Relato erótico
Por una discusión
Los padres de su novia lo invitaron a ir de vacaciones con ellos. El bungalow era pequeño y se oía “todo”. Una discusión con su novia, lo “echo a los brazos” de una vecina madurita.
Enrique – Zaragoza
Amigos de la revista, debía tener 23 años y llevaba tiempo saliendo con Sandra, una chica de 18. Ella, al igual que sus hermanas, tenía unas buenas tetas, pero mis ojos estaban puestos en otra mujer, la que siempre me volvía loco cuando se paseaba delante de mí. Era su madre, una mujer de unos 45 años, morena, pelo corto, con una figura voluptuosa, bonitas piernas y un par de hermosas tetas, grandes, redondas y por lo que yo sospechaba, duras.
Con Sandra el sexo fue muy bueno, ella se inició conmigo, al principio un poco tímida, pero después toda una tigresa en la cama. Después de llevar un año saliendo juntos, un verano, me invitó a ir con su familia de vacaciones. A su padre, la compañía donde trabajaba, le facilitó un bungalow en una urbanización propiedad de la empresa. Solía hacerlo con todos los empleados para las vacaciones.
El bungalow era pequeñp, tenían dos habitaciones, un baño y cocina americana. En una de ellas dormían sus padres, en la otra las dos hermanas y a mí me tocó dormir en el sofá. Cuando nos fuimos a dormir, mi suegra se levantó para ir al baño. Al abrir la puerta y encender la luz del baño, que quedaba justo delante del sofá, su camisa de dormir blanca se transparentó completamente dejándome ver su figura por completo. No lo podía creer, aun recuerdo esa imagen que nunca se me olvidará. Estuve expectante esperando que saliera del baño. Solo pedía un par de segundos para volver a tener esa visión. Cuando salió del baño y esta vez la luz de baño alumbró mi cara, vio que estaba despierto y sin apagar la luz del baño, se acercó a mí.
– ¿Aun despierto?
– Sí, no me he podido dormir -contesté.
– ¿Estás incómodo?
– No, no…
-Mañana vamos a llevar a Teresita, (la hija pequeña, a dormir con nosotros para que tú te acuestes en la habitación de las niñas, no puedes dormir incómodo las dos semanas.
– Bueno, gracias – contesté.
Se volvió, se acercó al baño apagó la luz y entró al dormitorio. Yo no podía creer mi suerte, verla por más de dos minutos completamente desnuda debajo de ese camisón y como no podía dormir con las ganas de hacerme una paja me levanté y me fui al baño, pero al entrar en él pude oír a través de la pared, que era muy delgada, a la señora Isabel decir:
– Pepe, vamos a tener que traer a Teresita a dormir con nosotros.
– ¿Por qué?
– Por que Enrique no se podía quedar dormido, se me ocurre que estaba incómodo en ese sofá.
– No pasa nada, se acostumbrará, no lo vamos a poner a dormir con las niñas…
– ¿Y por qué no?
– ¿Y si pasa algo con Sandra?
– Mira que eres mal pensado, como se te ocurre, además va a estar Raquel para que los vigile, lo hacemos dormir arriba de la litera y punto.
– Que lata, al tenerlos en la habitación de al lado quiere decir que no voy a poder echar ni un polvo siquiera.
– Bueno, entonces tenemos que aprovechar ahora…
Se quedaron callados, pero oí como mi suegro se empezaba a follar a mi suegra. Inútil decir la estupenda paja que me regalé con esos sonidos. Terminé durmiendo con Sandra y Raquel. Nada del otro mundo. Pero ahora pensaréis que acabé por follarme a mi suegra y quizá a la hermana mayor de mi novia pero no, la cosa sucedió de manera muy diferente.
Como comenté eran varios bungalows de colegas de mi suegro, y por lo general solían comer fuera, hacían barbacoas y cosas por el estilo.
Fue la mujer de uno de los compañeros la que cambió mis vacaciones. Se llamaba Clara. Era de un físico muy parecido al de mi suegra, aunque con algo más de barriga, de tez muy morena bronceada por el sol, pero de cabellos rubios y largo, de unos 45 años aproximadamente.
Clara me miraba muy diferente a como me miraban las demás señoras. Me llamaba por mi nombre y me daba conversación, preguntándome que cuanto tiempo llevaba con Sandra, donde estudiaba etc. y al final resultó que vivía muy cerca de mi casa.
Un día que yo me enfade con Sandra, me fui al parque, pero en la zona de juegos para niños, dentro del mismo recinto, y cuando ya estaba oscuro, apareció Clara para vigilar a uno de sus hijos.
– Enrique, ¿qué haces tan solo? – me preguntó.
– Nada, mirando.
– ¿Y Sandra?
– No sé, ni me interesa.
– ¿Qué ha pasado? ¿Te has enfadado con ella?
– Sí, pero no tiene importancia – dije sacando un cigarrillo y le ofrecí uno.
Me dijo que se moría de ganas, pero que su marido le tenía prohibido fumar, de todas formas me dijo que cogía uno. Nos fumamos el cigarrillo, su mirada era muy sensual. Me quería decir algo y no se atrevía.
