¡Por fin ya tengo cuernos!

Fantaseaban en un trío, pero durante mucho tiempo, no pasaban de eso, por lo tanto, decidió tomar él la decisión.

Ricardo – MADRID
Esto que os voy a contar es una fantasía que tenemos mi mujer y yo de realizar un trío, tal y como ocurrió. Pero primero nos vamos a describir, aunque mejor la describo a ella que es la protagonista. Mi mujer tiene 33 años, unas tetas prietas, 98 de sujetador, culo respingón, piernas bonitas, la piel suave y tersa, pero lo mejor amigos, es su coñito, estrechito, caliente y acogedor, un coñito que solo ha conocido una polla, la mía, normalita, y que ansía que un cipote más grande le haga sentir que tiene el chocho lleno de polla.
Llevamos nueve años casados y aunque nuestra vida sexual es satisfactoria, con los años hemos llegado a un punto de rutina y también de ganas de experimentar nuevas sensaciones.
Todo comenzó hace un tiempo mientras veíamos una peli porno en la cual salía un actor con un trabajado cuerpo de gimnasio, musculoso, esbelto y con una polla de al menos 22 cm. Estábamos en el sofá acariciándonos y se me ocurrió preguntarle si le gustaría comerse un rabo como el que estábamos viendo, y para mi sorpresa me contestó que sí. Mi polla dio un brinco y algo como unas mariposas me recorrieron el estómago, mitad celos mitad excitación. Mientras le metía los dedos, pude comprobar lo mojado que tenía su coñito y lo excitada que se estaba imaginándose que tenía ese rabo a su disposición. Para abreviar iré que echamos un polvo de campeonato.
A partir de ese día fue normal que incluyéramos en nuestras folladas a un chico o una chica de forma imaginaria. Mi mujer me susurraba al oído como le gustaría sentir otra polla o como le gustaría correrse mientras era chupada por otra mujer, a mi como es fácil imaginar, todo esto me volvía loco. Estaba decidido a dar el paso, dejar el rollo de los celos y liberarnos de una vez de este deseo.

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El problema era que mientras nos movíamos en el mundo de la fantasía, todo iba de maravilla, pero cuando le pedía que lo hiciéramos realidad me topaba con el muro de la educación que había recibida, que si pecado por aquí, que si puñetas por allá, miedo a lo desconocido etc. El caso era que sabía positivamente que una vez metida en faena iba a ser mi mujer la que nos pidiera rabo a los dos, pero el tema era llevarla a nuestro terreno sin ser descarado, de forma que no creyera que ha sido premeditado y se asustase.
En una ocasión la llevé a un local de intercambio y casi sale corriendo, así que tracé un plan y esta es la película de cómo sucedieron las cosas:
Mi mujer y yo salimos a cenar una noche. Le pedí que se pusiera especialmente sexy, con tanga y vestido negro corto. Tiene unas piernas muy bonitas y torneadas y le gusta lucirlas. Durante la cena me encargué de que bebiera un poco más de la cuenta, para que fuera perdiendo sus inhibiciones, y lo rematé con aún licor de hierbas.
De allí nos fuimos a bailar a una discoteca donde el hombre que, gracias a la revista, yo ya había contactado, nos estaba esperando.. Pedimos una consumición y nos sentamos. El podía ver a mi mujer discretamente y así demostrarle que no le había engañado, que era un bombón de mujer. Habíamos quedado que si le gustaba, aunque yo ya le había asegurado que le gustaría, que pasase por nuestro lado y entonces yo le saludaría como si fuéramos viejos amigos que hace mucho que no se ven
– Hombre Paco, que alegría verte, cuánto tiempo sin vernos… ven siéntate con nosotros y te presento a mi mujer.
Antes nos tuvimos que inventar una historia, algo como que estudiamos juntos o que entrenamos en el mismo equipo, algo que mi mujer no sospechase y que resultara natural.

