Relato erótico

Por fin lo entendí

Charo
22 de diciembre del 2019

Tiene novio pero, vive a unos kilómetros de ella. A veces, si no novio no va el fin de semana, sale con un grupo de amigas. Una de ellas está casada y loca por su marido. Nunca lo ha entendido porque es un tío de lo más normal.

Ana – CADIZ
Empezaré por describirme. Me llamo Ana, soy morena, 27 años, 1,72cm y 100-60-92 de medidas. La verdad y aunque suene mal, soy muy guapa, no me faltan pretendientes y me encanta el sexo. Durante estos cuatro últimos años he tenido novio estable y formal, pero también he tenido mis aventuras con otros. Trabajo en una gestoría y casi todos los fines de semana salgo más con mis amigas que con mi novio debido en parte a que vivimos a 30 Km de distancia. La mayoría de mis amigas tienen novios, pero la verdad es que salimos casi siempre solas. En nuestro grupo de amigas se está Natalia, casada, ella es muy guapa, quizá la más guapa de nosotras. Morena, 1,76 cm, talla 38 y una cara preciosa, vamos la típica andaluza, morena y muy guapa. Está casada con Esteban, de 30 años, más bien rellenito, no muy guapo, vamos normalito. Es muy simpático, pero eso no quita que todas nos preguntemos cual es el secreto para que Natalia esté tan enamorada de él. Ella siempre dice que es muy bueno con ella.
Una noche salimos de marcha y nos encontramos con Esteban, que estaba con unos amigos. Después de los saludos de rigor, nos dijo que Natalia estaba en el pueblo de sus padres y que no volvería en una semana. Al rato él se fue con los amigos y nosotras cambiamos de bar. Era verano, agosto para más señas, y la verdad es que no se cabía en ningún sitio. Yo llevaba un vestido negro muy ceñido, ropa interior del mismo color, sujetador y tanga. La verdad es que no paraban de piropearme.
Serían las tres de la madrugada, cuando en el bar donde nos encontramos apareció Esteban con sus amigos. Aprovecharon que nosotras estábamos en la barra y se pusieron al nuestro lado para pedir. Esteban se colocó junto a mí. Empezamos a hablar y la verdad es que me encontraba muy a gusto hablando con él, nos reímos mucho. No sé en qué momento pensé en que no me importaría follarme a Esteban. En un principio esa idea fue rechazada de inmediato por mi mente, pero me imagino que con la ayuda del calor y con los efectos de alcohol, esa idea me volvía una y otra vez. Pero Esteban no daba el primer paso y yo no estaba dispuesto a darlo. Al cabo de una hora de estar en ese bar, mis amigas me dijeron que cambiásemos, miré a Esteban y él dijo que me quedase con él, que si yo quería me acercaba después a casa y acepté.
Seguimos hablando y aunque en algún momento de la noche sus amigos se fueron, yo no me di cuenta. Seguimos hablando pero mi calentura me hacía temblar, mis pezones parecían rocas, mi entrepierna destilaba flujos y juro que si me hubiesen tocado, aunque solo fuera un roce en mi clítoris, hubiera tenido un orgasmo.

