Relato erótico
Polvo callejero
La conoció en un bar en el que estaba con sus amigos. Ella iba acompañada pero, a escondidas, le dio su teléfono. La llamó, quedaron y…
Gerardo – Lugo
Soy Gerardo, tengo 38 años y estoy casado. Todo comenzó un día cuando nos juntamos unos amigos a tomar unas cervezas en un bar. Estábamos sentados en una barra que hay debajo de unas escaleras esperando a que llegase otro de mis amigos cuando de pronto vi pasar detrás de mí una chica bastante atractiva y le hice señas a mi amigo, que estaba enfrente, para que la viera, y luego él me comentó que le parecía que esta chica estaba con otra que se había sentado detrás de mí. Giré la cabeza y me sorprendí al ver a una chica sentada sola y que parecía bastante atractiva también, a pesar de la penumbra.
Entrada la noche la volví a ver pasar cuando salía del baño y me di cuenta que no solamente era muy hermosa de cara sino que también tenía un estupendo cuerpo, algo así como 1,60 de estatura y unos 95-60-90. Pero, me dio una extraña sensación cuando la vi volver con su amigo y comenzaron a besarse, y una media hora después se fueron. Cuando pasaron por mi lado, me puso un papel en la mano con su teléfono.
Unos días después hablamos y quedamos en encontrarnos el próximo fin de semana. Yo estaba un poco cansado, pero no falté a la cita. Decidimos ir al mismo bar donde nos conocimos, ya que se podía comer algo y yo no había cenado. Es fácil imaginar que entre mi mal día y mi falta de alimento, un par de cervezas fueron suficientes para que yo comenzara a sentirme muy alegre y hasta me olvidé de la comida y mi mal día. Más alegre aún me puse cuando ella se sacó la chaquetita y apareció un escote que dejaba ver la mitad de sus grandes pechos y el resto tapados por una delgada tela que caía por el resto de su cuerpo. La verdad que estaba hecha un bombón.
Estábamos sentados en la barra y comíamos unas almendras saladas, cuando pensé que nuestra conversación se estaba haciendo un poco aburrida por lo que me puse a mirar directamente a sus labios para verlos moverse, imaginándome que los besaba, hasta que me dijo:
– ¿Qué ocurre?
– Perdón, es que me gustaría saber a que saben tus labios – le solté.
Casi se atragantó y se puso colorada, pero con una sonrisa desafiante como para ponerme a prueba me respondió:
– ¡Salados!
Reímos un poco, pero le di un beso algo torpe ya que ella se encontraba medio atragantada. Entonces se separó, bebió algo de cerveza y me dijo:
– Bueno… ¡ahora si!
Si bien pareció gustarle mi beso anterior, esta vez tenía que dar todo de mí, así que la agarré de la nuca con suavidad y le di un buen beso, explorando sus labios con los míos y con mi lengua comencé a acariciar la suya. Ella se volvió a separar y me miró con cara de que le había explotado el cerebro con mi beso y no paraba de sonreír. Al rato, nuestros besos rápidamente se fueron poniendo más intensos, por lo que en un momento me levanté mientras la besaba y a medida que comenzaba a apretar mi mano mas fuertemente sobre su nuca, comencé a pasarle la lengua por el exterior de sus labios y mi otra mano por la cintura.
Comencé a oír como gemía mientras le lamía los labios como si fuera un helado. Era un momento muy excitante, pero no me había olvidado de que estábamos en un lugar con mucha gente por lo que corté un poco para beber otra cerveza y tratar de bajar las revoluciones.
Seguimos besándonos, pero el ambiente se calentó tanto que hasta llegue a tocarle el chochito. Noté como se estremecía, pero aquel no era un lugar adecuado para seguir con nuestros juegos, así que se separó nuevamente y nos pusimos a beber un poco para enfriarnos. Increíblemente ya eran más de las tres y le dije:
– Ya es tarde. ¿Nos vamos? – sugiriendo que fuéramos juntos a algún lado, pero sin ser tan directo.
– Vale, vamos, pero me vuelvo a casa – ella respondió rápido.
Dije que sí, pero sin que se diera cuenta, mientras buscábamos un taxi, nos dirigimos hacia un callejón, la apoyé en la pared empecé a besarla.
Viendo que no se resistía, seguí bajando hasta llegar a sus pechos. Ella no paraba de gemir y respirar hondo. Tenía los pezones duros y me encantaba sentirlos en mis labios. Después comencé a deslizar una mano por su culo y otra mano hacia su entrepierna, por encima de su pantalón, y ella hizo lo mismo conmigo.
Sentir su mano sobre mi paquete me dio la valentía para desabrocharle el pantalón y meterle una mano por debajo del tanga, tenía el coño totalmente mojado. Yo estaba excitadísimo pensando lo fácil que se deslizaría mi polla por su cueva tan mojadita pero ella parecía no animarse a más por lo que me acerqué a su oído y mientras deslizaba uno de mis dedos desde dentro de su coño hasta su clítoris le dije:
– Estos son los labios que me preguntaba a qué sabrían – a la vez que sacaba mis dedos de esa jugosa delicia y me los metía en mi boca degustando lo que había estado deseando toda la noche.
Eso definitivamente generó el efecto deseado y ella pareció explotar de deseo. Con ambas manos comenzó rápidamente a desabrocharme el pantalón dejando mi polla al descubierto. Cogió mi miembro, de unos 18 cm y muy buen grosor, con ambas manos y comenzó a acariciarme con la intensidad justa. Cuando yo ya pensaba volver al ataque, ella tomó la iniciativa y bajó lo suficiente para comenzar a darle besos mi capullo, por donde de seguro ya comenzaba a emanar líquido preseminal. Empezó a mamarme la polla como una posesa.
No podía aguantar más y sin avisar me corrí en su boca. La muy zorra no se apartó, sino todo lo contrario. Chupó y relamió hasta la última gota.
Entonces la coloqué de cara a la pared, le separé las piernas y como pude le metí la polla en el chocho y con una mano le frotaba el clítoris, hasta que explotó en un orgasmo espectacular tratando de no hacer demasiado ruido. Sentirla entre mis brazos corriéndose de esa manera y con mi polla metida en su chocho era una pasada.
Me hubiera pasado todo el resto de la noche chupándole la almeja, pero ella me dijo que se quería ir y que ya había hecho mucho más de lo que debería haber hecho. Seguimos caminando un poco y tomó un taxi.
Fue la primera vez que tuve sexo en la calle y la verdad que esta mujer realmente me hizo perder la noción del tiempo y del espacio.
No la he vuelto a ver, pero me ha quedado un buen recuerdo de ese polvo “callejero”
Saludos.