Relato erótico

Ponerse en forma

Charo
28 de octubre del 2018

Su bonito cuerpo acusó las comilonas de las vacaciones, las fiestas del barrio, etc. y decidió ir al gimnasio para ponerse en forma. Hacía pesas, aerobic y unos “ejercicios especiales” que le propuso el monitor.

Macarena – Zaragoza
Después de las vacaciones y de las fiestas del barrio, me encontré con que tenía unos kilos de más, con lo que decidí apuntarme a un gimnasio que hay cerca de mi trabajo. A dicho gimnasio empecé asistiendo tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes. Comencé a ir para hacer gimnasia en general y a la hora que yo acudía había poca gente, las típicas cincuentonas que tienen que hacer ejercicio para que no se le atrofien los músculos. Los primeros días me ayudaba el gerente del gimnasio, un tío “macizo” con los músculos bien formados de hacer pesas, abdominales y demás.
Como vi que aquello no me cansaba excesivamente, comencé a ir los cinco días laborales de la semana. Al principio era todo lo mismo de siempre, pero como iba cinco días los repartí: tres días gimnasio y dos días aeróbic.
El primer día que hice aeróbic, iba con mi chandal y mi camiseta de manga corta por si tenía calor, el profe, el macizo gerente del sitio, me dijo que intentara llevar ropa que me facilitase mayor movimiento y que si no tenía nada adecuado que él me vendía un trajecito especial. Al finalizar la sesión, me cambié, me puse ropa de calle y antes de salir de allí, compré la indumentaria precisa.
El siguiente día que me tocaba hacer aeróbic, llevé el traje que me compré, unas mallas cortas y ajustadísimas con un top minúsculo que hacía resaltar y resaltar mis nada pequeños pechos. El caso es que entré en el baño para cambiarme, y cuando salí lista para hacer aeróbic, tropecé con el gerente, que me miró de arriba abajo repasando con una mirada lasciva cada una de mis curvas perfectamente marcadas.
Empieza la sesión y, entre tanto movimiento y el macizo monitor dando saltitos con sus mallas ajustadas marcándole hasta las venas, mi sexo se empezó a humedecer y cuando acabamos la sesión, me llamó a parte diciéndome:
– Mañana me interesaría que vinieras una hora antes de lo normal y tienes que venir con ésta ropa. ¿Crees que sería posible?
– No lo sé, pero si es tan importante, lo intentaré – respondí.
Al día siguiente y como el monitor me había pedido, acudí una hora antes al gimnasio. Parecía que estaba cerrado, ya que al entrar no vi a nadie, pero yo fui a lo mío. Fui al baño a cambiarme de ropa y cuando entré en la zona de ejercicios me percaté de que allí estaba el monitor con dos compañeros. Llegué, saludé y pregunté que es lo que tenía que hacer que no podía esperar.

– Hoy vamos a trabajar musculatura en general. Túmbate en este banco, la espalda bien apoyada y las piernas separadas que empezamos ahora – me dijo el profesor.
Mientras yo iba haciendo lo que él me había dicho, fue hasta la puerta de la entrada y la cerró con llave. Volvió a donde estábamos nosotros y comenzamos la sesión de culturismo. Tumbada en el banco, noté como se clavaban en mi cuerpo los ojos de aquellos tres macizos.
Uno de ellos cogió una pesa de 10 kilos y me la puso en las manos, explicándome como tenía que levantarla para no lesionarme la espalda. Una vez entendido, comencé a ejercitar mis brazos subiendo y bajando aquella pesa. Ellos se habían colocado a la altura de mis pies, de forma que veían el movimiento de mis grandes tetas cuando subía y bajaba las pesas. Acabé ahí y fuimos a ejercitar los pectorales y en una máquina donde me senté, doble los brazos hacia arriba. Nuevamente me explicaron como tenía que hacer ese ejercicio y comencé. Mis pechos, oprimidos por el pequeño top, hacían el amago de salirse de su sitio, pero ellos se situaron delante de mí. Se miraron unos a otros y uno de ellos dijo:
– ¿Quien va primero?
Dicho esto, uno se me acercó, me separó las piernas, recorrió mis muslos con sus fuertes y grandes manos y detuvo una de ellas no en mi entrepierna mojada, empezando una suave caricia que hizo despertar todavía más mi sexo. Mis pechos estaban tensos por el esfuerzo y aprovechando que tenía los brazos separados, otro se acercó y palpó mis pechos ya endurecidos y que luchaban por salir de aquella prisión. El monitor, me miraba de frente, se le caía la baba al verme en aquella posición marcándolo todo hasta que yo, con una sutil mirada, le invité a participar en aquel ejercicio.
– Hacerme un hueco. Vamos a hacerla sudar como no ha sudado nadie – dijo él.
Los otros dos se separaron, él se acercó y extendió una mano invitándome a levantarme de aquella máquina. Me acercó a otra, una para hacer trabajar los músculos de la espalda donde había que colgarse de unas barras, me colgó y recorrió mi torso lentamente con sus gruesos y finos dedos que me hicieron soltar un leve gemido. Siguió bajando sus dedos por mi cintura y agarró las mallas, las cuales me quitó sin vacilar, me separó las piernas y se puso a mordisquearme el tanga, el cual me acabó quitando para facilitar la comida del delicioso manjar que le estaba ofreciendo. ¡Qué lengua tenía! Hizo que me retorciera de placer varias veces. Me ponía el clítoris como un tomate y lo hacía estallar de placer.
Cuando ya no podía sostenerme más, sus amigos me ayudaron a bajar de allí.

Me acercaron a un banco y me empezaron a besar. Una vez que ya me habían vuelto a poner a 100, uno me quitó el top y se puso a comerme las tetas mientras el otro me follaba salvajemente y cada envestida era un viaje al paraíso. El monitor se acercó y me entretuvo haciendo de mi boca su campo de entrenamiento. Fue un morreo intensísimo, lleno de pasión y deseo hasta que me levantó del banco para sentarse él, para hacerme cabalgar en su atlética polla. ¡Que placer, que gusto! Me la metió toda, hasta dentro, pero muy dentro. Me quedé sin habla, sin respiración en cuanto sentí aquel pedazo de carne dentro de mi pequeño y lubricado coñito.
Tal era mi cara de satisfacción y mi calentón en ese momento, que llamé a los ayudantes de mi follador, les cogí por la polla y de un tirón los acerqué a mi cuerpo. Comenzaron a sobarme las tetas, a hurgar en mi ombligo y a jugar con lo que se veía de mi coño, mientras yo les pajeaba simultáneamente.
Me corrí un montón de veces, tanto por el placer que estaba recibiendo como por el que estaba dando. Luego me levanté un momento para estirarme y cuando estaba levantando los brazos, me cogieron por la cintura y me situaron de tal forma que sentí como entraba una gorda polla en mi coño, otra enorme polla en mi culo y una tercera entró en mi boca.
Nunca me había sentido tan bien, follada por tres sitios a la vez. No tuve un orgasmo ni dos, tuve miles de orgasmos. Al rato cambiaron de posición y mi profe me metió la polla en la boca, con lo cual yo podía tocarle el culo, jugaba con sus huevecillos y le pellizcaba los pezones. Me corrí no se cuantas veces viendo su carita de placer.

Cuando se acabó la sesión de musculatura, acudimos a las duchas a quitarnos el sudor y a tranquilizarnos. Me quedé prendada del instructor y cada vez que voy al salón de aeróbic espero a que venga para que me vuelva a hacer su gimnasia de uso privado.
Besos, Charo.

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