Estaba terriblemente excitada. Y no sabía el por qué. Nuestra conversación había sido de lo más trivial, como otras veces, él no me atraía físicamente y además era el marido de una amiga.
Pero, inexplicablemente en ese momento, para mí, era un Adonis, lo deseaba, me gustaría follármelo o que me follase hasta caer muerta, me parecía el hombre más atractivo del mundo.
Cuando eran las seis de la mañana, con toda la naturalidad del mundo, me dijo que quería llevarme a su casa, que pasase el día con él. Mi mente me decía que le dijese que no, pero sin pensarlo dos veces le dije que sí, que lo estaba deseando. En el trayecto a su casa pensaba que me moría, él seguía hablando, pero yo no le oía, estaba tremendamente caliente, mis pezones seguían duros y ni en mis mejores orgasmos me sentía como aquella noche. Llegamos a su casa, puso música, bajó la intensidad de la luz y me puso una copa. Nos sentamos en un sofá, de esos que tienen forma de esquina, y me dijo:
– Hoy vas a sentir lo que nunca has llegado a imaginar, durante horas vas a querer que no deje de tocarte.
Lo único que pude hacer es dar un suspiro y cerrar los ojos. Se acercó y me besó, su beso era cálido, muy agradable, me hizo temblar, recorría mi boca con sus labios y lengua, pero no me tocaba con las manos hasta que apoyó una mano en mi nuca y me acercaba mi cabeza a la suya, como queriendo marcar los movimientos de los dos. Me seguía besando, mi entrepierna parecía una fuente, nunca me había sentido tan caliente. Posó una mano en mi garganta y empezó a acariciarme con las yemas de los dedos, la piel se me erizó y notaba como se me aceleraba la respiración. De repente con una de sus manos y a través del vestido, me desabrochó el sujetador. Me pareció increíble la destreza que tenía. Con la otra mano se acercó a mis pechos y empezó a sobarlos por encima del vestido al tiempo que me besaba el cuello, pero más que besos parecían suspiros sobre mi piel, eran muy tiernos y suaves. Me estaba derritiendo, era increíble lo que sentía.
Poco a poco me fue quitando el vestido y yo ayudé levantando las caderas hasta que me lo sacó, quedando solo con el tanga puesto, pero cuando quise quitarle la camisa, no me dejó, simplemente me apartó las manos, hizo que me tumbara y se puso a mi lado, empezando a besarme los pechos y acariciarme con sus dedos el vientre, muy suavemente, mientras su lengua se acercaba a mi pezón.

Instintivamente mis caderas se fueron moviendo buscando el contacto de su pierna, pero él no se movía. Cuando con su lengua me tocó el pezón, una descarga recorrió todo mi cuerpo y casi grito del placer cuando empezó a chuparme las tetas alternando una con otra y mientras que con una mano acariciaba la base de las mismas, con la otra seguía acariciándome el vientre, cerca de mi monte de Venus.
Quise quitarme el tanga pero él lo impidió, y comprendí que debería de estarme quieta y disfrutar, y vaya que si lo estaba haciendo. Después de llevar un rato besándome las tetas, me dio un beso en la boca. Fue el beso más erótico que haya recibido. Con una mano empezó a acariciarme la cara interior de mis muslos, rozando la tela del tanga. A esa altura yo parecía una fuente, estaba muy mojada y notaba como el orgasmo se acercaba, pero de una forma diferentes a otros orgasmos. Era más lento, más cálido, pero mucho más intenso, como si me fuese a cortar la respiración.
El cuerpo de Esteban, o mejor dicho sus manos y su boca, parecía estar hechas para el arte de amar, era espectacular la forma en que me tocaba y besaba. Cuando por fin se fue acercando a mi entrepierna, mi respiración se aceleró, con mucha delicadeza apartó el tanga y me acarició los labios vaginales. Un espasmo recorrió mi cuerpo y un gemido salió de mi alma, él acercó su boca a mi oído y de forma casi tímida, me dijo:
– Me encanta que estés tan mojada. Eso merece un premio.
Acto seguido se levantó, me cogió en brazos y me colocó en la esquina del sofá, me quitó el tanga y se arrodilló ante mí, me abrió los labios y hundió su lengua en mi vulva. Creí morir, ya no podía más, su lengua encontró rápidamente mi clítoris y lo trabajó con una maestría sin igual y no llegué a los veinte segundos cuando noté que me venía un orgasmo. Era increíble y cuando estuve a punto de alcanzarlo, de repente dejó de lamerme, se detuvo, fue en el momento justo para que no llegase a tener el orgasmo. Le pedí que siguiese pero él no lo hizo, sentía su aliento en mi clítoris pero no me tocaba hasta que, de repente, volvió a hundir su cara en mi entrepierna y no tardé ni diez segundos en alcanzar el orgasmo más intenso que había sentido hasta ese momento. Fue magnífico, increíble, creía que me desmayaba y comencé a gritar y gemir. Tenía ganas de llorar y de reír. Nunca pensé que se podía llegar hasta ese punto. Como dije antes, me gustaba el sexo, pero ese orgasmo fue delicioso.

