Relato erótico

Primera experiencai

Charo
12 de noviembre del 2018

Se desplazó a Madrid para estudiar la carrera y compartía piso con otro chico. Puso anuncios para poder dar clases particulares y conseguir otros ingresos.

Gonzalo – MADRID
Llevaba unos meses viviendo en un piso de alquiler pues tuve que trasladarme de mi pueblo a Madrid para poder estudiar la carrera que yo quería. El piso estaba muy bien, lo compartía con otro muchacho, pero el coste del alquiler era muy superior a mis limitaciones económicas, por eso decidí impartir clases particulares de informática, para así poder seguir en aquel piso.
Empecé a pegar carteles para intentar captar alumnos, el último que puse fue en la puerta de mi bloque y para ello le pedí permiso a mi casera por si había algún impedimento pues hasta entonces las relaciones con ella habían sido buenas y no quería que por aquello se deterioraran.
Durante esos primeros meses me cruzaba en las escaleras con una de las dos hijas de mi casera, que se dedicaba a la limpieza del bloque, aunque era jovencita y me extrañaba que no estudiara. Nuestros primeros encuentros en las escaleras eran muy frío, hola y adiós, pero poco a poco bromeaba con ella.
– Perdona, siempre te estoy pisando la escalera cuando estás fregando – le dije un día.
– Pasa, no importa – replicó sonriendo.
Así me fui fijando más en ella y me gustaba mirarla por la mirilla de mi puerta y verla como meneaba su cuerpo al ritmo de la fregona y como le brillaba el pelo con la luz de la mañana.
Después de varias semanas de poner los carteles conseguí a un alumno, un chico de 12 años que quería recibir clases de mecanografía asistida por ordenador. Por fin podría seguir en aquel piso y seguir “molestando” a la hija de mi casera.
A las pocas semanas al ir a pagar la mensualidad a mi casera tuve una conversación con ella sobre las clases, le dije que había conseguido un chaval, le expliqué lo que le enseñaba y ella, entonces, me preguntó si quería enseñarle a su hija algo de informática. Me explicó que su hija había dejado los estudios momentáneamente por ciertos motivos y que no quería que se estancase, su madre quería que la chica le volviera a interesar algo y pudiera conseguir un trabajo. Para mi aquella propuesta fue todo un regalo caído del cielo, nunca imagine que pudiera darle clases a aquella muchacha que “espiaba” por la mirilla de mi puerta mientras fregaba la escalera.
Al día siguiente por la tarde fueron a mi piso mi casera y su hija tal y como habíamos acordado el día anterior y me la presentó como Raquel, un bonito nombre para una chica interesante.

Nos pusimos de acuerdo en lo que le iba a enseñar, el horario de las clases y el precio, que al final acordamos que me lo descontaría de la mensualidad que yo le tenía que pagar.
El lunes de la siguiente semana empecé con las clases a mi nueva alumna, clases que empezaban justamente al terminar con mi otro alumno. Las primeras clases con ella eran un poco aburridas ya que los dos no teníamos demasiada confianza pero con el transcurso de los días hicimos más amistad y las clases pasaron a ser más amenas. Ya no solo nos centrábamos en las clases sino que charlábamos de todo un poco, además a mi me venía bien porque por las tardes yo estaba solo y a ella también porque dejaba de lado un poco un hipotética depresión que creo que ella estaba pasando, aunque era difícil de saber porque no le gustaba hablar sobre ella, le gustaba más que yo le contara cosas sobre mí, sobre mis amigos, etc. era como si ella se evadiera un poco de su mundo al escucharme a mí.
Al cabo del mes Raquel me comentó que había hablado con su madre para aumentar las horas de clases con el consiguiente aumento de precio. Eso me permitía pagarme casi el 70% del alquiler y yo acepté no solo por el dinero sino también por estar más tiempo con Raquel a la cual iba conociendo muy poco a poco y me gustaba.
Creo que muchas veces al guiarle yo su mano con el ratón del ordenador saltaban chipas entre nosotros y nuestra piel se erizaba, yo intentaba que ella no se diera cuenta de lo que sentía por ella, de cómo la miraba, como me gustaba oler su colonia, pero creo que era difícil.
Un día me levanté bastante acatarrado y después de volver de la facultad me metí en la cama y me dormí sin darme cuenta de mis obligaciones como profesor. No sé cuanto tiempo dormí y me desperté por las continuas llamadas al timbre, me levanté como pude con el cuerpo destrozado y la cara hecha un chasco, abrí la puerta y era Raquel.
– ¿Qué te pasa? – preguntó.
– Perdona Raquel, estoy resfriado y me he quedado dormido al llegar de clase.
– Bueno, tranquilo, lo dejamos para otro día cuando estés mejor.
– Vale, la semana que viene recuperamos las horas.
– Tranquilo, oye, ¿te has tomado algo para el catarro?
– No, he llegado y me he acostado.
– Pues ahora vengo y te traigo una pastilla, no tardo nada.
– No, no déjalo…

