Placer improvisado

Es guapa, joven y se considera un poco zorrita. Aquella tarde se fue de compras y la llamó su amigo Eduardo. No dudo ni un momento en aceptar su invitación.

Ana – Barcelona
Ahora mismo estoy únicamente con el tanga puesto y con los pezones de mis pequeñas tetitas, muy duros. Me he recogido el pelo en dos trenzas, que me da un aspecto de colegiala de lo más morboso y excitante. Tengo a mano un Clima en el que hay un relato muy caliente de una tal Verónica que, por lo que he leído, es una pedorra de 20 años que, como a mí, le gustan los hombres y no los niñatos. A ella, a Verónica, quiero dedicarle este caliente relato y decirle que, a diferencia de ella, me gusta que me la metan por el culo. Un beso para ella y que sepa que pronto pondré un contacto dirigido a ella y a todas las zorritas como yo que tengan 20 años y quieran cambiar opiniones y fotos. Me gustaría contarles muchas cosas… pero voy a empezar por lo que me ocurrió el pasado viernes. Bueno, más que ocurrir, lo busqué yo, ya que creía que explotaría.
A las cinco de la tarde estaba aburrida y caliente ya que desde la follada con Eduardo y sus amigos, que nos jodieron a mi prima Tania y a mi, no había vuelto a hacer nada. Decidí coger la tarjeta de crédito y me fui a la zona de Pedralbes de compras, para ver si me distraía. Me compré ropa interior y al volver a casa, con la intención de coger el consolador que me regalaron Maite y Alicia, para intentar desahogar mi calentura, me paré en una cafetería para tomar algo y al momento sonó mi móvil.
Cuando supe quien era la persona que me llamaba, vi el cielo abierto. Era Eduardo. Estuvimos hablando un rato y como me acordaba de la follada tan magnífica que nos propinó a Tania y a mi, quedé en que les diría a mis padres que iba a casa una amiga y que dormiría allí, pero como podéis suponer, me fui directamente a casa de Eduardo, excitada como una gata en celo.
Antes de seguir con el relato, me voy a quitar las braguitas, porque las tengo empapadas, ya está, así que continúo. Sobre las siete de la tarde, llegué a casa de Eduardo, que me recibió con una sonrisa y un beso en la mejilla. Tan solo llevaba puesto un batín y nos sentamos en el sofá, sirviendo él dos copas y empezando a charlar. Inevitablemente hablamos de la follada con sus amigos, me puse cachonda y como no llevo sujetador por el tamaño de mis tetitas, mis pezones se endurecieron totalmente, remarcándose mucho en el ajustado top blanco de lycra que llevaba puesto.
Me preguntó qué había comprado y saqué de la bolsa los tres conjuntos de ropa interior que compré pero, en vez de sujetador normal, con un mini-top de lycra y unas braguitas. Me puso una mano en el muslo y me preguntó, mientras subía y acariciaba suavemente mi chochito por encima de las braguitas:
– ¿Por qué no te lo pruebas todo para ver cómo te queda? Me gustaría vértelo puesto…
Aquello se ponía bien y cogiéndolo de la nuca, le comí la boca con el ansia que mi calentura me daba y le dije:
– Ahora vengo…
Salí primero con un conjunto negro y luego con uno rosa, pero antes de ponerme el tercero me acerqué a Eduardo y desabrochándole el cinturón del batín, se lo abrí. Su polla estaba medio endurecida y tocándosela un poco, le dije:
– Con el que me voy a poner ahora se te pondrá dura del todo.

