Relato erótico
Por ser un manitas
Tiene una novia a la que quiere. Es atractiva, pero un poco “floja” en la cama. Tiene una prima, que está casada, y que según pudo saber por un amigo suyo era una mujer muy caliente y que le gustaba probarlo todo. A partir de ese día se obsesionó con ella. Por casualidad su novia le contó que su prima se había comprado una casa nueva y le sugirió que podía pasar por allí para ayudarles.
Santi – Lérida
Mi novia, es espectacular, sin embargo es un poco floja en la cama en el sentido de que debo suplicarle que se meta mi verga en la boca y si lo llega hacer la saca en pocos minutos. Tiene una prima que se llama Montse, que es completamente diferente. Un amigo mío tuvo la suerte de tener una aventura con ella y entre trago y trago, me dijo que nunca había estado con una mujer más caliente que ella. Yo trataba que él me contara con lujo todo lo que ella era capaz de hacer y me contó que ella estaba dispuesta a probarlo todo.
Desde ese momento, aunque ella no es muy bonita y un poco gordita, mis deseos en relación al sexo cada vez fueron aumentando y como mi novia confía plenamente en ella, nunca sospecho lo que iba a resultar de esos deseos.
Pasaron muchos meses y Montse y su marido, compraron una casa nueva. Como yo tengo facilidad para trabajar la madera, me puse como voluntario para hacer sus muebles de cocina. Su marido encantado por la oferta hasta insistió en pagar mi trabajo así que me comprometí a ir todas las tardes mientras el marido trabajaba. Él, como broma, me dijo que tenía derecho a cualquier cosa de la casa incluida su mujer, pero que no le tocara sus cervezas.
Fue así como empecé a ir las tardes a trabajar a casa de la prima de mi novia. Como tengo herramientas eléctricas mi trabajo se fue realizando rápidamente, siempre acompañado de lo que sería algún día mi prima política. Ella me ayudaba a sujetar de vez en cuando alguna tabla o cosa por el estilo. Su vestimenta, al estar en su propia casa, siempre consistía en ropa muy ligera, por lo cual, como toda mujer pasada en algunos kilos, mostraba un tremendo par de tetas que siempre me llamaron la atención. Ella bromeaba cuado yo le pedía que me agarrara el “palo” o que necesitaba hacer algún “hoyo”.
Una de esas tardes que yo no tenía muchas ganas de trabajar, porque el calor era insoportable, me detuve para pedirle si me podía dar una ducha.
Ella me dijo que no había ningún problema, así que me metí en el baño, pero antes de dar el agua tiré la toalla dentro del canasto de la ropa sucia y al salir, la llamé para que me trajera algo con que secarme. Ella, como broma, me trajo una toalla de cara bastante diminuta. Yo había tenido la precaución de dejar el cerrojo de la puerta abierto para que ella entrase con la toalla y al golpear la puerta, le dije que estaba abierta. Ella entró, metió su mano tras la cortina de baño y me pasó la diminuta toalla.
– ¿Tú crees que me da vergüenza salir con esta toalla? – le dije corriendo la cortina y tapándome la polla con la diminuta toalla.
Ella se rió y salió a buscarme una más grande. Yo me quedé desnudo secándome con la toalla chica tratando que mi polla tuviera una presentación un poco más grande de lo habitual. Cuando ella entró, me vio de frente y lanzo un pequeño grito al ver a mi compañero preparándose para pelear. Mientras me tapaba con la toalla, aunque no mucho, le dije:
– ¿De qué te asombras? Será la primera vez que ves una.
– Mejor me salgo del baño o no respondo de mí – dijo ella en tono de broma, pero con algo de inquietud.
Entonces yo la cogí del brazo y dejando caer mi toalla la acerqué a mi cuerpo desnudo y en ese preciso momento me empujó y me clavó una bofetada que por suerte pude esquivar.
– ¡Cómo se te ocurre, imbécil! – me gritó.
No supe que hacer, no me esperaba eso, lo único que atiné a hacer fue cogerle ambos brazos y evitar que me siguiera golpeando.
– ¡Cálmate! – le dije, pero ella forcejeaba tratando de soltarse.
