Relato erótico

Por fin lo conté

Charo
14 de septiembre del 2018

Lo que nos cuenta ocurrió durante su luna de miel. Ha esperado muchos años en contarlo, pero dice que a partir de ahora, nos irá enviando relatos de su vida sexual.

El 22 de Abril de hace muchos años, fue cuando nos casamos. Habíamos planeado marchar de luna de miel a Cuba, nada más y nada menos. El viaje se produjo el día después de la boda y de una noche de bodas maravillosa. Llegamos a La Habana el día 23 por culpa de los cambios de horario, cosa que nunca entenderé. Mi mujer y yo nos pasamos un día entero sin salir de la habitación. Entre follar y dormir se nos pasó el primer día. El único contacto que tuvimos con el exterior fue con el servicio de habitaciones del hotel, concretamente a través de un mulato del que mi mujer decía que estaba de vicio y posiblemente bien dotado. En una de las veces que estábamos follando como locos, mi mujer se acordó del mulato y susurró su nombre. Ya sabíamos cómo se llamaba después de tanta visita. Aquello no sé si me molestó o no, pero no le di excesiva importancia, sin que comentáramos nada al respecto al terminar la follada.
Al día siguiente ya habíamos hecho planes para conocer un poco La Habana. Muy de mañana nos levantamos, nos dimos una ducha y solicitamos al servicio de habitaciones para que nos llevaran el desayuno. Como siempre, abrió mi mujer la puerta. No sé si lo hizo sin pensar o con toda la intención ya que ella abrió llevando solo las minúsculas bragas, tipo tanga, y el no menos pequeño sujetador que, a duras penas, puede sostener y ocultar sus grandes tetas, y yo completamente desnudo. Al abrir, allí estaba él, como siempre. Me giré rápidamente y me metí en el baño, no sin antes darme cuenta de cómo el mulato repasaba mi cuerpo desnudo, pero mi esposa, supongo que en un acto reflejo y sin pensarlo dos veces, una vez que Alexis, así se llamaba el mulato, había dejado el desayuno en la mesa, empezó a pasarle la mano por la bragueta. Y yo, que miraba desde la puerta del baño, aquello en vez de molestarme, me excitó. Mi mujer, supongo que al ver que yo no decía nada y excitada a tope, poco a poco fue conduciendo, sin ningún esfuerzo, a Alexis hasta la cama. En total silencio, él se bajó la cremallera del pantalón, se sacó una verga enorme, casi el doble de la mía, y apoyando ambas manos en los hombros de mi mujer, hizo que se arrodillara ante él y le metió, sin que ella protestara en absoluto, aquel pedazo de verga en la boca, hasta la garganta.
Esto me extrañó pues mi mujer jamás me la había mamado pues, como me había dicho las veces que yo lo había intentado, no le gustaba tener eso en la boca. Pero como si toda la vida lo hubiera hecho, ella empezó a mamársela con tal ímpetu que Alexis ya no era dueño de sí. Al ver cómo iba todo eso, salí del lavabo y me coloqué al lado de la pareja para ver mejor como mi tan recién estrenada esposa me estaba adornando la frente con unos hermosos cuernos.