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Paco pidió otra ronda para celebrar nuestro encuentro “casual” con lo que mi mujer, que no estaba acostumbrada a beber, terminaría por coger el punto. El empezó a lanzarle algún piropo como:
– Que suerte tiene tu marido de haberse llevado un bombón como tú… te sienta fantástico el vestido…
Después de hablar un rato procuré llevar la conversación, discretamente, al terreno que me interesaba. Paco contó que estaba en nuestra ciudad de paso por asuntos de negocios y que se alojaba en un hotel, también dijo que estaba pasando una mala temporada porque hacía poco se había separado de tu mujer, que no había hecho el amor desde entonces y que por eso estaba esa noche allí, para ver si conocía a alguna chica.
– La mujer que esté conmigo esta noche, va a disfrutar como nunca – acabó diciendo.
Lo más probable, o eso pensaba yo, era que mi mujer fuera empezando a vislumbrar la posibilidad de realizar su fantasía, pero quizá no estuviera convencida del todo y tuviera yo que darle un empujón.
Salimos a bailar y yo, con la excusa de ir al baño, los dejé solos. Paco tenía que aprovechar el momento para tomar contacto y si jugaba bien sus cartas, la tendría en el bote. Y así lo hizo. La rodeó por la cintura y mientras bailaban, se apretó a ella para que notase su virilidad. Yo sabía que si le gustaba, se pondría colorada pero no lo rechazaría. El, según habíamos quedado, le decía que le gustaba mucho, que se sentía a gusto con ella, lo que fuera para enrollarla.
Al raro aparecí de nuevo y entonces fue Paco el que se fue al baño y yo le pregunté a mi mujer si mi “amigo” le gustaba.
– Sí – me dijo – pero tengo miedo.
– Es una oportunidad única de hacerlo con prácticamente un desconocido que está de paso y en un hotel – le contesté tratando de terminar de convencerla..
Si todo va bien, le había dicho yo a Paco, cuando vuelvas del baño, diremos que tenemos mucho calor y entonces nos propones ir a tu hotel a tomar la última. Tiene que quedar claro que la última palabra la tiene ella. No quiero emborracharla y forzarla a hacer algo que no le guste. La quiero mucho para eso. Si dice que no, mala suerte y quedamos como amigos. Pero esta es mi película y en ella mi mujer está caliente y cuando está salida se convierte en una verdadera hembra.

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Salimos y me ofrecí ser el conductor para que ellos se sentaran atrás y se fueran “conociendo”. Al rato vi, por el espejo, como se besaban con pasión, como él le estrujaba las tetas y le levantaba la falda, como se sacaba la polla, ella abría los ojos como platos al ver el tamaño de su cetro y exclamaba:
– ¡Madre mía!.
Pero mi mujer empezó a comérsela, al mismo tiempo que él le mentía mano y notaba, con toda seguridad, como tiene el chocho de mojado. Entonces aceleré porque estaba deseando llegar a la habitación.
Allí fueron cuatro manos la que sobaron su cuerpo precioso de arriba abajo, se lo quitamos todo y la tumbamos en la cama. Mientras yo le acariciaba las tetas, Paco procedía a saborear su chochito, oyendo como gemía y se retorcía. Mi mujer es muy agradecida, así que pronto le cogió el miembro para devolverte parte del placer que le estaba dado. Cuando se la puso bien dura, él la acostó y le separó las piernas, apoyó su capullo en la entrada…
– ¡Espera! – le dije de pronto – Quiero verlo de cerca, es un momento muy importante para mi porque voy a convertirme en cornudo y no quiero perderme detalle.
El le metió la polla poco a poco hasta la mitad, ella jadeaba de placer y se pasaba la lengua por los labios, mientras yo miraba tanto la cara de zorra que ella estaba poniendo como su polla entrando y saliendo del coño de mi mujer.
– Verás como no te había engañado – le dije a Paco – Es un coñito estrechito, pura delicia.
Se la folló en esta posición el tiempo que quiso y cuando se canses de verle la cara le dijo:
– Date la vuelta y ponte a cuatro patas que te la voy a meter por detrás.

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Con rapidez y docilidad le obedeció. Una vez que le había metido la polla, la tenía a sus pies, haciendo lo que le pidiéramos. Mientras se la clava, me puse delate para que me la chupase, él le daba cada vez más rápido y yo oía como chocaban sus huevos en su culo y como las tetas le iban adelante y atrás. En un momento dado, Paco y yo nos miramos y nos reímos de que hubiera salido todo a pedir de boca, incluso nos dimos una palmada como los jugadores de baloncesto, ¿y por qué no? ¿a quién hacíamos daño? Estamos disfrutando a tope.
Cuando mi mujer se pone a follar es una amazona, le gusta cabalgar y que le digan cosas fuertes. Entonces él se tumbó boca arriba y ella se lanzó a sentársele encima, se la cogió y la dirigió a su coño, abierto por su miembro, se dejó caer y comenzó a dibujar ochos con su cuerpo, se contorsionaba, movía el culito en círculos, y le decía:
– ¡Fóllame… fóllame!
– ¡Toma puta, toma rabo! – le contestaba él.
– Cuantas más cosas le digas – terciaba yo – más loca la vas a tener, más va a gemir y al final verás como es su grito cuando explota en un orgasmo.
Y así fue como acabó aquel nuestro primer encuentro para que mi mujer gozara de otra polla y yo pudiera lucir unos hermosos cuernos.
Saludos de los tres.