Yo no sabía que hacer, seguro que se lo contaría a su marido, a mi novia, a mi suegra, pero entre forcejeo y forcejeo logré darle la vuelta y apoyarla contra la pared, sujetándole ambas manos por sobre su cabeza. Ella no gritaba, pero me recriminaba lo que estaba haciendo y me golpeaba con sus piernas, así que no tuve más remedio que apoyarme con todas mis fuerzas en su espalda aprisionándole las piernas con las mías. Después de un rato en esa posición ella se empezó a calmar pidiéndome que la soltara. Yo me negaba a soltarla hasta que estuviera más tranquila, mientras mi verga, que estaba como mástil, se apretaba contra el diminuto pantalón que ella llevaba.
Nos quedamos un minuto callados, su respiración estaba completamente agitada. Entonces empecé a presionar y a retirar mi cuerpo de sus nalgas, ella ya no decía nada, solo de repente trataba de soltarse de esa posición. Mis labios empezaron a besar su cuello y me di cuenta que cada vez ella ponía menos resistencia. Con una mano agarré fuertemente sus dos manos y con la otra empecé a acariciar fuertemente su culo. No eran caricias suaves, eran bruscas, la apretaba fuertemente con mis dedos y ella empezó a mover su culo como dándome a conocer que le estaba gustando. En ese momento, mi mano se posó sobre su coño y empecé a tocarla. Ella, al echar su cabeza hacia atrás, me dio la señal que realmente estaba disfrutando de esto y yo, rápidamente, le di la vuelta y le metí mi lengua hasta el fondo de su boca. Mis manos, ahora, recorrían cada rincón de su cuerpo, sus cabellos, sus tetazas, su culo, sus piernas, su coño y si dejar de besarnos nos fuimos moviendo hasta llegar a la habitación.
Rápidamente la desnudé sin dejar de besarla y nuestras palabras eran solo quejidos de placer. Una vez que ambos estuvimos desnudos ella se separó de mí y colocándose de espalda en la cama, cogió sus pies levantándolos dejándome así ver todo su culo y su coño completamente abiertos Me quedé helado, jamás me habían mostrado una posición así.
– Quiero que me digas si te gusta lo que ves, pero no me toques – me dijo.
Yo me masturbaba viendo un tremendo culo completamente blanco y entonces sus manos soltaron sus pies y sin bajar las piernas, se abrió los labios del coño repitiendo:
– ¿Te gusta lo que ves?
– Me encanta – le dije acercándome a ella.
– ¡No me toques! – me gritó – Solo mira y dime si te gusta.
Acerqué mi cara a su culo. Podía oler el olor a hembra caliente que desplegaba pero cuando, con mi mano, acaricié su coño rápidamente recibí un manotazo en la mía.
– Ahora mando yo y no quiero que me toques – dijo empezando a meterse un dedo en el coño y otro en el agujero del culo.
Yo no paraba de tocarme viendo aquel tremendo espectáculo que ni siquiera en una película porno había visto pero cuando ya no aguanté más, me monté sobre ella, pero de un movimiento me dejó acostado a su lado diciéndome:
– ¡No, no me toques, acuéstate boca abajo!
De repente sus manos abrieron mis nalgas y empecé a sentir su dedo recorriendo de principio a fin mi culo deteniéndose y haciendo mas presión en la entrada de mi ano hasta que, de repente, ella se paró y me pidió que con mis manos abriera mis nalgas para poder ver mi entrada. Como hipnotizado hice lo que ella me ordenaba y entonces sentí algo helado en mi culo, como crema. Me estaba pasando crema por todo mi ano y supe que intenciones tenía. Traté de darme la vuelta pero echándose sobre mí, me ordenó que me quedase quieto y nuevamente empezó a frotar la crema por todo mi ano. De pronto volvió a meter su lengua lo más adentro que pudo y la verdad es que me encantaba sentir su lengua dentro de mi culo y luego su dedo en la entrada. Empujó solo un poco hasta sentir la punta de su dedo dentro de mí y un débil dolor me invadió pero sin embargo no hice nada por rechazarlo. Su dedo estaba hasta la mitad dentro de mí y empezó a sacarlo y a meterlo hasta que, por sus quejidos, me di cuenta que ella estaba teniendo su primer orgasmo moviendo más rápido su dedo y más adentro también. Lo sacaba y lo volvía a meter varias veces y en cada sacada lo chupaba, quejándose de placer.
