Relato erótico
Pleno al quince
Tenía que hacer unas gestiones para su empresa y se desplazó a Barcelona. Las gestiones se retrasaban y se quedó a pasar la noche. Fue al casino a pasar el rato y la noche le fue bien.
Adrian – Castellón
Amiga Charo, por mi trabajo me tocó ir a Barcelona, mi intención era cerrar dos negocios de mi compañía y volver a mi casa, sin embargo una de estas transacciones se demoró más de lo previsto por lo que la otra quedó pendiente para el otro día y no me quedó más remedio que quedarme, aunque eso no fue para mí un gran problema porque mi Compañía pagaba todos los gastos de estancia, así que me hospedé en un hotel. Comí algo y decidí ir a dar una vuelta. Hacía mucho tiempo que no visitaba el casino y decidí ir a probar suerte. Me di unas vueltas por las tragaperras, pero solo para mirar pues lo mío siempre ha sido la ruleta donde, por lo general, he tenido buena suerte. Pedí un tragó y me dirigí a las ruletas que casi todas estaban llenas. Compré mis fichas, me puse a jugar y como siempre la suerte me favoreció, no al grado de hacerme millonario, pero al poco rato había duplicado mi inversión.
Me había colocado al lado de una señora de edad, pero muy jovial, digamos de unos 60 ó 65 años. Al poco rato de estar jugando, comenzamos a hablar. A ella no le había ido muy bien según me comentó, y cuando se le acabaron las fichas, no compró más, pero de todas formas se quedó a mi lado. Yo seguí jugando y ganando. Después de una media hora, mi dinero se había cuadruplicado y la señora disfrutaba viéndome ganar pero diciéndome que probaría suerte en las tragaperras, me deseo suerte y se fue.
En los siguientes 15 minutos comencé a perder y aunque no soy supersticioso, parecía como que la señora me traía suerte, por lo que al poco rato de perder decidí marcharme a tomar otro trago. Me encontraba en la barra, cuando mi misteriosa y madura amiga pasó por mi lado. Le comenté que cuando ella se había ido había comenzado a perder, por lo que había decidido parar, sino lo perdería todo. Ella se rió. La señora me parecía muy agradable y la invité a una copa.
Ella sin dudarlo, la aceptó y se sentó a mi lado. Hasta ese momento, pienso que ninguno de los dos había pensado en nada más que en una simple conversación entre una señora de 65, con un joven de 30. Comenzamos con la preguntas típicas. Me preguntó de donde era, si estaba casado, mi edad, que estaba haciendo ahí, etc. y yo por mi lado las mismas preguntas triviales. Me dijo que iba en un tour con una sobrina de mi edad y que esta había conocido a un chico y que habían salido por ahí, seguramente a “follar”.
Me dejó muy sorprendido su respuesta. Jamás hubiese imaginado que una mujer de su edad, sería capaz de decir una palabra como esa por lo que, pillándome desprevenido, me dio risa escucharla. A ella le pareció gracioso que me riera y le comenté que no esperaba que su respuesta fuera tan directa. Seguimos conversando, sobre las playas nudistas, los programas de televisión etc. y ya para ese entonces, llevábamos dos copas cada uno y cuando la invité a la tercera, nuevamente me sorprendió que la aceptara.
Carmen, que así se llamaba la señora, me empezó a parecer bastante atractiva, a pesar de su edad.
Tenía algo en su acento y en su manera de hablar, que me atraía mucho. Aparte de eso, era de complexión gruesa tenía unos pechos muy grandes y redondos, un culo también muy generoso y unas piernas gruesas que se veían muy apetitosas a través del corte de su vestido negro.
Me comentó que en las tragaperras había tenido la misma mala racha por lo que ya no jugaría más por esa noche.
– Mala suerte en el juego, buena suerte en el amor – le dije yo entonces-
Además – agregué – con esas hermosas piernas, no le será difícil atraer a alguien.
– ¿Qué estás intentando ligarme?, me preguntó entonces.
– Puede ser – le respondí.
– ¿No tengo razón? – insistió.
-Tienes razón -confesé- Sí, es verdad, te estoy intentado ligar.
-Tiene gracia -dijo y acercándose a mi oído y en voz baja añadió -estas copas y tu compañía, me han puesto muy cachonda.
– ¿De verdad? – pregunté como un tonto.
– Sí así, que si quieres, vamos a tu hotel a sacarnos las ganas.
No lo dudé ni un segundo, pedí la cuenta y tomamos un taxi y nos dirigimos directamente a mi hotel. Apenas cerramos las puertas de mi habitación comenzamos a besarnos y a tocarnos por todos lados.
Desesperadamente nos desnudamos uno al otro. Su vestido negro de una pieza, fue lo primero en caer al suelo y con la luz encendida, pude ver como sus grandes tetas quedaban atrapadas por un sujetador negro de encaje, y sin quitárselo, le saqué una teta y se la chupé sin piedad. Estaba exquisita, así que terminé de sacarle la prenda para tener las dos a mi alcance.