Acto seguido se puso junto a mí, me besó y uno de sus dedos se coló en mi coño, empezando un movimiento increíble. No hacía ni dos minutos que casi me muero de un orgasmo y me empezaba a venir otro pero justo cuando me venía, con la otra mano me pellizcó fuertemente un pezón y durante tres segundos detuvo el orgasmo, como si fuese de una maquina. Cuando el dolor se pasó me sobrevino otra carga de placer, si cabe más intensa que la anterior. Un rayo parecía que cruzase mi espalda. No me lo creía. Intenté quitarle el pantalón y no opuso resistencia así que a la misma vez le bajé los calzoncillos. Cuando le vi su herramienta no me importó que no fuese grande aunque no es que fuese pequeña, pero entorno a los 16 cm. No era la más grande que había visto, pero cuando la toqué, sí era la más dura, era una auténtica roca. Sin pensármelo me la metí en la boca, y él con una fuerza y delicadeza increíble me colocó en postura de 69. Esta vez, me concentraba en chupársela bien, para que disfrutara, pero me era casi imposible, ya que volvía a sentir la venida de un nuevo orgasmo. Este tío era increíble. De repente, noté como su lengua pasaba de acariciarme los labios del coño al agujero de mi ano. Notaba como en un principio era suave, pero después de convirtió en un masaje con su lengua duro e intenso, mientras con unos de sus mágicos dedos “torturaba” mi clítoris.
Lo que creí que no conseguiría, no tardó en llegar. De repente noté como su respiración de aceleraba y como su polla empezaba a soltar chorros de caliente esperma y la verdad es que con la fuerza que eyaculó, aunque fuese dentro de mi boca, me sorprendió.
No dejé de chupársela y como he hecho otras veces, la dejé muy limpia, pero a diferencias de otras mamadas, su polla pareció que se ponía más duro en vez de quedarse flácido. Cuando quise levantarme, él me lo impidió y siguió con lo que hacía así que no tardé en tener otro orgasmo. Y era el tercero y cada vez me lo hacía llegar de formas diferentes. Cuando creí que pararía se levantó, se terminó de desnudar y me tumbó boca arriba, me puso un cojín en mis caderas, levantó mis piernas y se las colocó en sus hombros.

Se cogió su polla, la paseó por entre mis labios y de repente, de un solo empujón, me la introdujo en el coño. En ese momento me cortó la respiración y empezó un movimiento suave pero constante. De vez en cuando lo sacaba y lo volvía a meter de un solo golpe. Eso hacía que las sensaciones me llegasen de golpe, al igual que cuando me pellizcó el pezón. De nuevo estaba en el cielo, me parecía increíble.
El aceleró el ritmo y notaba como me llegaba el orgasmo, notaba como él elevaba las caderas y me rozaba la parte superior de mi chocho. Estaba alcanzando el cuarto orgasmo de la noche y notaba como le llegaba el clímax y alcanzamos los dos el orgasmo al mismo momento.
No me importaba que se hubiese corrido dentro, aunque tomo pastillas, pero nunca lo permito, pero con él era diferente. A partir de ahora, lo vería distinto a como solía verlo. Nos quedamos abrazados y nos dormimos. Cuando desperté me encontraba en su cama y eran las cuatro. El estaba viendo la tele. Cuando le miré a los ojos me dio vergüenza. Me preguntó si quería ducharme y le dije que sí. Me dio una toalla. Me fui al baño y comencé a ducharme.
Mientras lo hacía me puse a pensar y no me creía lo de la noche anterior, como Esteban hizo que me sintiese en la gloria, es increíble cómo me tocaba, como hacía que yo disfrutase, me pareció a parte del mejor amante que he tenido con mucha diferencia, el más generoso. Mientras me duchaba, no me excitaba, simplemente me sentía llena y saciada. Cuando me estaba secando, comprendí el secreto de Natalia y el por qué de su enamoramiento con Esteban y me vino a la mente como un rayo de luz, una frase que dijo durante una reunión:
– Cuando encontréis a hombre que os haga disfrutar de verdad, guardarlo como el mejor de los secretos, ya que las mujeres somos muy envidiosas.
Todas nos reímos de aquella frase, pero la condenada llevaba razón y sabía de qué hablaba.
Besos, amiga Charo.

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