Relato erótico

Prepotente y caliente

Charo
3 de febrero del 2020

Tenía que presentar un proyecto a una empresa. Una de las personas que tenía que decidir era la mujer del jefe. Una cuarentona muy estirada y prepotente. Se cansó de todas las trabas que ponía y la puso en su sitio.

Eduardo – Vitoria
La reunión en mi despacho, fue tensa. Yo sabía que nuestro proyecto era bueno en ideas y precio, pero aquella mujer solo sabia poner pegas, aunque todas eran unas completas tonterías. Se nota que no tenía ni idea de su trabajo y que si estaba en aquel cargo era únicamente porque era la mujer del jefe. El caso es que ya estaba cansado así que decidí jugármela y exploté diciéndole:
– Mire usted, el proyecto es bueno, difícilmente va a encontrar uno mejor y ya está bien de tonterías, a ver si le voy a tener que enseñar de que va esto, si le parece bien , perfecto y si no se va usted a quedar sin proyecto y busca uno mejor, pero que sepa que la van a criticar, eso sí a sus espaldas por aquello de que es la señora del mandamás, pero yo ya estoy cansado y no voy a darle mas vueltas al asunto, además ya estoy hasta los mismos de dorarle la píldora.
Eran casi las siete de la tarde. Carmen se quedó seria, me miró de una forma extraña, sus ojos brillaban y torció la comisura de sus labios.
– No sé, creo que voy a ir al hotel a pensarlo, deme su teléfono móvil y le llamo en un par de horas.
– Como usted quiera – contesté secamente.
A las nueve y pico sonó el móvil. Era ella. El tono de su voz era más suave, lo había pensado y aceptaba el trato pero, para mi sorpresa, me invitaba a cenar. Había, según me dijo, que aclarar algunos puntos del asunto. Quedamos en el restaurante de su hotel después de insistir en que sería yo, o mejor mi empresa, quien pagaría la cena.
Llegué y ya estaba sentada en la mesa, llevaba un traje chaqueta igual que el de la tarde, pero este era rojo. Hablamos de todo un poco, yo bastante serio y tenso, ella cada vez más relajada y condescendiente. Iba maquillada perfectamente y la cena fue excelente y cara. Al terminar le pregunté que si le apetecía ir a tomar una copa.
– No, no, muchas gracias… – empezó a decir.
– No se preocupe, lo de no tomar la copa es por que no le apetece o porque no quiere que la vean con un hombre estando casada -pregunté-
– Pues… – titubeó.
Entonces me lancé y le dije:
– Si es por lo segundo, nos la podemos tomar en la habitación.
Se quedó sorprendida y exclamó:
– Eso es peor todavía, que me vean subir con un hombre a mi habitación, ¿que dirían?

– No tenemos porque subir juntos, me dice el número de la habitación, usted sube y unos minutos después lo hago yo.
– ¡Como si fuéramos amantes… pero que atrevido es usted! –dijo-
Apuntó un número en la servilleta y a los pocos minutos yo estaba llamando a su puerta. Abrió y me introdujo rápidamente, con misterio. La habitación era realmente lujosa. Me dirigí al mini bar, lo abrí y le pregunté:
– ¿Champán o trago largo?
– ¿Qué le parece champán para empezar? – contestó.
– Vale – dije.
Cogí las copas y abrí la botella. Ella estaba sentada en el sillón y yo en el sofá justo al lado. Llené las copas y me levanté para brindar, ella también se levantó, brindamos y se lo bebió de un trago.
La agarré de la cintura y la atraje hacia mí y quise besarla. Se resistió levemente pero en cuestión de segundos sus labios estaban abiertos y mi lengua sondeaba su lengua y su boca. Su perfume era suave y sugerente, seguramente muy caro mientras respondía a mi beso y apretaba mis nalgas contra ella.
Seguimos besándonos allí, de pie, unos minutos hasta que decidí pasar a mayores. Le desabroché la chaqueta y la blusa. El sujetador que vi era realmente una pieza de lujo, puro diseño. Metí la mano dentro de la blusa y tras sobarle las tetas sobre el sujetador, le quité la chaqueta y desabroché toda la blusa mientras le besaba el cuello y el escote pero, de pronto, se apartó de mí y me dijo:
– ¡Esto es una locura, usted debe irse!
– Esto no es ninguna locura, es natural y excitante y tu eres una mujer preciosa – le dije mientras me acercaba de nuevo a ella y recomenzaba el manoseo.
La oposición fue suave, seguí besando su cuello al tiempo que desabrochaba su sujetador. Sus tetas eran enormes, pero blandas y caídas, sus pezones grandes y largos, estaban duros. Se los acaricié y pellizqué suavemente y cuando lo hice ella gimió. Aumenté la presión sobre sus pezones y ella gimió más fuerte apretando mis nalgas. Bajé la cremallera de mi pantalón y me saqué la polla, cogí una de sus manos y la puse sobre ella.
– ¿Pero, qué hace? – me dijo sin soltármela.
La besé en la boca metiéndole la lengua a tope y ella seguía sin soltarme la polla. Bajé la cremallera de su falda, levantó sus pies y la prenda quedó en el suelo, le quité la blusa y se quedó en ropa interior, braga, sujetador y ligueros. A pesar de su edad, estaba buenísima. Me separé un poco para mirarla en toda su belleza y entonces ella se soltó el moño. Tenía el pelo largo y me miraba con esa extraña mirada y con el labio un poco torcido. Era una expresión absoluta de estar fuera de control y dispuesta a todo.