Moviendo el culito me fui a poner el último y más excitante. Consistía en un pequeño tanga transparente de gasa, que solo me tapaba la raja del chochito ya que la tira trasera se la tragaba mi culito. Para darle más morbo a la cosa y excitar a Eduardo a tope, me hice dos trenzas como las que llevo ahora. Como parte de arriba, compré una camiseta de tirantes, de lycra, que me cubría justo las tetitas, muy ajustada. Así salí dispuesta a que Eduardo volviera a darme polla hasta saciarme. Cuando me vio, abrió los ojos como platos y con el batín abierto, me recreé viendo como su hermosa polla se iba hinchando por momentos hasta alcanzar su tope de tamaño. Me puse delante de él, di un par de giros y él, poniendo una mano en mi culito, me lo acarició suavemente diciendo:
– Fantástica, eres realmente maravillosa.
Me senté de lado en sus rodillas y cogiéndole la polla con una mano, le dije al oído:
– ¿Quieres que te haga una paja?
– Sí, zorrita, hazme una paja, tenemos mucho tiempo para hacer cosas.
Comencé a deslizar mi mano por su polla, despacio, arriba y abajo en una lenta masturbación que lo volvía loco por momentos, hasta que me cogió la cabeza y tras comerme la boca, me dijo:
– Adelante, zorrita, ahora continúa con la boca, verás que bien lo vamos a pasar.
Sin soltarle la polla, sin parar de masturbarlo, me fui poniendo de rodillas delante de él y acercado mis labios a su gordo capullo, lo besé suavemente antes de iniciar una caliente mamada que lo hizo gemir de placer. Mientras yo le chupaba la polla, cogió el teléfono y solo le oí decir:
– Hola… sí… vale, dentro de media hora… hasta luego – y colgando me puso la mano en la barbilla y me dijo – Hay unos amigos míos que te quieren conocer. ¿Te parece bien?
Yo, cachonda y a punto de explotar, sin dejar de masturbar sus 22 cm de polla, solo le pregunté:
– ¿La tienen muy grande?
– La que tienes en la mano es la más pequeña – contestó riéndose – No te preocupes que vas a disfrutar como nunca, pija zorrita, pero, anda, sigue chupando…
A mi me gusta y me excita que me llame putita, pijita, zorrita y cosas así, por lo que volví a chupársela de nuevo y así estuve hasta que oí como se abría la puerta. Aparecieron tres tipos, uno de ellos mulato y Eduardo les dijo:
– Pasad y poneos cómodos.
Hizo las presentaciones y se llamaban Andrés, Carlos y el mulato Darío. Yo, arrodillada delante de Eduardo y sin dejar de masturbarlo suavemente, los miré.
– Esta es la pijita que quiero que conozcáis, quitaros la ropa y acercaros, veréis que bien la chupa – les dijo Eduardo.
Se decidieron por fin y se desnudaron los tres, acercándose a nosotros con sus vergas aún morcillonas. Eduardo no me mintió.

Las pollas de Andrés y Carlos eran más grandes que la suya, pero la de Darío era una pasada. Calculé a ojo unos 25 ó 26 cm, pero luego supe que me había quedado corta, ya que aquel hermoso rabo tenía 29 cm de carne en barra. Como ves, los tres estaban muy bien dotados y eran de la edad que a mi me gustan los tíos, es decir, de 37 ó 38 años para arriba.
Allí tenía cuatro hermosas pollas a mi disposición y soltando la de Eduardo, me arrodillé en el centro del salón y los cuatro me rodearon con sus vergas ya al máximo, sobre todo la de Darío, que tenía un capullo gordo como un fresón. Eduardo me acarició la cabeza y dijo:
– Venga, cariño, enséñanos que sabes hacer con la boquita tan caliente que tienes, que vean mis amigos que eres la pijita más cachonda que hay en toda Barcelona.
Me acabaron de quitar la camiseta y entonces empecé a chupar aquellas pollas alternativamente, teniéndome que conformar con lamer la de Darío, pues no me cabía en la boca. Les chupé la polla a los cuatro cerca de media hora hasta que Eduardo me levantó y me dijo:
– Bueno, zorrita, ha llegado el momento de que pruebes las pollas de mis amigos, ahora te voy a quitar las braguitas y Andrés y Carlos te enseñaran lo que saben hacer.
Cuando Eduardo me quitó las bragas, sus dos amigos me empezaron a comer, de pie como estaba, uno la boca y las tetitas, lamiendo mis duros pezones con maestría, y el otro, agachado detrás de mí, me abría las nalgas para lamerme a conciencia el chochito y el agujero del culo. Notaba como metía su lengua, a modo de pequeña polla y entre que uno me comía los pezones y el otro el empapado coño y me follaba el culo con la lengua, me corrí entre gemidos, cosa que aún excitó más a los dos machos, empezando Andrés, que era el que estaba agachado, a meterme primero uno y luego dos dedos en mi culo, que se abría poco a poco. Metía y sacaba dos dedos de mi ano y decía:

– ¡Así, putita, así, abre ese culo de guarra que tienes que tengo ganas de metértela toda hasta los huevos!
Dejo aquí mi relato. Besos a todos.