Relato erótico

Planes fallidos

Charo
8 de julio del 2020

Era su aniversario de boda y habían preparado una cena en un buen restaurante, ir a bailar y después dar rienda suelta a sus instintos. Por motivos de trabajo su marido no pudo. Lo entendía se enfadó y…

Martina – PAMPLONA
Hola Charo, me gustaría contarte mi historia que sucedió hace unas semanas. Pero primero deja que te diga que me llamo Martina, que vivo en Pamplona, tengo 34 años, estoy casada desde hace cinco años, mido 1,72, peso 59 kilos y aunque no sé mis medidas te diré que cada cosa está en su lugar. No obstante mi mayor atractivo sin mis tetas, muy grandes, redondas y que se me aguantan perfectamente a pesar de su peso.
Lo que te cuento me pasó hace tres semanas y recuerdo bien que era viernes por la mañana. Mi marido se había ido a trabajar, la casa estaba totalmente limpia y era el día de mi aniversario de bodas por lo que aquella misma noche teníamos reservada una mesa en un restaurante de la ciudad para celebrarlo. Todo parecía un día perfecto para pasarlo al lado de mi marido. Realmente yo quería que esa noche fuese perfecta.
Tenía todo el día para prepararme y la primera decisión que debía tomar era saber que me ponía esta noche. Primero saqué un pantalón, pero no era horrible, luego vestidos, blusas y al final rebuscando al fondo del armario vi un vestido que hacía tiempo que no usaba, era un vestido negro. Me lo probé y a pesar de los años aun me quedaba muy bien, ajustado por la parte de arriba con unos tirantes muy delgados que me desnudaba algo menos que la mitad de mis gordas tetas, y la falda algo por encima de las rodillas y con vuelo. Perfecto para esta noche, pero para complementarlo tenía que comprar algo de lencería bonita pues la ocasión lo merecía. Me fui de tiendas y al final me decidí por un tanga negro muy sugestivo, de encaje por adelante y lo demás es de licra. Pero decidí prescindir del sujetador pues se me veía por el escote y afeaba el conjunto. También me olvidé de las medias.
Eran las seis de la tarde y comencé a arreglarme pues mi marido había quedado de pasar por mí a las ocho. Tomé un baño y me sentí bastante excitada por la velada que me esperaba. Luego volví a mi habitación, me puse el tanga sintiendo como la suave tela toca mi piel y como la parte de atrás se mete entre mis nalgas. Es una sensación deliciosa y me miro en el espejo para ver lo bien que me queda. Me encanta sentir la sensación del hilito entre mis nalgas. Ya con el vestido puesto me encontré muy atractiva.
Terminé con un poco de maquillarme y también me puse algo de perfume para seducirlo. Me miré de nuevo al espejo y me sentí súper sexy con mi figura que aun se conserva muy bien y el bamboleo de mis pechos al mínimo movimiento. Bueno, estaba lista pero aún faltaban quince minutos para la hora pero entonces sonó el teléfono. Era mi marido que se retrasaría un poco y me pedía que lo esperase una hora más.
– Vale, no hay problema – le dije.
Entonces recordé que tenía ropa en el terrado del inmueble y subí a por ella pero al abrir la puerta me topé con el portero del edificio, que es quien se cuida de todo y que siempre tiene algún piropo para las inquilinas, pero esta vez se quedó callado y pude ver como su mirada recorría cada centímetro de mi cuerpo. Pasé delante de él dándole las buenas noches y seguí con lo mío.