En un santiamén me quedé en pelotas delante de ella, con la polla apuntando al techo, me acerqué de nuevo y la apreté contra mi, seguí besándola, mientras ella gemía y su respiración era muy agitada.
Le bajé las mini bragas y comencé a tocarle el coño, mojadísimo, metiéndole un dedo y localizando su clítoris. Fue fácil, era casi como una canica de gordo. La senté en el sillón y metí la cabeza entre sus piernas.
– Pero, ¿qué me vas a hacer? – me preguntó.
La respuesta se la di con hechos. No había terminado de formular la pregunta cuando mi lengua recorría toda su raja, desde el culo hasta el clítoris, mientras le abría los labios con los dedos y le metía la lengua en el coño. A los pocos instantes, me quedé alucinado pues no llevaba dos minutos lamiendo su mojadísimo coño cuando sentí como se estiraba y casi se desmaya con su primer orgasmo. Su corrida fue enorme, con gran cantidad de flujo. Emitió unos sonidos guturales, roncos, y se quedó semi desvanecida. Me incorporé y la miré, la cogí en brazos y la llevé a la cama. Allí invertí mi posición y continué comiéndole el coño.
– ¡Aaah… que gusto… esto no me lo habían hecho nunca… aaah…! -decía entre suspiros, pero cuando acerqué mi polla a sus labios, se puso tensa y añadió -Pero, ¿qué quieres que haga?
– ¡Que me la chupes, zorra! – casi grité.
Y chupo, ya lo creo que chupó y volvió a correrse en mis labios. Entonces me incorporé y le dije:
– Ahora te das la vuelta y te pones a cuatro patas.
– Pero así no se hace – dijo muy extrañada – El hombre tiene que estar arriba.
– Eres la zorra más tonta que me he follado – repliqué – ¡Que te pongas a cuatro patas!
Se puso. La visión era maravillosa. Un culo gordo, redondo y un coño precioso asomaba entre sus nalgas y así, sin contemplaciones, se la metí de un golpe en toda la almeja
– ¡Ooooh que gusto, aaah! -gritó- ¿Qué me estás haciendo?
La estaba follando sin contemplaciones y en cada empujón casi levantaba las rodillas de la cama, y le pellizcaba las tetas. Y mientras más fuerte lo hacia más apretaba su coño en mi polla, continuando con sus frases excitadas:
– ¡Cabrón, me estás follando… cabrón, que gusto me das!
– ¿Quieres que me corra dentro? – me aseguré.
– ¡Sí, sí!
– Pues dilo – insistí – Di quiero que te corras dentro, que me llenes el coño de leche caliente, dímelo
– ¡Sí que te corras dentro de mi… córrete dentro, dame tu leche… tu leche caliente! -repitió -¡Fóllame, lléname con tu leche!