– Que bien se está, hacía tiempo que no fumaba, de verdad, aparte de que al ser algo prohibido, aún gusta más… ¿o no… qué opinas tú – sus ojos casi me comían.
– Ya lo creo, lo que está prohibido se disfruta más.
– ¿Cuantos años tienes tú? – me preguntó de pronto.
– 23.
– Representas más edad. ¿Y qué edad me echas a mí? -preguntó ella.
– ¿Unos 35? – dije, aun que sabía que eran más.
– Gracias, tengo más, ya estoy hecha una vieja – típico para que le digan que no es así.
– No, para nada, si es así se conserva muy bien.
– No seas mentiroso.
– De verdad.
– ¿Tú crees?
– Sí, y muchos hombres acabarían locos por usted – segunda mentira.
– Bueno gracias… pero a mí me gustan más jóvenes – primera indirecta.
– ¿Le gustan más jóvenes?
– Si, más jovencitos, tienen más vitalidad, bueno, eso creo, porque nunca he estado con uno, pero me gustaría – segunda indirecta.
Pero ahora yo me corté, no sabía qué decir, si hubiera sido de mi edad ya me la hubiera cazado, pero no, era una mujer mayor, y aunque yo sabía qué era lo que ella estaba buscando, me daba miedo. Saqué otro cigarrillo de los puros nervios y le ofrecí uno otro.
– Sabes, quiero fumarme otro, pero no quiero que mi marido me vea, ¿por qué no vamos detrás de una cabaña, para poder fumar tranquilos?
Avanzamos por la oscuridad, lejos de las miradas de las pocas personas que estaban fuera. Sandra debía suponer que yo me había ido solo al centro, así que no me buscaría al menos por allí. Llegamos detrás de las cabañas, que estaban desocupadas. Ella inspeccionó la puerta de la cocina de una de ellas.
– Podría estar abierta para sentarnos ¿no te parece? -dijo.
– Yo sé como abrirla – dije y con un carné de identidad traté de hacerlo pero no pude.
Mientras, ella lograba abrir una de las ventanas traseras. Me metí por la ventana, abrí la puerta y ella entró.
– No encendamos la luz para que no nos vayan a llamar la atención -me dijo.
Nos sentamos, le ofrecí un cigarrillo, pero ella me contestó acercándose mucho a mí:
– Ahora no quiero fumar…
Sin previo aviso, me besó. Sus manos se posaron en mi pierna y suavemente se acercó a mi polla que ya estaba completamente dura. Yo solo le tocaba el hombro, aun sin asumir que eso estaba pasando. Entonces ella se montó sobre mí, dejando sus hermosas tetas a la altura de mi boca y empecé a besarlas, se subió el sujetador, dejándolos completamente a mi disposición. Eran hermosos, los pechos más grandes que yo había visto en mi vida.
Sus pezones eran duros, oscuros, grandes y muy marcados, haciendo contraste con el color blanco que había dejado marcado su traje de baño. Sus pechos eran deliciosos, los chupaba con fuerza y ella me cabalgaba, mientras con sus manos acariciaba mi pelo. Pronto mis manos bajaron a su culo, que sin ser muy grande me volvía loco.
Se bajo, y empezó a desabrocharme el pantalón. Tenía cara de viciosa. Cuando asomó mi polla, de estorbos, fue recorriéndola con la lengua. De la base hasta el capullo. A diferencia de Sandra, que se la tragaba de una vez entera. Con los labios empezó a besar solo la punta, donde estaban apareciendo unas gotitas de semen, que se pegaban a sus labios. Poco a poco se la fue metiendo en la boca hasta el fondo de la garganta. Me la chupó un ratito, se levantó y se sacó la falda.
Ante mi tenia a una señora mucho mayor que yo, con los pechos al aire, y un diminuto tanga, del que asomaba su abultado coño. Se sentó en mis piernas, cogió mi polla y la dirigió a su coño. Sin ningún problema fue entrando en su mojado coño.
Mis manos se aferraron a sus tetas, ella misma las cogía y me indicaba como le gustaba que se las apretara, y me hizo trabajar en sus pezones hasta el punto de cogerlos con mis dedos tirando fuertemente, causándole un gran placer. Luego me llevó las manos a su coño y me hizo masturbarla mientras seguía metiéndosela.
Sus pechos saltaban a cada embestida hasta que comenzó a subir y a bajar más rápidamente, tocándose ella misma los pechos,
– ¡Me estoy corriendo… ahora… dame tu leche… siií… aaaah… córrete dentro de mí! -me dijo, al mismo tiempo que yo, sin poder aguantar más, le llenaba el coño de litros de semen caliente.
Al rato, ella se levantó y cogiendo su tanga, se limpió la leche. Con la boca me limpió a mí, me besó en los labios y en ese momento oímos ruido fuera. Eran unos niños que habían arrojado una pelota.
Al día siguiente me encontré con ella cuando iba a la playa con Sandra. Vino a saludarnos y disimuladamente me dio un papel con su teléfono y por supuesto, cuando llegue a la ciudad, la llamé.
Saludos.