Relato erótico

Vecinita adorable y golfa

Charo
1 de noviembre del 2019

La relación con sus vecinas era buena, especialmente con la hija pequeña. Aunque tenía novio, le tiraba los tejos descaradamente. Lo cito una noche que iba a quedarse sola en casa y su novio trabajaba…

Sergio – BARCELONA
Amiga Charo, me llamo Sergio, tengo 24 años, mido 1,75 m, con un cuerpo más o menos atlético porque desde los 10 años practico ciclismo de montaña y mi testimonio tiene relación con mi amistad de una familia de 4 mujeres, tres hijas y la madre ya que el padre las abandonó desde hace cinco años y ahora viven solas. Siempre me ha gustado hablar con las tres hijas, son muy divertidas además de tener cuerpos bonitos.
La más joven de ellas tiene ahora 18 años, se llama Nuria, mide 1,60, tiene unas caderas bien formadas y sus nalgas son redonditas y bien consistentes. Sus tetas son bastante grandes y como tiene el abdomen plano hace que se le vean enormes. Desde que cumplió los 18 se juntó con un muchacho de 19 años y durante un tiempo vivieron en la casa de la madre.
Habla mucho conmigo pero desde hace un año noté que su conversación se centraba en asuntos de índole sexual. El año pasado, mientras charlábamos, me comentó que le gustaban los chicos con buenas nalgas, grandes, redonditas, duritas y que para su desgracia su pareja es más bien delgado y camina como si estuviera cansado. Ese día aprovechó que yo salía de la sala de la casa y sin que nadie la viera me acarició el trasero y me dijo:
– Así es como me gustan, como tú las tienes.
Sonreí y aprovechando la distracción de los demás, acaricie las suyas y le dije:
– Pues a mí me gustan las tuyas, duritas y llenitas.
Entonces noté que ella cerró ligeramente los ojos al tiempo que respiraba profundamente, después me pidió que fuera ese fin de semana a su casa para hablar otro rato. Yo ansiaba el fin de semana y durante los días que pasaron no hice otra cosa que pensar en la caricia que le había hecho en el culo y en lo hermosas que se veían sus tetas. Llegó el fin de semana y me presenté en casa de la familia a las siete de la tarde. Ella no se estaba en ese momento, pero llegó como a la media hora y le dijo a su madre que su novio tenía que cubrir el turno nocturno y que había ido a acompañarlo al bus. Sobre las ocho y media de la noche la madre y sus otras dos hijas dijeron que iban a salir porque iban a casa de un familiar para cuidar a sus hijos, ya que los padres tenían que salir por dos días a trabajar a Tarragona. Me despedí de la familia y en cuanto me disponía a salir Nuria me dijo discretamente al oído que si podía regresar a las diez porque de verdad le daba miedo quedarse sola. Con la cabeza contesté que sí y me retiré despidiéndome amablemente de la madre y las hermanas.
Estuve dando vueltas en la calle pensando en los deliciosos pechos y hermosas nalgas de Nuria. Mi cipote estaba durísimo, mojado de la punta, y la sensación me provocó más excitación. Ya no podía esperar más, traté de disimular para que nadie lo notara y al punto de las diez de la noche volví a la casa. Nuria abrió la puerta vestida con una blusa blanca y larga que le llegaba como a 10 centímetros arriba de la rodilla y me invitó a pasar tratando de evitar que algún vecino se percatara de mi presencia.
Nos sentamos en el sofá para ver la televisión, estaba junto a mí y recostó la cabeza en mi hombro, yo pasé mi brazo sobre su cuello para abrazarla tiernamente y luego ella puso su mano sobre mi pierna. Así estuvimos como una hora, hasta que ella empezó a acariciar suavemente mi pierna y me dijo:

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– Estar sola me da un poco de miedo. ¡Que bien que estés aquí! – y al rato comentó: – Tengo algo de sueño… ¿Tú no tienes sueño?
– Un poco – respondí.
– Me voy a acostar y cuando quieras te puedes venir a dormir.
– Claro, dentro de un rato voy para allá – le contesté.
Se fue al dormitorio de su madre, donde había dos camas, y poco tiempo después fui al mismo dormitorio y la encontré recostada en una de ellas sin ninguna sabana que la tapara, la blusa que tenía puesta se le subió a más de la mitad del muslo de tal forma que notaba ver el tanga que llevaba. Yo tumbé en la otra cama pensando en el momento de atreverme a acercarme a ella y follármela como nunca se la habían follado. Y no tuve que esperar mucho, ella se acercó a mí argumentando que sentía frío, se tendió a mi lado, dándome la espalda y me pidió que la abrazara de la cintura. Yo lo hice y sentí como sus deliciosas nalgas, se me iban pegando, quedando mi muy tiesa polla en medio de las dos nalgas. Yo estaba a punto de reventar y sentía como me escurría lubricante de la cabeza de la verga. Mientras la abrazaba y acariciaba su abdomen, le pregunté:
– ¿No te da miedo que alguien pueda regresar y nos encuentre así?
– Nadie va a regresar, Jorge – su novio – no va a venir hasta mañana sobre las 7 de la noche así es que no te preocupes, tranquilízate – seguí acariciándola y añadió – Desde hace un año que pienso en ti y en lo bonito que debe ser tu trasero, lo tienes como a mi me gusta.
– Yo también he pensado en ti, en tu cuerpo, en tu trasero, en tus pechos y cada vez que te veo no puedo evitar excitarme.
– Ya lo siento, noto que traes muchas ganas – me contestó.
– De verdad que me siento muy excitado…
– No te preocupes, yo también tengo ganas, nótalo tu mismo, con tus propias manos.
Deslicé lentamente mi mano debajo de su blusa y la metí en su tanga. Ella enseguida suspiró y sentí como sus labios vaginales, humedecidos, palpitaban de manera sorprendente, además, de sentirse un calorcito provocado por la excitación que estábamos experimentando.
Ella aprovechó la ocasión para dar inicio a una serie de movimientos de cadera de atrás para adelante, restregando sus nalgas contra mi tronco. Suspiraba largamente, daba gemidos silenciosos y me decía:
– Acaríciame toda por favor…

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Yo la apretaba fuerte contra mí y luego, con la otra mano, empecé a acariciar sus enormes senos, duros, erectos, masajeando con dulzura cada centímetro de ellos de tal modo que logré sacarle más gemidos y producirle mucha más humedad en el coño. Ella metió su mano entre sus nalgas y mi verga y me empezó a acariciar por encima del pantalón, me bajó la cremallera y metió su pequeña mano para acariciarme sobre el calzoncillo, yo me separé un poquito para soltarme el cinturón y desabrocharme el pantalón a fin de permitirle mayor movilidad. Entonces ella metió su mano por la abertura del calzoncillo para rodear con sus dedos mi caliente tronco, me lo masajeó de arriba a abajo lentamente al punto que casi eyacula.
Suavemente la fui despojando de su blusa para dejarla únicamente en tanga, con las dos manos acariciaba sus sabrosos pechos y mi verga seguía en medio de sus nalgas, que las tenia bastante abiertas, lo tenía exactamente en medio de ellas y entre gemidos me susurró que yo la tenia más dura que la de Jorge. De tanto manoseo ella tuvo un orgasmo, y estuvimos acariciándonos por más de media hora hasta que ella se giró y me pidió que me colocara boca arriba, sus tetas al aire se veían formidables, y poco a poco me fue quitando el pantalón. Después, me quitó el calzoncillo y cuando mi polla quedó libre, rebotó fuertemente como un resorte. Ella lo miraba con lujuria, paseando su lengua por el contorno de su boca, luego colocó su cabeza a la altura de mi polla y de un solo golpe se la trago casi toda, dando una sola chupada desde la base hasta la cabeza de la verga, y me dijo
– ¡Cariño, que pollón tienes, así me gustan, grandotes, duros, lo tienes súper gordo… aaaah… ya lo quiero tener dentro de mí!
Subió hasta mi cara, colocando sus tetas sobre mi pecho, me besó apasionadamente, paseando su lengua por toda mi boca. ¡Yo no lo podía creer a sus 18 años era toda una hermosa puta! Luego se incorporó y se sentó en la orilla de la cama, me pidió que me pusiese de pié frente a ella y en cuanto estuve así, empezó acariciarme las nalgas con su vista fija en mi polla y me decía:
– Que hermosas nalgas tienes, Sergio.
Entonces abrió su boca y sin soltarme las nalgas empezó a hacerme la mejor de sus mamadas. Yo miraba hacia el techo acariciando su cabeza y ella se movía cada vez más. Por la comisura de sus labios escurría algo de saliva y lubricante, cuando lo tuvo fuera de la boca empezó a recorrerlo con su lengua y me dijo:
– ¡Quiero probar tu leche calentita, córrete en mi boca, por favor!