Recogí la ropa y me fui a casa pensando en la impresión que se llevó el portero al verme así. No sé porque pero en esta ocasión me gustó como se me quedó mirando en vez de molestarme y pensar de él que era un viejo verde.
De pronto sonó de nuevo el teléfono. Volvía a ser mi marido que me decía que lo perdonara pero que no iba a llegar a la cita, pues tenía una urgencia en el trabajo. Sin otra opción, le dije que no había problema y entonces añadió que no lo esperase pues tenía muchas cosas que hacer, llegaría tarde pero que me compensaría con algo mejor este día. Me quedé frustrada, sin saber que hacer y con cierto enfado pues me había pasado todo el día preparándome para este momento y todo lo que tenía planeado se vino abajo. Además me sentía bastante excitada.
Necesitaba aire, pensé y subí de nuevo a la azotea. Estaba mirando la ciudad desde lo alto del edificio cuando oí un ruido y pude ver de reojo, sin girarme, que era el portero. No es un tipo bien parecido, más bien es bastante feo pero buena persona. Hice como que no lo había visto y me incliné un poco más para dejarle ver un poco mas de mis piernas. Yo seguía mirándolo de reojo y me incliné un poco más pensando en la visión que había de tener de casi todos mis muslos. Al final se me acercó y me preguntó que qué estaba haciendo allí. Yo le dije que mirando la ciudad y también comprobar que no me había quedado ropa por recoger.
Se ofreció a acompañarme al fondo de la azotea donde están las secadoras por si había algo mío. Puse la llave y entramos donde tiendo la ropa. Es una habitación grande con paredes y puerta para que los vecinos no vean la ropa que tendemos y no puedan llevársela, pues aquí se pierde mucho la ropa.
Pasamos, él empujó la puerta y esta se cerró sin que yo le diera importancia pues es común el aire fuerte y sucede con frecuencia que la puerta se cierre. Nos quedamos mirando y él empezó a acercarse a mí, sintiéndolo muy cerca y en un minuto estaba detrás de mí cogiéndome de la cintura. A estas alturas y después de todo el día, yo estaba muy caliente así que sin más dejé que se pegara a mis nalgas y entonces comenzó a decirme al oído cosas como:
– Vecina que bien está usted, está muy atractiva, está buenísima…
Eran palabras que me iban poniendo a mil y más al sentir sus manos en mi cintura apretándome.
– ¿Por qué está usted tan hermosa hoy? – repetía.
Estas palabras retumbaban en mis oídos hasta que, de pronto, se abalanzó sobre mí y me besó a lo que yo respondí. Pronto sus manos comenzaron a recorrer mi espalda y bajaron a mis nalgas empezando a meter sus manos por debajo de mi falda dejándome sentir el aire como roza mis muslos. Entonces deslizó un tirante de mi vestido por mi hombro, luego el otro y después me bajó el vestido hasta la cintura dejando aparecer mis gordas tetas. Aquel hombre se quedó como hipnotizado ante semejante visión y como un bebé comenzó a chuparme los largos pezones que yo ya tenía duros y erectos al máximo.
Me sentía en la gloria, con mis mamas al aire y sus manos no dejando de sobar ahora mis nalgas sin dejar de repetir una y otra vez lo buena que estaba. De pronto sus manos soltaron mis senos, terminó de quitarme el vestido y se puso de rodillas ante mi sintiendo su cara muy cerca de mi coño.

Con mucha delicadeza comenzó a besar mis piernas y tras quitarme las zapatillas, hasta besarme los pies. Luego comenzó a subir y empezó a saborear mis jugos sobre mi tanga pues desde hacía un rato yo estaba muy mojada. Luego hizo el tanga a un lado, desnudando mi raja y empezando a comerme el coño
Casi sin darme cuenta, así tuve mi primer orgasmo bebiéndose él cada gota de mí. Ahora yo estoy cansada y sentía algo de frío pero lo bueno estaba por comenzar. El, entonces, desabrochó su pantalón y pude ver su miembro que estaba por explotar. No era muy largo pero si bastante grueso. Lentamente se me acercó, me tiró de espaldas sobre la mesa que allí tenemos para doblar la ropa y abriéndome todo lo que pudo mis piernas, comenzó a ensartarme por el coño metiendo y sacando su polla sin parar. Así tuve un segundo y tercer orgasmo hasta que él se corrió junto al último mío. Llenándome el coño con su leche caliente y abundante.
Habían pasado algunos minutos y yo seguía tumbada en la mesa masajeando él mis pechos hasta que me pidió que me pusiera boca abajo. Obedecí, pues en esos momentos podía hacer cualquier cosa que me pidiera. Pasó al otro lado de la mesa y me puso su miembro cerca de mi boca haciéndome probar aquel pedazo de carne que me ha hecho sentir tan bien esta noche.
Tomé su polla y lo dirigí a mi boca tratando de comerlo todo, pero era demasiado grueso y me costaba muchísimo, pero lo conseguí.
– Es hora de cambiar -dijo-
Se fue para atrás de la mesa y comenzó a pasar su lengua por mis nalgas, por el hilo de mi tanga hasta que lo hizo a un lado y siguió lamiéndome ahora el ano.
Cuando puso su polla en la entrada de mi ano, mi primera reacción fue tratar de cerrar las piernas pero no podía.
– Ahora sí que vas a gozar vecina – me dijo empezando a empujar.
Al ver que yo no podía lograr nada resistiéndome, comencé a cooperar aunque nunca me pareció bien el sexo anal. Al poco rato su verga comenzó a entrar en mi culo, mi ano iba cediendo a cada movimiento y pronto estaría toda dentro de mi. Que sensación más extraña. El iniciaba ahora el metisaca y yo ya llevaba varios orgasmos hasta que finalmente fui inundada por él nuevamente, ahora por el trasero.
Él se vistió rápidamente, me quitó de la boca el calcetín y me empezó a desatar permaneciendo yo inmóvil en la mesa. Entonces me ayudó a vestirme, me puso el vestido, me ayudó a ponerme mis zapatillas y se despidió de mi, pero quedándose con mi tanga y diciéndome:

– Me quedo con esto como recuerdo de esta noche y de las próximas que, supongo, vendrán.
Me despedí de él sin decir ni si, ni no. Bajé las escaleras, me di un baño, me metí en mi cama y dormí como un bebé.
Besos y más adelante te contaré lo que ha seguido ocurriendo

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