Besándonos y tocándonos, caímos en la cama, seguimos sacándonos la ropa hasta quedar ambos completamente desnudos. Carmen se apoderó de mi polla y arrodillada a mi lado comenzó a mamármela como toda una profesional. Como su culo apuntaba hacia la pared y yo no podía tocárselo como quería, le pedí que se montara sobre mí y comenzamos hacer un 69 de película. Su coño era muy grande y con abundante vello, pero lo que me excitó aún más era su perfume y se notaba que se lo había perfumado para que alguien al lamérselo, lo oliera.
Al rato me salí de debajo de ella y colocándola a cuatro patas, la penetré como un animal, sin piedad. Me excitaba escuchar sus gemidos y sus palabras groseras:
– ¡Fóllame fuerte… rómpeme el coño… sí, que gorda tienes la polla!
El alcohol me había endurecido y al poco rato la hice correr entre grandes gemidos, dándole cachetes en sus nalgas como ella me dijo que le gustaba. Cuando noté que iba a correrme le di la vuelta, subiéndome en su estómago y colocando mi verga entre sus grandes tetas, y mientras ella se las apretaba, comencé a correrme, derramando mi leche entre sus tetas, cara y boca. Eso la excitó más aún y levantando su cabeza, se la metió toda en la boca, mamándomela muy fuerte.
Descansamos solo un rato y luego puso nuevamente su cara entre mis piernas y con su boca me la hizo crecer y ponérmela dura. Entonces la recosté boca arriba y me monté sobre ella, en la manera tradicional, comenzando a penetrarla suave pero intensamente, haciéndole sentir cada centímetro de mi erecto miembro y mientras lo hacía mis manos se aferraban fuertemente a sus grandes nalgas. Mis dedos recorrían esas ricas carnes blandas, apretándolas y jugando con algunos suaves vellos que orientaban mi ruta hasta la entrada deseada. Una vez allí, comencé a masajear con mi dedo ese apetitoso agujero negro, que poco a poco se fue entregando y permitiendo que mi dedo entrara hasta el tope. En este momento ella me dijo:
– Si me das un beso negro, te dejo que me folles por ahí.
No hizo falta que me lo dijera dos veces, se puso a cuatro patas y mi lengua comenzó a mojar y penetrar ese magnífico tesoro, alternando de vez en cuando por uno de mis dedos. Cuando la lubricación ya estaba completa y mi dedo entraba sin ninguna dificultad, me arrodillé detrás de ella y mientras ella se separaba sus carnes, puse mi polla en su agujero y lentamente fui avanzando, penetrándola, sintiendo no solo el placer que me entregaba ese estrecho espacio con mi palo, sino también el de ver como sus grandes nalgas se echaban lentamente hacia atrás para ver como mi rabo se iba haciendo camino cada vez que yo empujaba.
Al poco rato ya follábamos nuevamente como animales. Ella gozaba como una perra en celo, mi polla entraba y salía desde principio a fin, chocando mi huevos contra sus nalgas, aferrado a su culo fuertemente y no dejó que me saliera de allí hasta que mi leche comenzó a salir de su culo ya repleto de leche, bajando por sus gruesas piernas. Solo le saqué mi verga cuando se me puso blanda y ya no pudo entrar más.
Después de eso nos bañamos juntos y mientras ella caminaba hacia el baño y yo detrás, miraba sus carnes sueltas avanzar desnuda por la habitación, pero no me importó, al contrario, nos enjabonamos uno al otro y quise penetrarla nuevamente por el culo, pero aun, con mi polla toda enjabonada, no estaba tan dura para hacerlo y no me quedó más remedio que meterle mis dedos. En todo caso ella, de todas formas, lo disfrutó.
Nos secamos y nos acostamos conversando sobre muchas cosas, ya no relacionadas con el sexo. Familia, aventuras, trabajo, viajes costumbres etc. todo duró como una hora.
Me preguntó cuál era mi fantasía y le dije que me gustaría ver a una mujer masturbarse en mi cara y ella dijo que me iba a dar esta satisfacción. Se montó sobre mi pecho y colocándose a pocos centímetros de mi boca, comenzó a masturbarse, ofreciéndome un espectáculo que no olvidaré mientras viva, y lo hizo hasta las últimas consecuencias, aunque ayudada por mi lengua en sus últimos movimientos, hasta que sus jugos inundaron mi boca, que tragué sin despreciar ni una gota. Después me pidió que yo le diera el mismo espectáculo, y lo hice.
Dormimos un rato y se fue de mi habitación como a las 7 de la mañana, ya había aclarado. Era increíble como a sus 67 años, me dio una noche de sexo que no olvidaré mientras viva.
Saludos y hasta otra.