Pero ella se fue sin hacerme caso y al poco rato me traía unas pastillas anticatarrales y un poco de sopa casera de su madre.
– No tenías que molestarte Raquel – le dije.
– Pero si no me molesta, alguien tendrá que cuidarte ¿no?
Después de darme la pastilla y calentarme la sopa se quedó un rato conmigo y cuando se hizo de noche me llevó a la cama y me arropó. Yo me sentía avergonzado pero ella insistía en cuidarme. Al día siguiente, cuando fregaba las escaleras, se acercó a verme, me preparó el desayuno y aunque me seguía avergonzando su instinto de protección sobre mi era grandísimo. Afortunadamente el catarro lo cure en poco tiempo y como no, gracias a las cuidados de Raquel.
Cuando volví a las clases, me crucé con mi casera que me preguntó por mi estado de salud y yo le dije que estaba mejor gracias a su hija y sus cuidados. Ella me devolvió las gracias porque desde el comienzo de las clases su hija mostraba ilusión por algo y la veía más alegre. Aquella misma tarde, después de continuar con las clases, invité a Raquel a ver una película el fin de semana como muestra de mi agradecimiento por sus mimos sobre mí y ella accedió con gran ilusión.
Llego el sábado, recogí a Raquel para ir a ver la película y fue impactante verla tan guapa. Me quedé sorprendido pues normalmente estaba acostumbrado a verla con ropa ancha, ropa de sport y al verla con aquel vestido tan ceñido me quedé perplejo. El vestido era negro con muchas franjas blancas en diagonal, en la parte alta dejaba ver su hombro y una tira negra lo sujetaba y el otro hombro estaba tapado por el vestido, en la parte de abajo por un lado era más corto que por el otro mostrando unas increíbles piernas. Raquel tenía un color de piel un poco oscuro y un pelo negro liso y largo que para la ocasión se adornó con una cola de caballo y que hablar de sus carnosos labios que me volvían loco desde que la vi por primera vez. Los veía y me imaginaba pudiéndolos besar algún día… En fin una mujer 10.
Después del cine ella quiso ir a un pub donde ella antes iba con su pandilla a tomar unas copas y a bailar, fuimos y nos encontramos con unas amigas suyas que me presentó, estuvimos varias horas por allí y cuando ya no íbamos una de sus amigas me comentó que Raquel llevaba mucho sin salir y que la veía muy bien conmigo. Finalmente la dejé en su casa y nos despedimos con dos besos de amigos, pero entre beso y beso me acarició una de mis manos y en ese momento sentí de nuevo la piel erizada. Al día siguiente, durante la clase, no parábamos de recordar lo bien que lo habíamos pasado.
Cuando llegó Navidad volví a mi casa para estar con mi familia pero al volver de las vacaciones Raquel estaba más cariñosa conmigo y venía muy arreglada a las clases. Normalmente llevaba blusas que dibujaban perfectamente sus grandes y preciosos pechos y pasó a ponerse pantalones ceñidos que muy poco dejaban a la imaginación. Era todo un espectáculo dar clases con ella.

Empecé a enseñarle también mecanografía y ahí se desató mucho más lo que los dos sentíamos mutuamente. Yo le indicaba la posición de sus manos en el teclado y cada vez que nos rozábamos seguían las chispas, los dos sabíamos que una de esas chispas haría saltar el fuego. En una de las lecciones Raquel no conseguía las pulsaciones necesarias para pasar a la siguiente lección y se enfadó.
– ¡Nada, de esta no paso y tú aquí sentado leyendo! – explotó.
– A ver, ¿qué te pasa?
Me puse detrás de ella para corregirle la posición de los dedos en el teclado y volvieron a rozarse nuestras manos. Yo tenía las manos en el teclado y mi cabeza estaba al lado de la suya casi rozando su hombro, y cuando vio como debía hacerlo, giró su cara y nos quedamos frente a frente, sin movernos, pero nuestras bocas estaban separadas por milímetros y no parábamos de mirarnos fijamente. Con solo acercar un poco mi cara nuestros labios se unieron y nos besamos mientras ella entrelazó sus manos con las mías. El fuego había saltado pero entonces sonó mi teléfono, ella se apartó rápidamente y dijo que ya tenía que irse. Yo no pude hacer nada y me quedé contestando el teléfono. Al día siguiente nos vimos de nuevo.
– Raquel, yo… eh… no quisiera que pensaras que lo tenía premeditado fue…
– No, si fui yo, llevo un tiempo que estoy rara pero ya hablaremos luego de esto, ¿vale?
– Vale, vale.
Pasaron las semanas y se acercó el día de mi cumpleaños.
– Raquel este viernes celebro mi cumpleaños y voy a invitar a unos compañeros de la facultad a unas cervezas, ¿vas a venir?
– No sé, bueno, después te lo digo.
El viernes por la tarde, cuando le abrí la puerta a Raquel para dar clases me regaló por sorpresa una colonia y una flor rodeada con un papel que tenía escrito un poema. Me quedé sorprendido y maravillado y al ver mi reacción Raquel me estampó un fuerte beso y me dijo que me quería. Yo estaba en las nubes con todo aquello y ella seguía besándome con dulzura, mientras me susurraba entre beso y beso:
– Hoy por ser tu cumple, te perdono las clases de meca.
Y empezó a abrazarme y a sacarme la camisa de los pantalones desabrochándome los botones y dejándome con el torso a la vista. Yo entendí que las clases que ella quería eran de otro tipo. Nos besábamos con auténtico amor y acabamos en la cama desnudándonos. A ella le daba un poco de vergüenza diciéndome que yo era el primer chico que la veía desnuda, que tuviera paciencia con ella y así actué, desnudándola por completo quitándole un precioso sujetador azul celeste y unas braguitas a juego.

Era deslumbrante ver su cuerpo desnudo en mi cama, el color de su piel me daba un morbo increíble a parte de cómo no sus curvas. Tenía unos pechos voluminosos con unos pezones largos y erizados, un ombligo pequeño y bonito y más abajo una rajita sutilmente pero no completamente depilada. Ella cerraba sus piernas por la vergüenza que sentía, pero poco a poco mis caricias y mis besos la tranquilizaron y se fue dejando llevar hasta el punto que obedecía cualquier cosa.
¡Fue increíble aquella primera experiencia con Raquel!
Besos y hasta otra.

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