando llegó, se metió conmigo y nos estuvimos acariciando y enjabonando mutuamente. De la ducha salí con las dos pollas en posición de ataque, nos fuimos a la cama, se tendió boca arriba, poniéndose una almohada bajo el culo, para dejarlo levantado, yo me colé entre sus piernas, y pollas en ristre las acerqué a sus huecos de placer, comencé metiendo la mía en su culito, mientras ella cogía la otra y la ponía en la entrada de su coño, tras conseguir que entrara la cabeza, ya fue más fácil, solo era moverse lentamente, con firmeza.
Mi polla se fue abriendo paso en su interior, notaba como algunas veces contraía el ano, como si no quisiese dejarme entrar, aunque quizás era para sentir más la penetración, para sentir como era llenada, tanto en su culo como en su coño, pues según entraba una lo hacía la otra.

Se la fui metiendo hasta el final, hasta que mis huevos llegaron a sus nalgas, de ahí ya no se podía pasar, ya no quedaba nada que meter, empecé un mete y saca muy suave y solo hasta la mitad para evitar que se saliesen, mientras ella me acariciaba el pecho, me cogía de las nalgas y me apretaba contra ella, sobre todo cuando llegaba al tope, parecía como si quisiese que hubiese más que meter o que no se las sacase nunca.
Me dejé ir sobre ella y comenzamos a besarnos mientras nos movíamos al compás, suavemente, lentamente, sin perder la concentración en los movimientos para evitar que se saliesen del sitio donde estaban encajadas, el mejor sitio que se les puede dedicar, no hay otro mejor.
Estuvimos un buen rato en esta posición, dale que te pego, comiéndonos la boca, acariciando lo que podíamos, moviéndonos cada vez con más seguridad y más soltura, hasta que inevitablemente nos fue llegando el momento del final. Cuando ya estaba cerca la corrida me levanté sobre de mis brazos y me dediqué a follarla con más fuerza, que notase como le llegaba hasta el fondo, como era llenada en sus dos huecos, de forma potente, la potencia que te da el sentirte un súper macho, un dios mitológico, un animal que da placer a la hembra llenando sus huecos como nadie puede hacer, solo tú, y en ese momento. Ella se acariciaba los pechos, el clítoris, me cogía de las nalgas, atrayéndome hacía ella, haciendo que la penetrase con más fuerza, hasta que sin poder más comenzó a gemir o contraerse, a gritar de placer.
Ahora si que notaba como su ano se contraía estrujando mi polla, intentando dejarla seca, sacarme todo el jugo, presionando para sentir como le perforaba el ojete.
Tras de ella me fui yo sin tanta cantidad, pero sí con el mismo placer. Notar como disfrutaba ella y como me estrujaba intentando sacarme todo el jugo, a la vez que verme de una forma diferente, más macho, más ¿animal?
Es posible, eso me hacía gozar como nunca, sentía desde la punta de los pies a los pelos de la cabeza una electricidad estática que me llenaba por completo de placer, de satisfacción, de ser superior. Con solo mirar su cara, la satisfacción mezclada con la ansiedad, con el placer, el deseo, con el todo, ya me hacia sentir más satisfecho que nunca.
Tras ducharnos fuimos a cenar y a tomar unas copas para terminar la noche con una nueva follada, pero satisfecha nuestra curiosidad y nuestro deseo de probar algo diferente, esta fue una follada normal, una buena mamada (la verdad es que Mireia la chupa divinamente) y luego un buen polvete, sin prisas, pero con mucho goce.
Os aconsejo que lo llevéis a la práctica, es un placer indescriptible, una sensación de poder que casi te convierte por un momento en un animal poderoso.
Besos calentitos de los dos.

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