Al final me pidió me diese la vuelta, puso sus piernas sobre mis brazos y su coño sobre mi boca pero por mas que trataba de besarle su mojada almeja no podía, su peso no me dejaba moverme y ella, con ambas manos, se abría su chocho y me dejaba ver como se masturbaba tocándose las tetas y metiendo su dedo en su coño y luego en su boca, y posteriormente metiéndome el mismo dedo en mi boca o en mi culo hasta que otra vez se abrió su vagina, pero esta vez bajando dejándomela en el centro de mi boca. Estaba completamente mojada, mi lengua entraba y salía lo más rápido que pude haciendo que ella lograse su segundo orgasmo apretando con sus piernas fuertemente mi cara y con su manos apretando mi pene.
Ahora era mi turno. Una vez que sentí que había acabado de correrse, de un brusco movimiento la coloqué a mi lado, y sin crema ni nada le metí un dedo por el culo mientras con la otra manos agarraba fuertemente sus tetas, tirando los pezones hasta donde yo creo que es un dolor soportable, sin embrago ella me gritó que se los tirase más fuerte. Mi dedo ya estaba completamente en el interior de su culo y al igual que ella lo sacaba y lo volvía a meter, mojándolo de vez en cuando con su lengua.
Me daba cuenta que las cosas suaves a ella no le gustaban, así que de un empujón la coloqué boca abajo y sin aviso le enterré mi verga hasta las bolas en pleno agujero del culo. Ella gritó de placer y como yo ya no aguantaba más empecé a lanzar litros de semen dentro de su culo.
Exhausto, me recosté a su lado pero ella se sentó sobre mi y empezó a apretar su culo haciendo salir los restos de semen que le había dejado en su interior y una vez que han salido bastante gotas, empezó a restregármelas por mi pecho con su legua y besándome para obligarme a probar mi propio semen. Luego besó mi cuello bajando hasta mi verga devorándola hasta que logró meterse mis dos bolas en la boca. No lo podía creer, se estaba metiendo mi verga hasta su garganta. Pasaron como diez minutos y no paraba de chupar con la misma intensidad, mientras con sus manos se masturbaba.
– Ahora quiero que me bañes entera con tu semen – me dijo.
Recostada ella de espalda, puse un pie a cada lado de su cuerpo y me empecé a masturbar mientras ella apretaba sus generosas tetas y las movía de arriba a bajo. Al rato me arrodille, puse mi verga entre sus pechos y sus manos aprisionaron mi verga entre sus tetas tan fuerte que me llegó a doler, pero junto con el dolor, los gritos de excitación de ella y mi calentura, lancé largos chorros de semen que, en su mayoría, llegaron a su boca y el resto en su cara y pechos. Luego empecé a restregar mi verga entre sus pechos jugando con mi semen, subí hasta su boca y me la limpio completamente e incluso con sus dedos recogió el semen de sus tetas y se los chupaba.
– ¡Eso es, corazón, cómete mi semen calentorra! – le decía yo y ella, mirándome, recogió otro poco con sus dedos y trató de metérmelos en mi boca, pero yo añadí – No gracias.
– Pues si no me chupas mis dedos y te comes tu semen, olvídate que me tendrás otra vez y no estoy bromeando – me amenazó.
Así que no tuve otra opción que meterme sus dedos en mi boca y chupárselos por largo rato, lo que la calentó otra vez y mientras me encontraba sentado sobre ella con su mano en mi boca, con la otra logró nuevamente levantar mi cansado pene, y una vez que estuvo mas o menos duro me obligó a metérselo de la forma tradicional, mientras sus manos nuevamente jugaban con mi culo. Después de unos minutos nos corrimos los dos, quedando yo sobre ella mientras nos seguíamos besando un poco más lentamente, pero poco a poco sus besos y su respiración fueron subiendo, así que ya sin armas con que responder el ataque de la caliente prima de mi novia tuve que levantarme, coger mi ropa, darme un baño rápido y abandonar la casa, quedando citado mañana a la misma hora aunque no sé si seré capaz de volver mañana.
Hasta otra, saludos.