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Con movimientos uniformes de adelante para atrás, se metía y sacaba mi polla de la boca, yo estaba súper excitado y le dije que casi me iba a correr y me pidió que lo hiciera, que estaba lista para recibirlo. Lancé un gran gemido de placer y llené poco a poco su boca de semen, que no paraba de salir, escurría por los lados de la boca y ella tragaba todo lo que podía, y parte del semen cayo sobre sus hermosas tetas. Me soltó las nalgas y con su mano me apretaba la verga desde la base hacia la cabeza y con su lengua recogía la leche que salía en la punta del glande. Cada vez que hacia esto me miraba a los ojos y me enseñaba el chorro de leche que tenía en la lengua y sin dejar de mirarme se lo tragaba, luego con su lengua limpió el contorno de su boca y con sus dedos recogió la leche que cayó sobre sus enormes tetas y uno a uno los fue chupando.
Yo me recosté para relajarme mientras ella masajeaba mis huevos con sus blancas manos, me besaba y me ponía sus tetas en la boca, que yo mordía, lamía y chupaba. Toqué su chocho y noté que estaba chorreándo. Le quité el tanga y le pedí que se pusiera a cuatro patas. ¡Que excitación ver como su abultado coño se abría como una flor y palpitaba como si quisiera hablar! Me calenté mucho al ver estas escenas y no resistí, me agaché para empezar a lamer su coñito, metí primero la lengua y después le chupe el clítoris, notaba como se calentaba y se agitaba sin parar. Era el anuncio de su primer orgasmo.
– ¡Ya no aguanto más, métemela mi amor, por favor!
Yo continuaba comiéndole el coño y de vez en cuando viajaba hasta su rosado ano, lo ensalivaba y metía la punta de mi lengua en ese rico orificio que con cada tacto, se movía de manera retráctil. Al fin me incorporé y con grandes ansias empecé a metérsela en el coño y ella, gimiendo de placer, me decía:
– ¡Fóllame, métemelo fuerte, no te detengas, quiero sentir tu leche en mi interior… aaah… muévete rápido…
Después de varios minutos de metisaca ella tuvo otro orgasmo colosal, casi al mismo tiempo que el mío, y su chocho fue llenándose le leche. Luego nos tumbamos sin que yo se la sacara por completo y después de un rato de descanso, se dio la vuelta y bajó hasta mi polla diciéndome que me la iba a limpiar porque quería que continuáramos haciéndolo. Me mamó desde los huevos hasta la punta, me la limpió con sus labios y su lengua, metiendo su cabeza entre mis piernas para limpiar lo que había caído sobre ellas y así me volví a excitar empezando ella a pajearme suavemente y después de un rato, cuando ya la tenía bastante dura se dio media vuelta dándome la espalda, cogió mi verga con una de sus manos y la condujo hasta su ano y sin que yo lo esperara, fue introduciéndosela poco a poco por el culo, diciéndome:
– ¡Sergio, vas a ser el primero que me la meta por ahí, tengo grandes deseos de sentirte, ya no aguanto más, encúlame, métela hasta dentro, déjame tu leche en mi interior!
Ella suspiraba y gemía de placer, ahogando algunos gritos para evitar ser oída. Así le hice tener otros dos orgasmos. En cuanto se me relajó la verga se la saqué del culo, y después nos quedamos dormidos hasta el amanecer. Antes de abandonar su casa me llamó, estaba desnuda sentada en la orilla de la cama y me dijo:
– ¿Podrías darme algo de desayunar? – al preguntarle que se le antojaba me contestó – Quiero un poco de tu leche…
Me cogió de las nalgas, bajó mi cremallera, me sacó la verga y empezó a mamármela hasta que me corrí nuevamente en su boca. Esa fue una noche inolvidable, aunque hemos pasado otras noches más calientes porque ahora su novio trabaja de noche y se han mudado a un pequeño apartamento. Así es que tenemos todas las noches libres para follar a nuestro gusto.
Saludos.

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