Me corrí salvajemente mientras ella seguía agitándose. Al cabo de un rato se incorporó y se tendió en la cama, agarrada a mi polla húmeda. Sus ojos brillaban, estaba como poseída
– Límpiala con tu boca – le ordené.
Esta vez no puso reparos, chupó y lamió mi capullo con restos de leche y de flujo, lamió mis huevos mientras yo acariciaba su pelo.
– Me voy a dar un baño – dijo.
– Voy contigo – añadí.
Se quedo sorprendida pero no se opuso.
El jacuzzi era magnífico, jugueteamos en él, acariciándonos, diciéndole yo barbaridades que la excitaban, sin pensármelo volví a meterle la polla en el coño.
– ¡Aaah… me follas otra vez, me follas! – repetía sin dejar de saltar.
– ¡Venga, cabálgame, fóllame!
– ¡Te follo… te follo… la tienes toda dentro de mi raja! – respondía.
Noté como volvía a correrse. Decir polla, coño, follar y todas las palabras que hasta ahora tenía como prohibidas, la ponían a mil por hora y desembocaba en una cascada de orgasmos que, para que nos vamos a engañar, engordaban una barbaridad mi vanidad de macho.
Nos secamos y nos fuimos de nuevo a la cama y ya no tuve que decirle nada. Sus labios rodeaban mi capullo, sus dedos sopesaban mis huevos, estaba entregada, entregadísima y entonces la puse boca a bajo y comencé a lamerle el ojo del culo, metiéndole la lengua dentro y aunque dio un pequeño respingo de sorpresa, ya no preguntaba tonterías del tipo de que me haces. Ahora sabía muy bien lo que estaba haciendo y lo que iba a hacer. Le iba a desvirgar y follar el culo.
Su inquietud por mis intenciones era grande pero más grande era su curiosidad y su morbo. Cada vez que sentía mi lengua penetrar en su culo levantaba sus nalgas para recibirla. Al rato le unté un poco de crema y jugué con un dedo en su culo invitándola a masturbarse, susurrándole guarradas.
– Eso es, abre tu culo de zorra, siente mi dedo, en cuanto dilates un poco más será mi polla la que te abra el culo y no quiero oír quejas, quiero que me pidas que te parta en dos, que te encule viva.
– ¡Sí, sí… me vas a follar el culo, sí… lo quiero…! – me contestaba.
Su ano apretaba mi dedo, la golfa estaba a punto de correrse de nuevo así que le saqué el dedo y situé la polla en la entrada de su culo y aunque cuando le metí la cabeza se quejó, se la terminé de clavar de un solo golpe hasta las mismas pelotas. Entonces gritó más fuerte.
– Venga ya – le dije – sigue masturbándote, abre el culo y acostúmbrate a sentirla dentro, ya verás como te vuelve loca de gusto.
Me quedé quieto, sin moverme, dejando que mi polla se acomodara en su culo, que se excitara y el placer sustituyera al dolor y así sus quejas fueron remitiendo y en pocos minutos comenzó a mover su culazo.
– Eso es putita -le dije entonces- eso es, siente como te lleno el culo de polla.
– ¡Me estás partiendo… me siento llena… me quema pero me gusta!

Sentí que el vaivén de su culo pedía movimiento, entonces se la sacaba un par de centímetros y se la volvía a encajar hasta las pelotas. Ella seguía masturbándose y yo embistiendo.
– ¡Eres una zorra, te tengo enculada, toma polla!
Seguía masturbándose, sentía su culo dilatándose y como ella lo apretaba para recibir mi polla que, ahora yo la sacaba casi entera y se la volvía a encajar. Estábamos en plena enculada salvaje, fuera de control, sentía las contracciones de su orgasmo de nuevo. No paraba de correrse, lo estaba pillando con ganas, con muchas ganas.
Se me aflojaron hasta las rodillas en la corrida y caí de espaldas como un conejo. ¡Que gustazo! La recatada señora había sido uno de los mejores polvos de mi vida, una amante nata, una zorra de lujo. Cuarenta y ocho horas estuvimos sin salir de de la suite.
Nos vimos en alguna que otra ocasión, pero ya os lo contaré.
Un abrazo para todos.

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