Tras un buen rato de estar en esta posición, mi mujer fue cambiando de postura de tal forma que, empujándome de espaldas en la cama, se colocó a horcajadas encima de mí y agarrándome la polla, que estaba tiesa como un palo, se la metió por el coño, que ya lo tenía chorreando. Alexis, mientras tanto, embestía su garganta haciéndola lanzar gemidos ahogados de placer. Una de las veces, mientras mi mujer me cabalgaba, mi polla se salió de su coño e intenté metérsela por el culo pero ella, a pesar de estar penetrada por la boca hasta la garganta, no me dejó. A ella nunca le había gustado que yo le diera por el culo pero, como esta situación era anómala, lo había intentado por si acaso se dejaba, pero ya digo que no me dejó. Mientras tanto, ella no dejaba de chupar el caramelo que Alexis le metía en la boca hasta que, al poco rato, vi como a él se le dibujaba un tremendo placer en la cara. Seguro que estaba eyaculando en la garganta de mi esposa y efectivamente, observé cómo ella se la sacaba de la boca y se relamía con el licor seminal que él le había regalado. Creo que se lo tragó todo.
Entonces e increíblemente para mi, mi esposa se sacó mi cipote de la almeja y metiéndoselo en la boca me lo empezó a mamar. Como he dicho, nunca lo había hecho y además nunca me lo habían hecho. Alexis, mientras tanto, yacía en la cama, intentando recuperarse del orgasmo que mi mujer le había proporcionado. Cuando ella se dio cuenta y mientras me la seguía chupando, agarró su enorme verga y empezó a meneársela con la intención de ponérsela dura. Alexis empezó a acariciarle las nalgas suavemente mientras ella se las ofrecía. Primero las nalgas y después, con el dedo, la raja, intentado llegar hasta el agujero del mismo culo pero ella intuyó sus intenciones y le dijo:
– No, no me gusta que me toquen esa zona y mucho menos que me den por el culo.
Sin embargo, él continúo magreándole el trasero al mismo tiempo que empezó a acariciarle el prominente clítoris. Para entonces yo me estaba reponiendo de la corrida que le había propinado a mi mujer en la cara. Ella disfrutaba con la mamada que Alexis le estaba realizando, curiosamente en el agujero del culo. Se lo estaba lubricando. Alexis, cuando ya la tenía en pleno hechizo, consiguió ponerla a gatas como si de una perra se tratase. En esta postura le introdujo un dedo por el culo.

Ella se estremeció y suspiró, quedándose quieta al igual que él. Al poco rato, ella se contoneaba con el dedo dentro del culo para buscar más placer y fue en ese momento cuando Alexis introdujo otro dedo en aquel estrecho ojete con la única intención de dilatarlo para que su polla entrase mejor. Posteriormente se untó el pollón con una de las cremas de mi mujer y, de la misma forma, la lubricó a ella. Seguidamente colocó el cipote a la puerta del ojete y ella hizo un movimiento hacia atrás mientras susurraba:
– No, por el culo no…
Alexis apretó su inmenso glande contra el pequeño, pero dilatado, agujerito de mi mujer hasta que introdujo la punta de la polla. Ella gritó, supongo que le produjo dolor, sin embargo, tampoco hizo un gran esfuerzo por retirarse. Alexis fue metiendo la polla en el estrecho culo de mi mujer y a cada centímetro que le metía mi mujer respondía con un gesto y un grito de dolor. Alexis tenía la polla el doble de grande que yo y mi mujer siempre me la encontró enorme. Cuando los huevos de Alexis ya tocaban el coño húmedo de mi esposa, éste se quedó quieto durante unos minutos para que ella se acostumbrara a tener aquella estaca en su recto y entonces ella susurró:
– Me duele pero me gusta… ¡Fóllame el culo!
Alexis agarró a mi mujer y la cabalgó por el culo durante largo rato. Posteriormente sacó su increíble polla del ano de mi mujer, el cual estaba tan dilatado que se podía mirar en su interior y Alexis esperó a que aquel esfínter se cerrase, mientras mi mujer se ensartaba por el coño mi polla. Cuando aquel culo estuvo cerrado, Alexis la inclinó hacia delante, se lo humedeció un poco y de una sola embestida le introdujo de nuevo la verga en el recto. Ella soltó un grito espantoso que se confundió entre dolor y placer. En esta postura de bocadillo, Alexis cabalgaba a mi mujer con facilidad y ella le correspondía como zorra en celo pidiendo que la folláramos hasta el fondo.

Alexis se corrió dentro del culo y mi mujer tuvo uno de sus orgasmos más escandaloso. Cuando él sacó la polla, el culo quedó dilatado y mientras yo me corría en el coño de mi zorrita, noté cómo el semen de Alexis salía de aquel dilatado culo y me escurría por los huevos. De esta forma acabamos una mañana larga, pero no fue la única.
Ahora que ya os he contado la primera vez, no tardaré tanto tiempo en seguir explicando lo que hemos hecho durante estos años.
Besos de parte de los dos.

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